
¿Con ésta...?

Sea con la que sea, muy felices fiestas para todos.
Vince
Porque el cine no se acaba cuando llegan los títulos de crédito, uno de tantos aficionados a lo que de momento se sigue llamando celuloide ofrece cada día una anécdota relacionada con el septimo arte para leer, contrastar y comentar
En el número de enero de Empire, encuentro un artículo sobre dos películas muy conocidas, pero intrascendentes, de los años 80: Los cazafantasmas y Gremlins. El texto señala sus puntos en común, como que ambas pertenecían al género fantástico, tenían abundantes toques de humor, se estrenaron el mismo día y constituyeron dos de los mayores éxitos de taquilla de 1986, y concluye planteando la pregunta: ¿es usted gremlinofilo o cazafantasmofilo? (bueno, vaya palabrejas me he inventado, lo que quiero decir es que pide a sus lectores que se decanten por uno u otro título. Si les apetece votar, pueden hacerlo aquí).
La voracidad, rayana en el matonismo, con que las productoras y distribuidoras estadounidenses trabajan a la hora de inundar con sus producciones nuestras pantallas es bien conocida desde hace décadas, y constituye un grave obstáculo para el pleno desarrollo del cine europeo y español. La campaña emprendida desde ciertos medios de la extrema derecha intentando acabar con la industria en represalia por la postura adoptada por algunos de sus miembros durante la Guerra de Irak tampoco ha ayudado mucho, precisamente. Pero ninguna de esas dos cosas sirve como justificación cuando llegan las cifras de cada año, y se comprueba que el número de espectadores que van a ver películas españolas ha descendido de forma notable con respecto al año anterior.
Leo que Madonna va a diseñar una línea de ropa para la cadena H & M. desde luego, esta chica es de lo más apañadito que tenemos. Además de sacar discos de éxito, filmar videoclips de lo más provocador y protagonizar películas temibles (Shangai surprise, Barridos por la marea, El cuerpo del delito… perdonen, voy a por un Almax), ahora se nos mete a diseñadora. Para empezar, no es que no me crea que sea capaz de diseñar, es que tampoco me creo que se haya puesto en su vida una prenda de H & M, firma que tiende a ser más bien tirando a barateja. Claro que no faltará quien se lo crea; y es que la presencia de un famoso siempre ayuda a vender.
Pero una cosa es que ese famoso anuncie un producto determinado (otro día volvemos sobre eso) y otra muy distinta que se nos intente hacer creer que tiene una participación activa en la elaboración de ese producto. Aunque supongo que hay excepciones, como el caso de las salsas de Paul Newman que, por lo menos al principio, sí es posible que se basaran en recetas originales del actor. Pero la variedad actual de la firma Newman’s own es tan amplia que es para pensar si no habremos ganado un gran actor a cambio de perder a un clon de Arguiñano.
Algunas falsedades han funcionado durante años, y quería traer aquí hoy una de las mayores: las historias de misterio de Alfred Hitchcock. A mediados de los años 60, comenzaron a aparecer en las librerías recopilaciones de relatos de suspense y terror que, se nos aseguraba, el maestro del suspense había seleccionado personalmente. Recuerdo que aquí se publicaron en la revista Sábado gráfico, y Plaza & Janés editó numerosas recopilaciones. De hecho, tantas, que si el director inglés las hubiera leído y escogido realmente no le habría quedado tiempo ni para dirigir un largometraje. Lo cierto es que jamás tuvo nada que ver en el proceso de selección: se limitó a permitir que los editores utilizaran su nombre a cambio de una sustanciosa suma de dinero. Pero la superchería persistió, incluso varios años después de su muerte.
¿No leyó entonces ni una de esas historias? Sí: una. Los pájaros, de Daphne du Marier, que le inspiró para hacer la película del mismo tipo. Lo que pasa es que, tal y como confesó a françois Truffaut, la leyó cuando ya había sido publicada como “seleccionada por Alfred Hitchcock”.
No falta demasiado para que se estrene Hollywoodland, la película que habla de la vida, y misteriosa muerte, de George Reeves, el primer actor que encarnó a Superman en la televisión. Hablaremos de la peli en su día, pero de momento, me he acordado de ella después de enterarme de que ha fallecido Peter Boyle. ¿Y qué tiene que ver una cosa con otra?
