sábado, septiembre 30, 2006

Alcoholismo al viejo estilo


Llegan nuevas noticias sobre la batalla de Robin Williams con la bebida. Según parece, ha salido de la clínica de rehabilitación y se va a vivir con un amigo abstemio para asegurarse de no recaer, y poder así salvar su carrera y su matrimonio. No pretendo de ningún modo frivolizar con el problema del alcoholismo, pero recuerdo otros tiempos en los que las estrellas de Hollywood lo manejaban de un modo mucho más sencillo: no le hacían ni caso, porque estaban demasiado ocupados bebiendo.

Tomemos como ejemplo el rodaje de No serás un extraño (Not as a Stranger) un excelente melodrama de hospitales dirigido en 1955 por Stanley Kramer. En su reparto figuraban Frank Sinatra, Lee Marvin, Robert Mitchum y Broderick Crawdord, en una especie de confabulación del destino que reunió en el plató a cuatro de los mayores bebedores que haya dado nunca Hollywood: como dijo el propio Mitchum: “aquello no era un plató, era una destilería”. las borracheras y las peleas en el rodaje fueron cosa común (en una ocasión, Crawford tiró a Sinatra al suelo, se le echó encima, le arrancó el peluquín y se lo comió),desesperando a Kramer, que además era abstemio. Por fin una tarde no pudo más, reunió a los cuatro y les aleccionó sobre la importancia de la escena que iban a rodar al día siguiente: era vital para la película, así que quería que le juraran que esa tarde se irían directos a su casa, se acostarían pronto y al día siguiente no habría ni ojos rojos ni dolores de cabeza. Le prometieron solemnemente hacerlo así.

Ese día, Kramer se quedó hasta tarde repasando lo filmado durante la jornada. Luego, cogió el coche y se dirigió a su casa. Al parar en un semáforo en rojo, le llamaron la atención unos ruidos que parecían provenir de un bar cercano. Giró la cabeza y ahí estaban sus actores, peleando a puñetazos en plena calle. Se echó a reír, siguió conduciendo, y nunca más volvió a tocar el tema.

martes, septiembre 26, 2006

¿Las estrellas se hacen por error?


Comentábamos ayer cómo Donald Sutherland había tenido su primera oportunidad en el cine sustituyendo a un actor más conocido que rehusó hacer una escena. Es una cosa más común de lo que pudiera parecer. El guionista William Goldman dijo en su día que las estrellas de cine nacen por error, y el error lo suele cometer una estrella que rechaza un papel que, al final, lanza a la fama a un desconocido. La verdad es que los ejemplos abundan: vamos a repasar algunos.

En los tiempos del Hollywood clásico, es conocido el caso de George Raft. Este actor alcanzó mucha fama en los años 30 y 40 interpretando casi siempre gángsters. Se le ofreció protagonizar El último refugio (High Sierra, 1941), pero lo rechazó porque su personaje moría; tampoco quiso ser Sam Spade en El Halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941), porque era la primera película de John Huston y él no trabajaba con novatos. Ambos papeles fueron interpretados por Humphrey Bogart, y le hicieron pasar de actor secundario a la primera fila del estrellato.

Hay muchos más casos de actores que estuvieron a punto de interpretar películas que luego se mostrarían claves para otros: Frank Sinatra pudo ser Harry el Sucio ¿Qué habría pasado con Clint Eastwood?. Si Paul Newman o Marlon Brando hubieran aceptado protagonizar Lawrence de Arabia ¿Habríamos conocido a Peter O’Toole?. Warren Beatty no quiso interpretar a Sundance Kid en Dos hombres y un Destino: el papel fue para Robert Redford. Redford rechazó El Graduado: el papel fue para Dustin Hoffman. Hoffman casi llegó a hacer Blade Runner: al final, el protagonista fue Harrison Ford.

