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miércoles, julio 30, 2008

Una de baturros

Ayer se cumplió el 25 aniversario de la muerte de Luis Buñuel. Pero no es algo que me haya llamado especialmente la atención. ¿Soy el único aficionado al que el cine de Buñuel no le dice nada, o hay más gente por ahí que no se ha atrevido a abrir la boca por aquello de quedar bien? A mí, la verdad -de lo que he visto, ojo- quitando El angel exterminador, poco ha habido que me haya vuelto loco. Está, por supuesto, la tremenda fuerza de Las Hurdes Pero, por ejemplo, Viridiana me aburre, aunque quizá debería volverla a ver.

No soy el único que piensa así de Viridiana. Esta película, rodada en 1960, supuso el regreso de Buñuel a España después de años de exilio más o menos voluntario. Es curioso que, a pesar de volcar en el argumento buena parte de sus obsesiones sobre la religión y el sexo, no tuviera mayores problemas con la censura franquista salvo la obligación de cambiar el final. Aprobada la película, se presentó en el Festival de Cannes y ganó la Palma de Oro. Y entonces se lió la de San Quintín.

Según nos cuenta Fernando Méndez-Leite en su imprescindible Historia del cine español en 100 películas, “El entonces director general de Cinematografía y Teatro, don Antonio Muñoz Fontán, recogió el premio encantado de regresar a la España de Franco con el primer gran triunfo internacional del cine español. Cuando llegó a Madrid se encontró cesado. La escena de la orgía de los mendigos y la similitud de su composición con La última cena, de Leonardo, habían irritado a L’ Observatore Romano, que había publicado una crítica lamentando que fuera la católica España quien presentara en Cannes un film ateo y blasfemo”.

Viridiana”, continúa Méndez-Leite, “desapareció de la publicidad, de la radio y de la prensa. Su existencia se silenció y se prohibieron terminantemente sus proyecciones en territorio español. Los productores consiguieron sacar el negativo de España y lo guardaron en París”. Y la prohibición de la película no se levantó hasta 1977, cuando pudo por fin reestrenarse en salas españolas.

Una historia verdaderamente triste, una más de esos años. Pero ¿por qué les decía que no soy el único que no considera a Viridiana ni fu ni fa? Porque hay constancia de que Franco, gran aficionado al cine -sobre todo al que él mandaba hacer- ordenó que le proyectaran la película en El Pardo, y no encontró que la cosa fuera para tanto. De hecho una historia apócrifa cuenta que salió de la sala de proyección diciendo, aproximadamente “La verdad, estos curas, cómo exageran. ¡Pero si todo lo que hay aquí son chistes de baturros!”.

Ya les digo, que voy a tener que volver a ver Viridiana. Porque no me hace ninguna gracia que mis gustos, ni en cine ni en nada, coincidan con los de ciertas personas.

lunes, febrero 25, 2008

Premiados a destiempo (o la teoría de los Oscar de Vince)


“Mamá, esto es para ti, es para tus abuelos, para tus padres Rafael y Matilde. Esto es por los cómicos de España que han traído, como tú, la dignidad y el orgullo a nuestro oficio. Esto es para España y para todos vosotros”.

Yo creo que no se puede ganar mejor ni estar más acertado en el discurso (como español, gracias por la parte que me toca). Pero ahora que nos hemos alegrado todos, vamos al asunto. Recordarán que hace unos días les prometí una entrada especial si Bardem se llevaba el Oscar, y lo prometido es deuda, así que se la voy a colocar ahora. Es una especie de juego, en el que, lógicamente, pueden estar ustedes de acuerdo conmigo o no. Y el premio de este chico nos viene que ni pintado para empezar.

