Mostrando entradas con la etiqueta tragedias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tragedias. Mostrar todas las entradas

domingo, noviembre 16, 2008

Crash

Por lo visto, hoy es el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico. Pues hay bastante gente para recordar. Les confieso una cosa: mi trabajo me ha dado la oportunidad de viajar bastante, y no le tengo absolutamente ningún miedo a coger un avión; de hecho, si es un vuelo transcontinental y me pagan el billete en primera, lo que siento es bastante gustito… Pero cada vez afronto los viajes en coche con mayor preocupación. En serio, me asalta con creciente frecuencia el pensamiento de que de este no pasas, chaval. ¿Por qué? Por estadística pura; aunque conduzca –o intente conducir- con toda la precaución del mundo, nunca se sabe cómo lo harán aquellos con los que me voy a encontrar.

Supongo que todos, tanto bloguero como lectores, no tenemos que recurrir a los famosos seis grados de separación para encontrar a algún ser querido que se nos haya ido en la carretera. Yo puedo mencionar –y mandarles un recuerdo- a mis primos Íñigo y Bruno, a mi ex compañero y siempre amigo Mijail, y a mi amigo Monchín, que es el único de los cuatro que queda para leer esto –habitualmente lo hace-, aunque la bestia parda que se llevó por delante su moto le ha dejado para siempre caminando como House. Eso sí, les garantizo que no ha perdido su sentido del humor... bastante más sano que el de House.

Y el mundo del cine tampoco se ha librado. Un somero repaso a los actores fallecidos en accidente arroja nombres como Jayne Mansfield, la rubia explosiva que fue lanzada en su día como una respuesta a Marilyn, y cuyo coche se empotró de madrugada contra la trasera de un camión que iba como a veinte por hora; Grace Kelly, despeñada con su hija Estefanía por las cuestas de Mónaco en circunstancias que hicieron correr mucha tinta en todo el mundo; o Desmond Llewelyn, el actor inglés recordado por los fans de James Bond como “Q”, cuyo automóvil sufrió un choque frontal contra otro cuando realizaba una gira para promocionar su libro de memorias. Las heridas sufridas fueron demasiado para su organismo de 86 años.

Pero nos estamos dejando al más famoso de todos.

Sobre el accidente de coche que mató a James Dean se ha hablado y escrito mucho, y ha dado no poco material a aficionados a las anécdotas e investigadores de lo para anormal, tipo Friker Jiménez. Se sabe que le pusieron una multa por exceso de velocidad dos horas antes del accidente; y una investigación exhaustiva demostró que el actor, en contra lo que se rumoreó, no sobrepasó los límites de velocidad cuando se pegó el topetazo con su Porsche. La anécdota más conocida, posiblemente, es el hecho de que, unos días antes de su muerte, grabó una película para la prevención de accidentes de tráfico, donde reconocía haber hecho el loco con los coches cuando era más joven y recomendaba a los chavales que condujeran con cuidado, porque “la vida que salvéis puede ser la mía”.

Gracias a Internet, quienes quieran ver el spot lo tienen aquí:







P. D. El Crash utilizado en el título de esta entrada –y en la primera foto- no hace referencia a la oscarizada película de Paul Haggis, sino a otra, menos popular, dirigida por un David Cronenberg más tortuoso que nunca, que ya es decir, sobre un grupo de personas que se excitan sexualmente con los accidentes de tráfico. Hay gente pa tó, como decía aquél.

P. P. D: Por cierto, el actor que aparece en el corto haciendo como que entrevista a Dean es Gig Young, uno de los grandes secundarios de los años 50 y 60 que ganó el Oscar al Mejor Actor Secundario por Danzad, danzad, malditos (1969). En 1978, tres semanas después de casarse con su quinta esposa, 43 años más joven que él, la mató de un tiro y luego se suicidó.

