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martes, noviembre 25, 2008

Una de resurrecciones

Si yo me pusiera en plan Mayra y les pidiera nombres de actores que han interpretado a James Bond, seguro que no les costaría mucho recordarlos a todos. De la misma manera, y aunque es un personaje un poco pasado, si nos pusiéramos a enumerar Tarzanes seguro que todos no, pero sí que sacábamos unos cuantos, comenzando por Johnny Weismuller, siguiendo por el ex de Tita Cervera y acabando con el bizco. Pero ¿Y si hacemos la prueba de recordar Inspectores Clouseau?

Supongo que una respuesta muy común sería “Bueno, pues…Peter Sellers y Steve Martin, ¿No?”.

La verdad es que hay muchos más Clouseaus que esos dos. O, por lo menos, se intentó que los hubiera. Me he acordado del asunto tras ver que Steve Martin no ha tenido bastante con intentar llenar el hueco de Peter Sellers una vez, y ahora piensa reincidir con una segunda parte de La Pantera Rosa de inminente y ominoso estreno. ¿Era necesario?


Es curioso lo de las películas de La Pantera… Creo que no ha habido jamás en toda la historia del cine una serie cuya subsistencia dependiera más de su actor protagonista. Bueno, pues ese actor protagonista está muerto. RIP. Kaputt. Lleva así 28 años. Y nadie le va a resucitar, ni a clonar. Lo cual no ha detenido a eso que se llama la maquinaria de Hollywood a la hora de intentar seguir haciendo dinero con una franquicia que ya no tiene ninguna razón de ser.

La primera tentativa se produjo todavía en vida de Sellers. Después de interpretar a Clouseau en La Pantera Rosa (1963) y El nuevo caso del Inspector Clouseau (1964), el actor perdió todo interés en el personaje; no así la Metro, que quiso repetir de nuevo -tripitir, vaya - y se les ocurrió intentarlo con un actor de mucho talento, pero desde luego sin la vis cómica de Sellers: Alan Arkin (hablamos de él aquí cuando el año pasado le nominaron al Oscar por Pequeña Miss Sunshine). Añadamos a eso que Blake Edwards tampoco estuvo tras la cámara... y tenemos el primer morrón.

Llegan los años 70, y la carrera de Sellers está en franco declive por una serie de películas malas, sosas y olvidables pero maravillosamente bien pagadas, lo que le llevó a hacerlas en plan ristra de chorizos para mantener su elevado tren de vida (No les digo más que en sus viajes a Suiza usaba dos aviones privados; uno para él, otro para el equipaje). Cuando tenía una de esas rachas, Edwards lo encontraba de lo más cooperativo, y la serie se reavivó no con una, sino con tres películas: El regreso de la Pantera Rosa (1975), La Pantera Rosa ataca de nuevo (1976) y La venganza de la Pantera Rosa (1978). Todo va de miedo. Edwards y Sellers se conocen -y se aguantan- como si se hubieran parido, la gente se ríe a carcajadas, y el dinero de la taquilla llega a espuertas. Y entonces, Sellers se muere. Aquí empiezan los despropósitos.

El primero es todo un monumento a la necrofilia: Tras la pista de la Pantera Rosa (1982) se filmó, como es bien sabido, utilizando dobles de Sellers y reuniendo escenas descartadas de las películas anteriores. Esperar que de aquello saliera algo coherente, o siquiera divertido, era mucho esperar, ya que, como bien han apuntado los chicos de The agony booth, si una escena se descarta, suele ser por algo. Para darle un aire más familiar a la cosa, se recurrió a secundarios clásicos de la serie, incluído David Niven, que accedió a rodar una escena repitiendo su personaje del ladrón Charles Litton. El problema es que Niven estaba a su vez tan enfermo que era incapaz de hablar, y tuvieron que doblarle. Todo un festival del humor, vaya. Segundo morrón.

Al año siguiente, se reincidió con La maldición de la Pantera Rosa: Clouseau ha desaparecido, y se necesita otro policía para buscarlo. El elegido es el norteamericano sargento Sleigh, por supuesto tan manazas e incompetente como su predecesor, al que dio vida el cómico televisivo Ted Wass, por aquel entonces muy popular gracias a la –inolvidable- serie Enredo. Al final, se descubría que Clouseau había desaparecido voluntariamente y se había hecho la cirugía estética y todo. ¿Quién lo interpretó brevemente? Roger Moore. Tercer morrón.