A ver: aunque hay unanimidad sobre la calidad de su interpretación, también han surgido algunas voces discordantes, en el sentido de que su trabajo está muy bien, pero no es su mejor papel. Demasiado monolítico, dicen (yo no estoy de acuerdo, pero todas las opiniones son válidas), y argumentan que Bardem tiene otros personajes mucho más logrados. Por ejemplo, su recreación de Reinaldo Arenas para Antes de que anochezca (2000), que le valió su primera nominación. Para ese papel perdió casi veinte kilos, aprendió inglés y trabajó un acento anglo cubano similar al del verdadero Arenas, sin contar con que es un personaje mucho más vulnerable y desgarrado que la mala bestia de Anton Chigurh. Bueno, pues, efectivamente, se encuentra con que está nominado para el Oscar al mejor actor, pero lo pierde frente a…
Russell Crowe.

Bueno, Russell Crowe es otro actor excelente, de eso no hay duda, pero ganó el Oscar por Gladiator. ¿Gladiator? Vamos, hombre. La peli está bien, es muy entretenida y Crowe está estupendo, pero ¿un Oscar al mejor actor? Pues no; yo creo que lo más lógico hubiera sido que lo ganara el año anterior, por El Dilema (1999) donde logró una creación inolvidable interpretando a ese ejecutivo del montón, como tantos otros, que se ve metido en una situación insostenible cuando denuncia ante la prensa las irregularidades de la industria tabaquera. Pero no pudo ser: lo ganó Kevin Spacey, por American Beauty.

A mí esta película de Sam Mendes me parece uno de los grandes bluffs del cine de los 90, pero es cierto que Kevin Spacey estaba en ella muy bien. Por cierto, este actor ha estado nominado dos veces, y ha ganado las dos. Eso sí que es un pleno. Sin embargo, un año en que no le nominaron fue en 1997, cuando se dio a conocer por su papel del sargento Jack Vincennes en L. A. Confidential, en una interpretación que a mí me parece mucho mejor que la de Robin Williams en El indomable Will Hunting, que fue quien se llevó la estatuilla para casa.

Otras veces se premia a un actor por un papel, y poco tiempo después sorprende con otro todavía mejor. Ejemplo: Anthony Hopkins, que gana el Oscar con su granguiñolesco doctor Lecter en El silencio de los corderos (1991); un magnifico trabajo, desde luego… pero dos años después nos regala otro mucho más elaborado y delicado, con ese mayordomo reprimido que apenas tiene armas para expresar sus sentimientos en Lo que queda del día. Le nominan, sí, pero ¿quién gana? Tom Hanks por Filadelfia.

En fin, podría seguir así hasta cansarme, o cansarles. Lo que quiero decir es, sencillamente, que todos los galardonados con el Oscar al mejor actor o actriz son gente de talento innegable… Pero muchos se llevan la estatuilla por un papel bastante por debajo de sus posibilidades. Y no quiero ni acordarme de Al Pacino en Esencia de mujer (1992), o de Jack Nicholson en Mejor imposible (1997)…

P. D. Y, ya que hemos mencionado a Hopkins, una pregunta: si se repasa El silencio de los corderos, se verá que el personaje de Hannibal Lecter está en pantalla bastante menos tiempo que Anton Chigurh en No es país para viejos. Sin embargo, Hopkins ganó como actor principal, y Bardem ha ganado como actor secundario. Misterios de la Academia…

domingo, febrero 24, 2008

Disquisiciones a las puertas del Oscar

Vista ayer por fin No es país para viejos -la tengo en el ordenador hace un tiempo, pero, para ser sincero, quería verla en el cine-, sólo voy a apuntar un par de cosillas sobre la película y el personaje de Anton Chigurh, y luego vamos a ver qué pasa en los Oscar. Yo, personalmente, sí creo que Bardem se lo lleva, sobre todo después de ver la peli, y creo que este año los premios van a estar muy repartidos, como en el Gordo de Navidad.

Es decir, yo apuesto por: los Coen como mejor director, pero por Pozos de ambición como mejor película. En cuanto al Oscar al mejor actor, me sorprendería que no se lo llevara Daniel Day-Lewis. Y como mejor actriz… ni idea. Quizás Ellen Page o Marion Cotillard, que interpreta a Edith Piaf, y ya sabe que en Hollywood parece haberse puesto de moda premiar las interpretaciones (¿o habría que decir recreaciones?) de personajes reales.

