jueves, junio 28, 2007

Recuerdo de Harrison


Mucho estamos metiendo por aquí últimamente a Harrison Ford, pero es que es el protagonista de una anécdota que hoy tengo especial interés en contar. Como es bastante bien sabido, la carrera del que acabaría siendo el actor más taquillero del mundo tardó en despegar. Durante los años 70, como sus papeles en La conversación (1974) y American graffiti (1973) no le daban bastante para comer, se ganó la vida durante mucho tiempo como carpintero. Pero no un carpintero cualquiera, sino uno de esos que te construye casas enteras si es necesario. De hecho, su primer encargo fue un estudio de grabación para el cantante Sonny Bono, ex marido de Cher.

Y en uno de esos encargos estaba cuando le llamaron para decirle que el papel de Han Solo en La guerra de las galaxias (1976) era suyo definitivamente, después de pasar por varias pruebas y competir con otros aspirantes como un joven Christopher Walken. Sin demasiada confianza en el futuro de la película, Ford estaba trabajando en la casa de una actriz bastante conocida, y le contó lo que ocurría. ¿Le importaría que pospusieran la obra unas semanas, mientras filmaba su papel? La actriz le dijo que no había problema. Ford incluso dejó allí sus herramientas, dispuesto a reemprender el trabajo en cuanto terminara el rodaje.

No volvió nunca. Ni siquiera a recoger sus herramientas. Finalmente, la actriz las dejó expuestas dentro de su garaje bajo un cartel que rezaba “Harrison Ford se dejó esto aquí”.

Bueno, les contaba esto porque no me gustaría hacerles una cosa parecida, pero… el caso es que Pasa las palomitas va a permanecer inactivo unos días, que los blogueros también tenemos derecho a vacaciones. Me largo a un sitio sin ordenadores, sin cobertura, sin nada… y aunque hubiera cobertura, tampoco la pensaba utilizar. Me llevo el bañador y un montón de libros, no obligatoriamente de cine.

Nos vemos el lunes 9 de julio y, si la bendita conexión que tengo se porta medio bien, espero poder ir ofreciéndoles un blog paulatina y sensiblemente mejorado. Mientras tanto, les hago una sugerencia, sobre todo a los que lleven poco tiempo pasándose por aquí. ¿Por qué no se dan una vuelta por los archivos? Seguro que descubren algo interesante.

martes, junio 26, 2007

Clichés y velocidad

Después de la que liamos aquí hace un par de días con los clichés, me gustaría abundar un poco más en el tema. Pero en esta ocasión, vamos a dejarle la palabra a una de las personas que más sabe de clichés cinematográficos en el mundo: William Goldman (en la foto). Y si sabe tanto, es porque los utiliza constantemente en su trabajo de guionista, que hasta la fecha le ha reportado dos Oscar. O sea, que este chico no es un cualquiera. Y en su libro Which Lie did I Tell? (Creo que hay traducción española) habla de los diez clichés más clásicos del cine. Algunos ya los hemos visto aquí, pero voy a mencionar algún otro:

Los informativos de televisión normalmente contienen una escena que afecta personalmente al protagonista, y que se emite en el mismo momento en que enciende el aparato.

Cualquier cerradura puede abrirse en cuestión de segundos con un clip o una tarjeta de crédito, a menos que sea la puerta de un edificio en llamas, y haya un niño dentro.

Y el archiconocido que nos va a ocupar en la entrada de hoy:

Siempre se encuentra sitio para aparcar enfrente del edificio a donde va uno.

Este cliché, como otros muchos que hemos visto aquí, tiene su porqué, y ese porqué es, sencillamente, la velocidad. Para ilustrar el tema, Goldman escribe dos escenas de un guión imaginario. En la primera, vemos a Mel Gibson conduciendo su Ferrari por Wall Street; aparca justo enfrente del Ayuntamiento de Nueva York, y sube las escaleras del edificio. Y en la segunda, que dura tres páginas, vemos a Mel en su Ferrari en un embotellamiento verdaderamente gallardoniano, con coches por todas partes y ni un sitio en perspectiva. De repente, queda uno libre; Mel dirige el Ferrari hacia él, pero… se lo quita una gorda con una furgoneta. Recorre todos los aparcamientos de la zona. Completos. Se muerde las uñas, mira el reloj. Se tira media hora dando vueltas por Wall Street… Y Goldman se lo pasa como los indios describiendo esta escena. Así son las cosas en la vida real, pero como en la película no nos interesa ver a Mel buscando aparcamiento, hay que abreviar. Por eso siempre hay sitio para aparcar, por eso los taxis se paran en cuanto la estrella levanta el brazo, y por eso nadie dice buenos días ni adiós cuando contesta el teléfono. Es cuestión de agilizar la acción, de ganar todo el tiempo posible.

Es una explicación perfecta, aunque no es aplicable a muchos de los tópicos que hemos repasado aquí. De todos modos, Goldman remata el capítulo con una sentencia genial: cuando un coche llega a una casa, y vemos todo el recorrido hasta que se detiene en la entrada, sólo puede haber una razón para demorarse tanto en ese momento: que haya un monstruo dentro de la casa.

lunes, junio 25, 2007

En busca del arca... adaptada


Bueno, pues aquí lo tenemos. Esta es la primera imagen oficial que se ha presentado de Harrison Ford vestido otra vez de Indiana Jones para la esperadísima nueva entrega de la saga, todavía sin título, que se sepa, pero cuyo rodaje ya está definitivamente en marcha. Y debe ser cosa del maquillaje, o del Photoshop, o de los efectos especiales de George Lucas, pero el tío está que parece que no pasan los años. Total, que cuando se estrene en 2008 ya serán cuatro las películas protagonizadas por el arqueólogo del látigo… ¡Un momento! ¿He dicho cuatro? De eso, nada. Existe una quinta película protagonizada por Indiana Jones, y la historia de su rodaje es todavía más difícil de creer que el argumento de las cuatro cintas oficiales.