Vaya, me ha quedado esto un poco macabro hoy… venga, mañana hablamos de Mariano Ozores (por lo menos).

miércoles, marzo 12, 2008

Clavaíto

Como todo el mundo sabe, un doble en el argot cinematográfico es el sufrido profesional al que le toca comerse todas las escenas peligrosas para que la estrella de turno termine la película sin despeinarse en exceso. Pero hay otros tipos de dobles: los que tienen un parecido más que razonable con algún que otro actor o actriz, y se dedican a utilizarlo en provecho propio. Me imagino que ya saben a qué viene esto, ¿no? A la que ha organizado en el Bernabeu el italiano Paolo Calabresi, haciéndose pasar, por encargo de una cadena de televisión italiana, por Nicolas Cage nada menos, y como tal asistir a un partido como invitado de honor, consiguiendo quedarse con -casi- toda la plantilla del Madrid, empezando por el presidente (“me di cuenta enseguida”, ha dicho; claro, hombre, y además le encanta Bruce Springsteen) y el jefe de prensa. Además del carné de socio de honor, y varias camisetas firmadas, alguna de ellas por el propio Calderón. Un artista, qué quieren que les diga.

Ahora, ya es duro ¿eh? Parecerte a una estrella de cine, y que sea precisamente el tío con más pinta de colgao de todo Hollywood. Para eso, siempre es mejor asemejarse a alguno de los bellezones de la pantalla clásica. Tyrone Power, por ejemplo, que en los años cincuenta fue uno de los mayores galanes del cine, y que murió en 1958 de un ataque al corazón precisamente en Madrid, durante el rodaje de Salomón y la Reina de Saba, de King Vidor. Este fallecimiento dio lugar a una historia bastante descacharrante, protagonizada por uno de nuestros mejores escritores vivos y un marino de El Puerto de Santa María.

El escritor era -todavía es, no seamos cenizos- Jose Manuel Caballero Bonald, por cierto, paisano mío y amigo de la familia. Y el marino, bueno, no vamos a poner aquí su nombre; lo importante es que tenía como peculiaridad ser lo que se dice una fotocopia de Tyrone Power. El caso es que, cuando llegó a oídos de Caballero Bonald la noticia del fallecimiento del actor original, no se le ocurrió otra idea que convencer al marino para que viajara a Madrid, donde sería presentado al equipo de filmación, el cual, en cuanto se percataran de aquel parecido sobrenatural, no dudarían en contratarle para completar el rodaje.

Con la ayuda y el apoyo monetario de dos amigos, consiguió convencer al marino, y lo instalaron en un hotel madrileño. El siguiente paso fue convocar a un periodista de Pueblo para que hiciera un reportaje sobre “la milagrosa aparición de un clónico del fallecido actor norteamericano”, según cuenta el escritor en sus memorias (segundo tomo). Y el siguiente fue plantarse en el hotel donde estaba todo el equipo de la MGM, convencidos de que la aparición del nuevo Tyrone provocaría en ellos una contratación poco menos que inmediata. Las cosas, claro, no salieron así, y tanto el Tyrone del Puerto como sus apoderados abandonaron el hotel con la promesa de que ya les llamarían.

Al final, por abreviar, terminaron enterándose de que la Metro Goldwyn Mayer había optado por la solución de volver a rodar la película desde el principio, ahora con Yul Brinner, sin considerar ni por un minuto la idea del doble (ya ven, lo que sí que se hace ahora cuando muere un actor, gracias a la informática). Todo esto después de varios días del Tyrone bis hospedado a expensas de los autores de la idea y “mostrando una excesiva inclinación a comer por lo menos dos veces al día, lo cual afectaba de modo notable a nuestras reservas económicas”. La cosa, al parecer, acabó con una bronca monumental no tanto con Tyrone sino con su señora, que al parecer era de armas tomar y a punto estuvo de agredir físicamente a los tres apoderados.

