viernes, agosto 31, 2007

Pues la verdad...


La verdad, no me gusta hablar mal de nadie; muchísimo menos de los muertos. Y muchísimo menos si esos muertos acaban de fallecer. Pero tampoco estoy de acuerdo con la avalancha casi obligatoria de cumplidos que invariablemente sucede al fallecimiento. Así que no creo estar cebándome en el cadáver de nadie si digo que ayer ha pasado a mejor vida uno de los peores actores que he visto jamás en la pantalla.

Sus amigos -y tenía muchos- hablan y escriben estos días de la extensa filmografía de Jose Luis de Vilallonga, y de sus trabajos con directores como Louis Mallé, Fellini, Blake Edwards… es cierto que trabajó con todos ellos, y no es menos cierto que en ninguna de sus películas hizo nada destacable. Sus títulos más memorables lo son a pesar de su presencia, no gracias a ella. Lo mejor que puede decirse de sus papeles es que no estorba, o que estorba poco. Y donde menos ha molestado ha sido en las astracanadas de Berlanga de la serie Nacional… donde todo el mundo está tan desquiciado que uno más, bien peque por exceso o por defecto de gesticulación, no desentona.

En fin. Recuerdo, eso sí, haberme leído en su día con genuino interés su libro El Rey, y algunos de sus artículos, por lo menos aquellos en los que no se dedicaba al tema de contarnos lo variada e interesante que había sido su vida sentimental, pero como actor… Ahora, ya lo he dicho, nada como tener amigos en determinadas esferas. Verán como cuando se muera Arturo Fernández habrá bastante más gente que discuta su talento que con Vilallonga. Y el chatín, por lo menos, ha conseguido crear un personaje… que siempre es el mismo. Pero eso también le pasaba a John Wayne.

miércoles, agosto 29, 2007

Agitado, no batido



Hace un par de días, mencioné como de pasada el dry martini y comenté que valdría la pena extenderse algo más sobre el tema. Y es que no me negarán que se trata del cóctel más cinematográfico que jamás haya existido. Cóctel, no bebida, porque entonces competiría con otras como el champán (que tan popular se hizo desde aquellas comedias norteamericanas de los años 30) o el whisky (este, presente en el cine negro y, en su vertiente más primitiva en los westerns; personalmente, no comprendo cómo un tío puede tirarse dos semanas cabalgando por el desierto y, nada más llegar al pueblo, en vez de pedirse un vasito de agua, calzarse tres pelotazos de bourbon a palo seco); hablamos de eso que en otros tiempos se llamaban "combinaciones". Y aquí, en el séptimo arte, el dry martini es el rey, hasta el punto de que cuando se pide en un bar, sobre todo en ciertos bares, uno casi está esperando oír el sonido de la claqueta, como si la sola mención del cóctel, o su presencia física, con la copa traslúcida por el hielo y la corteza de limón, se bastaran para transportarnos al mundo de una película inexistente. Como La rosa púrpura de El Cairo, pero al revés.

Eso sí, ¿Agitado o batido? Es una de las muchas maneras en que se ha traducido (mal) la precisión “shaken, not stirred” con que 007 encarga sus martinis de vodka. La mejor manera de pasar esto al español sería, posiblemente, “en coctelera” o “en vaso mezclador”. En la coctelera, la mezcla se sacude (“shake”) y en el caso mezclador, se remueve (“stir”) ginebra, vermut y hielo. La diferencia está, al parecer, en la cantidad de hielo que se derrite en cada operación, y que puede afectar a la pureza del resultado. Como no soy un experto en coctelería, no lo tengo muy claro.. Aunque la ciencia tiene también algo que decir al respecto.

En el mundo del cine, el verdadero rey del dry martini no es James Bond, sino Luis Buñuel. El director aragonés era un verdadero fanático de esta bebida, y en sus recomendables memorias nos dejó su propia receta para lograr el martini perfecto. Tomen nota (aquí tienen el texto completo aunque, eso sí, en inglés):

"Pongo en la nevera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, la víspera del día en que espero invitados. Tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero.

