domingo, septiembre 28, 2008

1925-1983


Alguien dijo en una ocasión que una estrella de cine es una persona con quien los espectadores del sexo opuesto se querrían ir a la cama, y con quien los de su mismo sexo se querrían tomar una cerveza.

Si alguien conoce una figura que pueda ajustarse más a esta descripción que este hombre, que dé un paso al frente y lo diga.

Su obra cumbre (por lo menos, para mí): El buscavidas (1961), de Robert Rossen. Pero también La leyenda del indomable (1967), de Stuart Rosenberg, Harper, investigador privado (1966), de Jack Smight, sus adaptaciones de Tennesse Williams, Veredicto final (1982), de Sidney Lumet.

Como director, Rachel, Rachel (1968), Harry e hijo (1984) entre otras.

Y, en las obras menores si ustedes quieren, esas dos gansadas tituladas El juez de la horca (1972), de John Huston y El castañazo (1977), de George Roy Hill, donde lo vemos en su faceta más gamberra y que fue, según declaraciones propias, su película favorita.

Y, por supuesto, El golpe.

Se llamaba Paul Newman, y se ha ido con tanta discreción, que yo creo que aún no nos hemos dado cuenta, a pesar de las primeras páginas y los artículos conmemorativos.

No ha dejado un hueco en la historia del cine; ha dejado un cráter.

martes, septiembre 23, 2008

¡Ñam!

Mis años como periodista más o menos científico me han hecho muy refractario hacia todas las pseudociencias con las que gente como Friker se están asegurando la vejez. Pero hago una pequeña excepción con la criptozoología, ya saben, esa disciplina que consiste en buscar en cualquier rincón del mundo especies en teoría extinguidas: el Yeti, el monstruo del Lago Ness, actores españoles que se duchen cada día, ese tipo de cosas. ¿Por qué? Por su componente romántico/ecológico. Para colar la bola de que en determinada zona vive, un suponer, un diplodocus, es necesario que esa zona sea a) enorme y b) razonablemente virgen. Así que los lugares susceptibles de albergar a estos bichos sirven también como señales de partes de nuestro planeta que se siguen librando de la destructora mano del hombre, que se dice.

Y luego están las pelis de monstruos, que esas me gustan mucho. Así que el domingo pasado, cuando vi que en Cuatro estaban echando una cosa llamada Pánico en el lago, me quedé un ratito a verla. El lago era, faltaría más, el Lago Ness, pero la versión de Nessie que nos ofrecían se salía un poco de la habitual.

Quizá por esta visión conservacionista de la que hablábamos antes, las películas más recientes sobre Nessie y sus colegas tienden a presentarlo como un pobrecito animal amenazado por la acción depredadora del hombre; es una visión muy similar a la de la segunda y tercera entregas de Parque Jurásico. Pero en seguida me di cuenta de que, en este caso, las cosas cambiaban un poco. El monstruo de este teleflim es una bestia parda que se come a la gente a puñaos, como se puede ver en este gráfico:


Y además, cuenta con unas cuantas crías igual de sanguinarias en lo que podríamos llamar una clara manifestación del síndrome del velociraptor, según el cual muchos dinos pequeños dan más miedo que uno grande. Y los efectos especiales, aunque algo cutrecillos, se sobran para mostrarnos los sanguinarios banquetes de la mamá y sus ninios.

Pero nos falta conocer al prota. Este, como cabría esperar, es criptozoólogo, pero también es algo rarillo: va con barba de tres días, gasta sombrero de cowboy, fuma puritos y en el móvil tiene la música de El bueno, el feo y el malo... Vale, esto último me lo he inventado. El caso es que su principal arma de trabajo es una matraca de calibre 300 o así, porque resulta que Nessie se comió a sus padres cuando era pequeño, así que ahora le busca para vengarse, con lo que se convierte en posiblemente el único científico que quiere probar la existencia de una especie extinguida… ¡Para terminar de extinguirla él!