Aún recientemente, se dan casos: Gene Hackman y Robert Duvall pudieron ser Hannibal Lecter, antes de que el papel más carismático de El silencio de los corderos se lo llevara Anthony Hopkins. Y Sylvester Stallone estuvo muy implicado en el proyecto de Superdetective en Hollywood, que al final convirtió en estrella a Eddie Murphy, aunque aquí, la verdad... ¿Ustedes creen que salimos ganando o perdiendo?

lunes, septiembre 25, 2006

La gran oportunidad de Pinky



Una vez más, Antena 3 nos ha hecho la faena a los fans de 24 trasladando los últimos capítulos de la serie al horario de madrugada. Menos mal que existe el vídeo…

La verdad es que cada vez que veo a Kiefer Sutherland interpretando al agente secreto más estresado de la tele, me acuerdo de su padre. En el buen sentido de la palabra, claro. Donald Sutherland me parece uno de los actores más versátiles que se ha asomado a la pantalla en los últimos cincuenta años. Me ha hecho reír (M.A.S.H, Los violentos de Kelly), me ha aterrorizado (Amenaza en la sombra, La invasión de los ultracuerpos), me ha helado con sus papeles más inhumanos (Novecento, El ojo de la aguja) o me ha dejado, literalmente, con la boca abierta (El Casanova de Fellini). Como ha ocurrido tantas otras veces, su gran ocasión le llegó casi de casualidad.

Ocurrió en el rodaje de Doce del patíbulo (The Dirty Dozen ,1967). Tras unos inicios trabajando en Inglaterra, en películas de la Hammer y series de televisión, Sutherland consiguió un papel secundario en la cinta de Robert Aldrich. En principio su personaje, Pinky, apenas tenía unas líneas de diálogo. Pero un día hubo que filmar una escena en la que uno de los integrantes del comando se hacía pasar por un general de incógnito, y el actor que tenía que hacerla se negó porque pensaba que le ridiculizaba: en vez de discutir con la estrella, Aldrich le dio la escena a Sutherland, y quedó tan complacido con el resultado que amplió su participación en la película todo lo posible. Luego vendrían Klute, M.A.S.H... y el resto es historia.

Y que conste que, volviendo a 24, somos cada vez más los que querríamos ver una temporada en la que Sutherland padre interpretara al malo; a ver si su ninio tenía narices para levantarle la voz…

domingo, septiembre 24, 2006

"Yo soy tu padre, Luke..." "Y yo soy tu tío, Obi Wan"


Se celebra estos días en Valladolid una convención de fans de Star Wars. Supongo que la avalancha de frikis que es de esperar acudan tendrán tema de conversación en la nueva edición en DVD de las tres pelis originales de la saga.

¿No habían salido ya en DVD hace ya un tiempo? Sí, pero es que en esta ocasión se trata de la versión original, es decir, previa a todos los retoques digitales que metió George Lucas a mediados de los 90 para intentar que sus efectos especiales no desentonaran demasiado con los de la nueva trilogía (y de paso, reestrenarlas y ganar unos durillos más). Por lo menos, esta edición nos permite recuperar escenas sin concesiones a la corrección política, como ésa en la que Han Solo se carga de un disparo al cazarrecompensas en la cantina, y a la que Lucas añadió un rayito extra para que pareciera que Harrison Ford estaba disparando en defensa propia.


De Star Wars hay infinidad de curiosidades, pero a mí me gusta sobre todo la que se refiere a Wedge Antilles. Este personaje aparece en las tres primeras películas, siempre en un papel secundario: es uno de los líderes de escuadrón de la alianza rebelde, y hay que decir que, aunque pasa por infinidad de batallas espaciales, consigue llegar de una pieza al final de El retorno del Jedi. Wedge está interpretado por el actor escocés Denis Lawson el cual, aunque nunca ha destacado mucho en la gran pantalla, parece haber desarrollado toda una carrera en los musicales londinenses.

No fue este su único contacto con la saga Star Wars: Ian McDiarmid, que interpreta en la segunda trilogía al senador Palpatine, fue compañero suyo en la escuela de arte dramático; y lo más importante, Ewan McGregor, que en la segunda trilogía interpretaría a Obi Wan Kenobi, es su sobrino carnal y tenía seis años cuando su tío se colocó por primera vez el casco de piloto rebelde.

sábado, septiembre 23, 2006

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡Es Supernick!