¿Fin de la historia? Ni hablar. Diez años después alguien tuvo la genial idea de que podía intentarse una nueva resurrección, esta vez con un actor más joven que interpretara a un hijo ilegítimo de Clouseau. Y así es cómo se rodó El hijo de la Pantera Rosa (1993), que en el Reino Unido se estrenó directamente en vídeo. Y en los demás países donde sí se estrenó, no fue nadie a verla. O sea, que cuarto morrón. Y seguramente son manías mías, pero yo diría que el que su protagonista fuera el muy inaguantable Roberto Milmuecas Benigni algo tendría que ver…

Después de tanto desastre, muy mal tendría que haber estado Steve Martin para hacerlo peor. Con todo, hay más humor en cinco minutos de cualquiera de las cinco películas originales que en toda su nueva versión.

Me he dado cuenta de que dije que hoy hablaría de Peter Sellers, y he acabando hablando de un montón de gente, salvo de él... Lo cual creo que deja muy claro que es insustituible.

viernes, octubre 17, 2008

"Ese", oscuro objeto de deseo

Cuando el cine nos alcanza, esto es, cuando ya vamos teniendo edad suficiente como para empezar a ver películas ambientadas en los años de nuestra juventud, es posible que se produzca un hecho curioso: que algo en nuestro interior nos diga que las cosas no fueron exactamente así. Que falla algo, vamos, y no tenemos claro si es que en efecto el guión de determinada cinta tiene anacronismos, o es que el Alzheimer ya empieza a hacernos estragos en la materia gris.

Es lo que me está pasando con esta película que se ha estrenado hoy, Los años desnudos, donde se nos cuenta la historia de tres chicas que, a finales de los 70, participan en eso que se llamó cine “S”, y que a los lectores más jóvenes les sonará como más desfasado que los humoristas del Un, dos, tres, si es que les suena. No la he visto aún, pero por lo que he leído sobre ella yo diría que aquí hay una cierta confusión con lo que uno recuerda, o quizá que se está mezclado el cine “S” con él, mucho más extendido y, este sí, íntegramente nacional, cine del destape. No eran lo mismo.

El origen del cine “S” hay buscarlo en el sistema de clasificación moral de las películas en unos tiempos en que la jerarquía eclesiástica tenía muuuucho que decir por aquí. Todavía más que ahora, vamos. Ninguna película se libraba de ser estrenada sin su correspondiente calificación moral, que podía enclavarse en las siguientes categorías: (1): Todos los públicos. (2): jóvenes (es decir, mayores de 14 años). (3): Mayores (de 18 años, se entiende). (3R): mayores con reparos, y (4): Gravemente peligrosa.

El hecho de que hubiera dos categorías por encima de la mera clasificación de 18 años hacía pensar que el visionado de una “4” suponía un viaje sin retorno a las calderas de Pedro Botero, pero es que la Iglesia no estaba ni preparada para la que se le vino encima en los tiempos de la Transición: ya hablando de los estrenos de 1976, el crítico del equipo Reseña Angel A. Pérez Gómez se refirió al “cine de entrepierna. Resulta abrumadora la explotación del tema que ha efectuado con pésima habilidad el cine español de este año”, y citaba como ejemplos no sólo el taquillazo celtibérico del año La lozana andaluza, de Vicente Escrivá, sino títulos tan explícitos como Los placeres ocultos, Susana quiere perder… eso, Call Girl, La menor, Más fina que las gallinas, y algunos más.

Como la desaparición de la censura impedía prohibir tanto libertinaje, la solución de la Junta de Clasificación fue sacarse de la manga una nueva categoría: la “S”, aplicable a títulos que, como bien se advertía en la publicidad de las cintas “contienen imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador”.Creo -no estoy seguro- que la clasificación comenzó a funcionar en 1977, y se mantuvo vigente hasta 1983, cuando el establecimiento de las salas X –y, sobre todo, el auge del vídeo doméstico, que permitía ver porno tranquilamente sin moverse casa- la dejaron sin razón de existir.

De todos modos, con las “S” pasaron dos cosas:

La primera, que la clasificación no se otorgaba únicamente por el contenido sexual; lo que entonces se consideraba violencia más allá de lo permisible también valía para obtenerla. Y, a la hora de calificar, el nombre del director no importaba demasiado, con lo que cineastas del calibre de Osima y Pasolini, por citar dos, vieron mezclados algunos títulos inmortales con las últimas guarrindongadas celtibéricas. También se estrenaron como películas “S” el clásico hoy superadísimo de Wes Craven Las colinas tienen ojos, o la primera entrega de Mad Max, que hoy le arranca bostezos de media hora a cualquier quinceañero aficionado al Killzone.