Una pena, porque yo creo que Caballero Bonald y sus amigos lo que fueron es unos adelantados a su tiempo. Y si no, pinchen aquí para ver un montonazo de sosias profesionales, a los que pueden contratar para amenizar despedidas de soltero, bautizos y comuniones.

jueves, diciembre 13, 2007

El (otro) show de Truman

Por fin conseguí ver Historia de un crimen. Este título, no demasiado imaginativo, es el que le han puesto en España a Infamous, la segunda película sobre Truman Capote rodada el año pasado, y estrenada unos meses después de la más conocida Capote. Las dos cintas tratan, más o menos, sobre lo mismo: la redacción de A sangre fría, y las consecuencias que tuvo sobre el escritor su implicación profesional y personal en la historia. Su destino ha sido bastante diferente: Capote la ha visto mucha gente, y ha supuesto el Oscar al Mejor Actor para Philip Seymour Hoffman. Historia de un crimen ha pasado casi desapercibida, y eso que tiene un reparto mucho más conocido: Sigourney Weaver, Jeff Daniels, Daniel Craig, Gwyneth Paltrow y una Sandra Bullock que, no se lo van a creer, pero está estupenda. En cuanto al papel de Capote, está interpretado por el actor inglés Toby Jones, y después de verle sólo puedo concluir que Hoffman le ha robado el Oscar. Como suena. Que conste que Hoffman está muy bien, pero el trabajo de Jones va mucho más allá, sobre todo a la hora de representar al Truman locaza, cotilla y estridente, pero al mismo tiempo encantador y seguro de sí mismo que en la otra película apenas se avista, con una imagen mucho más contenida.

Cuando Hollywood se pone a filmar dos versiones de la misma historia, cosa que ha ocurrido ya varias veces -es tan fácil que no voy a poner ni ejemplos; trabajen ustedes un poco-, las comparaciones son odiosas. En este caso, para mí la mejor sería una combinación de ambas películas. Pero hay un actor que me chirría en Historia… Daniel Craig. El último 007 interpreta a Perry Smith, uno de los dos asesinos, el que trabó mas amistad con Capote y, a juzgar por el retrato que de él nos hace en A sangre fría, el que se dejó llevar por su compañero Dick Hickock para cometer los asesinatos. Aquí está el problema. Daniel Craig es buen actor, de eso no cabe duda. Pero también es una mala bestia, con una mirada que da escalofríos. Y cuesta mucho creer que su Perry Smith se vaya a dejar manipular por nadie; ni por Hickock ni por Capote.

De los tres actores que han interpretado a Smith, el mejor sigue siendo, sin duda, Robert Blake, que le dio rostro en la adaptación cinematográfica de A sangre fría. Fue una elección personal del director Richard Brooks, que incluso encontró un cierto parecido físico entre actor y personaje. Y, ya saben, la vida imita al arte: en 2001, el propio Blake fue acusado de asesinar a su mujer, en una especie de secuela del caso O. J. Simpson. Al igual que Simpson, consiguió evitar la cárcel (o algo peor, que esto es Estados Unidos…), pero los costes del juicio le arruinaron, y no ha vuelto a saberse gran cosa de él. Algunos lo habrían considerado justicia poética, pero hubiera sido excesivo que el actor muriera de la misma manera que su personaje de años atrás...

Por cierto, una pregunta sobre la foto de esta entrada. ¿Cuál de los dos Capote creen que es, Hoffman o Jones?

domingo, octubre 21, 2007

Mario y Jose María

Lo que más me ha gustado en el remozado El País de hoy no ha sido el cambio de maqueta (a todo hay que acostumbrarse) el nuevo tipo de letra (aunque es verdad que se lee mejor que la Times New Roman, con la que, por cierto, escribo este blog) la mayor incorporación del color ni, desde luego, el suplemento dominical (¡horrible!), sino algo tan tradicional en este diario como el artículo de Mario Vargas Llosa de su serie Piedra de Toque. Titulado Jose María y la solitaria, cuenta en él su amistad con un abogado con vocación de pintor, que comenzó en el París de 1958 y se prolongó hasta la muerte de aquél. “Entre tanta gente que me ha tocado conocer”, escribe don Mario, “nunca me topé con nadie que fuera tan naturalmente íntegro como Jose María, tan transparente, tan impráctico, tan sin dobleces y, por eso mismo, condenado a romperse la crisma en todas las empresas en las que se embarcó”.

