
No soy el único que piensa así de Viridiana. Esta película, rodada en 1960, supuso el regreso de Buñuel a España después de años de exilio más o menos voluntario. Es curioso que, a pesar de volcar en el argumento buena parte de sus obsesiones sobre la religión y el sexo, no tuviera mayores problemas con la censura franquista salvo la obligación de cambiar el final. Aprobada la película, se presentó en el Festival de Cannes y ganó la Palma de Oro. Y entonces se lió la de San Quintín.
Según nos cuenta Fernando Méndez-Leite en su imprescindible Historia del cine español en 100 películas, “El entonces director general de Cinematografía y Teatro, don Antonio Muñoz Fontán, recogió el premio encantado de regresar a la España de Franco con el primer gran triunfo internacional del cine español. Cuando llegó a Madrid se encontró cesado. La escena de la orgía de los mendigos y la similitud de su composición con La última cena, de Leonardo, habían irritado a L’ Observatore Romano, que había publicado una crítica lamentando que fuera la católica España quien presentara en Cannes un film ateo y blasfemo”.
“Viridiana”, continúa Méndez-Leite, “desapareció de la publicidad, de la radio y de la prensa. Su existencia se silenció y se prohibieron terminantemente sus proyecciones en territorio español. Los productores consiguieron sacar el negativo de España y lo guardaron en París”. Y la prohibición de la película no se levantó hasta 1977, cuando pudo por fin reestrenarse en salas españolas.
Una historia verdaderamente triste, una más de esos años. Pero ¿por qué les decía que no soy el único que no considera a Viridiana ni fu ni fa? Porque hay constancia de que Franco, gran aficionado al cine -sobre todo al que él mandaba hacer- ordenó que le proyectaran la película en El Pardo, y no encontró que la cosa fuera para tanto. De hecho una historia apócrifa cuenta que salió de la sala de proyección diciendo, aproximadamente “La verdad, estos curas, cómo exageran. ¡Pero si todo lo que hay aquí son chistes de baturros!”.
Ya les digo, que voy a tener que volver a ver Viridiana. Porque no me hace ninguna gracia que mis gustos, ni en cine ni en nada, coincidan con los de ciertas personas.