Y la segunda, que nadie parecía haber tenido en cuenta que la represión que atenazaba como la gripe a tantos españolitos convertía la “S” en el equivalente de un tanque de cerveza Duff para Homer Simpson, o el de un cartel de Toys’ re Us para Michael… Bueno, la cuestión es que la “S” se convirtió en un imparable reclamo comercial, hasta el punto de que muchos productores estaban dispuestos a hacer lo indecible para conseguirla en sus estrenos. Sólo tres años después del párrafo anterior, Pérez Gómez contaba el caso del film de Jose Antonio Barrero La sombra de un recuerdo:

“Ha sido rebautizado por el distribuidor como El violador y sus mujeres a la sombra de un recuerdo y clasificado, claro, con el anagrama “S””.

Consiguiendo, añadiría yo, uno de los títulos más lisérgicos de la historia del cine patrio.


P. D. Algunos de los carteles que ilustran este post han sido obtenidos de la página web http://www.todocoleccion.net/ . Dense una vuelta por ahí, que merece la pena.

miércoles, julio 02, 2008

¡No se vayan todavía, aún hay más!

Hace unos días, en una de las redacciones donde todavía me dan algo de trabajo, estuve charlando con el redactor jefe sobre Iron Man. ¿La película? Divertidísima. ¿Robert Downey jr.? Está que se sale. ¿Jeff Bridges? Se lo pasa como los indios haciendo de malo, y se le nota. Y entonces fue cuando le hice la pregunta capciosa:

- Por cierto, muchacho, no te habrás salido del cine antes de que acabaran los títulos de crédito. ¿Verdad?

- Eeehh… Pues sí. ¿Por?

¿Por? Porque yo hice lo mismo, sin saber que había sorpresita después. Les cuento, por si no lo saben: en el universo Marvel hay un personaje secundario que se llama Nick Furia. Su papel es el de director de SHIELD, la organización de recontraespionaje que pulula por todos los cómics de la casa (incluso se rodó un telefilme sobre él, donde lo interpretaba… David Hasselhoff. No sé si alguien lo ha visto y ha sobrevivido). En la versión Ultimate de las colecciones Marvel, que presenta una versión más actualizada de sus héroes, Nick Furia aparece con una pinta algo distinta: ya no es blanco, sino negro, y además es clavaíto a Samuel L. Jackson. Una fotocopia, vamos, y si no, miren arriba. Por lo visto, la idea partió de la propia Marvel, que le pidió permiso previamente al actor. Este, al ser un fan de los cómics, aceptó encantado.

Bueno, pues a medida que avanzaba el rodaje de Iron Man comenzó a rumorearse que Jackson aparecería en la película interpretando a Nick Furia, en eso que se llama un cameo, es decir, un papelito mínimo. Pues la película iba avanzando, y Nick Furia no se dejaba ver. Ni por asomo. Bueno, pues al final, sí que sale. ¿Dónde? En efecto: después de los créditos finales.

Estas bromitas son lo que en inglés se conocen como stingers; escenas que aparecen cuando parece que ya está todo el pescado vendido, para la gente que ha tenido la paciencia de no levantarse de la butaca hasta el final. Habitualmente no son gran cosa, pero bueno. ¿Por qué esta manía de colocar la guinda después del final y no antes?

No estoy muy seguro de cuándo empezó esta costumbre; yo creo que una de las primeras películas en utilizarla fue El último de la lista, una trama de asesinatos misteriosos rodada en 1963 por John Huston. El protagonista -el asesino, vamos- era Kirk Douglas, pero en la película aparecían también Frank Sinatra, Robert Mitchum, Burt Lancaster y Tony Curtis. Lo que ocurría es que salían tan disfrazados que resultaban irreconocibles; así que después del The End aparecían las escenitas de propina donde las cuatro estrellas se quitaban el maquillaje y saludaban al público. Pero eso sí, por lo menos una voz avisaba “¡No se vayan!” para asegurar que la gente se quedaría para apreciar el truquito final.

Arma Letal 3, las tres de Piratas del Caribe, X-Men 3, Daredevil… son solo algunas de las pelis recientes con sorpresa final. Ahora me estoy acordando de El secreto de la pirámide (1985), donde se nos contaban las hazañas del joven Sherlock Holmes, y que tenía un stinger básico, fundamental e imprescindible.

¿Quieren una lista de películas con escena post créditos? Pinchen aquí.

Y, si son de los damnificados por Iron Man… siempre nos queda You Tube.

jueves, mayo 08, 2008

¿Y si le damos una oportunidad a "Proyecto Dos"?