Quizá precisamente por la lenta degradación, económica y social (nunca anímica), culminada con la ruina y el cáncer, del genuino representante de la bohemia retratado en el articulo de don Mario, éste nunca nos desvela el nombre completo de su amigo. Sí nos cuenta que entre sus múltiples actividades estivo la dirección de cine, con dos películas y una serie televisiva en su haber. La primera fue una adaptación, precisamente, de Pantaleón y las visitadoras, firmada conjuntamente por Vargas Llosa por imposición de la Paramount, que pensó que la presencia como codirector del autor de la novela serviría para atraer más público (Craso error, al menos en lo que a mí se refiere, que en cuanto me entero de que un literato se ha lanzado a dirigir, llámese Paul Auster o Ray Loriga, huyo hacia las colinas). A la segunda, Vargas Llosa la cita erróneamente como ¡Viba Azaña!, no se sabe si por mala memoria, meteduras de pata de los tipógrafos (pero qué estoy diciendo, si ya no existen) o la comprensible confusión reinante en el departamento de edición de El País, después de que el capo di tutti capi le echara para atrás al director no uno sino ¡tres! diseños previos. El nombre verdadero de la película es ¡Arriba Hazaña!, y fue estrenada en Madrid en el cine Gran Vía el 24 de mayo de 1978.

Y el nombre completo de Jose María es Jose María Gutiérrez Santos. El Diccionario de directores de la editorial Reseña nos dice lo siguiente de él: “Licenciado en derecho por Salamanca. Cursó también estudios de Filosofía y Letras, Bellas Artes, Litografia y Fotografía, estos últimos en la escuela Photo-Cinema de París. Ha trabajado como ayudante de dirección de Orson Welles, Berlanga, Cottafavi, etc”.

Después de leer el artículo de Vargas Llosa, (que respeta la identidad de su amigo, cosa que yo no he hecho), le queda a uno cierta sensación de pena por tanto talento potencial desperdiciado. Sólo dos películas; luego el vagabundeo de un empleo a otro, de un lugar a otro, y al final la ruina y la muerte. A cambio, convertirse en protagonista de un hermoso texto escrito por uno de los genios más sólidos de nuestra literatura. Y que ha servido también de toque de atención, por lo menos para este bloguero. No se trata de homenajear a los perdedores ni topicazos similares, pero si me encuentro por ahí con el DVD de ¡Arriba Hazaña!, me parece que le voy a echar un buen vistazo. Que me han entrado ganas…

miércoles, enero 03, 2007

Películas malditas (2)

Como no se trata de comenzar el año dejando cosas pendientes, voy a retomar el tema que comentábamos hace unos días en el apartado Películas malditas, primera entrega. La verdad es que, si se trata de hablar de personajes gafados, el monstruo de Frankenstein también tiene bastante que decir. Las dos versiones clásicas más conocidas, Frankenstein (1931) y La novia de Frankenstein (1935) convirtieron en una estrella al actor inglés Boris Karloff y suponen dos obras maestras de su realizador, James Whale. Además de director de cine, éste era una persona de gran preparación cultural, con una amplia carrera en el teatro y aficionado a la pintura… además de homosexual sin fisuras, lo cual, en el Hollywood de entonces, significaba verse obligado a llevar una doble vida, si uno no quería ver su carrera arruinada (otro día hablaremos de Rock Hudson… y no sólo de él).

La muerte de Whale es uno de los misterios del Hollywood clásico: apareció ahogado en su piscina, sin que hasta hoy se haya podido aclarar si fue accidente o asesinato. Por lo menos, la historia dio lugar a una magnifica película de Bill Condon, Dioses y monstruos (1998), protagonizada por Ian McKellen y por un Brendan Fraser que demuestra que, cuando quiere, puede ser un magnífico actor.