El estreno de Mi super ex novia (My Super Ex Girlfriend, Ivan Reitman) parece casi otro eslabón en la cadena de películas de superhéroes con que nos vienen asaltando en los últimos años; entre dos producciones serias, nos ponen la parodia. Uma Thurman es la última actriz en asomarse con superpoderes a la pantalla, pero antes hemos tenido a Halle Berry o Charlize Theron, y en hombres, a Tobey Maguire, George Clooney, Christian Bale, Ben Affleck o Michael Keaton, por citar sólo algunos.

Es curioso que en esta afición a vestirse con los calzoncillos por fuera falte el que quizá es el actor más aficionado a los cómics que hay ahora mismo en Hollywood: Nicholas Cage. Su nombre llegó incluso a sonar para interpretar al hombre de acero en la última versión de Superman, antes de que, como ocurrió con Christopher Reeve en su día, se optara por un desconocido para el papel. Amantes de los tebeos hay muchos (aquí mismo tienen a uno), pero lo de este chico es pasarse, y a las pruebas me remito:

a) Poseía una de las mayores colecciones particulares de cómics de Estados Unidos, que acabó vendiendo impulsado por su ex esposa Lisa Marie Presley; no está claro si esta decisión influyó en el divorcio posterior.

b) Su verdadero apellido es Coppola, pero se lo cambió para que no pareciera que quería aprovecharse del nombre familiar. Cage es el apellido de un personaje de cómic, Luke Cage, Power Man, uno de los primeros superhéroes negros, que en los 70 llegó a contar con su propia colección, que tiene en otro de sus fans a Quentin Tarantino.

c) Quizá la más significativa: ha llamado a su hijo Kal-el, que es el nombre kriptoniano de Superman. Es para preguntarse qué pensará al respecto la criaturita cuando se haga mayor. Y ya nos pareció raro en su día cuando Fernando Trueba llamó a su hijo Jonás Groucho...

Eso sí, de todos modos, pronto podremos ver por fin a Cage interpretando a un superhéroe: Ghost Rider, El motorista fantasma. Se estrena a fin de año.

viernes, septiembre 22, 2006

Rodaje sobre ruedas


Hoy se celebra el Día sin Coches, fecha en la cual, se supone, todo el mundo tiene que apostar por medios de transporte alternativos. Llego a casa después de tragarme un atasco muy superior al habitual y, no se por qué, decido que es buen momento para recordar una anécdota sobre automóviles y cine que cuenta el guionista William Goldman en su libro Las aventuras de un guionista en Hollywood (Plot Ediciones, 1992).

La cosa ocurrió durante un rodaje en la playa, donde había que filmar una escena crucial para la película. El problema era el clima. El día tenía que ser soleado y toda la zona estaba cubierta por un manto de niebla impenetrable. Así que el equipo se puso a esperar. Dos días enteros. Por fin, el tercer día parecía que la cosa empezaba a clarear un poco y que iba a ser posible filmar. Todo el mundo se preparó... Y la estrella de la película se montó en un buggy y se fue por su cuenta a dar un paseo. Cuando regresó, también había vuelto la niebla, y el tercer día de rodaje estaba irremediablemente arruinado. La estrella, a todo esto, tras bajarse del buggy, no comprendía por qué todos estaban tan cabreados con él.

Goldman no da nombres, pero picando informaciones de aquí y de allá, es difícil que la película en cuestión no fuera El caso Thomas Crown (The Thomas Crown Affair) dirigida en 1968 por Norman Jewison donde aparece una playa, un buggy... Y una de las estrellas con mayor vicio por los coches, Steve McQueen.

jueves, septiembre 21, 2006

Serpientes por un tubo


Está a punto de estrenarse Serpientes en el avión pero, conmigo, que no cuenten. Esos bichos me dan mucho repelús, y creo que la película no es lo bastante buena como para justificar el pasarse hora y media viéndolos aparecer de todas partes. Aún así, por lo que llevo oído y leído parece que no está mal del todo, y que cuenta con una de sus mayores bazas en su asunción de autoparodia de las películas de género de catástrofes (quiero decir, es una peli donde un jefe mafioso decide eliminar a un testigo llenando de serpientes venenosas el avión en el que viaja. Y esto lo proponen los guionistas sin que les de la risa).

