domingo, diciembre 21, 2008

Los monstruos que dan miedo

No había visto en su idem El 7º día, la interpretación que hizo Carlos Saura en 2004 de la matanza de Puerto Hurraco. Y no la había visto, supongo por la misma razón que mucha gente; que el temita de la película se las trae. Saura tiene mucha experiencia –él mismo lo reconoce en los extras del DVD- en la inclusión de la violencia en sus películas de una forma seca, sin florituras, casi cotidiana y, por eso mismo, mucho más impactante. Lo hizo en La caza y lo ha hecho más veces, hasta culminar en este séptimo día cuyas escenas finales son, desde luego, difíciles de tragar. Más aún cuando sabemos que tanto horror y tanta locura fueron reales; y más aún cuando hay dos actores como la copa de un pino llamados Jose Luis Gómez y Juan Diego –respaldados por una tremenda Victoria Abril- a los que les basta un gesto, una mirada, un ademán, para meterle a uno el miedo en el cuerpo, para desaparecer como intérpretes y convertirse en esos dos personajes aislados y semianimalizados capaces, desde luego, de organizar una masacre sin pestañear.

Y fue después de verla cuando tuve mi experiencia extracinematográfica.

Yo no presto mucha atención a las críticas de cine; habitualmente dejo su lectura para después de haber visto la película; cuando las leo con atención es para buscar coincidencias o divergencias, y también para aprender, para que se me abran cosas que en su momento pude pasar por alto. En último lugar, claro, también las leo para saber lo que tengo que decir en este blog y que ustedes me tengan por un entendido total, ejem… La cuestión es que busqué la crítica de la película de Saura que apareció en el número de mayo de 2004 de la revista Dirigido. La cosa me hizo gracia: el número contenía la segunda parte de un especial sobre la Hammer Films, y la foto de portada mostraba a Peter Cushing a punto de invitar a una ración de estaca al vampiro de turno.

Y me hizo gracia porque me acordé de Targets, la primera película de Peter Bodganovich. Rodada a toda velocidad con un presupuesto ridículo, sigue siendo hoy una obra maestra; nos cuenta la historia de una vieja estrella del cine de terror –Boris Karloff, que prácticamente se interpreta a sí mismo- cuyo camino se cruza con el de un asesino en serie made in USA, que apostado en un autocine, se dedica a disparar a todo el que se le ponga por delante. En una escena memorable, el asesino se cruza con Karloff que avanza hacia él, mientras detrás suyo, en la pantalla del autocine, ve también a Karloff en uno de sus papeles de monstruo; aterrorizado por la doble imagen, suelta el rifle y se entrega. Karloff lo ve aterrorizado a sus pies, y no puede evitar pensar en voz alta: “estos son los monstruos que dan miedo”.

Escondida en una página, dentro de una revista repleta páginas dedicadas a vampiros (y vampiras macizas, que estamos hablando de la Hammer), hombres lobo, frankensteins y quatermass diversos, el horror de verdad estaba en una película mucho más cotidiana, en una película que tiene en su banda sonora a Objetivo Birmania y El tractor amarillo, nada menos. Me encantan las películas de terror clásico. Estos otros monstruos, en cambio, sí que me acojonan.

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