No fue la única tragedia relacionada con estas películas; después de su primera aparición, Karloff contó con varios dobles para que le ayudaran en sus tareas de monstruo. Uno de ellos se llamaba Benjamín Torrealba, del cual se descubrió años después que también tenía una doble vida, pero bastante más siniestra que la de Whale: era un asesino en serie, que mataba gente de forma indiscriminada (no tengo el número exacto, sorry), y enterraba los cadáveres en el jardín de su casa. Como ocurre a veces, más allá del tópico, el verdadero monstruo no estaba en el cine, sino en la vida real.

jueves, diciembre 14, 2006

Películas malditas (1)

No falta demasiado para que se estrene Hollywoodland, la película que habla de la vida, y misteriosa muerte, de George Reeves, el primer actor que encarnó a Superman en la televisión. Hablaremos de la peli en su día, pero de momento, me he acordado de ella después de enterarme de que ha fallecido Peter Boyle. ¿Y qué tiene que ver una cosa con otra?

Verán, la historia de George Reeves supuso la primera piedra de lo que se llamó "la maldición de Superman", según la cual muchas de las personas relacionadas con las películas del hombre de acero han muerto trágicamente, o han pasado por serios problemas de salud. Nunca le he dado demasiada credibilidad (bueno, ninguna) a esa historia, porque me niego a creer en las maldiciones. Pero supongamos que verdaderamente hay personajes o películas gafadas, ¿Por qué no mencionamos entonces El jovencito Frankenstein (1974)?.

Peter Boyle –que se hizo muy popular por el papel del Monstruo, aunque también hay que verle en Joe ciudadano americano o en Taxi driver- ha estado entre los escasos protagonistas de la peli que han llevado posteriormente una vida sin excesivas desgracias. Repasemos algunas biografías del resto del reparto:

Gene Wilder (el doctor Fronkonstin) se convirtió en una estrella durante buena parte de la década de los 80, pero en 1989 vio morir de cáncer a su mujer, Gilda Radner. Unos años después, contrajo cáncer él mismo, y lleva luchando contra él desde entonces. Sus últimas películas fueron un fracaso. Su show de televisión apenas aguantó un par de episodios en pantalla. Lleva alrededor de diez años sin trabajar. Ah, y una de sus hijas no le dirige la palabra.

Marty Feldman (Aigor) murió a los 49 años de un ataque al corazón provocado por comer pescado en mal estado mientras rodaba una película en México. Por cierto, la única escena que le quedaba por rodar era la de la muerte de su personaje.

Madeline Kahn (Elizabeth) falleció de cáncer de ovarios en 1999.

Como porcentaje de desgracias, es bastante más alto que el de cualquier Superman (Por cierto, Anne Bancroft, mujer del director Mel Brooks, también murió de cáncer). Claro, podrán decir ustedes, pero es que aquí estamos hablando de una sola película, y en el caso de Superman la mala suerte se prolonga en el tiempo y en distintas versiones...

...Pues de eso, nada. Hay otras historias verdaderamente tortuosas ligadas a Frankenstein, suficientes como para que cualquier actor supersticioso se lo piense un par de veces antes de ponerse los zapatones y los electrodos. Pero de eso ya hablaremos otro día.

miércoles, noviembre 22, 2006

Los segundones

Cuando se habla de los actores que han interpretado a Bond, hay una cierta tendencia a menospreciar el trabajo de George Lazenby y Tymothy Dalton que, con una y dos ocasiones respectivamente, son los que menos veces han encarnado a 007. Suele decirse también que son los que peor lo han hecho. No estoy de acuerdo. Aprovechando que MGM ha lanzado nuevos DVDs con excelentes ediciones de toda la serie, yo aprovecharía para repasar Al servicio secreto de su majestad (1967), y 007, Alta tensión (1987), que considero superiores a bastantes Moores e incluso a algún Connery. Dalton fue contratado como Bond como sustituto de Pierce Brosnan, que todavía estaba comprometido con la serie televisiva Remington Steele. Actor de una sólida formación teatral, incorporó al personaje una mezcla de rudeza y humanidad que llevábamos años sin ver, con tanto levantamiento de ceja como habíamos sufrido. Pero su segunda película, 007 licencia para matar, tuvo unos resultados de taquilla tan bajos (¿Qué hacía Bond combatiendo a un señor de la droga, como si fuera Don Johnson?) que obligaron a los productores a hacer un parón y replantearse toda la serie. Cuando comenzaron Goldeneye, Dalton no tenía demasiadas ganas de repetir, y Brosnan estaba disponible.

