
A la hora de tocar el siempre espinoso tema de las subvenciones o ayudas públicas al cine, no estaría de mal recordar un par de datos que, curiosamente, siempre son olvidados por sus enemigos más acérrimos, a saber: todos, absolutamente todos los países europeos, cuentan con programas de ayudas públicas para su industria cinematográfica. Muchos de ellos destinan a este fin bastante más fondos que España, fondos que se mantienen independientemente de la ideología del gobierno de turno. Derechas, izquierdas o centro, consideran necesario apoyar a su industria.
Ya que estamos hablando del caso, desconozco cómo funciona la cosa en otros países, pero sí tengo alguna idea del proceso en el cine español. A grandes rasgos: la ayuda a una película nunca puede superar el 30 por ciento de su presupuesto. El resto del dinero hay que buscarlo en entidades privadas. Y el productor -no el director ni los actores- sólo tendrá acceso a esa cantidad a los dos años de la fecha de estreno. Puede -y debe- discutirse si este sistema es o no mejorable, pero desde hace unos años, es el que tenemos. Y, como ya les he dicho, no somos los únicos.
Pero queda la pregunta del millón (y nunca mejor dicho). ¿Subvenciones para qué? Mi opinión -estrictamente personal, y aquí cada uno, por supuesto, puede poner la suya- es que este tipo de ayudas deben ir encaminadas a promocionar un determinado campo -festivales, exposiciones- o a contribuir a su difusión -llevar una película a los Oscar o a Cannes cuesta mucho-, y que las ayudas a las producciones deben ser miradas con lupa, caso por caso. No creo que Almodóvar, a estas alturas, con su fama y sus contactos, necesite dinero público para hacer sus películas; como tampoco veo que, por motivos muy distintos, haya que darle un duro a cosas como
Ekipo Ja!, perpetrada por el rubio de los Cruz y Raya, que se ha convertido en la segunda película española más vista del año.
Y otro que tampoco creo que necesite subvenciones es Tom Cruise, que no sale en la foto de hoy sólo para hacer bonito. La imagen corresponde a
Valkirie, la película que está rodando actualmente en Alemania donde da vida a
Claus von Stauffenberg, uno de los oficiales que intentaron asesinar a Hitler durante la II Guerra Mundial. La cinta ya ha provocado bastante polémica por diversos motivos: desde las chorradas habituales de que no quieren a Cruise en Alemania por ser cienciólogo (yo creía que las creencias de cada persona, bien sea estrella de cine o bloguero, son cosa suya, pero debe ser que Tom va infectando a la gente allá por donde pasa), a un accidente ocurrido durante el rodaje donde han resultado heridos once extras. Cuando la prensa daba cuenta de este último hecho, el pasado día 21, comentaban como de pasada lo siguiente: “el filme cuenta con subvenciones públicas de unos cinco millones de euros”.
¿Perdón? ¿Subvenciones? ¿a
Valkirie? Verán, es que no estamos hablando precisamente del último proyecto indie, sino de una superproducción en toda regla. El director es
Bryan Singer, que tiene detrás películas de la talla presupuestaria de los X-Men, o el último Superman. Y en cuanto a Cruise, su tarifa para ponerse delante de una cámara empieza en los 20 millones de dólares, más porcentaje de los beneficios brutos (sólo por la primera
Misión Imposible, se calcula que ganó unos 70 millones en total). No están precisamente necesitados de fondos. Así que no entiendo de dónde han salido esas subvenciones públicas, ni con qué finalidad se les han concedido, cuando con ese dinero hay para hacer tres o cuatro películas como
La vida de los otros.
Las subvenciones pueden ser mayores o menores, quizá, según van opinando algunos en la encuesta, ni siquiera deberían ser; pero ya que existen, lo más lógico sería procurar repartirlas con algo de lógica. Y en esta lógica no entran los estudios de Hollywood (
United Artists, en este caso) ni las megaestrellas. Me he enrollado un poco, pero me he quedado a gusto, eso sí. Espero sus opiniones.