Sobre la peli de los Coen:

Hay quien dice que no es la mejor de las suyas. Probablemente no, porque ahí están Fargo o El gran Lebowski, por decir sólo dos que la superan ampliamente. Pero esto no quiere decir que sea mala; de hecho, es magnífica y su calidad se hacer notar en detalles como la escasez de diálogos, que, por otra parte, muchas veces ni falta que hacen. Muchas escenas -el descubrimiento de la matanza de narcos, Llewelyn Moss acechado por Chigurh en el hotel, contando los pasos y viendo la silueta de sus pies tras la puerta- son prácticamente mudas, lo cual no quita para que no estén cargadas de tensión, con todo el cine atendiendo a lo que ocurre en la pantalla con ojos como platos. Narrativa cinematográfica, se llama eso, y en pocas pelis de los Coen la he visto tan desarrollada como aquí.

Y sobre el personaje de Bardem, hay un par de paralelismos interesantes. ¿Quién es Anton Chigurh? Una bestia parda con un corte de pelo horrible que se carga a la gente sin respirar, eso está claro. Pero, aunque tenga, no se lo pierdan, página web propia, se sabe poco sobre él. Unos lo comparan con un fantasma, otros con la peste bubónica. Cabe preguntarse hasta qué punto es humano. Porque a lo largo de la película nunca le vemos comer ni dormir. Sólo se detiene para curarse las heridas en una habitación de hotel. ¿Dónde hemos visto un personaje muy similar? Efectivamente: en Terminator. Esperen, que las referencias cinematográficas no acaban aquí: en un momento dado, una de sus futuras víctimas le dice “no tienes por qué hacerlo” (refiriéndose, claro está, a que no tiene por qué matarla), y él contesta “Eso es lo que dicen todos”. ¿No les recuerda a otro diálogo, este de El Séptimo Sello, de Bergman?: El Caballero: “¡Espera!”. La Muerte: “Todos decís lo mismo”.

Bueno, no son más que unos párrafos colocados aquí en una tarde de domingo. Vamos a ver qué pasa… y que gane el mejor.

jueves, febrero 21, 2008

Vaya marrón, señores

Una de las grandes noticias de los Oscar de este año es que… Clint Eastwood no está nominado. Eso va a ser porque no tiene película, porque si no, sospecho que le veíamos otra vez con el smoking y con su madre al lado, que si el hijo se conserva bien yo no sé qué tomará la señora, y quien sabe si llevándose otra estatuilla a casa; es indiscutible que pocos cineastas han sido tan bien tratados por la Academia como Eastwood. Si quieren mi opinión, merecidamente. Pero las cosas no han sido así siempre, y la fructífera relación de Clint con los Oscar se ha hecho esperar muchos años.

Ahora cuesta de imaginar, pero las hemerotecas están ahí, aparte de los que tenemos una buena colección de revistas de cine, claro; y es un hecho que los mismos críticos que hoy ponen por las nubes a Eastwood se dedicaron a atacarle sin compasión durante los años setenta y ochenta: violento, facha, macarra, todo a la vez, y estos calificativos se aplicaban sin demasiado discernimiento tanto a las películas que protagonizaba como a las que también dirigía. Nadie se molestaba en recordar que uno de sus primeros intentos como director fue drama intimista protagonizado por William Holden, Primavera en otoño (1973). Los únicos que tenían fe en Clint como director eran los chicos de Cahiers du Cinema que, por cierto, también se han tirado años defendiendo el talento cinematográfico de Jerry Lewis.

Pero si Clint anduvo ausente de los Oscar durante mucho tiempo no fue por nada de esto, sino por una historia bastante curiosa.

En 1973, Eastwood era ya una estrella de pleno derecho gracias al éxito de Harry el Sucio (1971), y como tal, le pidieron que presentara un premio en los Oscar. Así que se presentó en el Dorothy Chandler Pavillion cuando faltaba poco para la ceremonia, y se encontró con Howard Koch, el productor, que acudía a él con expresión de angustia total. Faltaban pocos minutos para empezar la ceremonia, y Charlton Heston, que debía ser el primer presentador, no había llegado (luego se supo que había sufrido un pinchazo). ¿Podría sustituirle Clint?