Los responsables de esa otra película no son Lucas y Spielberg, sino Chris Strompolos y Eric Zala, dos amigos del cole que tenían, respectivamente, diez y once años cuando En busca del arca perdida llegó a los cines de su estado natal, Mississippi. Como millones de niños en todo el mundo, quedaron completamente fascinados por la peli. Pero, a diferencia de esos millones de niños, a ellos no les bastaba con jugar a ser Indiana Jones en el recreo o en el patio de casa. No, lo que estos dos amigos planeaban era volver a rodar la película… con ellos de protagonistas.

¡Y lo consiguieron!. Les llevó más de siete años, que a esas edades suponen el paso de la niñez a la mayoría de edad. Para cuando la terminaron, ambos habían evolucionado y su amistad había dejado de ser tan estrecha como al principio. Atrás quedaron años donde consiguieron una cámara en VHS e invirtieron todo su tiempo libre, su dinero y el de sus padres en la búsqueda de decorados, vestuario, efectos especiales y amigos que accedieran a interpretar los principales papeles. Chris fue Indiana Jones; Eric, el malvado nazi Toth. Y la primera escena que rodaron fue la persecución de Indiana Jones por los indios hobito, interpretados por unos rubísimos compañeros de clase en taparrabos. Y si se están preguntando cómo se rodó la famosa escena de la bola de piedra rodando detrás de Harrison Ford, el escenario fue el garaje de la casa de uno de ellos, donde Chris corría delante de una inmensa "piedra" hecha con alambre y trapos.

En busca del arca perdida- la adaptación quedó completada en 1989, cuando las tres partes oficiales de Indiana Jones habían sido estrenadas. Su presupuesto fue de unos 8.000 dólares, y tuvo incluso estreno oficial, en un auditorio de Gulfport alquilado para la ocasión, con 200 amigos de los cineastas -que acudieron de smoking y en limusina, como mandan los cánones -invitados a la premiere. Después, cada uno de ellos siguió su camino, aunque Eric de vez en cuando hacía una proyección para sus compañeros de universidad.

Pasaron los años, y la llegada del vídeo doméstico aceleró las cosas. Eric regaló copias de la película a algunos amigos, y una de ellas acabó en un maratón de cine patrocinado por Harry Knowles (fundador de la página de cotilleos cinetográficos Ain’t-it-Cool News). El público de la sala no se esperaba ver aquello, pero enseguida comenzó a reírse y a aplaudir sin parar. Se trataba de ver cómo aquellos críos se las iban a apañar para imitar la siguiente escena espectacular de la cinta original… y siempre lo conseguían de un modo más que decente. La película se convirtió en una cinta de culto, aunque no podía exhibirse comercialmente por utilizar personajes que eran propiedad de Lucasfilm.

Lo cual no impidió que un día, los precoces cineastas recibieran una carta de un espectador que había visto su película y quería felicitarles por haber desarrollado un tributo tan “emotivo y detallado”. La carta estaba firmada por Steven Spielberg.

¿Increíble? Pues sí, pero completamente cierto. Si pinchan en los links que he ido dejando, podrán obtener más información sobre esta película. Pero no crean que la historia termina aquí; parece que en Dreamworks están lo bastante interesados en la historia como para desarrollar, a su vez, otra película que narre la historia de estos chicos. El cine refleja la vida, la vida imita al cine… y surgen historias que a ningún guionista podrían habérsele ocurrido.

domingo, junio 24, 2007

Clichés de domingo

En toda escena de lucha que tenga lugar en una cocina, la cabeza del protagonista estará a punto de ser sumergida en una freidora con aceite hirviendo.


Cuaquier padre cuyo hijo vaya a participar en una función escolar, o en un partido de béisbol de su instituto, llegará tarde a la misma aunque le haya prometido no perdérsela (o, mejor dicho, especialmente si le ha prometido no perdérsela)… pero sólo si es al principio de la película. Si ocurre en las últimas escenas, acudirá por fin a tiempo y todos serán felices.


Todos los gays son tipos majísimos que suelen vivir en el apartamento de al lado del / la protagonista. Si la película es una comedia, le servirán de paño de lágrimas. Si es un thriller, serán asesinados, o heridos gravemente, por el psicópata de turno, como un aperitivo antes de que se lance a por la estrella.


Cualquier coche arranca a la primera, salvo cuando a uno le persigue un serial killer armado con un hacha o una sierra mecánica; en ese caso, sólo se pondrá en marcha en el último segundo.


En las películas nunca llueve (aunque estén rodadas en Inglaterra) salvo cuando la lluvia es importante para recalcar alguna situación dramática.


En las películas nunca nieva, salvo en Navidad (aunque estén rodadas en Hawai).


Nadie cierra el coche con llave, ni tiene que perder tiempo buscando sitio para aparcar, ni espera a que un taxista le devuelva el cambio.


Los porros aparecerán en cualquier película española con protagonistas menores de 25 años.


Todas las enfermedades terminales empiezan por una tos.


Sólo duermen con pijama los hombres casados.


Cuando un actor tiene una pesadilla, invariablemente se despierta pegando un salto y quedándose sentado en la cama inundado en sudor, algo que a mí no me ha ocurrido ni aquella vez que soñé que me quedaba encerrado en un ascensor con Jose Luis Moreno (y sus muñecos).


