lunes, junio 30, 2008

Dos piernas, muchos nombres

El pasado día 17 nos dejó una de las bailarinas más elegantes que hayan pasado nunca por la gran pantalla. Lógico, si consideramos que Cyd Charisse provenía nada menos que del ballet ruso, y tenía una formación clásica que ya quedó clara en la escena onírica que compartía con Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia (1952), que no fue su primera película, pero sí la que la lanzó a la fama. A partir de ahí, todo fueron, durante años, bailes inolvidables, muchas veces acompañando a las dos mayores estrellas de la danza que ha dado el cine: Fred Astaire y Gene Kelly en títulos tan inolvidables como Brigadoon (por cierto, en su día un fracaso sonado), Siempre hace buen tiempo o La bella de Moscú, personalmente la película de todas estas que menos aguanto, no sólo porque está a años luz de la obra maestra en que se basa, Ninotchka, sino porque algunos de sus números (Stereophonic Sound, sin ir más lejos) son de un hortera inaguantable. Para que yo diga eso de una peli de Astaire, imagínense cómo tienen que ser.

Todo el mundo la ha recordado estos días por sus papeles en estos musicales, pero uno, al que siempre le ha gustado ir contra corriente, la tiene muy presente en Dos semanas en otra ciudad (1962), un fantástico melodramón dirigido por Vincente Minnelli donde solicitó interpretar el papel de Carlotta, la malvadísima esposa de Kirk Douglas. Lo obtuvo, y lo bordó, demostrando que tenía mucho más que ofrecer al cine aparte de un par de piernas maravillosas (y aseguradas en su día por cinco millones de dólares).

Si quieren conocer alguna curiosidad sobre Cyd, ahí van un par de ellas. Cantando bajo la lluvia cuenta la historia de la adaptación de las estrellas del cine mudo al sonoro, y de cómo una actriz inaguantable es doblada por una chica desconocida para que el público no se de cuenta de que su voz verdadera es horrible. Sin llegar a esos extremos, Cyd Charisse también fue doblada: cuando canta en La bella de Moscú, Siempre hace buen tiempo y Brigadoon, la voz pertenece en realidad a la cantante Carole Richards.

Y la otra curiosidad… ¿Qué clase de nombre es Cyd Charisse? Una magnifica explicación de la adopción de este nombre artístico fue ofrecida en su día por el publicista de la MGM Howard Dietz: “Cuando nació la bautizaron Tula Ellice Finklea. Su hermano mayor la puso el mote de “Sid”. Se unió al Ballet Ruso y adoptó el nombre de Felicia Sidarova. Después, lo cambió por María Estamano. Se casó y se convirtió en la señora de Nico Charisse. Al principio de su carrera, adoptó el nombre de Lily Norwood. MGM lo cambió por el de Sid Charisse, y al final se convirtió el Cyd Charisse”.

domingo, junio 29, 2008

Se acabaron las vacaciones...

... Y volvió el ADSL. Total, han sido tres semanitas de nada sin línea.

Mañana lunes, en algún momento del día, hablaremos de Cid Charysse, y en los días siguientes, de más cosas. Gracias por la paciencia.

sábado, junio 21, 2008

Aviso a navegantes

Como ya habrá notado más de uno (eso espero), llevo casi dos semanas sin postear. Quisiera aclarar brevemente que ello no se debe a que haya decidido abandonar el blog. Si lo hago alguna vez, no seré tan maleducado de hacerlo sin despedirme.

La explicación es mucho más sencilla: diez días sin línea telefónica en casa. Por tanto, ni ADSL ni conexión ni Cristo que lo fundó. Es verdad que he estado unos días fuera, pero la falta de conexión me ha impedido dejar la nota de despedida habitual.

Creo que la cosa se solucionará (por fin) en breve, así que permanezcan atentos a la pantalla, como suele decirse. Que tenemos mucho de lo que hablar con el adiós de Cyd Charisse y Stan Winston, el estreno de El Increíble Hulk, Sexo en Nueva York... y todo lo que se nos ocurra.

jueves, junio 05, 2008

Tecnofallejos

Bueno, vaya día, señores. Tecleando, escribiendo, pasando entrevistas, todo para intentar cumplir con unas entregas que tengo que hacer sin falta la semana que viene. Y eso después de haber dormido peor que un pavo escuchando una zambomba, como decimos en mi tierra. Las letras me están bailando la lambada en la pantalla y, Dios mío, no me siento los dedos; o sea, que estoy del ordenador hasta donde ustedes se están imaginando. El izquierdo y el derecho.