No sé si para vender coches, pero el anuncio de la BMW desde luego ha servido para poner de moda de nuevo la imagen de Bruce Lee (y para disparar un buen número de parodias en You Tube: una de las últimas es la de Aznar diciendo “no te adaptes al bigote, sé el bigote, my friend”). Muy aficionado a las artes marciales hay que ser para tragarse las películas de este hombre, porque la verdad es que eran todas infumables. Uno salvaría tan sólo -y no del todo- Operación Dragón (1973) y la escena final de El furor del dragón (1972), rodada en el Coliseo de Roma, con el único combate jamás filmado entre las dos grandes estrellas del género: Bruce Lee y Chuck Norris.
Arnold ha condecorado a Clint, y el ex Harry el Sucio ha entrado con todos los honores (junto con otros doce galardonados) en el California Hall of Fame .Vista la trayectoria artística de este actor y director, no cabe duda de que hay motivos para ello, pero la cosa tiene gracia, porque el otorgante y el receptor del premio son dos figuras cinematográficas con muchísimos puntos en común. Vamos a repasar algunos:
No entiendo nada. Dicen que se ha subastado en Sotheby’s, por una cantidad desorbitada de libras esterlinas, el vestido que llevó Audrey Hepburn en la escena inicial de Desayuno con diamantes, pero yo recuerdo haber oído no hace mucho que la susodicha prenda había sido donada por Givenchy al Museo del Traje de Madrid. ¿Se estaban tirando un pegote los del museo, o más bien es que -como es cosa común en los rodajes- había varios modelos de un mismo vestido para prevenir inoportunas manchas, arrugas o roturas? Se agradecerá cualquier información.
Ayer terminó (por fin) la segunda temporada de Perdidos, y les digo desde ya que a mí no me pescan para la tercera. Estoy de los de la isla hasta la punta del bigote que no tengo. Creo que habría sido una serie fantástica si desde el principio sus creadores hubieran puesto un punto final. Pero van temporada tras temporada alargando la trama, y confiando en que el público aguantará esperando que algún día aún ignoto les revelen el gran misterio de la isla. Lo que es por mí, ya, como si Paco el Pocero les pone una inmobiliaria.
En la librería del pueblo han colocado en sitio preferente la novela de Hugh Laurie, por supuesto con foto del autor incluída y amplio recordatorio de que es el protagonista de la serie House. Es lógico que la editorial intente sacar el máximo partido de la fama del intérprete, pero tampoco es la primera vez que un actor se ha metido a escritor de ficción.
Así da gusto: la televisión pública emitiendo en la noche del domingo Eyes Wide Shut (1999), la última película de Stanley Kubrick. Lástima que no la pasen exactamente en horario de máxima audiencia, y consideren conveniente poner antes esa obra maestra del celuloide patrio que es Isi Disi, amor a lo bestia. Al margen de que me parezca un título más propio para cadenas privadas sin excesivo gusto cinematográfico (o sea, para cadenas privadas) la emisión coincide con el estreno en los cines de la segunda parte, así que se me ocurre una pregunta. ¿TVE está sirviendo de promotor, o más bien cumple con su papel de servicio público, avisando a los futuros espectadores de lo que les espera?.



Un habitual de este blog, y sin embargo amigo, me contaba el otro día lo que le ocurrió este verano cuando fue a ver Superman Returns: antes de la película pasaron, como es tradición, unos cuantos trailers de próximos estrenos, y ninguno era de una película original, todos eran remakes. Me citó Poseidón, La profecía, y algún otro que no recuerdo, pero en todo caso la cuenta se podía completar con la propia Superman Returns, que no es otra cosa que un remake -y malo- de la excelente película dirigida por Richard Donner en 1978.
Es curioso esto de los remakes, o nuevas versiones de una peli si vamos a respetar mínimamente nuestro idioma. La verdad es que existen casi desde que el cine es cine, pero últimamente es como si hubiera una epidemia. Hay quien lo achaca a la falta de imaginación de los guionistas actuales; otra explicación pueden ser los avances en efectos especiales, que permiten volver a rodar la misma historia de un modo más espectacular.
