Estos días ha vuelto a surgir la noticia de Sylvester Stallone detenido en el aeropuerto de Sidney en posesión de una considerable cantidad de sustancias anabolizantes. Parece ser que el actor se ha declarado culpable. La verdad, con toda la campaña que se mantiene el contra del tabaco y los hábitos insalubres, es para preguntarse si el que un tipo de más de sesenta años se inyecte química con la que mantener hinchada su musculatura no constituye un ejemplo muy poco edificante.
Son muchas -demasiadas, diría yo- las películas en la que Stallone y sus biceps, triceps y cuadriceps se han visto envueltos en conflictos bélicos. Pero en la vida real, esta estrella no ha pisado nunca un cuartel como no sea de visita. Todo lo contrario que otro actor que, si bien anduvo más falto de músculos, demostró en cambio andar sobrado de otros adminículos corporales.
Corría el año 1941 y James Stewart era uno de los más sólidos nuevos talentos de Hollywood, con varios éxitos y un Oscar bajo el brazo para probarlo. Pero estalló la Segunda Guerra Mundial y fue de los primeros en ser llamado a filas. Sin embargo, lo rechazaron, por no dar el peso mínimo requerido para el ejército.
Si el rechazo fue un golpe para Stewart, que deseaba ir a luchar, peor fue la reacción de su padre, que le recordó que todos los varones de la familia no solo se habían alistado, sino que se habían presentado voluntarios, en cualquier conflicto bélico en el que su país hubiera estado envuelto. Y ahora, en el peor de todos, con la libertad de Europa entera amenazada, a su hijo, que además había abandonado el negocio familiar para meterse en esa tontería del cine, le declaraban no apto… Dispuesto a lavar el baldón, Stewart pidió un nuevo examen para dentro de tres meses, durante los cuales no paró de comer los alimentos más calóricos que encontraba -hamburguesas, batidos y demás- y de entrenarse en el gimnasio del estudio para ganar masa muscular. Con todo, cuando llegó el momento, apenas había ganado peso; seguía tan flaco como siempre y sólo logró ser aceptado gracias a que el médico militar aceptó hacer la vista gorda.
En principio, su papel en el ejército fue similar al de otras estrellas de Hollywood: participar en actos y películas de propaganda. Su licencia de piloto le sirvió para pasar a las fuerzas aéreas, donde con el tiempo acabó entrenando a otros pilotos y, al final, a escuadrones de bombarderos que iban a hacer incursiones en territorio enemigo. Por fin, tras años de insistencia, consiguió que le dejaran entrar en combate, y no de cualquier manera: en 1942 el capitán James Stewart fue puesto al mando del 703 Escuadrón de Bombarderos, consistente en una docena de aviones y 350 hombres. En 1943, comenzó una serie de incursiones sobre territorio enemigo, que le llevarían a acabar participando en los bombardeos de Berlín, donde el fuego alemán era más intenso y muchos aviones caían abatidos por las baterías antiaéreas.
Como consecuencia de sus actividades, obtuvo varias cosas a cambio: primero el rango de general, después la Cruz de Distinción en Vuelo -fue el segundo aviador en toda la Guerra que la recibía- y, sobre todo, una neurosis que le mantuvo varias semanas en un hospital, después de las cuales sus superiores le recomendaron que no volviera a entrar en batalla.
Desde entonces, Stewart nunca quiso contestar a preguntas relacionadas con la guerra, hacer películas sobre ella o volver a volar siempre que pudiera evitarlo. Como otros actores, había vivido el horror de cerca y había regresado con honores y con cicatrices. Y todo a pesar de ser un tipo con menos músculos en todo su cuerpo que los que tiene Stallone en el dedo pulgar.
También fue, a diferencia de Stallone, uno de los mejores actores que nunca se hayan podido ver en una película.
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2 comentarios:
Hace tiempo alguien -a lo mejor, tú mismo- me contó la anécdota sobre los tres únicos actores que habían sido admitidos en el Ritz (parece que ahora eso ha cambiado); fueron James Stewart, por ser piloto militar, Sir Lawrence Oliver, por ser (Sir) y Victor Mature, que demostró con una gran carpeta llena de críticas cinematográficas y recortes de prensa que 'él no era actor'.
Salud.
No, no la he contado aquí, pero me conozco las historias de Mature y Stewart (la de Olivier no la sabía), aunque no las he podido contrastar. Pero sí he oído que, cuando James Stewart vio que no le daban habitación en el Ritz por ser actor, dijo: "Bueno, pues desde este momento soy el general James Stewart, del Ejército de los Estados Unidos. Mi llave, por favor".
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