¿Recuerdan que hace unos días les estaba contando los usos y costumbres de las estrellas? Una de las principales máximas a seguir era que las estrellas de cine nunca llevan dinero encima (Rock Hudson dixit). Precisamente me estoy acordando de un par de anécdotas sobre el particular, una de las cuales tiene como protagonista a Elvis Presley, de cuya muerte se cumplen hoy treinta años.
Al igual que Sinatra, Elvis rodó bastantes películas. A diferencia de Sinatra, la mayoría de las que hizo eran bastante malas. Se salva, quizá, El barrio contra mí (1958), aunque sólo sea por la canción que le dio su título original, King Creole, y Viva las Vegas (1964), en parte por el mismo motivo, y muy especialmente por estar coprotagonizada por la comestible Ann-Margret, que, según confiesa en su autobiografía, tuvo una relación más que intensa con El Rey.
Un día, ambos salieron a dar un paseo por Los Angeles en la nueva Harley-Davidson de Elvis. Al llegar a la zona de Venice, la moto se quedó sin gasolina. Por suerte, había una gasolinera cerca. El problema fue que Elvis no tenía un centavo encima, y Ann-Margret, tampoco. Pero eso no es demasiado problema cuando uno se llama Elvis Presley; basta con firmarle un autógrafo al sorprendido encargado para que te llene el depósito con su mejor sonrisa (al día siguiente, Elvis envió a uno de sus ayudantes a pagar el combustible).
Otros tenían incluso menos problema con el dinero. En cierta ocasión, Gary Cooper iba en coche con Lee Marvin, y pararon a repostar. En aquella época, antes de la popularización de las tarjetas de crédito, era cosa muy común pagar con cheques, y es lo que hizo Cooper. El gasolinero, entusiasmado al ver la firma, le dijo: “No pienso cobrarlo. ¡Lo voy a enmarcar!”. De vuelta en el coche, Marvin preguntó a Cooper:
- ¿Cuántos de los cheques que firmas llegan a cobrarse en el banco?
- Ah, pues uno de cada diez, aproximadamente.
miércoles, julio 25, 2007
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