La otra baza es Samuel L. Jackson poniendo su mejor cara de duro y gritando la frase emblemática del guión: “I want those MOTHERFUCKIN’ snakes OUT of this MOTHERFUCKIN’ plane!”. Muy macho, sí señor. Lo que pasa es que Jackson tenía estipulado en su contrato que ninguna motherfuckin’ snake se le acercaría durante el rodaje a menos de nueve metros. Como suele decirse: así, cualquiera.

Las cosas no fueron igual en la otra gran película con serpientes: En busca del arca perdida. Harrison Ford y Karen Allen no tenían ninguna cláusula contractual que les protegiera de las bichas. Y había unas cuantas: 6.500 serpientes fueron importadas de criaderos holandeses a los estudios Elstree de Londres, para llenar el decorado del Pozo de Almas, donde Indiana Jones encuentra el arca. La mayoría eran inofensivas, aunque había algunas pitones y boas; la excepción eran las cobras, que fueron dirigidas por expertos manipuladores, con una ambulancia en el plató y grandes dosis de suero antiveneno siempre a mano. Se suponía que Indy y Marion mantenían a las serpientes a raya con antorchas encendidas, pero al rodar aprendieron que estos reptiles no sólo no sólo no temen al fuego, sino que tienden a acercarse a él. Hubo que buscar un repelente que realmente impidiera que se acercaran a actores y dobles. Y, cuando terminó el rodaje, se descubrió que había menos serpientes que al principio: muchas -hay quien habla de hasta 2.000- desaparecieron y, por increíble que parezca, nunca más se ha vuelto a saber de ellas. ¿Quizá tomaron algún avión?

miércoles, septiembre 20, 2006

Hola, Jimmy; hola, Hank


Hoy quería hablar de dos de mis actores favoritos: James Stewart y Henry Fonda. No se trata de alargarse demasiado en estas entradas, así que evitaré empezar a enumerar las interpretaciones de ambos que mejor recuerdo me han dejado... Bueno, qué narices: Historias de Filadelfia, Winchester 73, Anatomía de un Asesinato, por decir tres del primero, y Las uvas de la ira, Doce hombres sin piedad, y Hasta que llegó su hora, del segundo. Y queda material para rellenar veinte blogs.



Fonda y Stewart fueron amigos íntimos toda su vida. El suyo fue uno de esos casos de estrellas que intiman antes de que ninguno de los dos se haga famoso (hay otros muy curiosos, y otro día hablamos de ello). Se conocieron en 1932, cuando el primero ya había comenzado a actuar, y el segundo se tomó un respiro de su carrera de arquitectura en Princeton para ganarse un dinero tocando el acordeón. Pero había algo que los amigos comunes de ambos no acababan de entender: Fonda era un demócrata convencido y Stewart un republicano furibundo. ¿Cómo era posible que se llevaran tan bien? “Muy fácil: nunca hablamos de política”, le confesó Fonda a Peter Bodganovich.

Se cuenta, de todos modos, que una vez sí lo hicieron... Y acabaron a puñetazos. Desde entonces, juraron que nunca dejarían que sus ideologías volvieran interferir en su amistad.

Se puede ver a estos amigos juntos en El club social de Cheyenne, western dirigido por Gene Kelly en 1970 donde el apacible Stewart hereda un burdel de alta categoría, y su espabilado colega Fonda le acompaña para ayudarle con el trabajo. No es la magnífica comedia que cabría esperar, pero tiene sus puntos.

martes, septiembre 19, 2006

Si bebes no conduzcas, Richard



La otra noche, a esas horas en las que las televisiones son una mina de películas sorpresa, pesco en Antena 3 El desafío de las águilas (Where eagles dare, Brian G. Hutton, 1969), con Richard Burton y Clint Eastwood, una cinta de esas de misión arriesgadísima durante la Segunda Guerra Mundial, en la línea de Los cañones de Navarone (Guns of Navarone, J. Lee-Thomson, 1961), pero bastante más floja. De todos modos, es entretenida, aunque al volver a verla no puedo dejar de recordar el comentario que sobre ella hizo Robert Zemeckis: “¿No es esa en la que Clint Eastwood se carga a más tíos que ningún otro en la historia del cine?”.