Al día siguiente, cuando llegan los amigos, saco todo lo que necesito. Primeramente, sobre el hielo bien duro, echo unas gotas de Noilly-Prat y media cucharadita de café, de angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierto la ginebra pura, agito y sirvo. Eso es todo, y resulta insuperable”.

Así que ya saben. Eso sí, este bloguero les recuerda que no se debe beber sin moderación, y mucho menos sin invitar a los amigos. Salud.

(La ilustración de hoy es un homenaje a Seth Macfarlane, el tipo que más me hace reír actualmente en televisión, exceptuando los informativos de Sánchez Dragó).

martes, agosto 28, 2007

Tom y su subvención

A la hora de tocar el siempre espinoso tema de las subvenciones o ayudas públicas al cine, no estaría de mal recordar un par de datos que, curiosamente, siempre son olvidados por sus enemigos más acérrimos, a saber: todos, absolutamente todos los países europeos, cuentan con programas de ayudas públicas para su industria cinematográfica. Muchos de ellos destinan a este fin bastante más fondos que España, fondos que se mantienen independientemente de la ideología del gobierno de turno. Derechas, izquierdas o centro, consideran necesario apoyar a su industria.

Ya que estamos hablando del caso, desconozco cómo funciona la cosa en otros países, pero sí tengo alguna idea del proceso en el cine español. A grandes rasgos: la ayuda a una película nunca puede superar el 30 por ciento de su presupuesto. El resto del dinero hay que buscarlo en entidades privadas. Y el productor -no el director ni los actores- sólo tendrá acceso a esa cantidad a los dos años de la fecha de estreno. Puede -y debe- discutirse si este sistema es o no mejorable, pero desde hace unos años, es el que tenemos. Y, como ya les he dicho, no somos los únicos.

Pero queda la pregunta del millón (y nunca mejor dicho). ¿Subvenciones para qué? Mi opinión -estrictamente personal, y aquí cada uno, por supuesto, puede poner la suya- es que este tipo de ayudas deben ir encaminadas a promocionar un determinado campo -festivales, exposiciones- o a contribuir a su difusión -llevar una película a los Oscar o a Cannes cuesta mucho-, y que las ayudas a las producciones deben ser miradas con lupa, caso por caso. No creo que Almodóvar, a estas alturas, con su fama y sus contactos, necesite dinero público para hacer sus películas; como tampoco veo que, por motivos muy distintos, haya que darle un duro a cosas como Ekipo Ja!, perpetrada por el rubio de los Cruz y Raya, que se ha convertido en la segunda película española más vista del año.

Y otro que tampoco creo que necesite subvenciones es Tom Cruise, que no sale en la foto de hoy sólo para hacer bonito. La imagen corresponde a Valkirie, la película que está rodando actualmente en Alemania donde da vida a Claus von Stauffenberg, uno de los oficiales que intentaron asesinar a Hitler durante la II Guerra Mundial. La cinta ya ha provocado bastante polémica por diversos motivos: desde las chorradas habituales de que no quieren a Cruise en Alemania por ser cienciólogo (yo creía que las creencias de cada persona, bien sea estrella de cine o bloguero, son cosa suya, pero debe ser que Tom va infectando a la gente allá por donde pasa), a un accidente ocurrido durante el rodaje donde han resultado heridos once extras. Cuando la prensa daba cuenta de este último hecho, el pasado día 21, comentaban como de pasada lo siguiente: “el filme cuenta con subvenciones públicas de unos cinco millones de euros”.