(Algunós son de producción propia, y otros recopilados de aquí y allá. Pero en esta página tienen muchos más. ¿A alguien se le ocurre otro?)

sábado, junio 23, 2007

A vueltas con lo mismo (2)

Voy a hacerles una confesión: estoy muy contento de que en este blog, cada vez que sale a colación el tema del cine español, la inmensa mayoría de las críticas vayan dirigidas exclusivamente a la (falta de) calidad de sus películas, y se eviten determinados adjetivos insultantes (por lo general, de tipo político) hacia sus componentes, muy habituales en otras páginas web.

Dicho lo cual, lo de esta semana, si me lo permiten, ha sido de traca. Ahora resulta que diversas asociaciones de actores se han quejado también de la nueva Ley del Cine porque, dicen, no se reconoce su trabajo. Exigen que se les de categoría de creadores y, de paso, ejem, ejem, que no se les excluya del sistema de ayudas públicas, enfocadas entre otras cosas, a la formación de la profesión...

Hombre, desde luego aquí estamos de acuerdo en algo: los actores españoles, en efecto, necesitan preparación. La inmensa mayoría. Por ejemplo, para que les enseñen a hablar. O a llevar una corbata -ni hablemos de un smoking o un traje de época- sin que parezcan tan envarados como un niño en la primera comunión. Otra cosa es que esa preparación se la tengamos que pagar entre todos. No es por personalizar, pero a mí la ayuda económica para cursar la carrera de periodismo me la dieron mis señores padres, y ni por un momento se me ocurrió pedir ayuda al Estado para que financiara mis futuras exclusivas. Por supuesto que algunos compañeros de clase estudiaron con beca; pero eso es otra historia…

Ahora, aquí lo que chirría es lo de creadores. ¿Creadores de qué? No lo acabo de entender, porque ya desde las tendencias en crítica cinematográfica marcadas por Cahiers du Cinema (ya hay edición española, por cierto, y muy recomendable), predomina en Europa la idea de que el verdadero creador de una película es el director. Y, si me apuran, el guionista. Un actor, diría yo, sólo puede considerarse creador cuando colabora en el guión o se pone detrás de la cámara. De otro modo no es más que una herramienta en manos del director, que es el que tiene que saber lo que necesita de cada intérprete y la manera de conseguirlo. Sorprende la cantidad de grandes actores que reconocen, en sus memorias o en entrevistas, que ellos son únicamente eso, una herramienta, y que su misión es ponerse en manos de quien dirige, sin darse más aires.

Porque, si nos ponemos en plan creativo, como decían en mi pueblo, aquí o follamos todos, o la puta al río. Exijo automáticamente una subvención para este blog. ¿O es que aquí, modestia aparte, no hay creación a punta pala? Difundir información sobre el cine ¿No es contribuir a la cultura? Y ya puestos, toda la comunidad de blogueros ¿no tiene derecho a exigir lo mismo? Un blog de ciencia, un blog de literatura, no un blog de arte ¿no son creativos, no participan en la difusión de cultura tanto o más que la última entrega de Torrente? Pues lo dicho; pueden ir enviándome el cheque a Pasa Las Palomitas, y que sea de una cantidad lo bastante generosa como para que el amigo Vince pueda dedicarse únicamente a crear, y no pase agobios psicológicos, emocionales y, muy especialmente, económicos.

Bromas aparte, una vez más hemos oído muchas quejas y nada de autocrítica. Venga a reclamar derechos, y a olvidarse de los deberes, por ejemplo: hacer películas que interesen al público. La ministra de cultura ha dicho que estas medidas proteccionista no serían necesarias si la gente fuera a ver más películas españolas. Hombre, claro. Y si las películas españolas fueran mejores, la gente iría a verlas sin cuotas ni obligaciones, como ocurre cada vez que se estrena un título que vale la pena… sea del país que sea.

Bueno, bastante rollo les he colocado ya. Queda mucho por decir, y si quieren, insistimos otro día. De momento, mañana volvemos a las anécdotas. Eso sí, como siempre, siéntanse libres de opinar todo lo que les parezca.

viernes, junio 22, 2007

Estrellas por sorpresa

Hablábamos el otro día de los actores que, por diversos motivos, tras haber rodado sus escenas, desaparecen del montaje final de las películas. El caso opuesto sería el de los actores que aparecen fugazmente en una película, a veces para decir una sola frase y poco más; es lo que se llama un cameo, y lógicamente, tiene mucha más gracia cuanto más famoso sea el actor que lo protagoniza. A mí uno de los que más me ha gustado últimamente es el de la primera película dirigida por George Clooney, Confesiones de una mente peligrosa (2002), que narra la historia de Chuck Barris, creador de alguno de los programas más cutres (y de mayor éxito) de la historia de la televisión. Uno fue, por cierto, El gong show, con el que TVE, siempre atenta a cultivar el nivel académico de los espectadores, nos está castigando estos días; y otro, también emitido en España, aquél concurso (no recuerdo el nombre) en el que una chica debía elegir pareja entre tres concursantes masculinos, sin saber qué aspecto tenía cada uno, basándose sólo en las preguntas que les iba haciendo. Bueno, pues en una escena correspondiente al concurso vemos que entre los tres candidatos hay un tipo regordete, calvo y con gafas… y los otros son son Brad Pitt y Matt Damon, semidisfrazados con barbas y bigotes postizos. Lógicamente, la chica escoge al feo.

