lunes, septiembre 24, 2007

Un chico serio


Chuck Norris no ha sido, desde luego, el único actor (venga, vamos a ser buenos y llamarlo así) famoso por no cambiar nunca su expresión facial. Salvando no ya distancias, sino océanos, en los albores del cine como tal encontramos a Buster Keaton. Los amantes del cine mudo se pueden dividir, quizás, en dos categorías: chaplinianos y keatonianos, y la causa de esta división es decidir quién desprendió más genialidad en sus cortos.

Keaton se hizo famoso por no sonreír jamás en la pantalla. El mote con que se le conoció en España “el gran cara de palo” era una traducción literal de uno de sus apodos más populares en Estados Unidos “the great stone face”. Pero esa seriedad era precisamente la clave de su comicidad, la de una persona envuelta en situaciones que provocarían en otro reacciones extremas -reír, gritar, gesticular- y en las que Keaton se desenvolvía con completo hieratismo, como si la cosa no fuera con él. Su explicación a esta estrategia fue, según declaró a la revista Ladies’ Home Journal en 1926 (en un artículo recuperado por la revista Casablanca en 1982, que es, lógicamente, el que yo tengo): “me di cuenta (…) de que nunca pertenecería a la clase de cómicos que pueden bromear con el público y reírse de él. El público tenía que reírse de mí”.

Hubo otro motivo: “En todos los años en que estuve trabajando en los teatros de revista con mi padre y mi madre (…) nunca hablé, sonreí ni reí. En el curso de la representación mi padre y yo solíamos golpearnos con escobas, proporcionando así la ocasión para mis extrañas caídas y tumbos. Y si por casualidad se me ocurría reírme, el siguiente golpe sería mucho más fuerte. (…) Ni siquiera podía lloriquear”.

Se cuenta, de hecho, pero no lo he podido comprobar, que en una de sus películas (creo que en El héroe del río, de 1927, pero de nuevo aquí ando un poco perdido. Si alguien me puede iluminar, que deje un recadillo) el estudio obligó a Keaton a sonreír en la última escena. En el estreno, las cosas fueron bien hasta que se llegó precisamente a ese momento; en cuanto vieron sonreír al cómico, a los espectadores les faltó poco para quemar el cine. Hubo que volver a rodar el final, y dejar a Keaton dar paso al The End con su cara de palo de siempre.

2 comentarios:

Paco Fox dijo...

No sé si fue en 'El héroe del río', pero una vez leí que en 'El navegante' (que no he visto) sí que sonreía... pero como un chiste, ya que le obligaban a punta de pistola.

Vince dijo...

Yo tampoco sé exactamente en qué película, Paco, pero sí es así: está ambientada en el Oeste, Keaton le dice al malo que está haciendo trampas en el poker, y este le suelta: "En el Oeste, cuando digas eso ¡Sonrie!" Así que Keaton medio se levanta con los dedos la comisura de los labios; lo más parecido a una sonrisa que ha hecho nunca en el cine.