jueves, diciembre 07, 2006

Desayuno adulterado

No entiendo nada. Dicen que se ha subastado en Sotheby’s, por una cantidad desorbitada de libras esterlinas, el vestido que llevó Audrey Hepburn en la escena inicial de Desayuno con diamantes, pero yo recuerdo haber oído no hace mucho que la susodicha prenda había sido donada por Givenchy al Museo del Traje de Madrid. ¿Se estaban tirando un pegote los del museo, o más bien es que -como es cosa común en los rodajes- había varios modelos de un mismo vestido para prevenir inoportunas manchas, arrugas o roturas? Se agradecerá cualquier información.

En todo caso, aunque Desayuno con diamantes es una película entretenida, nunca he terminado de entender su fama. Lo que ocurre es que leí la magnífica novela de Truman Capote antes de ver la cinta y, aún sabiendo que no se debe exigir una excesiva fidelidad cuando se pasa una historia del papel al celuloide, lo que me encontré en la pantalla no tenía nada que ver con lo que había leído. Un reparto y un ambiente completamente inadecuados se complementaban con Mickey Rooney haciendo de japonés histérico y (¡aaaarrrghhh!) con el pasmarote de Vilallonga haciendo lo que ha hecho siempre que ha aparecido en una película: el cursi.

Truman Capote tenía una opinión muy similar. De hecho odió la película y esperaba que tarde o temprano se hiciera una nueva versión más fiel al original. Aunque Audrey Hepburn era amiga suya, dejó bien claro que no se parecía en nada a su heroína Holly Golightly, y en diferentes etapas de su vida nombró a dos actrices que consideraba mucho más adecuadas: Marilyn Monroe en los 50 y Jodie Foster en los 80. Personalmente, me quedo con la primera. Pero todo en esta vida es opinable…

...Y, eso sí, Moonriver es preciosa.

2 comentarios:

Lego y Pulgón dijo...

Moonriver es ... ¿preciosa? No, no. Es otra cosa. Es una de esas melodías-paquete, que las abres y dentro tienen de todo: sensaciones tactiles, olfativas, visuales, recuerdos tuyos y de otros antes y después de tí... Muchas veces la escuchaba y lloraba porque me daba pena de Mancini aunque no había muerto aún (ahora ya sí me hace sentir tristeza y añoranza con razón).
George Peppard será lo que sea, pero en esa película está guapo de cortar la respiración; tanto, que Audrey Hepburn me resultó odiosa. Odiosa en su belleza, en su lánguida pero omnipresente melancolía; odiosa por lo bien que le quedaba todo lo que se pusiera. Y odiosa por su forma absurda y falsa de tocar la guitarra, incomodísima en el alfeizar de la ventana, para que todo el vecindario pudiera enterarse de lo perfectamente hermosa, desgraciada, misteriosa e inaccesible que era. ¡La odio!

Anónimo dijo...

Amigo Vince, ¿¿¿Vilallonga cursi??? Vale que muy actor no ha sido (aunque tiene su gracia cuando trabajó con Berlanga), pero podría cuadrar en una entrada anterior de este ya imprescindible blog, pues el aristócrata José Luis es autor de unas novelas que no están mal, pero sobre todo de unos también imprescindibles tomos de memorias (en los que se habla mucho de cine, por cierto).
Y tres hurras por el cuento largo de Capote "Desayuno en Tifannys". "Hip, hip...".