Pero los cameos no tienen por qué estar protagonizados sólo por actores. Aquí tienen una lista de directores a los que les gusta asomarse por la pantalla. Y luego, en ocasiones las estrellas invitadas ni siquiera pertenecen al mundo del cine. Por ejemplo, el escritor Boris Vian, que interpretó a un sacerdote en Nuestra señora de París (1956), de Jean Delannoy; Peter Benchley, autor del Best-seller Tiburón, que aparece en la adaptación de su novela como un reportero de televisión; George Bernard Shaw, en Major Barbara (1941),que sale como uno de los fieles que asisten a un acto religioso… Y no podemos olvidar a los políticos, desde Lech Walesa, que aparece brevemente en El hombre de hierro (1981) de Andrzej Wajda como el padrino de la boda del protagonista, hasta Joaquín Leguina, que en el policiaco español Demasiado para Gálvez (1980) sale haciendo ni más ni menos que de guardia civil.

martes, junio 19, 2007

Estrellas invisibles


Ayer concluía la entrada sobre E.T. preguntando en qué escena de la película salía Harrison Ford. La verdad es que la pregunta, como se pueden imaginar, tenía truco. Es cómo preguntar en qué escena de Reencuentro (1983) aparece Kevin Costner. Porque, al parecer, Ford –a la sazón esposo de Melissa Mathison, guionista de la cinta– si filmó una escenita, eso que se llama un cameo, haciendo el papel de director del colegio donde va Elliott. Pero Spielberg pensó que el actor llamaría demasiado la atención, y la cortó en la sala de montaje.

En cuanto a Costner, si recuerdan Reencuentro, trata de ocho amigos que se reúnen un fin de semana para asistir al entierro de otro amigo, que se ha suicidado. En el reparto tenemos a William Hurt, Tom Berenger, Glenn Close, Jeff Goldblum… y Kevin Costner, que interpreta, precisamente, al amigo muerto, y que en un principio iba a aparecer en una serie de flashbacks. Pero Laurence Kasdan, el director, decidió que después de todo, su personaje no pegaba, y eliminó todas sus escenas. Eso sí, le compensó dándole un papel protagonista en su siguiente película, Silverado (1985).

Hay otros muchos casos de actores eliminados de la pantalla por obra y gracia del montaje. En 1982 Werner Herzog filmó Fitzcarraldo, la epopeya de un alemán –interpretado por Klaus Kinski– que se empeñó en fundar un teatro de ópera en pleno Amazonas. El rodaje fue tan largo, difícil e infernal como es habitual en Herzog, hasta que después de varios meses en la selva el coprotagonista de la película, Mick Jagger, abandonó, no está claro si porque tenía compromisos con los Rolling Stones, o porque acabó hasta las narices. Más recientemente, cuando Michelle Pfeiffer rodó la enésima película sobre profesor que llega a instituto conflictivo y tiene que enderezar a sus alumnos (Dios, cómo me aburre ese género), Mentes peligrosas (1995), contó con Andy García en el papel de su compañero sentimental. Finalizado el rodaje, Pfeiffer, que además de estrella era productora, decidió que su novio sobraba. Adiós, Andy.

Y luego están los casos en los que quien desaparece no es un actor, sino un personaje. En 1949, Joseph L. Mankiewicz quiso llevar a la pantalla la novela Carta a cuatro esposas. Cuando terminó el guión, se lo llevó al productor Darryl F. Zanuck, pero este lo encontró demasiado largo... Y por eso la película, al final, se tituló Carta a tres esposas.

lunes, junio 18, 2007

Marcianitis total


Se cumplen estos días 25 años desde el estreno de E. T., el extraterrestre (1982), una película que su director siempre ha considerado que está entre las más personales que ha hecho y, al mismo tiempo, las que más rico le han hecho; es lo mismo que le ocurriría años después con La lista de Schindler (1993), filmada sin excesivas esperanzas de que constituyera un éxito comercial, sólo porque a Spielberg el corazón le pedía contar esa historia. No sólo fue otro éxito, sino que le consiguió el Oscar al Mejor Director que había estado persiguiendo durante años.

¿Cuánto dinero ha hecho E. T.? Es difícil saberlo. Además de su rendimiento en taquilla (por cierto, hacerla costó solo 10,5 millones de dólares, muy poco incluso para 1982) las 52 licencias de explotación del personaje que Spielberg concedió a diversas empresas pudieron muy bien, según estimaciones de la época, generar más de mil millones de dólares en ventas. Su lanzamiento en VHS tardó años, y constituyó otro acontecimiento en sí mismo. Y de los lanzamientos en DVD y los derechos para televisión, mejor ni hablamos.

Y luego tenemos la famosa anécdota de los chocolates. Ya saben que en los estudios hay ejecutivos que se dedican a buscar todo tipo de marcas comerciales deseosas de aparecer en las películas (pagando, claro). A esta técnica se le llama product placement, y Spielberg es un verdadero monstruo en este aspecto (se ha dicho que El mundo perdido recuperó costes incluso antes de su estreno sólo por los todas las marcas que pagaron por aparecer en ella). Bueno, pues hay en E. T. una escena muy recordada, en la que el marcianito encuentra el camino de la casa de Elliot siguiendo un rastro de chocolatinas de colores, y los comerciales de Amblin intentaron conseguir un contrato con Mars, la empresa fabricante de los M & Ms. No estaban interesados. En su lugar, se apuntaron los de Hersheys cuyo producto, Reese’s Pieces, es muy similar... Y nada más estrenarse la película, se convirtieron en el chocolate más vendido en Estados Unidos (Aquí, la historia completa).

Pero queda la gran pregunta. ¿Es E. T. una buena película? Si quieren mi opinión, desde luego que sí. No llego al nivel de Sheila Benson, crítica de cine de Los Angeles Times, que la consideró “la película de la década y posiblemente de la siguiente década”, pero sí que la considero, si no una obra maestra, una película solidísima, con un director igualmente sólido detrás. Con iniciativas del calibre de filmar su mayor parte con la cámara a la altura de los ojos de un niño, porque está es una película de niños que conocen a otro niño, y que, mientras nos hacen reír y nos emocionan, nos sacan al niño de dentro, ese que tenemos ahí y que nunca ha terminado de irse… Y eso a pesar de la vara que nos dieron con los chistecitos sobre “mi caaaaaasaaa”, o de la temible versión rodada aquí por los hermanos Calatrava…

¡Ah! Por cierto. ¿A qué no saben en que escena de E. T. sale Harrison Ford?

jueves, junio 14, 2007

...Y nos fuimos de boda



Cuando Arnold Schwarzenegger se casó con Maria Shiver, la familia Kennedy se las arregló para prohibir la circulación de todo tráfico aéreo por encima de su propiedad, donde iba a tener lugar la boda. La zona vetada comprendía un radio de dos millas y una altitud de 800 metros sobre el nivel del mar. De este modo se consiguió mantener a raya a los paparazzi.