Personalmente, creo que un blog puede ser mejor o peor, pero que nunca debe alimentarse (al menos, en exceso) de los contenidos de otros blogs, o se corre el riesgo de convertir la Red en una sarta de refritos. Igualmente, en este blog no se suelen hacer recomendaciones de películas, porque aquí estamos para otra cosa. Pero me voy a permitir aconsejarles que, si tienen tiempo y oportunidad, busquen un cine donde sigan poniendo Proyecto Dos, aunque sospecho que no quedarán muchos después del asalto de Iron Man y de la inminente llegada de Speed Racer -de la que ya hablamos aquí hace unos días-, perteneciente al terreno de las superproducciones yanquis que invaden las pantallas con la misma sutileza que los orcos en El retorno del Rey.

Verán: Proyecto Dos es una peli española que mezcla ciencia-ficción, intriga, golpes de guión, clonaciones y (creo) final sorpresivo. Digo “creo”, porque no la he visto todavía. Pero por lo que he leído sobre ella, tanto en críticas profesionales como en opinión de gente que ya se la ha tragado, la cosa puede valer la pena. Y hay más motivos: en ella han trabajado algunos buenos amigos de este blog, y por ellos he ido recibiendo cumplida información de las vicisitudes (nunca mejor dicho) por las que ha pasado la susodicha cinta, y que se pueden resumir en el nulo esfuerzo de la distribuidora (Buenavista) por llamar mínimamente la atención sobre el estreno: no se envía material audiovisual a las televisiones; no se avisa a los medios del pase previo, al que acudió bastante famosete… Pero, claro, ningún periodista; se niegan a distribuir el material filmado de ese pase previo que los propios responsables de la película ruedan por su cuenta y riesgo (porque había que pasarlo a Beta, y eso cuesta dinero…); y en general no mandan un puñetero email a la prensa. Si ya ha sido un milagro que se haya estrenado, más lo habrá sido que alguien se haya enterado de que existe.

¿Y a usted qué leches le importa todo esto? Me preguntarán. Bueno, pues algo sí me importa. Como creo que ya he comentado alguna vez, soy periodista de profesión. Lo que también soy es escritor de no ficción, y tengo un par de libros publicados, cuyos títulos me reservo porque no tienen nada que ver con el cine y yo no he hecho este blog para publicitarme. Pero mi trabajo me ha costado escribirlos. Y les aseguro que la ilusión de ver por fin el producto de tanto tecleo, sudor y lágrimas en las librerías puede verse bastante truncada cuando se comprueba que a) la editorial que te publica pasa de tu libro como de la mierda, b) la promoción te la tienes que hacer tú, c) presuntos amigos y antiguos colegas en los medios, periodistas endiosadas (alguna con asistente), negros de tertulianos con flequillo, figurones de las ondas que están muy ocupados reseñando la guía sexual de Nuria Roca (salió a la vez que mi segundo libro) o las Cartas a un joven español (también, también...) lo mandan de un manotazo a la pila de los nunca abiertos, y d) cuando al fin la editorial hace una presentación, les falla el presentador… y ni se les ocurre cambiar la fecha. Tú mismo a contarle a la gente lo bueno que es, con tu mejor sonrisa.

Yo no digo que todo eso me haya pasado a la vez, ni en el mismo libro, pero les aseguro que sé perfectamente lo que significa cabrearse, rebotarse, frustrarse y, al final, encogerse de hombros y pensar que a lo mejor en la próxima ocasión, que otra vez a encerrarse un buen montón de meses con la esperanza de que las cosas vayan mejor con el siguiente… porque, a pesar de todo, SIEMPRE hay un siguiente. Y es injusto. Y no debería ocurrir. Como tantas cosas en esta vida.

¡Así que todos al cine, leches! Y no se preocupen, que si la peli nos parece una castaña, sé dónde viven estos tíos.

miércoles, abril 23, 2008

¿Taquillazos?

Ha salido hoy en los periódicos la noticia de que los principales implicados en la cuarta entrega de Indiana Jones -es decir, el productor George Lucas, el director Steven Spielberg y la estrella ya algo cascadilla Harrison Ford-, se han comprometido a no cobrar sus honorarios hasta que la película sobrepase los 400 millones de recaudación. Bueno. No parece una decisión muy arriesgada, porque nos están vendiendo la película como uno de los taquillazos de este verano, pero estas cosas tienen truco, porque estos previstos 400 millones se refieren al beneficio bruto. ¿Puede una película recaudar mucho dinero y, al mismo tiempo, perderlo?