Así que ¿qué meto hoy en el blog? Pues algo sobre ordenadores, hombre, que a fin de cuentas es el cacharro ante el que me paso más tiempo cada día. La gran pregunta es por qué, tras tirarnos horas currando con este trasto, decidimos después relajarnos buscando cosas en Internet. Si es que no tenemos remedio… pero el otro día, cuando preparaba la entrada de los popbusters, me di una vuelta por la página Web de Empire (mucho mejor que la de su competidora, Total Film, que como revista es también estupenda, pero su versión online necesita un lifting como el comer), y me encontré con un artículo en el blog de la publicación donde el periodista James Dyer toca un asunto de lo más sensible y que nos suena a todos: las diferencias entre cine y realidad… pero concentradas en la tecnología.

La revolución digital que lleva entre nosotros ya casi quince años ha llenado nuestra vida de cacharros y prácticas que hace no demasiado tiempo no existían. Y, lógicamente, el cine no ha tardado en llevar esas innovaciones a las pantallas. El problema es que lo haya hecho tan mal. Dyers saca a la luz algunos de los fallos más gordos que suele cometer Hollywood cuando mete la informática en una película, y luego los lectores de su blog, que comentan mucho (ejem), han añadido una buena ristra. Aquí les dejo un resumen de los que más me han gustado:

Videoreparación. Cualquier grabación en VHS (o, últimamente, con la cámara de un móvil) borrosa, con mal sonido y una imagen con más granos que una paella será milagrosamente restaurada tras pasar por las manos de un brillante técnico, hasta que podamos leer la matrícula de un coche grabado a, mínimo, dos kilómetros de distancia.

Ordenadores cantarines. Frente al bendito silencio de un PC de la vida real, todos los ordenatas de las pelis suenan como R2D2 pasado de anfetas en cuanto el protagonista intenta hacer algo tan sencillo como copiar un archivo o abrir una página Web. Por cierto, ¿quieren sonar como R2D2 pasado de anfetas? Pinchen aquí.

Programas que no fallan. ¿Alguien ha visto alguna vez una película donde un ordenador se cuelgue en medio de alguna operación? La palabra “reiniciar” todavía está por escribirse en un guión.

Dedos rápidos. Todos los hackers de las películas realizan sus hazañas machacando el QWERTY sin parar, a lo Jerry Lee Lewis. Teclado, enter, teclado, enter, teclado, teclado, teclado, enter, enter, enter… ¡Por Dios, genios de la informática, que hay una cosa que se llama ratón!

El cartero SIEMPRE incordia las veces que hagan falta. Cuando entra un correo electrónico en una película, siempre indica que ha llegado con la imagen de un sobrecito que aparece flotando en la pantalla del PC; como ha apuntado uno de los lectores, eso una vez puede tener gracia, pero a media mañana ya has incrustado la pata de una silla en el monitor.

El ordenador abrefácil. Si me da por cerrar ahora la pantalla de mi portátil, cuando vuelva a abrirlo tendré que esperar un rato hasta que vuelva la imagen. Pero en las películas, cuando alguien hace eso, tiene la pantalla iluminada en 1/10 segundo… con ruiditos incluídos, por cierto.

Y lo de Independence Day, cuando se cargan toda la flota alienígena metiéndoles un virus informático (con un Mac, nada menos), casi mejor lo dejamos. Una cosa (que ya es difícil de tragarse) es que la informática de los aliens fuera compatible con la de Steve Jobs (a ver si va a ser que no es de este mundo…), ¡Pero ya cuesta creerse que no supieran lo que es un firewall!

martes, junio 03, 2008

¡Popbusters!


Hace poco tuve viajecillo de prensa. Y, como suelo hacer siempre para amortiguar las horas muertas en aeropuertos y hoteles, revistilla de cine al canto. En el Empire de junio me he encontrado con un magnífico artículo sobre un fenómeno que tenemos hoy un poco olvidado, pero que nos ha afectado de lleno en las dos décadas anteriores: los Popbusters, o sea, las canciones catapultadas al número uno de las listas por formar parte de la banda sonora de una película de éxito.