¿Perdón? ¿Subvenciones? ¿a Valkirie? Verán, es que no estamos hablando precisamente del último proyecto indie, sino de una superproducción en toda regla. El director es Bryan Singer, que tiene detrás películas de la talla presupuestaria de los X-Men, o el último Superman. Y en cuanto a Cruise, su tarifa para ponerse delante de una cámara empieza en los 20 millones de dólares, más porcentaje de los beneficios brutos (sólo por la primera Misión Imposible, se calcula que ganó unos 70 millones en total). No están precisamente necesitados de fondos. Así que no entiendo de dónde han salido esas subvenciones públicas, ni con qué finalidad se les han concedido, cuando con ese dinero hay para hacer tres o cuatro películas como La vida de los otros.

Las subvenciones pueden ser mayores o menores, quizá, según van opinando algunos en la encuesta, ni siquiera deberían ser; pero ya que existen, lo más lógico sería procurar repartirlas con algo de lógica. Y en esta lógica no entran los estudios de Hollywood (United Artists, en este caso) ni las megaestrellas. Me he enrollado un poco, pero me he quedado a gusto, eso sí. Espero sus opiniones.

lunes, agosto 27, 2007

Deconstruyendo a Bond




Ya, ya sé que ayer dije que hoy iba a tocar el asunto de las subvenciones (aunque de modo un tanto particular), pero la programación televisiva me ha obligado a cambiar de tercio. Quédese para mañana -esta vez sí, sin falta- el post prometido, y vamos al tema que se nos ha colado, inspirado por la emisión, esta noche a las diez, de la película Vive y deja morir, dentro del ciclo dedicado al agente 007 que Telemadrid lleva emitiendo todo el verano.


Teníamos a Bond un poco abandonado desde el estreno de Casino Royale, y la verdad es que Vive..., dentro de la serie, es bastante particular. Constituyó el segundo intento de los productores de reemplazar a Sean Connery y, después del (semi) fracaso obtenido con George Lazenby, Albert R. Broccoli y Harry Saltzman no quisieron correr riesgos. No les bastaba con conseguir por fin a Roger Moore como protagonista (antes no habían podido por los compromisos del actor con la serie El Santo); se trataba de lograr que el público lo aceptara como Bond, sin fisuras de ningún tipo. Y esta vez, en lugar de apostar con el continuismo, como con Lazenby, huyeron como la peste de muchos lugares y escenas que Connery había hecho familiares, para evitar que el público hiciera cualquier comparación (que siempre son odiosas). Así, si ven ustedes (por lo menos los lectores de Madrid) esta noche la película, estas son algunas de las cosas que echarán de menos:



1. Bond no lleva smoking en ninguna escena (ni siquiera en el cartel publicitario).


2. Tampoco pide ningún martini de vodka, agitado o removido (por cierto, un día de estas vamos a tener que aclarar este tema, y otras cosillas, sobre el martini. Me lo apunto).



3. 007 no va al despacho de M para que este le encargue la misión; en lugar de eso, es M (y Moneypenny) quienes van a su casa (por cierto, una de las poquísimas veces en la serie en que vemos el domicilio de Bond).



4. El actor Desmond Llevelyn, y su personaje Q, no aparecen por ninguna parte, para evitar la famosa escena de “preste atención, 007” donde se le hace entrega de los gadgets habituales. Sí lleva un reloj lleno de trucos, pero es Moneypenny quien se lo da.



Por supuesto, una vez el público aceptó a Moore como Bond, todas estas escenas regresaron en las siguientes películas. A todo esto, hay rumores de que la nueva entrega de Bond tendrá un tono mucho más ligero que Casino Royale… ¡Después del papelón que ha hecho Daniel Craig! ¿Le acabaremos viendo arrugado como una pasa y levantado una ceja?