Cuando Madonna se casó con Sean Penn, no hubo prohibición de tráfico, y los helicópteros de los fotógrafos sobrevolaron libremente la zona. Penn expresó su disgusto escribiendo FUCK YOU en grandes letras sobre la arena de la playa.

Durante la boda de Frank Sinatra con su cuarta esposa, Barbara Marx, cuando el sacerdote pronunciaba los votos rituales, al llegar a “en la riqueza y en la pobreza”, Sinatra le cortó: “En la riqueza, en la riqueza”.

Y películas sobre bodas hay muchas: Un día de boda (1978), de Robert Altman, Cuatro bodas y un funeral (1994), La boda de Muriel (1994) La boda de mi mejor amigo (1997)… Sin contar las películas que acaban en boda, de las cuales sigo prefiriendo por encima de todas Historias de Filadelfia (1940). Si quieren más películas sobre bodas, pinchen aquí.

Pero hay otras bodas.

No salen en la pantalla ni son protagonizadas por estrellas, en su lugar, conciernen a nuestros seres queridos; y esas no nos las querríamos perder por nada del mundo. Aunque signifiquen viajar cientos de kilómetros con tal de estar allí a la hora de ver llorar a la novia y tirar el arroz.

Es mi caso. Así que, si me disculpan, voy a desatender el blog por unos días. Pero no crean que me aparto de las películas del todo: ocurre que el sacerdote que oficia la ceremonia es, además, crítico de cine… y uno de los mejores de este país.

Nos vemos el lunes. Y, como cantó Sabina, "que todas las lunas sean lunas de miel".

miércoles, junio 13, 2007

Estrellas y astros

En el último número de Vanity Fair publican unos extractos de los diarios de Ronald Reagan, que aparecerán, creo, el mes que viene en las librerías norteamericanas. Hay mucha política y poco cine, como cabe esperar de la época en que fueron escritos, pero me llama la atención una anotación de finales de los años 80:

“Una señora en California que se dedica a la astrología ha aparecido diciendo que Nancy y yo somos clientes suyos. Que la hemos consultado para todo, incluso para la elección del gabinete. Es absurdo. Ni la conocemos ni hemos tenido ningún contacto con ella”.

Este desmentido es más que significativo. Entre las muchas cosas que se dijeron de los Reagan -especialmente en España, donde a determinada gente le faltaba tiempo para creerse cualquier cosa sobre ellos- estaba, efectivamente, que eran unos locos de la astrología; incluso se publicó que Reagan creía en ella desde joven, y que la había utilizado como guía en su carrera cinematográfica y, más tarde, en la política. Supongo que la “señora” a la que se refiere es Joan Quigley, que llegó a publicar un libro titulado What does Joan say? Sobre sus múltiples servicios astrológicos para la pareja presidencial.

En fin. ¿A quién creemos? ¿A los periodistas de lo oculto, que durante años le sacaron partido al tema sin molestarse en contrastar ni un solo dato? ¿A Joan, que indudablemente sacaría tajada del asunto? ¿O al propio interesado? ¿Y cuántas cosas más se publican sobre la vida privada de las estrellas que están basadas en puros rumores?

En fin, de todos modos, aquí hay una pequeña lista de estrellas de Hollywood de las que se ha dicho que son o fueron aficionadas a la astrología… y seguro que en alguna, será mentira: en los clásicos tenemos a John Barrymore y el matrimonio Mary Pickford y Douglas Fairbanks, del que se dice que les hacían las tablas astrales cada día; luego estarían Marilyn Monroe, Cary Grant, Marlene Dietrich, Steve McQueen, Tyrone Power… y Shirley MacLaine. Bueno, creo que de esta última sí nos lo podemos creer. ¿No?

martes, junio 12, 2007

A vueltas con lo mismo

El 58 por ciento de los españoles considera al cine que se hace aquí “mediocre” y “de poco interés”, según una encuesta que acaba de publicar Sigma 2.

Está bien saberlo. A fin de cuentas, llevamos años conociendo la opinión del cien por cien de los directores de cine español, según la cual su cine es el mejor que jamás se haya hecho sobre la superficie del planeta; lo que pasa es que no nos enteramos porque las multinacionales de Hollywood nos han abducido el cerebro para que vayamos a ver sus bodrios.

Detrás de esta encuesta, no muy sorprendentemente, se halla la larga mano de las cadenas de televisión que, como sabrán, están obligadas por ley a invertir en cine español. Nunca se han negado a hacerlo, pero lo que no quieren es que les obliguen a meter su dinero en proyectos a los que no le ven viabilidad económica ni de público (que, en el caso que nos ocupa, viene a ser lo mismo). Alejandro Echeverría lo ha dicho muy claro, y estoy completamente de acuerdo con él: “El cine español es un chiringuito, y tiene que convertirse en una industria”. Creo que las ayudas públicas son necesarias; pero también creo que debería tenderse a reducirlas, a medida que la industria del cine aprendiera a independizarse como tal.