Me alegra que me haga esa pregunta, como decimos en el gremio. Precisamente hoy pasan en TVE 1 la bastante aburrida peli 60 segundos, interpretada (es un decir), por Nicolas Cage. En su libro La gran ilusión. Dinero y poder en Hollywood (Tusquets), el periodista Edward Jay Epstein la pone como un ejemplo de éxito de taquilla que, cuando se examina con cuidado, resulta no serlo tanto.

Veamos: esta película recaudó en todo el mundo 242 millones de dólares en taquilla. Considerando que el presupuesto de la cinta fue de 103,3 millones de dólares, la cosa suena a negocio redondo, pero…

Cito a Epstein: “para que la cinta llegara a los cine de Estados Unidos y el extranjero (la Disney) tuvo que pagar otros 23,2 millones de dólares: 13 millones por las copias y 10,2 millones en seguros, impuestos locales, aduanas, cambios en el montaje para la censura (!) y gastos de envío. A continuación, Disney gastó 67,4 millones en publicidad en todo el mundo. Por último, tuvo que pagar 12,6 millones de dólares en concepto de “tasas residuales” (…) En total, al estudio le costó 206,5 millones de dólares llevar esta película a las salas de exhibición”.

Esperen, que hay más: “La mayor parte de los 242 millones de dólares recaudados en las taquillas nunca llegó a las arcas de la Disney. Los cines se quedaron 139,8 millones de dólares. Las secciones de distribución de Disney recaudaron sólo 102,2 millones de dólares por una película en la que la compañía había gastado 206,5 millones. Y este cálculo no incluye lo que pagó Disnea a sus propios empleados encargados de la producción, la distribución y el marketing, ni los intereses sobre los millones que había desembolsado. Cuando se incluyeron estos gastos generales (17,2 millones de dólares) e intereses (41,8 millones de dólares), la pérdida que causó la exhibición de este “éxito” en las salas de cine ya superaba los 160 millones de dólares en 2003”.

Por supuesto, estos ingresos se complementan con el mercado del DVD y la venta de derechos a televisión, pero aún así… El presupuesto de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal es de 116,5 millones de euros, que no de dólares, y en publicidad piensan gastarse otros cien millones. Así que esos 400 millones de dólares no son un beneficio; es el punto a partir del cual comenzarán los beneficios, que no es exactamente lo mismo. Cifras que dan miedo.

miércoles, abril 16, 2008

Devorados por el personaje



Hace ya bastante tiempo que el Festival de Eurovisión me provoca tanto entusiasmo como pasar un fin de semana en el duplex de Jose Luis Moreno, pero lo de este año ya es demasiado. No me voy a extender sobre el fenómeno Chiquilicuatre porque este es un blog culto, faltaría más, para lectores elitistas y cultivados, ¡qué coño!. Pero si traía el asunto a colación es por las noticias que he leído sobre que David Fernández, el actor que interpreta al cantante (???) de la guitarrita, tiene prohibido dar entrevistas, a menos que en ellas siga interpretando a su personaje. Es decir, no puedes entrevistar a David Fernández. A Rodolfo Chiquilicuatre, sí.

Es un caso obvio de personaje que devora al actor, bueno, más que devorarle, que se lo come con patatas. Porque David Fernández lleva años participando en el show de Buenafuente, donde ha creado personajes tan conseguidos como Goicoechea -un extremeño que quiere ser vasco-, Santi Climax -un aspirante a actor absolutamente negado y deprimente- o el padre de Lewis Hamilton, que cae todavía más gordo que el original. Pero, desde hace unos meses, es Chiquilicuatre desde que se levanta hasta que se acuesta. Espero que el previsible último puesto que nos vamos a llevar (¿se apuestan algo?) sirva para que el fenómeno pase a mejor vida cuanto antes.

Lo de actores devorados por el personaje que interpretan es una constante en el mundo del cine. Hay dos especialmente peligrosos: Superman y James Bond, como atestiguan las carreras de Christopher Reeve y de cualquiera de los seis intérpretes que hasta ahora se han enfundado el smoking de 007 (sobre todo de Sean Connery, que a finales de los 60 no dudó en proclamar que odiaba a Bond con toda su alma). Pero si nos remontamos más atrás en la historia del cine, encontramos otros casos aún más llamativos.

