jueves, febrero 08, 2007

El crimen que no pudo ser



Como soy un chico de los ochenta, me hace gracia ver a Alaska en televisión. Otra cosa es que vaya a comprarme el disco nuevo que ha sacado con Fangoria; prefiero recordar los tiempos de los Pegamoides. Pero me llama la atención el título del CD, El extraño viaje, que la propia Olvido Gara confiesa que es un homenaje a la película dirigida en 1964 por Fernando Fernán-Gómez.

Una idea estupenda, en mi opinión, porque es sin duda una de sus mejores películas, a la altura de El viaje a ninguna parte (1986); aguanta perfectamente el paso de los años con su combinación de misterio, ternura (esos dos hermanos medio retrasados, medio infantiles, interpretados con tanto talento por Rafaela Aparicio y el director de cine Jesús Franco), erotismo (mejor dicho, travestismo) y terror. Y por si todo lo anterior fuera poco, encima consigue que Carlos Larrañaga parezca un buen actor. La censura de la época dejó pasar la película sin apenas molestarla, lo cual tiene mérito; la única pega estuvo en el título.

El extraño viaje era el título provisional que se puso a la cinta durante el rodaje, a la espera de que a alguien se le ocurriera algo mejor. En la productora propusieron El crimen de Mazarrón, porque, aunque la acción (basada, por cierto, en hechos reales) transcurriera en otro pueblo (el rodaje fue en Loeches) los cadáveres aparecían en esa playa. Y ahí llegaron los problemas. Como cuenta Fernán-Gómez en sus memorias “el Ministerio de Información, que se ocupaba del cine, era también Ministerio de Turismo, y como en la playa de Mazarrón una urbanizadora había empezado a construir, prohibieron el título, porque si una película se llama El crimen de Mazarrón, el turismo no querría acudir”.

“Diez años después, y por otros motivos, estuve en Mazarrón, y a pesar de la prohibición del título, seguía sin acudir el turismo”.

Bueno, el tiempo todo lo arregla, y a lo mejor una visita actual a Mazarrón convencería a Fernán-Gómez de que los de las urbanizaciones, a fin de cuentas, sabían lo que se hacían. Aquellos censores que prohibieron el título de El crimen… si acaso, fueron unos adelantados a su época.

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