sábado, febrero 17, 2007

O te pasas o no llegas

La limitación en los discursos de agradecimiento en la gala de los Oscar que comentábamos ayer responde a una doble finalidad: primera, no aburrir al público, y segunda, mantener la duración de la ceremonia dentro de unos límites razonables. Desde hace algunos años, estos “límites aceptables” tienen un tope de tres horas y media, impuesto por la retransmisión televisiva. Más tiempo significaría que la ceremonia finalizara después de medianoche en el horario de la Costa Este de Estados Unidos, con lo cual millones de espectadores tendrían que irse a la cama sin conocer los ganadores de los premios más importantes. Algún organizador de la gala ha dicho, medio en broma, “bueno, pues esto se arregla entregando el premio a la Mejor Película al principio”. Pero claro, no se trata de eso...

Ese es el motivo de que en la ceremonia anterior algunos de los Oscar menores se entregaran con todos los nominados en el escenario (una idea chocante que espero no se repita este año), y de que la duración de las canciones se corte, y de que, en general, se haga todo lo posible para no pasarse del tiempo previsto. No siempre se ha conseguido. Y, en ocasión, ocurrió todo lo contrario, dando lugar a un final de gala completamente surrealista.

Fue en 1958, el sexto año en que la gala se retransmitía por televisión (entonces se ocupaba la cadena NBC). La ceremonia, presentada entre otros por Jerry Lewis (no he encontrado fotos de la gala, así que arriba tienen una de sus numerosos shows benéficos) tenía que haber acabado con la actriz y cantante Mitzi Gaynor interpretando la canción There’s no business like show business con los ganadores y presentadores situados tras ella haciendo los coros. Pero, mientras se representaba el número, avisaron a Lewis de que faltaban veinte minutos para que el programa cumpliera la duración estipulada por la televisión. El cómico salió al escenario y gritó: “¡veinte veces más!”, y lo curioso es que la mayoría de las estrellas obedecieron sin rechistar. Para hacer más entretenida aquella repetición incesante de la canción, algunas comenzaron a bailar en parejas: Cary Grant lo hizo con Ingrid Bergman; Natalie Wood con su marido, Robert Wagner; Tony Randall, con Eva Marie Saint; Maurice Chevalier, con Rosalind Russell; el compositor Dimitri Tiomkin con Angela Lansbury; Bob Hope, con Zsa Zsa Gabor, y Dean Martin (que aprovechó para acercarse bailando al podio de los premios y agarrar un Oscar) con Sofía Loren, todo más o menos amenizado por los comentarios de Lewis. Por fin, la NBC decidió cortar la emisión cuando Lewis comenzó a dirigir la orquesta y a interpretar un solo de trompeta. Para entonces, muchas de las estrellas se habían cansado de bailar y habían abandonado el escenario, y el patio de butacas estaba medio vacío.

Lewis nunca volvió a presentar los Oscar, aunque la culpa no fue tanto suya como del productor de la gala de ese año, Jerry Wald, y de una ceremonia que siempre es, hasta cierto punto, imprevisible. Total, con que algunos de los premiados hubieran hablado un poco más...

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