
Esta idea, claro, está basada en experiencias personales. Hace años pasé por una situación no por normal en el curso de la vida de todos menos dolorosa; y aquello coincidió, no sé si recuerdan, con la desaparición y posterior fallecimiento de John Kennedy, su mujer y su cuñada en un accidente de avioneta. El caso es que, mientras la familia estábamos apiñados en el hospital y nos íbamos dando cuenta de que aquello sólo podía acabar de una manera, y que era cuestión de días, y que lo mejor era irse preparando, a mí lo que le hubiera pasado a Kennedy, a su señora, a su cuñada y al lucero del Alba, dicho sea con todos los respetos, me importaba exactamente tres pepinos. Yo tenía mi propio drama ahí, en bandeja, lo quisiera o no. No necesitaba otros.
Pues con las noticias felices pasa lo mismo. Nueve millones de euros dicen que ha pagado la revista People por la exclusiva del nacimiento de los mellizos de Brad y Angelina (ya no hace falta poner ni los apellidos), porque al parecer había una urgencia, un apremio, una necesidad a nivel global de ver la cara a los enanos. Al final, lo que menos nos va a acabar importando de estos dos es que sean actores de cine, que Angelina Jolie ya tenga un Oscar, que Brad Pitt sea un excelente actor cuando le da la gana, y nos vamos a quedar solo con el enésimo niño que adopten o que tengan, con su último reportaje en Vanity Fair, con su último proyecto humanitario, con su última contribución a una ONG (Por cierto, dicen que donarán todo el dinero a caridad. Un gesto que les honra y... ¿Lo ven? ¡Ya estamos!).
Si hay quien no podía vivir sin verle la cara a los rrorros ideales de la muerte, es su problema. Otros tenemos noticias más cercanas que, esas sí, nos han traído una alegría genuina y duradera, de las que no se pasan en lo que se tarda en hojear un reportaje; porque conoces y quieres a los protagonistas; y sabes que están felices, y te alegras por ellos y con ellos, y con ellos empiezas la cuenta atrás de los meses que faltan hasta que todos tengamos delante el resultado de la noticia, con tres pelos encima de la cabeza y llorando por el biberón. Sin papel couché, sin glamour, sin exclusivas. Habiendo genuino cariño y amor, todo eso no hace ninguna falta.
Bienvenido, chaval.
Nos vemos en abril.