lunes, octubre 29, 2007

Conclusiones de una encuesta (o El Síndrome de las Películas de Cárceles)


Bueno, pues ya se cerró la encuesta que colgué aquí hace unos días, y en primer lugar, me gustaría dar las gracias a todos los que han participado. Es la que ha tenido mayor número de votos, si bien la cantidad de participantes es aún algo baja con respecto al número de visitas. Para la próxima vez anímense más, leñe, que nadie se hernía por hacer clic con el ratón.

Bueno. Pocas dudas pueden quedar sobre el soporte preferido de ustedes los lectores para ver películas: todavía hoy, en pleno siglo XXI y con los formatos alternativos en plena invasión, no hay nada como el cine. En segundo lugar, hay prácticamente un empate entre el DVD y las descargas de Internet, que a fin de cuentas, pueden enclavarse también dentro de la categoría del DVD, ya que lo descargado se ve en la televisión de casa. Y de la televisión en abierto... mejor lo dejamos.

Si les soy sincero, esperaba más porcentaje de respuestas afirmando que se lo descargaban todo. Es una tendencia que no para, y creo que, problemas legales aparte, está afectando de forma negativa a nuestra manera de ver y apreciar el cine. Y para explicarlo tendré que exponer la famosa Teoría de Vince sobre el Síndrome de las Películas de Cárceles. Vamos allá:

Todos hemos visto muchas películas que transcurren en cárceles o campos de concentración, muchas de ellas magnificas: La gran evasión (1963), Fuga de Alcatraz (1979), Cadena perpetua (1994) y esa joya olvidada que es La evasión, dirigida en 1960 por Jacques Becker. Y todas tienen un punto en común: la escasez. Los presos se las tienen que apañar con muy poca cosa; hay quien tiene un libro, una revista porno, más cigarrillos que los demás, un paquete con comida que su mamá le ha enviado desde Oklahoma o así… y por eso, aparte del argumento principal, en estas películas se transpira una sensación de valorar hasta el límite las escasas posesiones de cada cual. Todo vale, porque hay muy poco, y cualquier nuevo hallazgo se celebra como un tesoro. Se presta atención a cosas que ningún hombre libre miraría dos veces o, si lo hiciera, sería para calificarlo como basura.

Pues bien, algo parecido nos está pasando con el cine. Antes, cuando el único soporte signo de tal nombre eran las salas, el proceso de ver películas, creo yo, se valoraba más. Había que elegir título, trasladarse a la sala, a veces ¡hacer cola!, cola que no garantizaba que hubiera entradas para la siguiente sesión. Y las películas de estreno que se le escapaban a uno se repescaban en los cines de sesión continua. A partir de ahí, entraban en el olvido y la única opción para volver a verlas -o verlas por primera vez- eran los reestrenos de verano, o nuestra querida Filmoteca.

Hoy el cine se nos sale por las orejas. No sólo es la cantidad de DVDs que se encuentran en cualquier quiosco de prensa medianamente bien provisto; es que además están las descargas. Un lector de este blog (Max) comentó el otro día que un amigo suyo tenía 70 películas en un disco duro portátil, y me quedé con ganas de contestarle: ¿Sólo 70? Hay verdaderos psicópatas en el arte de la descarga, que van llenando más y más memoria con película que se bajan, casi, por deporte. Ya las verán. Y si no las ven, no pasa nada. Da igual ocho que ochenta. Scorsese que Van Damme. John Ford que Jerry Bruckheimer. Es gratis. Y es fácil. Al final, a algunos les harían falta un par de vidas para verse todo el cine que tienen acumulado. Cuando la verdad es que, si apreciaran el cine y se molestaran en elegir los títulos, les sobraría tiempo para ampliar verdaderamente sus conocimientos sobre cine, y para valorar y apreciar lo que ven.

Es mi punto de vista, y supongo que ustedes tendrán el suyo. Déjenme terminar con un ejemplo personal: durante un viaje a Las Vegas, eché un vistazo al buffet del hotel. Había de todo. De hecho, había tanto, que se perdían los papeles intentando abarcar con la vista (ni hablemos de con el estómago) todas las posibilidades alimentarías, entre hamburguesas, salchichas, carnes al corte, marisco y una selva de ensaladas. Salí de allí y me comí un sándwich en un restaurante, sándwich que tuve la satisfacción de elegir yo mismo en el menú. Y qué quieren que les diga, con el cine me gusta hacer igual.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado lo del sandwich y estoy totalmente de acuerdo en todo lo que dices sobre las descargas y el síndrome de las películas de cárceles

Nielsen dijo...

Muy buen artículo, la verdad es que estoy de acuerdo en todo y lo explicas de una manera sencilla y original(por lo menos para mí)
Enhorabuena

Anónimo dijo...

Buen artículo, Muy cierto todo lo que dices, me he sentido identificado cuando has dicho que da igual 8 que 80 peliculas descargadas, es gratis y facil. No valoramos como antes ver una pelicula.Gracias por el articulo, hace reflexionar.