
Para mí, Matar a un ruiseñor (1962) no es sólo una obra maestra, sino una de esas películas que le reconcilian a uno con el género humano, cuando uno piensa que a lo mejor, en alguna parte de este mundo, podría existir una persona tan íntegra, tan razonable, tan sólida, como ese Atticus Finch que le valió un merecidísimo Oscar a Gregory Peck; eran los tiempos en que la Academia daba los premios a actores que hacián de gente normal.
La edición en DVD que yo tengo es la llamada “del coleccionista”, que Universal publicó hace unos años. Intenten conseguirlas; incluye extras tan jugosos como un amplio –amplio de verdad- documental del rodaje y comentarios del propio Mulligan.
Si ya la tienen, les recomiendo con el mismo encarecimiento El otro (1972), una de las películas de terror más turbadoras y perversas que se hayan filmado jamás. Sin vampiros, hombres lobo ni zombies cojitrancos, pero con arrobas de talento cinematográfico y habilidad para estremecer. Dormir después de verla tiene su mérito. Por desgracia, encontrarla en DVD, también. Igual de inencontrable y perdida está El hombre clave (The Nickel Ride, 1974) un policiaco que no he visto, pero del cual todo el mundo ha coincidido en hablarme poniendo unos ojos como platos.
Y, personalmente, les recomendaría que se alejaran de Verano del 42 (1971); saber envejecer es un arte, y algunas películas, como alguna gente, no lo tienen.
1 comentario:
Obras maestras la peli y el libro, yo no me canso de verla.
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