viernes, septiembre 28, 2007

Jodie cogió su fusil


Y la lió. La llegada de la última película de la actriz de El silencio de los corderos ha sido recibida con eso que se llama división de opiniones, pero al mismo tiempo con cierta susceptibilidad por parte de un sector de la crítica, que la acusa de estar recuperando el espíritu de las películas de justicieros que tanto proliferaron en los años 80.

El argumento de La extraña que hay en ti (The brave one), dirigida por Neil Jordan, nada menos, trae desde luego algunos recuerdos de ese tipo de películas: al principio de la cinta, Jodie pasea por Central Park con su novio (el iraquí macizo de Perdidos), cuando unos delincuentes les asaltan, les golpean, a él le matan y, como estamos en el siglo XXI, graban la fechoría en su teléfono móvil. Desde ese momento, Jodie se compra una pistola y dedica, primero a cargarse a los responsables del asesinato y luego, según le va cogiendo gustillo a la cosa, a cualquier chorizo que se le ponga por delante.

No he visto la película, y hasta que lo haga no pienso juzgarla. Así, sobre el papel, parece que si en lugar de Jodie Foster tuviéramos a Charles Bronson, estaríamos ante una entrega más de la serie que comenzó en 1974 con El justiciero de la ciudad. En los 80 a Bronson, que seguía en sus trece, se le unieron Chuck Norris, Stallone, Dolph Lundgren, Steven Seagal y un sinfín de intérpretes de cuarta (los que acabo de mencionar son sólo de tercera) protagonizando engendros que se apilaban en las estanterías del videoclub.

Pero el género de vigilantes es un fenómeno de los 70. James Wolcott recordaba en un artículo publicado en Vanity Fair en 2002 (The executioners) como en los inicios de estas películas se encuentran tres que lo abordan de formas muy diferentes, y que constituyen, si no tres obras maestras, sí tres cintas muy, muy respetables: Perros de paja (1971), de Sam Peckimpah; Harry el Sucio (1971), de Don Siegel, y Taxi Driver (1976), de Martin Scorsese. Curiosamente, las tres (incluso la de Harry después de la conversión de Clint en cineasta políticamente correcto) se han librado de la oleada de acusaciones de fascismo (no voy a decir que, en algunos casos, sin razón) que en la década siguiente caerían sobre Bronson y sus colegas y que ahora, por lo que se ve, parecen estar a punto de caer de nuevo sobre Foster ¡Y Neil Jordan!.

Pero, si verdaderamente quieren ver una película donde se trata de los peligros de tomarse la justicia por la propia mano, busquen donde sea Incidente en Ox-Bow, western dirigido en 1943 por William A. Wellman con un linchamiento como tema principal. Sin sangre, sin apenas acción, pero con intensidad y talento fotograma a fotograma, puede mover mucho más a reflexión sobre este tema que todos los justicieros urbanos de gatillo fácil que llegaron décadas después.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quizá Jodie Foster quedó marcada por su participación, tierna infante aún, en una de esas películas de justicieros que se salvan de la quema (Scorsese y De Niro bien lo merecen)