Fíjense en la chica de la foto de hoy. ¿La reconocen? Se llamaba Theda Bara, y en los años del cine mudo, fue una de las principales estrellas de la Fox. Desde su primera película A fool there was (1915), quedó encasillada para siempre en papeles de mujer fatal, a la que los hombres le duraban menos que un Sugus en una primera comunión. Todos sus papeles repetían más o menos el mismo esquema, pero fue cuando su cuarta película The devil’s daughter (1915) cuando su fama se disparó por todo el país. Las mujeres pateaban los carteles con su rostro, y los niños salían corriendo cuando la veían. Por supuesto, no se libró de interpretar a las grandes seductoras de la historia, desde Cleopatra (1917) hasta Carmen (1915).

La Fox, que era el estudio que la tenía bajo contrato, hizo todo lo posible por enterrar a la actriz dentro del personaje: según la biografía oficial facilitada por sus publicistas, había nacido en Egipto, hija de una actriz francesa y un escultor italiano, y había pasado sus primeros años a la sombra de las pirámides, antes de trasladarse a Francia. Su nombre artístico, por cierto, era (inintencionadamente) un anagrama de “arab death”, lo cual servía para aumentar todavía más el morbo… cuando en realidad, la chica se llamaba Theodosia Gorman y era hija de un sastre de Cincinatti.

Al final, cansada de repetir siempre el mismo papel, no puso impedimentos cuando la Fox no le renovó el contrato y, tras un par de intentos teatrales que no tuvieron demasiado éxito, se retiró del cine en 1926. Y, por cierto, apenas sobrevive media docena de sus películas, lo cual daría tema para algunas entradas más. Total ¿Qué interés hay por conservar el cine mudo? ¡Si no hablan!

domingo, marzo 23, 2008

Se han pasao

Ahora que ustedes vuelven de vacaciones, soy yo el que se larga. La publicación de este blog se va a interrumpir durante la semana que viene debido a que me voy de viaje de trabajo muy, muy, muy lejos. Por cierto, como suelo hacer cada vez que tengo por delante muchas horas de avión, ayer salí a buscar algo de lectura. Y de repente, me encontré con esto que les cuento a modo de hasta luego.

Verán: en el sector de las revistas, de un tiempo a esta parte algunas han lanzado la moda de las portadas coleccionables. Esta consiste en sacar la revista al quiosco con tres o cuatro portadas diferentes -aunque el contenido sea el mismo en todas-, a ver si hay un suficiente número de prim… digo, de lectores interesados en comprárselas todas. Las revistas de cine lo han hecho con motivo del estreno de sagas como El señor de los anillos o La guerra de las galaxias, muy propensas a los frikis completistas. Cinemanía fue una publicación española que intentó seguir la moda en varias ocasiones, a ver si así vendía algún ejemplar (pero ni por esas). Y los chicos de Total Film

En otras entradas he recomendado esta revista inglesa de cine, junto con su competencia Empire. Bueno, pues el número de abril de Total Film está dedicado a James Bond, por aquello de que este año hay peli nueva, y además se cumple el centenario de Ian Fleming. Pero es que han sacado ¡21 portadas distintas! Una por cada película de 007, de forma que cada lector pueda llevarse a casa la revista con Connery, Brosnan, Moore, Craig, Dalton o incluso Lazenby, que de todo hay. Además, el papel de la portada tiene un gramaje y una tinta plateada que seguro alguno de los expertos que se mete por aquí de vez en cuando podrá calcular cuánto supone de coste añadido. Yo sólo sé del tema lo bastante como para decirles que, con toda seguridad, una pasta.

La idea tiene su gracia, y sospecho que la habrán desarrollado al alimón con MGM, que así publicita su serie de ediciones especiales en DVD dedicada a Bond. Pero miren, en este mundo de las publicaciones, donde hoy en día nadie se atreve a salir a la venta sin un regalito, una promoción, un lo que sea, yo lo que les digo es que lo importante para los lectores sigue siendo el contenido, el relleno, la chicha. Lo otro puede ayudar en un número o dos, pero si dentro no hay calidad, se queda todo en juegos florales.

Entonces ¿qué tal está el contenido de este Total Film? Bueno… El caso es que no se lo puedo decir, porque compré la revista ayer y me la estoy reservando para el vuelo. Se harán ustedes cargo...

Nos vemos en una semana, más o menos. Sean buenos, vayan al cine y feliz regreso a los que se hayan ido.

martes, marzo 04, 2008

¿Cuánto pagarías por una noche con Scarlett Johansson?


Según se ha publicado, la protagonista de Lost in Translation subasta -por supuesto, con fines benéficos- el privilegio de ser su acompañante en el estreno de su próxima película. Las pujas, en eBay.

Queda por saber cuánto está dispuesta a pagar la gente.