"Ni hablar", contestó éste. "No estoy preparado. ¿Por qué no se lo pides a Gregory Peck o a alguno de esos?" "No están disponibles". "¿Pero qué voy a decir?"

"Tú tranquilo; sólo tienes que leer lo que va saliendo en el teleprompter".

El teleprompter, como saben todos los presentadores de telediarios que leen este blog, es esa pantalla situada ante los ojos del que habla -pero oculta al público- donde el texto va pasando, y facilita una lectura natural. Así que, si uno sabe desenvolverse más o menos, no hace falta ni que se lo aprenda. Pero el horror llegó cuando Eastwood salió al escenario… y se encontró con que el texto que iba apareciendo estaba lleno de chistes referentes a la carrera de Charlton Heston. Que si Moisés por aquí, que si Los diez mandamientos por allá… sin saber qué hacer, acabó improvisando como pudo hasta que Heston llegó al escenario a tomar su lugar.

Se sintió tan mal por el episodio, que aseguró a Koch que nunca volvería a la ceremonia. ¿Y si te nominan?, le preguntó éste. Bueno, entonces sí, pero lo veía muy improbable, con el tipo de películas que hacía. Los dos tuvieron razón: Eastwood tardó veinte años en regresar a los Oscar, y cuando lo hizo, fue para llevarse a casa varios premios por Sin Perdón.

domingo, febrero 03, 2008

Zarrapastroso's night (2)


Escribo cuando faltan pocas horas para que comience un año más la plasmación más fidedigna de las inmortales palabras de Marlon Brando en Apocalypse Now: El horror, el horror… Para que vean que soy un chico coherente, me remito a la entrada que publiqué aquí hace ahora un año referente a la gala de los Goya. Entonces, por desgracia, no me equivoqué en mis predicciones, y sospecho que tampoco voy a hacerlo ahora, porque, si el espíritu de John Ford no le remedia, me temo que esto es lo que vamos a padecer a partir de las diez de la noche:

1. Un presentador que se dedicará a plagiar momentos de la gala de los Oscar, concretamente las parodias de las películas nominadas que se han convertido desde hace años en la seña de identidad de Billy Crystal cuando presenta la cerrémonia. Claro que no hará solo eso: empleará material original donde, sospecho, volverá a confundir la chocarrería con el descaro y el mal gusto con la trasgresión.

2. Un discurso oficial lleno de victimismo sobre lo mal que va el cine español, por culpa, evidentemente, de las multinacionales americanas que, como todos sabemos, nos obligan a ver sus superproducciones por la vía de la coacción directa. Aquí es posible que me equivoque, porque bien es cierto que en los dos últimos años, esta tendencia al lloriqueo ha cesado; si quieren hablar de algo serio, podrían denunciar que el cine de todo el mundo, Hollywood incluido, está sufriendo un bajón de espectadores y plantear cómo habría que enfrentarse a la piratería y a los nuevos soportes de visionado.

3. Un auditorio lleno en tres cuartas partes, con abundancia de asientos vacíos, indicando que el cine español no tiene suficientes profesionales interesados en acudir a la gala como para llenar el Palacio de Congresos de Madrid… que es grande, pero no tanto.

4. Camisetas, vaqueros, rostros sin afeitar, acento barriobajero y cheli que explica por sí sólo por que nuestros actores, sobre todo las nuevas generaciones, parecen incapaces de interpretar personajes que no pertenezcan al universo de lo marginal. ¿Smoking? ¿Chaqueta y corbata? ¿Desodorante? ¿Ducha diaria? Cosa de carcas, voto a bríos. (Eso sí, menos mal que las chicas siempre salvan el conjunto, y este año está nominada esa alegría para la vista y excelente actriz que es Maribel Verdú).

5. Chicle. Mucho chicle. Toneladas de chicle, en las quijadas de los asistentes, sin que ni siquiera la obligación de subir al escenario detenga un momento su afición a la gimnasia mandibular. Aún recuerdo el año pasado a la mujer de Agustín Almodóvar masca que te masca que te masca mientras las cámaras la enfocaban en primer plano.

