lunes, abril 09, 2007

Opiniones de un maestro

Alfredo Landa anuncia su retirada. A sus 74 años y con 133 películas a sus espaldas, pliega velas, convencido de que no hay nada como saber irse a tiempo y sin la menor intención de acabar sus días en un plató. Y claro, están brotando como champiñones tras un chaparrón las entrevistas y los artículos de homenaje, donde se le califica de maestro de actores y de uno de los puntales de nuestro cine.

La verdad es que nuestro cine, puntales tiene pocos; por eso tiende a tambalearse cuando se le mueve alguno. Siendo completamente justos, tan puntales del cine español eran aquellas películas persiguiendo suecas (y que dieron lugar al llamado fenómeno del "landismo", del cual el actor se declara orgulloso y con razón. ¿Acaso hay un "denirismo", un "pacinismo" o un "brandismo"?) como su posterior etapa en la que se le reconoció talento de actor “serio”, que muchos inauguran con El Crack (1979) de Garci, pero que comenzó verdaderamente con El puente (1976) de Bardem, una de nuestras primeras road-movies (género por el que un servidor tiene debilidad) y una de sus mejores interpretaciones, precisamente porque toma como punto de partida su personaje de las pelis de Pedro Lazaga, y lo hace evolucionar, y le da la vuelta. Y nos convence. Lástima que al final se afilie el tío a Comisiones, en una escena que, según reconoció el mismo Bardem añós después, está a punto de cargarse ella solita toda la peli, por doctrinaria, por fácil, por chorra y por unas cuantas cosas más.

A lo que íbamos. Me han llamado la atención un par de cosas que dijo el viernes pasado en la entrevista que Isabel Lafont le hizo para El País. Como supongo que ustedes andarían esos días de procesión en procesión, aquí se las copio por si se las perdieron:

“¡Es que hacer Los santos inocentes es mucho más fácil que hacer El vecino del quinto! (…) En Los santos inocentes no hace falta más que dejarse llevar por el sentimiento. Hace falta sentir. Pero siendo sensible y sintiendo te dejas llevar y sale eso. Lo otro… ¡No te vas a dejar llevar por El vecino del quinto! ¡No, hombre, no! ¡Hay que fabricarlo, y eso cuesta!”

“Antes, la formación generalmente pasaba por el teatro porque no había televisión. ¡Qué mala escuela es la tele! ¡Sólo la tele…! Yo me pongo a ver la tele y no me entero de la mitad. ¡No les entiendo! ¡No saben hablar! Hoy ha desaparecido la pausa, un arma maravillosa, que permite dominar el ritmo de una frase. (…) ¡Eso es una gozada para un actor! Y hoy no saben”.

Lo dice un maestro de actores. A ver si alguien aprende.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se echa de menos a todos estos actores de la vieja escuela, tanto a los grandes del teatro –Rodero, Bódalo, Prendes, Dicenta– como a los de cine, como es el caso del trío Landa-Pajares–Sacristán. Unos serán más histriónicos que otros, pero fueron grandes para muchos. Es indudable que no han marcado a las futuras generaciones, salvo excepciones. Los de ahora, como bien apunta Landa, es que no saben ni hablar. En aquellas épocas no hubieran pasado ni el más humilde de los castings. Y los que sí manejan la dicción, tienen registros más bien mediocres. Yo salvaría a pocos. Marta Etura es una de las grandes actrices que tenemos, y a ésta la salvo. No salvo ni a Aitana ni a Bardem. La primera por impostada, y el segundo porque carece de una dicción clara, y eso es imperdonable porque se trata de una de las herramientas básicas. ¿De qué le sirve hacer un buen papel si no se le entiende lo que dice? Sucedía en Mar Adentro.

Anónimo dijo...

Bueno está, todos echamos de menos lo mismo: a los grandes actores de cine y teatro. De cine - esto va en gustos - Arrabal siempre, fuese lo que fuese lo que hiciera, Fernando Rey, Landa y el extraordinario Fernán Gómez. Hoy, creo, no se escapa nadie, especialmente si comparamos.