Yo, después de haberme tragado Las hermanas Bolena, soy de la opinión de que es ella la que debería pagarme a mí; seis euros, para ser exactos.

miércoles, enero 30, 2008

Goyescas


Hoy tengo un poco de lío, así que voy a ser breve. Parece que este domingo vamos a tener de nuevo el placer de gozar de José Corbacho presentando la gala de los Goya, durante la cual, no cabe duda, volverá a dejar abundantes muestras de su finísimo humor inglés (“¡GUILLERMO, QUE CHINGES MUCHO ESTA NOCHE, JUA, JUA, JUA!”, fue una de las perlas de la pasada edición). Más allá de la puntería de la Academia en su elección de presentador, quisiera hacer dos preguntillas:

1. La elección de Corbacho como presentador de la gala se hizo, si mal no recuerdo, la semana pasada. ¿Debemos entender que la ceremonia se prepara apenas con quince días -como mucho- de antelación? Lo digo porque la ceremonia de los Oscar comienza a cocinarse meses antes, y las ocho últimas semanas son de trabajo frenético. Si hay tanta diferencia entre el tiempo invertido entre una y otra, la verdad es que se comprenden muchas cosas.

2. Si los premios Goya -como los Oscar, los Globos de Oro o cualquier otro galardón cinematográfico- tienen como fin principal promocionar las películas premiadas -y les aseguro que ese es el objetivo, y no otro- ¿Cómo es posible que aún no estén disponibles en DVD ninguna de las principales candidatas? Ni El orfanato, ni Las trece rosas, ni siquiera Luz de domingo.

3. Bueno, dije que eran dos, pero hay va otra de propina. ¿Algún motivo por el cual este año tampoco va a haber números musicales? ¿Queda hortera, queda cutre, ellos van a otra cosa?
Tres preguntas que, si me lo permiten, se resumen en una: ¿Es que estos chicos no van a aprender nunca?

domingo, enero 20, 2008

Titulitis

Bueno, pues ya se ha estrenado Cloverfield, de la que hablamos aquí hace una semana, y ya se conoce la fecha de estreno en España, dentro de quince días; pero, lo que es peor, también se conoce el título con el que se va a presentar la película en nuestro país: Monstruoso. Si quieren mi opinión, muy finos no han andado. Empezando por la cuestión de que la palabra es un adjetivo, no un sustantivo y un adjetivo además que, yo diría, suena un poco como a cachondeo. Eso de "monstruoso" le pega más a un anuncio de rebajas ("¡Ofertas monstruosas en Almacenes Palomeque!") que a una película que se pretende de terror.

Pero es que esto de los títulos de películas extranjeras se suele resolver de tres maneras: A) traduciendo literalmente el título original, que aquí, la verdad, con eso de “campo de tréboles” habría quedado un poco raro. B) Dejando el título en inglés, cosa cada vez más común (Batman Begins, Superman Returns), que creo que abría sido la opción más adecuada en este caso. Y C) inventándose un título que no tiene nada que ver con el original, y donde la creatividad de los distribuidores, a veces, patina más que Lewis Hamilton sin control de tracción. Aquí es donde quería llegar yo.

La idea no ha sido mía, sino que la escuché hace un par de semanas en el programa de Angels Barceló. Hablando de la imaginación con que se titulan a veces las películas yanquis, entrevistaban al director de una distribuidora (creo que era Buena Vista) y le enfrentaban a hechos tan cuestionables como por qué una película de patinadoras infantiles titulada originalmente Ice Princess ("Princesa del hielo") se había estrenado en España con el aliporiento título de Soñando, soñando… triunfé patinando. Vamos, yo es que tengo que llevar a una hija mía a ver esa peli y me calo un sombrero hasta las cejas, una barba postiza y unas gafas de sol… y a mi hija le hago lo mismo. Es que es de esos títulos queda vergüenza ajena repetir, o incluso escribir en un blog.

Ha habido otros casos, y vamos a jugar con ellos un rato. La imagen de hoy corresponde a un ejemplo un poco particular: todos conocemos West Side Story, aunque pocos de acordarán de que, originalmente, se estrenó en España como Amor sin barreras, título al cual nunca le hemos hecho demasiado caso; es uno de las pocas veces que el título español ha tenido menos éxito que el original. Pero aquí les dejo quince títulos que he ido cogiendo al azar, según me iba acordando: todos son traducción literal del original americano y que corresponden a películas (muy conocidas) que se estrenaron con una denominación muy, muy distinta. A ver cuántos pueden identificar.