6. Y, en conjunto, la misma sensación de grupo de amíguetes encantados de conocerse que en ningún momento ejercerán la más mínima autocrítica sobre su trabajo y sobre sus consecuencias sobre la marcha de nuestro cine. Y eso, a pesar de las honrosísimas y merecidas excepciones que demuestran que, cuando una película española es buena, no tiene problemas en llenar las salas. Aquí y en el extranjero.

¿Me equivoco? La solución, esta noche, para los que tengan la paciencia de verla.

miércoles, enero 30, 2008

Goyescas


Hoy tengo un poco de lío, así que voy a ser breve. Parece que este domingo vamos a tener de nuevo el placer de gozar de José Corbacho presentando la gala de los Goya, durante la cual, no cabe duda, volverá a dejar abundantes muestras de su finísimo humor inglés (“¡GUILLERMO, QUE CHINGES MUCHO ESTA NOCHE, JUA, JUA, JUA!”, fue una de las perlas de la pasada edición). Más allá de la puntería de la Academia en su elección de presentador, quisiera hacer dos preguntillas:

1. La elección de Corbacho como presentador de la gala se hizo, si mal no recuerdo, la semana pasada. ¿Debemos entender que la ceremonia se prepara apenas con quince días -como mucho- de antelación? Lo digo porque la ceremonia de los Oscar comienza a cocinarse meses antes, y las ocho últimas semanas son de trabajo frenético. Si hay tanta diferencia entre el tiempo invertido entre una y otra, la verdad es que se comprenden muchas cosas.

2. Si los premios Goya -como los Oscar, los Globos de Oro o cualquier otro galardón cinematográfico- tienen como fin principal promocionar las películas premiadas -y les aseguro que ese es el objetivo, y no otro- ¿Cómo es posible que aún no estén disponibles en DVD ninguna de las principales candidatas? Ni El orfanato, ni Las trece rosas, ni siquiera Luz de domingo.

3. Bueno, dije que eran dos, pero hay va otra de propina. ¿Algún motivo por el cual este año tampoco va a haber números musicales? ¿Queda hortera, queda cutre, ellos van a otra cosa?
Tres preguntas que, si me lo permiten, se resumen en una: ¿Es que estos chicos no van a aprender nunca?

domingo, julio 15, 2007

"Un lugar donde nadie se atrevía a ir..."

Y el éxito de Broadway para esta temporada es… ¡Xanaduuuuuu! Sí, no me miren con esa cara, que no me lo estoy inventando. Según informa la IMDB, la versión teatral de uno de los musicales más cursis de la década de los 70 ha sido estrenada en Nueva York, y ha encandilado a la práctica totalidad de los críticos; puede incluso convertirse en el sleeper del año. Hombre, ha habido otras películas de trayectoria no muy brillante que han sido un bombazo en su adaptación a las tablas - Los Productores es el mejor ejemplo- pero ¿Xanadú?.


Aclaremos a los lectores más jóvenes que este nombre no se refiere únicamente al centro comercial de San José de Valderas; tras el éxito de Grease en 1978, la Universal pensó que sería una buena idea crear un musical a la medida de su protagonista femenina, Olivia Newton-John, para acabar de lanzarla como estrella cinematográfica. Con Lawrence Gordon y Joel Silver (sí, sí, el de las sagas de Arma Letal y La Jungla de Cristal, que probablemente produjo para bajarse los niveles de azúcar que debieron quedarle después de esto) como productores, se pergeño una historia que presentaba a Olivia como una musa griega (!) que bajaba a la tierra a ayudar a un joven pintor a realizar su sueño de abrir un legendario club musical, el Xanadú del título. Para juntar a espectadores jóvenes y maduritos convencieron, no sé cómo, a Gene Kelly para que saliera de su retiro y consiguiera la peor despedida del cine que pueda imaginarse para una leyenda del musical. La banda sonora -que se vendió muy bien, todo hay que decirlo- a corrió a cargo de Olivia y la ELO. Y la película, un verdadero foco epidemial de alipori, se hundió en las taquillas.