Mañana retomamos las subvenciones (salvo imprevistos, ejem…). Mientras, sigan votando.

domingo, agosto 26, 2007

Vuelta de vacaciones

Bueno, ya va siendo hora de sentarse de nuevo detrás del teclado, aunque sólo sea para saludar y disculparme por estas semanas en las que he dejado desatendido el blog. Ya dije en un post anterior que no me gustaba despedirme a la francesa, pero me temo que en este caso se han juntado varios factores. Uno, el agotamiento producido por meses anteros de trabajo sin vacaciones (o sea, lo que le pasa a todo el mundo). Dos, un pequeño bajón psicológico sobre el cual no me voy a extender porque este blog no está para darles la lata con mis asuntos personales y tres… que no sé dónde se han metido ustedes, pero leñe, es que en todo el mes de julio los comentarios han brillado por su ausencia. Curiosamente, el número de visitas no ha descendido, pero debe ser que el calor les atascaba los dedos en el ordenador; y ya he dicho mil veces que en mi blog, que es el suyo, ya que no me llevo ni un duro por hacerlo, al menos espero participación. Así que, visto lo visto, decidí tomarme vacas, y no precisamente las de Julio Medem.

En estas, semanas, de todos modos, el blog no ha permanecido inactivo. Algunos visitantes han comenzado a usar el servicio de consultas, y me gustaría animar a todos a que no se corten de preguntarme cosas. Un detalle que se me olvidó poner sobre el particular: ES GRATIS. Así que si tienen alguna duda que yo pueda contribuir a resolverles, no duden en escribir.

Y también he recibido algunos comentarios en entradas antiguas. El mejor, uno que prácticamente me acusaba de pertenecer al Ku Klux Klan por mi texto sobre la película Hurricane, con Denzel Washington. Dios Santo, ¿cómo han podido descubrirme y averiguar que este blog está hecho en Alabama? A ver si me acuerdo de quitar las cruces quemadas del jardín…

En fin, que vamos todos a tomarnos la vuelta de vacaciones con el mejor ánimo posible. De momento, y como es domingo, les dejo una encuesta a la que me gustaría que contestaran, ya que tiene relación directa con el próximo post. En efecto, mañana voy a hablar de las subvenciones al cine… pero quizá no de la manera en que ustedes esperan.

Una vez más, y como decía siempre Jack Lemmon antes de empezar a rodar: “It’s magic time!”

miércoles, agosto 01, 2007

"Películas que no traten de nada"

¿Qué sentido tienen hoy en día el cine de Bergman, el de Antonioni? Es para preguntárselo, después del devastador doble golpe que ha privado al cine en menos de 48 horas de dos de sus grandes maestros. Y yo me lo preguntaba, porque tanto uno como otro eran cineastas difíciles, sobre todo en los tiempos que corren. Sus películas son lentas, densas, su narrativa -la de Antonioni, sobre todo- confusa. Hay que estar predispuesto a verlas y a aprender de ellas. Son eso que se llamaban antes películas “para pensar” y que interesan tan poco en unos tiempos donde nadie parece tener interés en pararse a sumergirse en una obra hecha con cuidado, con pasión y (me encanta esa palabra) con “mensaje”. Claro que en Hollywood siempre se ha dicho que “si quieres un mensaje no lo metas en una película, mándalo por la Western Union”.

Con todo, son películas que volvieron loco a Hollywood. Creo que alguien ha apuntado en el blog que sin Bergman no habríamos tenido a Woody Allen (Desde luego, no habríamos tenido Interiores ni Septiembre), y del mismo modo, puede decirse que sin Antonioni no habríamos tenido algunas películas de la quinta de directores que tomó Hollywood en los años 70. Coppola ha reconocido en más de una ocasión que La conversación está fuertemente influída por Antonioni, y Brian de Palma llegó al extremo de hacer un remake (malísimo) de Blow up, donde no se quemó mucho las pestañas para buscar el título: se titulaba Blow out y lo protagonizaba un John Travolta con pinta verdaderamente siniestra.

En cuanto a la influencia de Antonioni en Hollywood… Peter Biskind cuenta cómo pudo comprobarlo un joven director llamado Paul Williams cuando en 1967 presentó un proyecto en la MGM… y se lo rechazaron, con el argumento de “no, no, no ahora lo que queremos son películas que no traten sobre nada… como esa de Blow-up”.