Se dice que habitualmente un remake suele ser inferior a la versión original, pero hay algunas excepciones a la regla. Por ejemplo, uno de los grandes clásicos del cine negro, El Halcón Maltés (1941) ya había sido llevado a la pantalla en dos ocasiones (en 1931 y 1936) cuando John Huston escogió la historia para su debut como director. Y The Front Page, la obra de teatro escrita por Ben Hecht y Charles Mac Arthur, ha conocido cuatro versiones, y tres de ellas son buenas, sobre todo las de Howard Hawks (Luna Nueva, 1940) y Billy Wilder (Primera Plana, 1974).
Claro que hay otra manera de concebir un remake. Michael Caine recuerda en sus memorias cuando, en 1989, protagonizó con Steve Martin la comedia Un par de seductores (Dirty Rotten Scoundrels). La película era un remake de Dos seductores, (Bedtime Story), filmada en 1964 con David Niven y Marlon Brando y calificada por el Daily Express como “la película más vergonzante del año”. En principio, Caine no entendía cuál era el motivo de volver a hacer una película tan mala, y así se lo preguntó a Martin y al director, Frank Oz. “Me respondieron que no tiene sentido rehacer una película que haya alcanzado el éxito, porque no podrás mejorarla, mientras que siempre puedes mejorar una que haya fracasado. “He aquí”, escribió “un nuevo atisbo de la mentalidad de Hollywood”.

Bueno, pues vamos a acabar este monográfico sobre James Bond (cosa que habría hecho hace un par de días si contara con una conexión decente) hablando un poco del mayor despropósito relacionado con el personaje: la versión de 1967 de Casino Royale. Los que no la hayan visto no acabarán de entender por qué tiene tan mala fama; los que sí, puede que todavía estén intentando entender de qué iba aquello. Yo soy de los segundos y recuerdo habérmela tragado por primera vez hace más de veinte años en casa, en los tiempos del vídeo. Como por aquel entonces todas las cintas que tenía el videoclub de mi barrio eran piratas, incluída ésta, en un principio pensé que la copia estaba incompleta. Aquello no podía ser; seguro que faltaban escenas. No tenía pies ni cabeza.
Pero no. La culpa de que aquello no tuviera sentido ninguno no era del videoclub, sino de los responsables (es un decir) de la cinta. Como ya hemos comentado en otro post, Ian Fleming vendió los derechos de su novela por separado, de modo que Casino… no formaba parte del paquete adquirido por Eon Pictures. El comprador fue Gregory Ratoff y, tras su muerte, pasaron al productor Charles K. Feldman, que intentó sacar tajada de la fiebre Bond produciendo la película con Sean Connery como protagonista. Al no ser esto posible, decidió hacer una parodia, y no reparó en gastos. Comenzó contratando a tres guionistas: Wolf Mankowitz, John Law y Michael Sayers, que pronto se vieron reforzados por Ben Hecht, Terry Southern y Billy Wilder. Tras reírse mucho con Qué tal, Pussycat?, decidió fichar también a Peter Sellers y Woody Allen, este último como guionista además de como actor.
A la hora de empezar el rodaje, no había un director, sino cinco: John Huston, Ken Hughes, Val Guest, Robert Parrish y Joe Mc Grath, y no había exactamente un James Bond, sino tres personajes que podían responder a la descripción: David Niven, Sellers y Allen. Para cuando se comenzó a rodar, se añadieron a todo este personal dos directores más: Richard Talmadge y Anthony Squire.
Nunca hubo un guión terminado, y el rodaje estuvo plagado de problemas. Peter Sellers no se hablaba con Orson Welles, que interpretaba a Le Chiffre, porque pensaba que le robaba protagonismo: sus escenas juntos están rodadas, en su mayor parte, en plano contraplano, con los actores recitando sus líneas a un stand-in. Luego, Sellers abandonó el rodaje sin completar sus escenas, y nadie pudo obligarle a volver, así que su personaje muere repentinamente a mitad de la película. Paralelamente, Feldman iba fichando a estrellas internacionales para que hicieran breves apariciones, obligando a los guionistas a inventar nuevas escenas para justificar su presencia (sin ir más lejos, Peter O’Toole aparece vestido de escocés y tocando la gaita durante no más de diez segundos, y se limita a decir la frase: “Soy Peter O’ Toole”). David Niven no tardó en darse cuenta del berenjenal en el que se había metido, y dijo que Casino Royale sería o bien un clásico de la comedio o “la mayor cagada que se haya visto desde la última inundación”.