Sin embargo, Xanadú ha ido dejando con los años algunos efectos colaterales curiosos. Por un lado, cuenta con numerosos clubes de fans que le han dedicado incluso páginas web y que, no me cabe duda, habrán ido en tropel a hacer cola para ver la adaptación en Broadway; por otro, fue la película que convenció a un joven llamado John Jb Wilson de la necesidad imperiosa de crear los premios Razzie, que desde entonces se otorgan a las peores películas del año, cuando la vio en un programa doble junto con Que no pare la música, otro musical del mismo año, este protagonizado por los Village People y que merecería una entrada para él solo en este blog, no sólo por ser mala, sino también por constituir (y que me perdonen los gays que puedan asomarse por aquí, porque no lo digo con fines peyorativos) una de las mayores mariconadas que hayan filmado nunca.


En fin, ¿se acuerdan de la letra de la peli? “A place / where nobody dared to go”, es decir, “un lugar donde nadie se atrevía a ir”. Y, sin querer, se estaban refiriendo a los cines donde se proyectaba.

P. D. NINGÚN DOMINGO SIN ENCUESTA
Como podrán ver, el blog ha sufrido algunos cambios en los últimos días. Nuevo nombre (aunque la dirección no ha variado, ni lo va a hacer), nuevos links y una dirección de correo para que comenten y pregunten con total libertad cualquier cosa que no les quepa en los comentarios. Como a mí me gusta fomentar la participación -que se está muy solito detrás de este teclado- a partir de este domingo se incluye una encuesta sobre cualquier tema cinematográfico que esté más o menos de actualidad. Arriba a la derecha, según se entra en el blog. Tienen toda la semana para responder. Es solamente un click. ¡Anímense!

lunes, febrero 05, 2007

El rebote de ¡PEEDROOOOOOO!



Por mucho que lo quiera esconder, parece que a Pedro Almodóvar le ha escocido bastante no ser nominado este año para los Oscar por su película Volver. Es verdad que ya tiene dos, cantidad que han ganado poquísimos profesionales del cine, y menos aún que no sean estadounidenses, pero eso son minucias. Se comprende que alegue enfermedades para no ir a la gala de los Goya (eso que se ha ahorrado), porque cuando no te caben los premios en casa, hay que rechazar la morralla. Lo malo es que, si uno se porta así, siempre hay el peligro de que la gente, tan malintencionada ella, empiece a decir que sufre de endiosamiento terminal.

Pero, si ése es el caso, la cosa no le viene de ahora.

¿Recuerdan su primer Oscar? Lo ganó en 2000 por Todo sobre mi madre, película que previamente había hecho un recorrido lleno de premios similar a Volver, lo cual permitió a los organizadores de la ceremonia de los Oscar de ese año hacerse una idea de lo que se les podía venir encima. En la entrega de los Globos de Oro, Almodóvar había dado las gracias con un discurso inconexo, no del todo comprensible, y extremadamente largo, así que Lili Zanuck, productora del show junto con su marido Richard (entre cuyas películas se cuentan, por citar algunas, Tiburón, El Golpe, Veredicto Final… Lili también tiene un Oscar como productora, por Paseando a Miss Daisy) pidió a Antonio Banderas y Penélope Cruz que avisaran al manchego de que si ganaba, sólo podría hablar durante los 45 segundos habituales. Fue en vano. Todos pudimos ver a ¡Peeeedroooo! haciéndonos pasar vergüenza ajena (por lo menos a mí, que soy muy pudoroso) cuando se lanzó a dar las gracias a la Virgen de Medinaceli, a Jesús del Santo Sepulcro y a medio santoral, sin que la interrupción de la orquesta sirviera para callarle, hasta que Banderas lo tuvo que sacar del escenario a tirones.

