martes, noviembre 27, 2007

Perillanes

Ya tenemos encima la Navidad, incluso mucho antes de que sea Navidad. No sé si falta mucho para que empiecen con la campaña navideña en septiembre… Al final, cuando llega de verdad, uno está hasta las narices de tanta lucecita, tanta publicidad, tanto villancico y tanto turrón. Eso sí, por el camino tenemos cosas tan tradicionales como el anuncio de Freixenet, que este año va a correr a cargo de Martin Scorsese, nada menos. Y alejándose de las burbujitas de todos los años, ya nos han adelantado (por cierto ¿qué narices hacen los informativos de televisión convirtiendo en noticia un anuncio publicitario que, de todos modos, van a emitir?) que este año la trama es muy diferente: un homenaje a Hitchcock, nada menos, con asesinato, intriga y, por supuesto, brindis y botella de cava.

Así que tenemos a un clásico homenajeando a otro clásico. El director de Malas calles ha explicado que el traje que lleva el protagonista es una copia del de Cary Grant en Con la muerte en los talones. Sin embargo, sólo hay que verlo para darse cuenta por lo que hemos podido ver hasta ahora, el argumento recuerda sobre todo a la segunda versión de El hombre que sabía demasiado (1956), protagonizada por el otro actor fetiche de Hitchcock, James Stewart, y concretamente, a la escena cumbre, con el atentado durante el concierto en el Albert Hall.

Aunque es una película que en su día disfruté muchísimo, la verdad es que a mí Hitchcock se me ha caído bastante con los años. Y eso que, si fuese estudiante de cine, ver todas sus películas sería una obligación ineludible. En cada una se va a encontrar una innovación en el montaje, el enfoque, el uso de la cámara, la narrativa. Son escuelas de cine, todas ellas. El problema son los personajes. Hitchcock no fue una persona demasiado agradable ni, de acuerdo con sus biógrafos, demasiado… humana, para entendernos. Y esa falta de humanidad se nota en sus películas. El ser humano no le interesa, salvo para utilizar su psicología para sus propios fines. Por eso se le dan tan bien los psicópatas, y le queda tan desdibujada la gente normal. Hay excepciones, como la conmovedora historia de Cary Grant e Ingrid Bergman en Encadenados, pero ahí contó con la ayuda de Ben Hecht en el guión y la colaboración no oficial de Clifford Odets para las escenas de amor. Y, siempre, con actores inmensos, como Grant, Stewart, Montgomery Clift… capaces de tapar sin despeinarse cualquier agujero en su personaje.

Hitchcock abunda en anécdotas, eso sí, y precisamente hay una relacionada con El hombre que sabía demasiado, la película homenajeada por Scorsese. Recordemos que la trama gira sobre el intento de asesinato de un embajador; según cuenta Hitchcock en el clásico libro de François Truffaut, cuando realizó un casting para el papel, pequeño pero significativo, del diplomático, le llegó un montón de fotos de actores que podían hacerlo… y todos tenían perilla y aire aristocrático. Cuando entrevistó a algunos de ellos, todos le decían que habían hecho de embajador o de ministro en tal o cual película. Como no quedó muy convencido, encargó otro casting: pidió a sus ayudantes una fotografía de todos los embajadores extranjeros destinados en Londres… Y ni uno solo llevaba perilla.

Así que cogió a un señor regordete y calvo, que era un reputado actor de teatro de Dinamarca. Y es que, por mucho que las películas nos hayan hecho creer lo contrario, los embajadores no llevan perilla, los detectives no llevan gabardina (los periodistas tampoco, se lo aseguro), y los malos no se retuercen las puntas del bigote.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡M……! ¡Es verdad!. Ya estamos en Navidad y debemos prepararnos para , entre otros muchos horrores, las cuatro películas que inevitablemente pondrán en una o varias cadenas, empezando por "qué bello es vivir", película que a mí me repatea bastante auqnue el decirlo me pondrá en el punto de vista de todas las almas bienpensantes y los admiradores incondicionales de su director. Yo debo reconocer que de su gran producción sólo me gusta de verdad (pero de verdad, vamos, que me gusta hasta lo indecible) su película "Arsénico por compasión", donde la mala leche rezuma en todas direcciones, supongo que como antídoto a tanto almíbar como tiene "Qué bello es vivir"

Además, si estamos en España ¿Cómo es posible que nos obliguen a tragarnos esa pastelada cada Diciembre y jamás programen "Cándido"?

Anónimo dijo...

La navidad es para los niños y niñas que áun creen en los Reyes Magos. Para los demás, es un coñazo consumista. No digo nada nuevo, lo sé, pero es que cada vez comienzan antes y uno llega a su final exhausto. Difícil sobrevivir sin pegar un grito o un golpe en la mesa. Demassssiao.

Anónimo dijo...

¡A mí me encanta la Navidad! Y el que no quiera consumir, pues que no consuma... jeje... Tambiém me encanta "Arsénico por compasión", aunque ¿un poquitín larga, quizá...? Paulova