Fue más bien lo segundo. Por cierto, costó ocho millones de dólares, el doble que el Bond oficial de ese año, Sólo se vive dos veces, y se hundió en taquilla.
Y para terminar, una pregunta para curiosos: ¿En qué comedia española, relativamente reciente, pueden verse al principio unas escenas de este Casino Royale? Como pista sólo les diré que sale esa monada sin talento conocida como Aitana Sánchez-Gijón. Mañana dejamos a Bond. ¿Alguien ha visto ya el nuevo Casino…?
¿Se imaginan lo que tiene que ser llamarse James Bond en la vida real? No parece imposible; como nombre de personaje de ficción, es bastante más sencillo que, por ejemplo, Sherlock Holmes o Indiana Jones. De hecho, ese es el motivo por el que Ian Fleming lo escogió. Esta anécdota es bastante conocida, pero no está de más recordar que, cuando se sentó a escribir su primera novela, Fleming buscó para su protagonista un nombre común, anónimo, que no llamarse la atención. En su casa de Jamaica tenía una guía ornitológica: Aves de las Indias Orientales, escrita por un tal James Bond. Perfecto.
Cuando se habla de los actores que han interpretado a Bond, hay una cierta tendencia a menospreciar el trabajo de George Lazenby y Tymothy Dalton que, con una y dos ocasiones respectivamente, son los que menos veces han encarnado a 007. Suele decirse también que son los que peor lo han hecho. No estoy de acuerdo. Aprovechando que MGM ha lanzado nuevos DVDs con excelentes ediciones de toda la serie, yo aprovecharía para repasar Al servicio secreto de su majestad (1967), y 007, Alta tensión (1987), que considero superiores a bastantes Moores e incluso a algún Connery. Dalton fue contratado como Bond como sustituto de Pierce Brosnan, que todavía estaba comprometido con la serie televisiva Remington Steele. Actor de una sólida formación teatral, incorporó al personaje una mezcla de rudeza y humanidad que llevábamos años sin ver, con tanto levantamiento de ceja como habíamos sufrido. Pero su segunda película, 007 licencia para matar, tuvo unos resultados de taquilla tan bajos (¿Qué hacía Bond combatiendo a un señor de la droga, como si fuera Don Johnson?) que obligaron a los productores a hacer un parón y replantearse toda la serie. Cuando comenzaron Goldeneye, Dalton no tenía demasiadas ganas de repetir, y Brosnan estaba disponible.
Más sangrante es el caso de George Lazenby. Este modelo australiano no tenía ninguna experiencia como actor, cuando su nombre comenzó a considerarse para sustituir a Sean Connery, nada menos. Con la idea de encajar en la imagen, antes de ser recibido por los productores Broccoli y Saltzman se hizo confeccionar un traje por el sastre de Connery, y luego fue a una exclusiva barbería de Londres para que le hicieran el mismo corte de pelo. Por una de esas casualidades de la vida, en la silla de al lado estaba Albert C. Broccoli. Cuando Lazenby se fue, comentó con el barbero: “Ese tipo sería un buen James Bond”. Pocas horas después, se lo encontró en sus oficinas.



Esto, la verdad, no es una entrada propiamente dicha. Pero sucede que esta noche, por fin, es el estreno mundial (en Londres, of course, y como es tradición, con la presencia de la Familia Real) de Casino Royale, la última película de Bond, James Bond, el agente secreto menos secreto de todos los tiempos, con nuevo rostro -Daniel Craig-y, dicen, un giro copernicano con respecto a lo que hemos visto en las últimas cintas con el planchadísimo Pierce Brosnan. Así que, si les parece bien, les propongo pasar unos días en el mundo de 007. Entre hoy y el día 24, fecha del estreno en nuestro país, todas las anécdotas que aparezcan en este blog estarán relacionadas con la serie cinematográfica de Bond.
Es el primer monográfico de Pasa las palomitas, y espero que les guste (Si no, la sección de comentarios está abierta, como siempre). De momento, pueden abrir boca echando un vistazo aquí para ver una útil recopilación de todas las críticas de Casino Royale (y de otras películas) aparecidas hasta ahora en la prensa. Y, si quieren saber algo sobre la versión anterior de Casino… (de la que hablaremos en los próximos días), les recomiendo este sitio especializado en destripar extensamente películas malas, pero malas de morirse. Está en inglés, y aviso que tiene mucha más gracia cuando uno ha visto la cinta objeto de crítica destructiva.
