jueves, febrero 15, 2007

Peligro: plastas


No, con el título no me estoy refiriendo a los aquí presentes Will Ferrell y Jack Black, (aunque hay opiniones para todo). Los pongo porque hace un par de años aparecieron en la ceremonia de los Oscar para cantar una canción titulada You’re boring donde se cachondeaban de la tendencia de los premiados a soltar unos discursos interminables mientras el público asistente se aburría, se aburría y se aburría. No les faltaba razón, y es que la longitud de las palabrillas de agradecimiento ha sido siempre una de las principales preocupaciones de los organizadores. Éstos no se cansan de repetir que los premiados tienen a su disposición una sala de prensa donde cuentan con todo el tiempo del mundo para darle las gracias a quien quieran, y que en el escenario deberían intentar abreviar. Pero es inútil.

Desde 1985 se estableció la norma de los 45 segundos; ese es el tiempo máximo para dar las gracias, después del cual la orquesta empieza a tocar para indicar sutilmente al galardonado que hasta ahí. Pero la verdad es que es un plazo bastante elástico, y está pensando sobre todo para los premios menores: los ganadores de los cinco Oscar principales suelen enrollarse como persianas, y nadie les corta.

Otros, sencillamente, no hacen caso. Cuando Martin Landau ganó en 1995 el Oscar al Mejor Actor Secundario por Ed Wood, comenzó por dar las gracias a Tim Burton y continuó con Disney, Johhny Depp, los maquilladores, los periodistas, sus agentes, su hija, su mejor amigo, su hermana, toda la Academia, la rama de actores de la Academia… para entonces, el actor podía ver en los monitores de televisión situados delante suyo la frase POR FAVOR, ACABA, parpadeando en letras rojas, pero siguió adelante. Cuando llevaba dos minutos y siete segundos hablando Landau paró para tomar aliento, y fue cuando Gil Cates, organizador de la gala, dio la orden “¡Música y que le jodan!”.

No se crean que ha sido el peor caso. Cuando Greer Garson ganó el Oscar a la Mejor Actriz en 1943 por La señora Miniver se lanzó a un discurso de agradecimiento que duró cinco minutos con quince segundos, y en el que le dio las gracias incluso “al médico que me trajo a este mundo”. El monólogo dio lugar a tantos chistes que se dice que la actriz evitó volver a hablar en público durante más de un año.

Otros han sido más concisos, y además les ha dado tiempo para dejar alguna frase para la historia: “¿Puedo empeñarlo?” (Groucho Marx), “Espero que esto no sea una equivocación, porque no pienso devolverlo por nada del mundo” (Yul Brinner), y una de mis favoritas personales, la de Fernando Trueba: “Me gustaría creer en Dios para darle las gracias, pero sólo creo en Billy Wilder. Así que gracias, señor Wilder”.

Por cierto, espero que la entrada de hoy no les haya parecido demasiado larga…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mí, el más absurdo y bochornoso fue el de Pedrooooooo y su letanía de santos. Pasé vergüenza ajena. Sólo por ese cutrediscurso, merece que lo nominen nunca más.