1. Pinta tu caravana.
2. Norte por noroeste.
3. El sonido de la música.
4. No te lo puedes llevar contigo.
5. La galleta de la suerte.
6. A algunos les gusta caliente.
7. Mandíbulas.
8. Los magníficos Amberson.
9. Tócala otra vez, Sam.
10. El picor del séptimo año.
11. Érase una vez en el Oeste.
12. El señor Smith va a Washington.
13. El fin de semana perdido.
14. Amor y muerte.
15. El cartero.

Por cierto, voy a andar unos días fuera y, me temo, lleno de trabajo hasta las cejas. Así que probablemente no nos veamos hasta el viernes que viene. Mientras, a ver si para variar participan ustedes algo y no solo rellenan esta quiniela que les dejo, sino que me proponen más casos de traducciones desorbitadas. Seguro que se me han escapado un montón.

domingo, enero 13, 2008

¿Campo de tréboles?

¿Qué es Cloverfield? Sólo faltan cinco días para que los espectadores comiencen a averiguarlo de forma definitiva, pues el próximo viernes es la fecha de estreno en Estados Unidos (en España, el 1 de febrero). Mientras tanto, la Red hierve de rumores, y no tengo demasiada intención de engordar el cupo, así que esto es lo que se sabe hasta el momento: A) Es la última producción de J. J. Abrams, productor especializado en series televisivas de alto voltaje (Alias, Perdidos), que ha intentado con relativo éxito aplicar su fórmula en cine (Misión imposible 3). B) El argumento trata de un monstruo gigantesco que empieza a hacer de las suyas en Nueva York… y hasta ahí puedo leer. Y C) Tiene la particularidad estar rodada desde el punto de vista de la camcorder, o sea, como si conociéramos la historia a través de filmaciones de vídeo hechas por los mismos protagonistas; la misma fórmula que se ha utilizado anteriormente en El proyecto de la bruja de Blair (1997) y en la española Rec (2007).

Pero es muy posible que Cloverfield pase a la historia del cine por una de las mejores campañas de promoción que se hayan pensado.

Recordemos que la cosa empezó el verano pasado, cuando los espectadores yanquis que entraron a ver Transformers, que ya son ganas, se encontraron con un curioso trailer: la grabación casera de un grupo de amigos en Nueva York que organizaban una fiesta sorpresa a un colega que se iba a trabajar a Japón. Cuando todo el mundo estaba haciendo las tonterías que se hacen ante la cámara en estas ocasiones, se oye un ruido extraño y las luces se van. La gente sube a la azotea del edificio, y todo lo que ven son varias explosiones en la noche neoyorquina, acercándose cada vez más a donde están ellos. Salen a la calle, y se encuentran a gente corriendo, escenas de pánico y un caos creciente. Un objeto gigantesco cruza el cielo, y se estrella a escasos metros de donde están: cuando ven de qué se trata, todo el mundo empieza a gritar horrorizado: es la cabeza de la Estatua de la Libertad.

Y después de todo esto, en lugar del título de la película, sólo el nombre de Abrams y una fecha: 18-1-08.

Como reclamo fue infalible, sobre todo en estos tiempos, en los que se cuenta con la gasolina de Internet para propagar los rumores. En los meses siguientes se han ido averiguando más cosas, entre ellas las que les contaba al principio, y luego el propio Abrams acabó de calentar el ambiente enseñando el cartel que ilustra esta entrada.

El título de la película tardó en conocerse, y cuando lo hizo, no aclaró gran cosa: Cloverfield significa “campo de tréboles”, con lo que suena más a drama rural irlandés, de esos con Richard Harris con la gorra de tweed calada hasta las cejas, que a peli con monstruo descontrolao. También parece que la trama está relacionada con una bebida refrescante llamada slusho, que no existe (bueno, en la ficción, sí; también ha salido en Perdidos), pero que tiene su propia página Web. Y en la página oficial de la película, tenemos el segundo trailer, que cuenta algo más... pero poco. Por supuesto, nadie ha visto ninguna imagen del monstruo en cuestión (aunque circulan varias versiones en la Red), con lo que se respeta una de las normas básicas en estas producciones de Hollywood: para crear expectativas en una película de monstruos, enseña cualquier cosa, menos el monstruo.

Sólo que quizás Abrams haya dado un paso más a la hora de crear expectativas: no enseñes el monstruo y, puestos a no enseñar, no enseñes ni el título de la peli. La campaña, ya les digo, es muy buena, y sospecho que otros van a seguir el ejemplo. Ahora bien: ¿todo esto servirá para algo… o nos vamos a encontrar con una eme pinchada en un palo como fue Godzilla?