Pues sí, es ésa. Porque es que ni buscando se encuentran unos nazis más tontos que los que aparecen en El desafío... Su único cometido parece ser invadir la pantalla para que Clint los vaya matando a puñados. Aunque la verdad es que el futuro alcalde de Carmel tenía peligros más serios y reales de los que preocuparse: por ejemplo, su compañero de reparto, Richard Burton.

Que Burton bebía como un cosaco no era ningún secreto, pero de alguna manera, siempre se las arreglaba para estar a tiempo en el rodaje. El problema surgió una tarde en la que tenían que rodar una escena en una moto con sidecar, con Burton conduciendo por una pista helada y Eastwood bajándose para colocar explosivos en unas torres de alta tensión. Burton apareció en tal estado de intoxicación etílica que apenas se le entendía al hablar; no eran las mejores condiciones para llevar una moto por el hielo, y menos transportando a otra estrella. Por eso en la película vemos a Eastwood conduciendo, y a Burton en el sidecar intentando cumplir con su papel; el intercambio de posiciones fue sugerencia de Clint, y el director no tuvo que pensárselo demasiado para estar de acuerdo.

lunes, septiembre 18, 2006

Todos los hermanos eran delincuentes



Compro el último CD de Springsteen, The Pete Seeger Sessions (legalmente, no en la manta) y lo voy disfrutando en el coche. El segundo corte es una trepidante versión de la canción de Seeger Jesse James, y me resulta vagamente familiar. La he oído antes, en alguna parte.

Claro. Es la canción que cerraba Forajidos de Leyenda (The Long Riders), dirigida en 1980 por Walter Hill, y todavía hoy una de sus mejores películas, que narra la vida y muerte del llamado Robin Hood del Oeste y sus hombres entre tiroteos, barro, sangre y personajes duros como piedras. En su día, la cinta llamó la atención por un detalle muy particular: como la banda de James estaba compuesta principalmente por familias, en la cinta cada grupo de hermanos estuvo a cargo de actores que, a su vez, también eran hermanos en la vida real. Así, James y Stacy Keach interpretaron a Jesse y Frank James; los Carradine -David, Keith y Robert- a Cole, Jim y Bob Younger; Randy y Dennis Quaid fueron Clell y Ed Miller; e incluso los Ford, asesinos de James, corrieron a cargo de Christopher y Nicholas Guest (se pensó en los Bridges, Jeff y Beau, pero no estaban disponibles).

Curiosidades aparte, la película realmente vale la pena. Recuerdo sobre todo la espectacular escena del atraco final, y la constatación de que David Carradine podía ser un actor excelente (Su Cole Younger es un personaje para las antologías, muy alejado de lo que había hecho hasta entonces) cuando no perdía el tiempo repitiendo su eterno papel de pequeño saltamontes.

sábado, septiembre 16, 2006

Dos veces septiembre




Ahora que por fin el calor del verano se está desprendiendo del ambiente y las tardes se civilizan y se convierten en ideales para pasear y disfrutar del sol, comprendo que septiembre es uno de los mejores meses del año, realidad que es difícil apreciar cuando uno es más joven y tiende a verlo sólo como sinónimo de exámenes de recuperación.