También tengo escrito en este blog -y lo repito ahora- que en los últimos tres años el cine español ha sufrido una campaña en su contra sin precedentes, por los sectores más ultramontanos de la sociedad. Y, de la misma manera, tengo escrito también que eso no es excusa para no practicar un poco la palabra menos utilizada en nuestro celuloide: la autocrítica. De hecho, quizá con menos críticos y más autocríticos de cine nos fueran mejor las cosas. Creo, sinceramente, que el cine español en conjunto no ha evolucionado lo que se dice nada en las últimas décadas. Las películas de hoy parecen hechas hace veinte años. Los mismos recursos, los mismos guiones y, en no pocos casos, los mismos equipos diciendo lo mismo. Si las películas fueran mejores, no habría campaña que pudiera con ellas.

Bueno, lo de hoy no es una anécdota. Es, si quieren, un desahogo. Desahóguense también si les apetece, que es sano.

lunes, junio 11, 2007

Citas mal citadas


Diego A. Manrique es, sin duda, una de las primeras firmas de nuestro país en cuanto a crítica y crónica musical se refiere. Una verdadera enciclopedia del rock y del pop, y además un periodista sólido, con formación, cultura y mucha mili, de esos de los que cada vez quedan menos. Pero en cuestiones de cine no anda tan puesto, según se deduce de la primera frase de su artículo de hoy en El País: “El chiste ya circulaba en 1974. lo popularizó Billy Wilder en Primera plana: ‘No le digas a mamá que soy periodista; dile que trabajo en un burdel’”.

Pues no. Que el chiste es auténtico, vale. Que tiene unos cuantos años encima, también. Pero, salvo que el Alzheimer esté empezando a jugarme malas pesadas, yo juraría que no aparece por ninguna parte en la película de Wilder (por cierto, acaba de salir en DVD). Es lo malo que tiene citar de memoria (yo soy el primero que lo hace, a veces), o informarse de oídas. Seguramente ustedes se las conocen todas, pero aquí hay otras frases archiconocidas que, en realidad, nunca se han pronunciado en la gran pantalla:

“Tócala otra vez, Sam”. Aquí la culpa la tiene Woody Allen, que tituló de esa manera su obra de teatro, que luego fue llevada a la pantalla con el título (en España) de Sueños de seductor. Lo que verdaderamente se dice en Casablanca es “Tócala, Sam. Toca As time goes by”.

“Yo, Tarzán; Tú, Jane”. Tampoco. Lo más parecido que llegó a decir Johnny Weismuller en sus interpretaciones del hombre mono fue “Tarzán. Jane”, mientras se señalaba a él y a su señora, alternativamente. “Ongawa, Chita” creo que sí que lo dice. Por cierto ¿Alguien sabe qué narices quiere decir “Ongawa”?

“Elemental, querido Watson”. Bueno, este es el caso opuesto. Sherlock Holmes sí que ha pronunciado esta frase en innumerables películas; donde no la dijo jamás fue en las novelas y cuentos originales de Arthur Conan Doyle.

Son precisiones muy conocidas, y a lo mejor me estoy poniendo un poco tiquismiquis y tampoco es para tanto... Total, una de las mejores frases sobre la exactitud de las citas la dijo (y es cierto que la dijo) Groucho Marx: “Cíteme diciendo que me han citado mal”.

domingo, junio 10, 2007

Tiernos infantes

En su día vi Speed, incluso pagando entrada, y reconozco que me entretuvo. Anoche vi que estaban pasando por televisión Speed 2, una de las segundas partes más innecesarias de la historia del cine. La han puesto muchísimo en la tele -supongo que para intentar recuperar las pérdidas en taquilla con los derechos de antena-, y nunca he aguantado más de quince minutos. A Sandra Bullock no hay quien la soporte, el resto del personal parece oligofrénico, Willem Dafoe, a años luz de sus mejores trabajos con Schrader, se limita a poner esa cara de psicópata que le sale hasta dormido, y por si todo esto fuera poco, sale hasta una de esas niñas repelentes a que tan aficionados son en Hollywood.

Vamos a plantear hoy un tema políticamente incorrecto, si ustedes quieren, pero creo que ya va siendo hora de que alguien lo diga: los niños en el cine americano son intragables. Insoportables. Estrangulables. Especialmente en películas tipo catástrofe, donde siempre van a aparecer en el momento menos oportuno, estorbando la trama, descubriendo ellos solitos cosas que todo un ejército de adultos es incapaz de ver, soltando frases de marisabidillo sin que nadie les suelte un soplamocos y, lo peor de todo, ningún director se atreve a cargárselos (a su personaje, quiero decir), porque quedaría muy insensible, así que ya sabemos que estamos condenados a aguantarlos hasta el final.

En ocasiones, sin embargo, se produce el milagro y tenemos a unos niños no sólo perfectamente integrados en la trama, sino imprescindibles para ésta, y que no sólo no molestan sino que se hacen (más o menos) entrañables. Pienso en los enanos de La taberna del irlandés (John Ford, 1963), en los hijos de Atticus Finch en Matar un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962), o en la pareja de hermanos de La noche del cazador (1955). Pero rodar con niños ya es otra cosa: precisamente en La noche..., las escenas con niños están dirigidas por el protagonista masculino, Robert Mitchum, ya que Charles Laughton, el director, encontraba a los niños “insoportables”.

