¡Qué bien aguanta Doce del Patíbulo! La pusieron el otro día en Telemadrid y, aunque no la ví entera, volví a tragarme una buena ración. Me la sé de memoria, y no me preocupa volver a verla cuando sea, que es una de las señas de identidad de la calidad de una cinta. A la dirección de Robert Aldrich se une un reparto duro como una roca: Lee Marvin, John Cassavetes, Charles Bronson, Donald Sutherland, Telly Savalas, Ernest Borgnine… y todo contribuye a que sus dos horas y media largas se pasen en un suspiro.
Eso sí, una cosa que nunca me ha dejado de sorprender de esta película es que es una verdadera patada en los esos mismos a la corrección política. No sólo es que el comando protagonista esté compuesto en buena parte por criminales y tarados; es que su misión consiste, sencillamente, en un asesinato en masa. Recuerden: tienen que entrar en una lujosa mansión que es como un club social para oficiales nazis y cepillarse a todos los que puedan, lo que por cierto hacen con gran eficacia encerrándolos a todos en el sótano, y luego inundándolo de gasolina y echando granadas de mano por los respiraderos. Chuck Norris al lado de estos tíos es una madre superiora.
Precisamente fue este aspecto de la película lo que no acabó de convencer a una de sus estrellas, John Cassavetes. Este cineasta es reconocido mundialmente como uno de los grandes genios del cine independiente, con obras en su haber como Maridos (1970), Una mujer bajo la influencia (1974) o, quizá la más conocida de todas, Gloria (1980) interpretada por su mujer, Gena Rowlands, y de la que luego se haría una nueva versión, más bien inaguantable, con Sharon Stone. Los directores europeos que reconocen a Cassavetes como una de sus influencias son legión, comenzando por nuestro Almodóvar.
Pero Cassavetes era un rebelde, un rebelde de los de verdad, no de los que van por ahí con vaqueros rotos y sin afeitar para mostrar al mundo que son más antisistema que nadie. Él hacía, con sus películas, literalmente, lo que le daba la gana. Las rodaba cómo quería, las montaba como quería y si eso suponía enfrentarse con el estudio que le había facilitado el dinero, pues que así fuera. Lógicamente, sus obras cosecharon excelentes críticas pero, por lo general, no solían dar muchos beneficios. Su amigo íntimo, Peter Falk, contribuyó en alguna ocasión con el dineral que recibía por interpretar a Columbo. Y a veces la jugada les salía bien, y a veces no.
Mientras rodaba su película Faces (1968) la Universal lo prestó a la Fox para que participara en Doce del Patíbulo. Aunque necesitaba el dinero para completar su obra, Cassavetes nunca quiso intervenir en ella. Odiaba la violencia, y el guión era todo lo violento que podía ser. Le parecía una película ofensiva, innecesaria. Pero su interpretación como el fanfarrón Viktor Franko fue tan modélica que le ganó una nominación al Oscar al Mejor Actor Secundario.
Cassavetes siempre quedó agradecido a Robert Aldrich por haber relanzado su carrera de actor. Sobre todo porque, a partir de entonces, cada vez que necesitaba dinero para una de sus obras, aceptaba cualquier papel bien pagado y de ahí iba tirando. Lo cual, si quieren mi opinión, es un privilegio: ganar mucho dinero haciendo algo para lo que vales... y luego poder gastártelo en hacer lo que te gusta.
(Las películas de Cassavetes han sido reeditadas en DVD por la FNAC. Si les apetece, ya saben).
miércoles, octubre 24, 2007
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2 comentarios:
Ciertamente es una pelicula de las de antes.
un saludo
Recuerdo cómo disfruté de esta película, junto a mi abuelo, en un cine del barrio de Gracia. Me has traído recuerdos muy agradables.
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