lunes, agosto 11, 2008

El Vía Crucis de un cinéfilo lesionado (2). Así en el Cielo como en la Tierra

Abrumado me han dejado ustedes con tanto interés sobre la buena marcha de mi pie. Muchas gracias a todos. Hoy he tenido que ir a currar, pero me complazco en comunicarles que ya ha recuperado su tamaño normal. La cabeza, en cambio, me ha crecido a dimensiones similares a las de un balón de playa, y sospecho que los inicios de mi Via Crucis cinematográfico/ibérico tienen bastante que ver en ello.

Veamos: Jose Luis Cuerda tiene en su currículum el mérito indiscutible de haber escrito y dirigido Amanece, que no es poco (1988), una de las pocas películas de nuestro cine que merecen el calificativo de cinta de culto. Es decir, que con los años ha ido haciéndose con un número creciente de fans que la consideran una auténtica obra maestra, la han visto todas las veces que se les ha puesto a tiro, se han comprado el DVD y se saben de memoria diálogos enteros. Yo confieso no ser uno de ellos, pero posiblemente la culpa sea mía, por no haber sido capaz de entrar sin tapujos en la apuesta del director: un microcosmos donde uno no está nunca seguro de lo que siguiente que van a decir -o hacer- sus muchos personajes. Sin referencias históricas, sin ideología, sin mensajes, el absurdo es aquí la principal arma y moneda de cambio, escena por escena. Sólo por eso, insisto, se merece un premio en cuanto a originalidad, en cuanto a haber querido crear algo diferente, y haber salido airoso del empeño.

Apuntémosle también La lengua de las mariposas (1999), y El bosque animado (1987), donde contó como ayuda con los excelentes textos, en el primer caso, de Manuel Rivas y, sobre todo, de Wenceslao Fernández-Florez en el segundo. El bosque animado es un libro obligatorio; y su adaptación, más que recomendable.

Ahora bien:

Lo de Así en el Cielo como en la Tierra, para quien esto firma, directamente no tiene nombre. El misterio no es que esta película se estrenara, sino que los espectadores no quemaran los cines y colgaran al acomodador. Mencionaba Amanece que no es poco no sólo por haber sido una película de mucha éxito, sino porque con Así en el Cielo… Cuerda parece haber querido repetir la jugada de historia coral y humor desquiciado. Pero aquí la cosa no funciona.

El argumento es bastante sencillo: resulta que, como en los chistes de colegio, cada país tiene su Cielo particular. Hay un Cielo español, un Cielo francés, uno alemán… y cada uno ha sido creado de acuerdo con la idiosincrasia de cada país. Así que el Cielo español es un pueblecito típico de los años 50, con el yugo y las flechas a la entrada, y todo. Dios (Fernando Fernán Gómez) es, lógicamente el alcalde, y San Pedro (Francisco Rabal) el sargento de la Guardia Civil. Por ahí anda también el arcángel San Gabriel (Enrique San Francisco), San Juan Evangelista (Gabino Diego), San Isidoro (Agustín González), La Virgen María (Mary Carmen Ramírez), y Jesucristo (Jesús Bonilla), que tiene que ir a un psiquiatra argentino porque está muy acomplejado por lo mal que le trataron los hombres en su anterior bajada a la Tierra. La cosa va de que Dios decide organizar el Apocalipsis, pero andan muy justos de dinero para montarlo tal y como se describe en el libro de San Juan; así que montan una especie de Apocalipsis de chichinabo, que les sale fatal, y la vida en el pueblo, es decir en el Cielo, continúa como siempre.

Esto es, a grandes rasgos. Lo malo es que la idea tiene gracia los primeros cinco minutos; luego se desinfla como un globo, y lo que queda son un montón de actores declamando sandeces. Y digo declamando, porque es difícil encontrar un personaje mínimamente bien construído; la preocupación principal parece soltar cuanto más cachondeo mejor a costa de la Iglesia, que eso siempre queda muy gracioso, y desaprovechar una idea que, desarrollada de otro modo, preocupándose más del humor y menos de la astracanada, hubiera dado para una película bastante más decente. Eso, y lo que más me ha tocado las narices, que es seguir presentando a España como un país pobre, cutre y chapucero en una película que se rodó ¡en 1995! Una tendencia que recuerda a los chistes que contaba Pajares en los años de la Transición y que -y reconozco que es una manía mía-, no puedo soportar.

En los extras -sí, el DVD tiene extras y todo- hay unas declaraciones de Jose Luis Cuerda hablando de la importancia que tienen para él las comedias españolas tipo Berlanga, como Calabuch, y que para él han sido un referente a la hora de hacer esta película. Y es cierto que se nota un aire berlanguesco, pero del de Nacional III y Paris-Tombuctú, antes que del de esa maravilla que fue Calabuch.

En fin, el inicio del Vía Crucis ha sido de lo más víacrucesco. Mientras les cuento las siguientes pelis, les remito a este magnífico sketch de Monty Python, (lo siento, está en inglés) que en tres minutos y medio tiene más humor religioso que las casi dos horas que dura el tormento.

Y las ganas de ver Los girasoles ciegos se me han apagado bastante; y encima con guión de Azcona...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

!Pues fíese de su instinto! Se ahorrará ver un dramón hueco y hecho sin ganas. No puedo decir más, ya sabe, las paredes tienen oídos.

Saludos

Vince dijo...

¡Coño! No nos deje así, anónimo, denos más pistas. ¿Desde donde escribe? ¿No será el que le maquilla la calva a Javier Cámara?

Anónimo dijo...

Ya me he acordado, después de su descripción: la empecé a ver y no duré más allá de un cuarto de hora. Era lamentable. Es usted un arriesgado, Vince, acabará haciéndose daño...
E.