Pero para mucha gente, quizá por aquello del inicio del otoño, septiembre tiene connotaciones tristes, apagadas, incluso trágicas. Se supone que es un mes para que se le apague a uno el ánimo. Incluso Woody Allen tituló así una de sus películas "serias" y agobiantes, reuniendo a un grupo de personas en una casa de Nueva Inglaterra al final de un verano, con el consiguiente estallido de tensiones y traumas. No es de sus cintas más conseguidas, pero tiene una particularidad:

September fue rodada dos veces. Tras completar el rodaje, Allen quedó tan insatisfecho con el resultado que juzgó que la única manera de arreglarlo era empezar de nuevo por el principio. La cosa no era tan tremenda como parece, pues toda la película está filmada en decorados y éstos aún estaban en pie. El problema fueron los actores: el reparto original estaba formado por Mia Farrow, Maureen O'Sullivan, Dianne Wiest, Delholm Elliott, Charles Durning y Sam Shepard. Cuando se habló de volver a hacer la película, Maureen O'Sullivan estaba hospitalizada con neumonía, Charles Durning tenía otro trabajo y Sam Shepard, sencillamente, no se había entendido con Allen durante el primer rodaje; O'Sullivan fue reemplazada por Elaine Stritch, y Shepard por San Waterston. El personaje de Durning, sencillamente, fue eliminado.

Por supuesto, la parte más interesante de esta historia sería que Allen autorizara la publicación de un DVD con ambas versiones de la película, para que espectadores y cinéfilos puedan contrastar; pero creo que tiene menos ganas de hacerlo que de quedar para tomar un café con Mia Farrow.

viernes, septiembre 15, 2006

Una tarde con tío Walt



De Walt Disney me gustan pocas de sus películas y nada de él. En su biografía hay demasiadas pruebas de tiranía y ambición, de sadismo y antisemitismo, como para que el personaje me caiga ni medio bien. Así que la exposición Érase una vez Walt Disney que se inaugura estos días en el Gran Palais de París tiene tantas posibilidades de atraerme como una retrospectiva de Mariano Ozores.

Hay muchas anécdotas muy reveladoras sobre el verdadero carácter de "tío Walt", pero a mí, personalmente, me gusta mucho la que contó Kirk Douglas en su autobiografía: en una ocasión Disney le invitó a pasar el día en su casa con sus hijos Michael y Joel, donde disfrutaron muchísimo montando en un tren de juguete que Disney tenía en los terrenos de su propiedad, con maquinista y todo. Unas semanas después de la visita, Douglas se quedó de piedra al ver una filmación de la misma exhibida en el programa televisivo de Disney: “Kirk Douglas y sus hijos Michael y Joel paseando en tren alrededor de mi casa”. Indignado, el actor escribió una carta a Walt exigiéndole que no volviera a utilizar su imagen y la de sus hijos sin autorización, y éste se disculpó automáticamente.

Dos meses después, volvió a emitir las imágenes, y en esta ocasión Douglas le demandó. Pero, poco antes de que se celebrara el juicio, se echó atrás. Según reconoció, no había caído en la enorme popularidad de Disney, en su imagen de hombre bondadoso e incapaz de hacer nada malo, y en el desprestigio que podía suponer para él llevarle a los tribunales. Así que tuvo que aguantarse, porque, concluyó, “no se le puede poner un pleito a Dios”.

Y no, ni nació en Almería ni está congelado. Por favor, seamos serios.

jueves, septiembre 14, 2006

"I'm mad as hell...!"



Entre las películas que pueden comprarse en DVD por la irrisoria cifra de cinco euros está Network, un mundo implacable (Network), dirigida en 1976 por Sidney Lumet. Narra la historia de un presentador de informativos (Peter Finch) que, ante su inminente despido, pierde los papeles y empieza a decir todo tipo de barbaridades delante de las cámaras. Lo que ocurre es que esas barbaridades disparan la audiencia de la cadena de televisión, así que ésta le ofrece su propio show, donde se convierte en una especie de profeta alienado, que comienza sus emisiones con el grito de guerra: “¡Estoy más que harto!” (“I’m mad as hell...!”). Como era de esperar, las cosas acaban saliéndose de madre y la historia termina con tintes de tragedia griega.