Así que ya saben; pueden ir encargando el primer Martini, sacando brillo al Aston Martin y enviando el smoking al tinte. Nos vemos mañana.

Un rasgo que caracterizó a William Wyler, del que hablábamos ayer, fue su fama de perfeccionista. Sin embargo, Charlton Heston, que trabajó con él en dos películas, no lo recuerda en sus memorias como un director especialmente severo. Otras estrellas de Hollywood tenían una opinión muy distinta.
No me importa confesar que, muchos sábados por la noche me he enganchado a Las Vegas. Ya, ya sé que comparada con otras series de las que hablamos aquí de vez en cuando (Los Soprano, A dos metros bajo tierra, Nip/Tuck, Los hombres de Paco... Bueno, no hagan mucho caso de la última) no les llega a la suela del zapato; es pura Coca Cola televisiva. Pero entretener, entretiene. En su reparto destaca un James Caan bastante maduro (y quizás un poco estirado), trabajando a destajo después de su resurrección. Porque hubo un tiempo en el que Caan estuvo artísticamente muerto.
Si Peter Bodganovich, del que hablábamos ayer, puede hacer libros tan buenos como sus películas, e incluso mejores, ello se debe a que comenzó su carrera escribiendo, no detrás de una cámara. Es de los pocos que han pasado de ser críticos de cine a convertirse en cineastas. Otro caso, más cercano a nosotros, es el de Jose Luis Garci. Que conste que tengo algunas críticas suyas antiguas, y no son nada malas. En cuanto a su cine... Venga, va, se admiten opiniones.
Volviendo a Bodganovich, las circunstancias en que comenzó su carrera como director son realmente curiosas. Su padrino, como el de tantos otros, Jack Nicholson o Coppola entre ellos, fue el director y productor Roger Corman, experto en obtener buenos resultados gastando lo mínimo imprescindible. En el caso de Bodganovich, le ofreció la posibilidad de dirigir una película con los siguientes medios:
a) Podía rodar dos días con Boris Karloff, la mítica estrella de cine de terror, que entonces contaba 80 años de edad.
b) Podía utilizar veinte minutos de rodaje sobrante de la película The Terror, que Corman había rodado con Karloff como protagonista veinte años antes.
c) Disponía de otros diez días de rodaje, presupuesto ignoto y actores muy conocidos en su casa a la hora de comer.
¿Puede salir de aquí una película magistral? Puede: Targets (1973), donde una vieja estrella del cine de terror se ve enfrentada a monstruos mucho más reales, producidos por la sociedad moderna. Si alguien no la ha visto, que la apunte, porque algún día tienen que pasarla por la tele o sacar alguna edición en DVD, por cutre que sea, y apuesto a que no ha perdido nada de su capacidad de impactar en pleno estómago al que la ve por primera vez. Fue la última película de Karloff; después de unos cuantos años encerrado en mediocridades, constituyó una despedida más que digna.

Es lo malo de hacer zapping; puedes encontrarte con cualquier cosa. Por ejemplo, con Marta Sánchez. No es que tenga nada específico contra ella, pero reconozco que no es mi tipo de artista, mi tipo de chica ni mi tipo de nada. Aunque el otro día me llamó la atención, porque estaba hablando de sus comienzos, y recordó que por uno de sus primeros conciertos con Olé Olé (si les suena este grupo lo siento, porque eso me da una pista bastante clara sobre su edad...) cobró treinta mil pesetas, y se dio un capricho: comprarse unos buenos zapatos.


Hablando ayer de Scorsese, se deslizó el nombre de Harvey Weinstein, cofundador con su hermano Bob de la productora Miramax. Como puede verse, Harvey tiene un cierto aire a Tony Soprano, y está tan gordo como Tony Soprano, pero no dejen que eso les lleve a engaño: es Tony Soprano. Su afición a avasallar a todo el que se le ponga por delante (comenzando, lógicamente, por su personal), a soltar tres tacos por cada cuatro palabras que dice, y a caer presa de unos ataques de furia que han hecho temblar repetidas veces los cristales de las oficinas, se ha hecho ya legendaria en el mundillo. Pero también cuenta con una inteligencia innata que le ayudó a construir el imperio que es hoy Miramax (de dónde le despidieron; pero esa es otra historia).