Y luego los hay que, ya desde principios de su carrera, se encontraron con directores que se las sabían todas. El de la foto es Jackie Cooper, nacido en 1922, y uno de los pocos actores infantiles que continuaron trabajando en la edad adulta (entre otros muchos papeles, interpretó a Perry White en las películas de Superman). Cuando tenía nueve años de edad, rodó Skippy, película dirigida por su tío Norman Taurog, en una de cuyas escenas tenía que echarse a llorar. Pero el llanto no le salía; por fin, Taurog encontró la solución, y le amenazó con matar a su perro de un tiro si no empezaba a llorar inmediatamente. La amenaza fue tan real que el niño estalló en lágrimas al momento, y bastante impresión debió dejarle, porque muchos años después, cuando escribió su autobiografía, la titulo… Please, Don’t kill my dog.

miércoles, junio 06, 2007

Unas fotos para "nota"

Ahora resulta que Mister Spock hace fotos. Bueno, Mister Spock no, pero sí el actor que le ha dado vida durante yo que sé cuántos años en la serie televisiva y cinematográfica de Star Trek. Lo que ocurre es que, harto de ir por el cine con las orejas puntiagudas, Leonard Nimoy ha concentrado sus esfuerzos en la fotografía y estos días expone una selección de sus mejores trabajos en Madrid. Por algunas que he visto, tienen buena pinta. Aunque, cuando se trata de actores y fotografía, siempre me acuerdo de Jeff Bridges.

Lo de Bridges es curioso. Lleva más de treinta años siendo cabeza de cartel, pero nunca ha alcanzado la categoría de superestrella. No conozco a ninguna mujer que no considere que está como un tren de Cercanías, pero jamás se le ha dado la publicidad de un sex-symbol. Y por el camino nos ha regalado algunas estupendas interpretaciones entre las que destaca por derecho propio la de ese personaje único, épico, inolvidable, genial, que fue El Nota, en una de las mejores películas de los Coen, El gran Lebowski.

El caso es que, hace ya bastantes años, a Bridges le regalaron una cámara panorámica, de esas que sólo hace fotografías anchísimas, y comenzó a llevársela a los rodajes. Con el tiempo, se convirtió en habitual que para cuando acabara una película hubiera tirado una buena serie de imágenes (la de arriba pertenece a Tormenta Blanca, que rodó en 1996 con Ridley Scott); con ellas confeccionaba cuadernos, que regalaba a los miembros del equipo como recuerdo.

Hace unos años publicó una selección de sus mejores fotos en un libro titulado Jeff Bridges Pictures, cuyos beneficios iban destinados a obras de caridad del Motion Picture Television & Fund. Si están interesados en la actividad de Bridges como fotógrafo, sólo puedo recomendarles que se pasen por su página web. Y si no, también, porque el diseño de este site es de los más originales, y al mismo tiempo sencillos y acogedores, por los que uno ha pasado. Parece, literalmente, que se lo ha currado él en una tarde libre. Dentro, más información sobre películas, sobre sus fotos y, si alguno de ustedes tiene una cámara panorámica, consejos para utilizarla sacándole el máximo partido. Y créanme, este chico sabe de lo que habla. Cuando actúa y cuando fotografía.

martes, junio 05, 2007

Entre rejas

¿Puede alguien explicarme en qué narices estaban pensando hoy los dos principales diarios nacionales para dedicar su contraportada a un personaje tan innecesario como Paris Hilton? ¡Dos tercios de página en cada uno, señores! ¿Quieren que me crea que en estas últimas veinticuatro horas no habían pasado en el mundo cosas de más enjundia? Seguramente sí; pero claro, no tenían foto. Está claro que ni siquiera la prensa que se pretende seria está a salvo de ser atacada por el peligro amarillo.

Y es que nada como un buen famoso entrando en la cárcel. Antes y ahora. Todavía hoy, algunas detenciones han estado a punto de costarles la carrera a sus protagonistas, y estoy recordando, por ejemplo, el caso de Hugh Grant, (aquí tienen su foto policial... y la de algunos famosos más) que tuvo que realizar una vergonzante sesión de arrepentimiento público en el programa de Larry King por hacer algo, cielos, tan reprobable y depravado como irse de putas. Ya se sabe que eso sólo lo hacen los famosos, que son unos degenerados; de ningún modo los honrados padres de familia que se escandalizaron públicamente por el episodio.

Lo que ocurre es que antes las estrellas de cine -tranquilos, que no estoy metiendo aquí a la Hilton, ni loco- estaban relativamente protegidas gracias al paraguas que extendía sobre ellos la máquina de publicidad de los estudios. Estoy pensando, por ejemplo, en la detención de Robert Mitchum en los años 40 por tenencia y consumo de marihuana, algo que sigue estando penado hoy en día, pero que en esa época era considerado signo inequívoco de drogadicción. Otros actores habían visto sus carreras destrozadas por menos, y el protagonista de Adiós, Muñeca se salvó únicamente gracias a la tremenda presión ejercida por Howard Hughes, dueño de la RKO y, por tanto, jefe y amigo de Mitchum.

Pero eso no podía saberlo la noche que lo detuvieron. De hecho, estaba tan convencido de que su carrera se había terminado que, cuando el policía le pidió sus datos para hacerle la ficha, al preguntarle por su profesión, contestó amargamente:

- ex actor.

lunes, junio 04, 2007

Alcoholismo al viejo estilo (2)


La verdad, el post de hoy es una especie de reedición de uno que publiqué hace unos meses. Entonces se trataba de que Robin Williams había confesado haber vuelto a caer en el vicio nefando del alcoholismo y anunciaba su ingreso en una clínica de desintoxicación, y yo decía por aquí que para alcoholismo de verdad, el de antes, y ponía algún jugoso ejemplo.

Bueno, pues ahora es Lindsay Lohan la que ha ingresado en un centro de desintoxicación, de esos que tan eficaces son para solucionar estos problemas cuando de estrellas se trata, por lo menos de cara al exterior, y de los que ya hablaremos otro día… La diferencia es que Robin Williams, por lo menos, tiene unas cuantas películas buenas en su haber y Lindsay Lohan… sí, hombre… espérense un momento… leñe, es que uno a estas horas está de lo más espeso… Bueno, se admiten sugerencias.