Más sangrante es el caso de George Lazenby. Este modelo australiano no tenía ninguna experiencia como actor, cuando su nombre comenzó a considerarse para sustituir a Sean Connery, nada menos. Con la idea de encajar en la imagen, antes de ser recibido por los productores Broccoli y Saltzman se hizo confeccionar un traje por el sastre de Connery, y luego fue a una exclusiva barbería de Londres para que le hicieran el mismo corte de pelo. Por una de esas casualidades de la vida, en la silla de al lado estaba Albert C. Broccoli. Cuando Lazenby se fue, comentó con el barbero: “Ese tipo sería un buen James Bond”. Pocas horas después, se lo encontró en sus oficinas.

El problema que tuvo Lazenby es que le tocó la película más difícil: Al Servicio Secreto de Su Majestad sigue fielmente la novela de Fleming, incluyendo la boda de Bond al final, y el posterior asesinato de su mujer. Y muchos espectadores no dejaron de añorar a Connery en un momento tan trascendental. Con todo, funcionó bien en taquilla, y Lazenby fue invitado a repetir el papel. Su agente le recomendó que no lo hiciera, porque Bond, le dijo, era un personaje sin futuro. Lo peor es que le hizo caso.

Toda la carrera posterior de Lazenby se redujo prácticamente a hacer imitaciones de James Bond en películas de cuarta y series de televisión. Si todavía conservaba su licencia para matar… debería haberla usado en su agente.



jueves, septiembre 14, 2006

"I'm mad as hell...!"



Entre las películas que pueden comprarse en DVD por la irrisoria cifra de cinco euros está Network, un mundo implacable (Network), dirigida en 1976 por Sidney Lumet. Narra la historia de un presentador de informativos (Peter Finch) que, ante su inminente despido, pierde los papeles y empieza a decir todo tipo de barbaridades delante de las cámaras. Lo que ocurre es que esas barbaridades disparan la audiencia de la cadena de televisión, así que ésta le ofrece su propio show, donde se convierte en una especie de profeta alienado, que comienza sus emisiones con el grito de guerra: “¡Estoy más que harto!” (“I’m mad as hell...!”). Como era de esperar, las cosas acaban saliéndose de madre y la historia termina con tintes de tragedia griega.

Network fue estrenada en España en 1977, años antes de la llegada de las cadenas privadas, cuando por aquí ni se sabía qué era eso del share y hasta dónde podían llegar las televisiones con tal de ganar espectadores. Vista hoy sorprende cómo su tono caricaturesco se ha ido diluyendo, si no superado, sí alcanzado de cerca por lo que podemos ver en nuestras pantallas. ¿Asesinatos en directo? Aún no...

Peter Finch realiza una magnífica interpretación del presentador convertido en mesías, y tras el estreno comenzó una intensa campaña de autopromoción, concediendo más de trescientas entrevistas en seis meses para lograr una nominación al Oscar. Demasiado esfuerzo, quizá, pues el 14 de enero de 1976, cuando se reunió con el director Sidney Lumet en el Beverly Hills Hotel para ser entrevistado en Good morning, America, sufrió un ataque al corazón y cayó muerto en el vestíbulo. Ganó el Oscar, a título póstumo, haciendo que algún otro nominado (no diremos cuál) comentara: “si no fuera por el infarto de ese cabrón, me lo habrían dado a mí”.