Si todo esto ya era de lo más barbitúrico, además había que añadir las innovaciones paleontológicas, como considerar que los plesiosaurios –pues eso es lo que es el Nessie de esta peli- se comían a la gente (difícil, porque vivieron en periodos distintos y distantes), y que sus crías de un mes ya pesaban once arrobas. Pero el momento álgido es cuando el criptozoólogo y su ayudante planean cargarse a todas las crías a riflazo limpio, y el segundo dice: “Será como tirar a patos de feria”, a lo que el cripto contesta:

- Sí, pero no son patos de feria. ¡Son REPTILES carnívoros prehistóricos!



Uno pensaba que ya era saber común que los reptiles tienen tanto que ver con los dinosaurios como Gran Hermano con la buena educación, Fernando Alonso con la modestia, o Jesús Mariñas con el periodismo, pero parece que no hay manera. No puedo saber si la animalada es cosa del guión o de los traductores, pero la cuestión es que pensé que había mejores maneras de pasar una tarde de domingo, así que dejé en paz al cripto a sus “reptiles carnívoros prehistóricos (sic, sic y resic)”.

Tengo aquí un libro muy recomendable. Se llama Mitología de los dinosaurios, y está escrito por Jose Luis Sanz, catedrático de Paleontología en la Universidad Autónoma de Madrid. La dedicatoria dice: “Para Vince, deseando que siga disfrutando de la paleontología y los dinosaurios” y tuvo la gentileza de escribírmela hace unos meses, tras una entrevista. ¿Por qué es recomendable? Porque en apenas 200 páginas se las apaña para contarnos los orígenes de la paleontología como disciplina científica –el que quiera saber algo más puede leerse, por ejemplo, Los cazadores de dinosaurios, de Deborah Cadbury- y sus adaptaciones a la literatura y al cine, con enorme erudición y sentido del humor hacia todos los fallos científicos, que han sido muchos y muy variados, en sus apariciones en la pantalla.

Esta del Lago merece ocupar un sitio de honor. Y probablemente hace unos años, servidor se la habría tragado sin rechistar, sin que tanta animalada le hubiera echado del televisor. Bendita ignorancia.

Bueno, mañana ya hablamos de cine en serio ¿eh? Que un día tonto lo tiene cualquiera...

domingo, septiembre 21, 2008

Menos humos (3)

Llevamos ya unos cuantos días con el festival de San Sebastián de sabor más genuinamente español que se recuerda. ¿No les encanta a ustedes esta foto? A mí sí, más que por otra cosa, porque recuerdo perfectamente el complejo de inferioridad que tenía este país no hace demasiados años, cuando era noticia en la prensa ¡que Ana Obregón iba a salir de estrella invitada en un capítulo de El equipo A! Toda una dosis de cosmopolitismo mediático entonces, que hoy, al lado de lo que han conseguido estos dos gañanes de la fotografía, junto con la imprescindible Pe, y con Jordi Mollá, Paz Vega y los jóvenes directores españoles que están siendo fichados o remakeados (que palabro, ¿eh?) por Hollywood, se ha quedado como lo que fue: una catetada para los lectores del Pronto. Mucho ha llovido desde entonces. Y lo que queda...

Como información colateral entre tanto premio y tanta peli, nos hemos enterado de que Javier Bardem está dejando de fumar. Tres meses, lleva. No está mal. Cuando aguante cinco días, que es lo que lleva un servidor sin echar una calada, habrá que verle. A mí a macho no me gana este tío, aunque la verdad es que, más que por un pique, yo me he animado a dejarlo aprovechando que el trancazo que llevo arrastrando toda la semana (¿Por qué se creen que no posteo desde el lunes?) debe haberme adormecido el mono.

Pero es curioso esto del cine y el tabaco. No conozco ningún vicio que haya sido tan promovido por el séptimo arte, y sería interesante saber cuántos cánceres de pulmón de las últimas décadas no tuvieron su origen en un deseo de imitar a alguno (siempre pensamos el primero en Bogart, pero hubo otros muchos) de los grandes fumadores del cine. Las tabaqueras lo saben muy bien, y por eso han continuado pagando a estudios y estrellas -Clint Eastwood en Los puentes de Madison, Mel Gibson en Arma Letal, Bruce Willis en La jungla…- para que quemen un cigarrillo tras otro en la pantalla. Hace unos meses, les recomendé aquí que consiguieran y vieran por cualquier medio la película Gracias por fumar. Insisto.