Pero el caso es que la noticia me ha pillado trabajando en un articulillo sobre la pareja Richard Burton - Elizabeth Taylor, y claro, es acercarse a la vida de esos dos, y el alcohol empieza a fluir a borbotones. Sobre todo en el caso de Burton, fluía tanto que consiguió matarle prematuramente, con sólo 59 años de edad. Pero es que lo de este hombre se salía un poco de la norma; la primera botella de vodka caía con los bloody marys de después del desayuno; la segunda, durante la tarde. Cuando estaba representando Camelot en Broadway, apostó que podía beberse una botella de vodka en cada función sin que se notasen los efectos, y escogió a Julie Andrews, que no estaba enterada de la apuesta, para que hiciera de árbitro. Terminada la jornada, le preguntó: “¿Qué te he parecido hoy, Julie?”, y ella contestó: “Un poco mejor que de costumbre”.

Obviamente, semejante nivel de consumo le costó la vida. Una pena, porque, entre otras muchas cosas, Burton era un enorme conocedor de los clásicos, que consumía los libros con la misma voracidad que las botellas. Siempre quiso ser escritor, pero nunca tuvo la determinación ni la disciplina. Dejó, de todos modos, un diario que es una delicia de leer... Quizá, de haberlo logrado, sus demonios internos hubieran quedado aplacados con una eficacia que la bebida no consiguió darle.

domingo, junio 03, 2007

"Como alcaide vuestro que soy, os debo una explicación"

Es lo que tienen las sobremesas de domingo; le entra a uno la pachorra y se traga cualquier cosa que pongan por la tele. En este caso, La última fortaleza (Rod Lurie, 2001), una de prisiones, en este caso militares, protagonizada por Robert Redford y mi querido James Gandolfini, que interpreta al coronel a cargo de la prisión donde transcurre la trama. La peli, pues bueno, entretenidilla pero del montón, perfecta para una soñarrera de fin de semana. Pero ese no es el tema de hoy.

El tema es más bien que la peli constituye un nuevo ejemplo de la Teoría de los Alcaides de Vince (a ver si me acuerdo algún día de hacerles una pequeña recopilación de mi saber teórico), que viene a decir más o menos: todo alcaide de prisión que aparezca en una película de Hollywood será, por definición a) un sádico, b) un psicópata, c) un hijo de mala madre o d) las tres cosas juntas. Sin bromas, creo que es la profesión más vilipendiada por el género. Citando así, de memoria, estas son algunas películas de prisiones donde sus alcaides no habrían desentonado demasiado en los juicios de Nuremberg: La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967), Rompehuesos (Robert Aldrich, 1974), Encerrado (John Flynn, 1989), Fuga de Alcatraz (Don Siegel, 1979) Locos de remate (Sidney Poitier, 1980), La fortaleza escondida (Stuart Gordon, 1993), Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994), y aquí tienen algunas más. El problema es el de siempre: la estrella hace el papel de recluso, y por tanto el malo le toca al que está al mando del cotarro. Aunque a veces se pasan…

Pero ¿es que no hay ninguna película yanqui donde el alcaide sea un tipo medianamente normal, un tío majete, incluso? Pues sí; por ejemplo Brubaker (198) de Stuart Rosemberg, donde el alcaide es el protagonista de la película y está interpretado por… Robert Redford. Pero tampoco se libra de la Teoría: Redford viene a sustituir a un alcaide más malo que la tiña, y al final de la película, llega otro que se supone va ser todavía peor. Si es que no hay manera…

viernes, junio 01, 2007

Más vale prevenir... o no

Se cumplen estos días 25 años de la muerte en accidente de la princesa Gracia de Mónaco o, como un servidor prefiere recordarla, de Grace Kelly; qué casualidad, precisamente anduve por Mónaco hace algunas semanas. No había estado nunca, y la verdad, aunque la zona es bonita y el Principado muy espectacular, no me acabo de sentir a gusto en un sitio donde tienes que tener un Lamborghini para que no te miren como a Paco Martínez Soria.

Grace Kelly no tuvo ese problema; de entrada, venía de familia rica. Además, gozaba de los elevados ingresos propios de una estrella cinematográfica y, como último detalle, se la había ligado el príncipe Rainiero. Así que se encontraba en Mónaco como en su casa. De hecho, fue su casa para los restos, allí crió a sus tres modélicos hijos y contribuyó a la perpetuación de uno de los más hermosos y cercanos paraísos fiscales que hay en el planeta. De camino, el cine la perdió para siempre. Aunque hubo algunos intentos de hacerla volver a las pantallas -uno de los más intensos, a cargo de su amigo Alfred Hitchcock-, nunca llegaron a nada, en buena parte por la oposición de su marido.

Con el tiempo se han ido conociendo los aspectos más oscuros de lo que en su día se vendió como un cuento de hadas. Pero hay algo que se suele olvidar, y es que la boda de Rainiero de Mónaco era, ante todo, un asunto de estado. No voy a aburrirles con los detalles, pero es necesario reseñar aquí que el príncipe heredero de Mónaco no puede morir sin descendencia; si eso ocurriera, el Principado pasaría automáticamente a ser parte de Francia, con lo que se acabaría el chollo para sus muy privilegiados residentes, familia real incluída.

Así que, antes de que el compromiso se hiciera oficial, Grace Kelly tuvo que someterse a un reconocimiento médico para certificar que podía tener descendencia. No era la primera vez que Rainiero exigía algo así. De hecho, antes de conocerla había vivido seis años de noviazgo con la actriz francesa Gisele Pascal, pero el compromiso se rompió cuando tres informes médicos la declararon estéril. Desconsolado, Rainiero tuvo que buscarse otra mujer.

Un tiempo después, Gisele se casó con otro hombre… y tuvo un hijo.