Pero la cosa no acabó ahí, como pudo comprobar y padecer Lili Zanuck en el posterior Baile del Gobernador. De repente, se encontró frente a un rebotadísimo Almodóvar que comenzó a lanzarle toda serie de protestas: estaba furioso por los organizadores por haberle cortado, estaba furioso con Banderas por haberle sacado del escenario y, ya puestos, tenía más quejas que formular: le parecía fatal que las películas extranjeras fueran seleccionadas por un comité en lugar de por todos los miembros de la Academia, y le parecía peor aún que los directores extranjeros no fueran invitados a la ceremonia de los nominados... y más que no se ve, como suele decirse.

“Me tuvo acorralada treinta jodidos minutos”, comentó después Lili. “Y pensé: Dios, ¿Cómo se habría puesto este tío si llega a perder?”

domingo, enero 28, 2007

Zarrapastroso's night



“A los actores, antes, se les exigía tener todo tipo de trajes. No los ponían las empresas. Encima de que cobraban poco, tenían que comprarse frac, smoking, chaqué, varios trajes de calle… mi padre tenía un baúl-percha, aquellos baúles “Hartman” que se abrían como un armario”. Esto cuenta en sus memorias la actriz española María Asquerino, recordando los tiempos de su padre, el también actor Mariano Asquerino, cuando los profesionales de la interpretación tenían que estar listos para interpretar cualquier tipo de papel. Porque había poco trabajo, y mal pagado, y no se podía ser demasiado escrupuloso al elegir. Mientras escribo esto, me viene a la memoria lo que me contó un compañero de Facultad, que en lugar de hacerse periodista, se gana la vida (y muy bien) como coordinador de guionistas y director de series en una conocida productora:

- No sabes lo difícil que es encontrar actores españoles que sepan llevar traje y corbata. Casi imposible. Van envarados, incómodos, se nota que no tienen costumbre de ponérselo, y no están a gusto.

Desde luego. En ningún lugar se ve tanto esta tendencia al torpe aliño indumentario como en la gala de los Goya, a celebrar esta noche. Diego Galán, que suele ser un tipo bastante informado en estos menesteres, contaba el viernes en El País que la ceremonia de este año intentaría alejarse de ciertas tendencias vergonzantes de ediciones anteriores. Así, decía, “Al menos, parece que esta vez no habrá referencias a la prepotencia del cine de Hollywood y el consiguiente estrangulamiento de otras cinematografías. Sería un alivio, y si además hubiera alguna autocrítica, que no parece, aún mejor”, aunque también advierte de que no nos libraremos de aguantar “chistes escatológicos de cuartel, autobombo de alipori, privado o gremial, en esa creencia vanidosa de algunos cómicos de que sus asuntos son tema de interés para todos”.

Pues Dios le oiga, y actúe en consecuencia. Pero, por mucho que se intente limitar el victimismo y la autocomplacencia -las dos grandes enfermedades de nuestro cine-, me temo que no nos libramos del pase de modelos, que indica cómo muchos de los profesionales del gremio parecen tomarse a chacota la importancia de una ceremonia donde se resume el trabajo global realizado durante el año anterior. Ellas suelen ir divinas de la muerte y muy bien que hacen, pero el personal masculino abunda en vaqueros, camisetas, chaquetitas creadas por algún diseñador con más pluma que espalda, zapatillas deportivas, barbas de tres días… ya se sabe que ponerse smoking es de horteras, y llevar traje y corbata (o, por lo que se ve en algunos casos, incluso ducharse), de fachas. El resultado es que parece que muchos se han pasado por ahí a recoger el premio de camino al botellón.

Llámenme pijo, llámenme clasista, o lo que les de la gana, pero si comparamos las pintas de la ceremonia de los Goya con las de los César franceses o los Bafta británicos (ni hablemos de los Oscar, donde no sólo los asistentes tienen que ir de etiqueta, sino también todo el equipo técnico), esto parece una reunión de amiguetes sin respeto por la ceremonia, por su cine, ni por el público. Mariano Asquerino, siempre tan elegantón, se hubiera sentido aquí como un marciano. Y si ellos mismos no se toman en serio su trabajo ¿Cómo esperan que nos lo tomemos en serio los demás?