Pero claro, las propias estrellas no son inmunes al vicio. ¿Cómo se las han apañado algunas para liberarse? Pues según. Kirk Douglas, en su autobiografía, nos confesaba el sistema de su familia: llevar siempre un cigarrillo en el bolsillo. Cuando te entren ganas de fumar, lo sacas, te lo quedas mirando y te preguntas: “¿quién de los dos es más fuerte, tú o yo?”. Claro que esto hay que decirlo con cara de Kirk Douglas, no sé si le valdría a Woody Allen… Cary Grant recurrió a la hipnosis: varias sesiones donde se le metía en la cabeza el mensaje “estás tosiendo, tu aliento sabe a rayos y sólo fumas porque estás inseguro”. Michael Caine tuvo la ayuda inesperada de Tony Curtis, que en una fiesta le agarró el paquete (sin chistes fáciles, por favor) y lo tiró a la chimenea, porque “es el tercer cigarrillo que enciendes desde que has entrado en la sala, y de eso hace solo veinte minutos”. A continuación “procedió a darme una larga y biológicamente profunda conferencia sobre los peligros de fumar cigarrillos. Y lo hizo con tal habilidad que dejé el hábito en aquel mismo instante y no he vuelto a fumar un cigarrillo en veinte años”, cuenta Caine. Se dedicó a los puros, menos dañinos, al igual que su amigo Roger Moore, otro fumador empedernido.

Luego están los que no lo dejaron a tiempo como Yul Brinner, muerto en 1985 de cáncer de pulmón; antes de morir, tuvo tiempo de grabar un anuncio que fue emitido por la televisión americana: “ahora que ya no estoy aquí, les digo esto: no fumen. Hagan lo que hagan, no fumen. Si pudiera retirar todo lo que he fumado, no estaríamos hablando de cáncer”.

Y luego, claro, están los irreductibles, entre los que no me resisto a nombrar a Adolph Zukor, legendario productor fallecido en 1976… ¡A los 103 años de edad!. En su centenario, una de las preguntas más comunes que le hicieron las periodistas fue cómo se las había arreglado para llegar a edad tan avanzada y su respuesta fue: “Bueno; dejé de fumar hace dos años”.

lunes, septiembre 15, 2008

La lista diabólica

Como lleva haciendo algunos años, la revista Forbes acaba de publicar una vez más la lista donde a ninguna estrella de Hollywood le gusta encontrarse. No es la de los divorcios más caros, ni la de quienes tienen más operaciones de estética, ni siquiera de las que votarán por McCain, no; es la lista de los actores y actrices con los sueldos más hinchados, es decir, los que, a tenor de los resultados en taquilla, no se merecen los millones que se ganan con el sudor de su frente.

Para sacar los nombres, han calculado el total de los emolumentos cobrados por cada estrella, incluyendo el porcentaje de taquilla, y lo han comparado con las ganancias brutas de las películas que han protagonizado a lo largo del año (no incluyen el mercado de DVD). El resultado indica hasta qué punto merece la pena contratar a gente que no se pone delante de una cámara por menos de quince o veinte millones de dólares, porcentajes aparte, si a cambio los resultados económicos no cumplen con las expectativas.

Entre este ramillete de estrellas decepcionantes tenemos en primer lugar a Nicole Kidman -al éxito de La brújula dorada se contrapone el batacazo de Invasión, seguida de Tom Cruise con Leones por Corderos, Jim Carrey por El Número 23, o Nicolas Cage con Next. Claro que algunas de estas estrellas han tenido también taquillazos en este año, pero sus fracasos equilibran la balanza, e incluso hacen perder dinero a las productoras… y luego están las que tienen éxitos, pero cobran tanto dinero que apenas aportan beneficios al estudio. Es el caso de Cameron Díaz.

Para leer el artículo completo, pinchar aquí.

Pero ¿Y el arte? ¿Y el talento?, dirán ustedes. ¡Señores, que esto es Forbes (y Hollywood)! ¡Aquí estamos hablando de cash!.