Network fue estrenada en España en 1977, años antes de la llegada de las cadenas privadas, cuando por aquí ni se sabía qué era eso del share y hasta dónde podían llegar las televisiones con tal de ganar espectadores. Vista hoy sorprende cómo su tono caricaturesco se ha ido diluyendo, si no superado, sí alcanzado de cerca por lo que podemos ver en nuestras pantallas. ¿Asesinatos en directo? Aún no...

Peter Finch realiza una magnífica interpretación del presentador convertido en mesías, y tras el estreno comenzó una intensa campaña de autopromoción, concediendo más de trescientas entrevistas en seis meses para lograr una nominación al Oscar. Demasiado esfuerzo, quizá, pues el 14 de enero de 1976, cuando se reunió con el director Sidney Lumet en el Beverly Hills Hotel para ser entrevistado en Good morning, America, sufrió un ataque al corazón y cayó muerto en el vestíbulo. Ganó el Oscar, a título póstumo, haciendo que algún otro nominado (no diremos cuál) comentara: “si no fuera por el infarto de ese cabrón, me lo habrían dado a mí”.

miércoles, septiembre 13, 2006

El príncipe Paul

Se está hablando hoy mucho de Paul Newman como posible candidato a los premios Príncipe de Asturias. A sus 82 años, cabe pensar que el actor estaría en la edad de retirarse y empezar a recibir homenajes, a pesar de que continúa trabajando y conduciendo sus coches deportivos tan rápido como puede. Por no hablar de lo bien que se conserva aunque, como confesó recientemente a un periodista, el truco puede ser que "no he bebido agua desde 1951".

De Newman no sólo se conoce su talento interpretativo, sino también su afición a las carreras de coches, sus labores humanitarias o su compromiso político. Es menos conocida su afición a las bromas pesadas. Entre las más conocidas está la vez que, filmando Buffalo Bill (1976) le robó al director Robert Altman su par favorito de guantes, y se los sirvió fritos en el almuerzo. También se dice que, tras intentar repetidas veces ser recibido por el director George Roy Hill (Dos hombres y un destino, El golpe, El castañazo) acabó entrando por la fuerza en su despacho y le partió en dos la mesa con una sierra mecánica. No es muy posible que esta anécdota sea verdad, porque se parece demasiado a una escena de Newman en la película Casta Invencible (1971).

martes, septiembre 12, 2006

Fracaso perfecto


Faltan muy, muy pocos días para que se estrene en Madrid la versión española del musical de Mel Brooks Los Productores, y se ha hablado bastante de la curiosa trayectoria que ha tenido este espectáculo. Primero fue película (The producers, 1967), años después, musical en Broadway, y después película de nuevo, que era una adaptación directa del musical que en su día fue una adaptación de la película... Sería una pena que con tanto lío pasáramos por alto el film original.

Se está recordando mucho hoy día como Los productores se ha convertido en película de culto, y como le consiguió a Mel Brooks su primer Oscar (al mejor guión original), pero se omiten algunos hechos curiosos, como:

La película cuenta la historia de dos timadores que intentan conseguir un gran fracaso en Broadway para estafar a los inversores, pero en lugar de eso, su obra obtiene un éxito descomunal. Brooks, en cambio, intentaba tener un éxito descomunal con su película... y Los productores fue un fracaso total. Metro Goldwyn Mayer no creyó en ella, y la estrenó de tapadillo en unos pocos cines. La crítica tampoco ayudó mucho: "un triunfo sin fisuras del mal gusto al que no salvan la gracia ni el estilo", escribió Arthur Schlesinger Junior. Solo poco a poco fue levantando cabeza, gracias al boca a boca y a los reestrenos de que disfrutó cuando Brooks consiguió éxitos como El jovencito Frankenstein.

El rodaje fue un infierno. Brooks estaba nervioso al enfrentarse a la dirección de su primera película, y sus relaciones con el protagonista Zero Mostel eran tan malas que Mostel le contestó a gritos en más de una ocasión y abandonó el plató. Al final de la filmación, ni se hablaban.

Con todo, sigue siendo una de las mejores películas (o, si quieren, de las menos malas) de Brooks, y puede que haya envejecido mejor que otras obras suyas. Busquen el DVD, y me cuentan.