Lo curioso no es que este fenómeno se haya producido, sino que haya desaparecido de repente. ¿Cuántas de esas canciones pueden recordar relacionadas con éxitos de taquilla de los últimos cinco años? Ah. Según explica Dorian Lynskey en el texto, las cosas han cambiado mucho en el mercado musical, y “una canción de éxito ya no es una herramienta promocional segura”. Porque la cosa funcionaba en dos direcciones: la canción remitía a la película, y viceversa. Pero hoy la música se comercializa de otra manera, MTV ya no es lo que era, Internet está volviendo del revés a las discográficas -y no sólo a ellas- y, last but not least, hay grupos que tienen verdadero miedo a quedar identificados por una sola canción. Quizá por todo eso sagas de éxito como Piratas del Caribe, según declara en el artículo Kathy Nelson, presidente de la división de música cinematográfica de Universal, salen sin cancioncilla en los títulos finales: unos años antes, eso habría sido algo impensable.

¿Volverán los popbusters? Como en este mundo todo pasa y todo queda, que decía aquél, la verdad es que nunca se sabe. De momento, vamos con una pequeña lista de esas canciones que, como decía Jose María Iñigo, todos hemos tarareado alguna vez, y sobre todo en unos años en los que nos las metían hasta por las orejas. Pero pegadizo no quiere decir necesariamente bueno, y repasando las más conocidas, en estricto orden cronológico, nos encontramos con:

Up where we belong. Joe Cocker y Jennifer Warnes para Oficial y Caballero (1982).
En buena parte, la responsable de iniciar el fenómeno. Y eso que ni Don Simpson y Michael Eisner, responsables entonces de la Paramount, la querían en la película. Incluso después de que pasara tres meses en el Top Ten, ganara un Oscar, un Globo de Oro y un Bafta, Simpson seguía diciendo que “es una puta mierda de canción”. Desde luego, es empalagosilla -como otras muchas- pero al lado de la peli, es la Quinta de Beethoven.

Flashdance… what a Feeling. Irene Cara, para Flashdance (1983).
¿Se pueden creer que no he visto esta película? Pero he oído tantas veces la cancioncita, que me siento como si lo hubiera hecho. ¿Qué era, de la trabajadora de una acería o así, que quería triunfar como bailarina? Lo dicho; la he visto, seguro. O tal vez no… en todo caso, me quedo con el homenaje que la rindieron en Full Monty.
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The power of love. Huey Lewis & The News para Regreso al Futuro (1985).
Desde luego, una de las mejores combinaciones canción & peli que un servidor ha visto y oído. El grupo más admirado por Patrick Bateman logró aquí uno de sus éxitos más pegadizos y repetidos. Cierta revista de divulgación científica la uso para el vídeo de conmemoración de sus primeros cinco años de vida. Con eso, está tó dicho.

Take my breath away, de Berlin, para Top Gun (1986).
La viril película de viriles pilotos de combate protagonizada por el viril Tom Cruise. Así que no se sabe qué pinta aquí esta balada tan tierna y ochentera hasta la muerte en todos sus detalles, desde los arreglos y el sonido hasta el cardado del dúo que la interpreta. Con esto no hay quien huela a napalm por la mañana; en todo caso, a laca por un tubo.

Nothing’s gonna stop us now, de Starship, para Mannequin (1987).
Seamos sinceros: nadie ha visto Mannequin. Vamos, es que ni me acuerdo del título en español. Pero la canción, bueno, es escucharla y me empiezan a crecer las hombreras.

(Everything I do) I do it for you. Bryan Adams para Robin Hood, Príncipe de los Ladrones (1991).
Con los noventa sigue el fenómeno, y empieza la constatación de que todas estas canciones se están pareciendo, digamos, demasiado. Sin ir más lejos. ¿Esta misma canción no hubiera podido colocarse, sin cambiarle una coma, en alguna de las otras pelis de las que estamos hablando? Hagan la prueba. No hubiera quedado mal, por ejemplo en…

I will always love you. Whitney Houston para El guardaespaldas (1992).
… o quizá no. Porque el Adams tendría muy poco que hacer al lado de este temazo, que ha pasado a la historia por estar al alcance de muy, muy pocas cuerdas vocales sobre la superficie del planeta. Una Whitney predivorcio, preanfetas, pre de todo, la bordó (mucho más que Dolly Parton, que fue su intérprete original). Pero ahora, cuando alguien la pide en un karaoke, lo mejor es echar a correr antes de que empiecen a aparecer más gallos que en Evasión en la Granja.

All for love. Bryan Adams, Sting y Rod Stewart para Los tres mosqueteros (1993).
Vamos a pasar por aquí rápidamente; esta canción me provoca dolores de parto, y la película a la que adorna, también. Mayor sacrilegio de la obra de Dumas nunca vi, y eso que me he tragado El Conde de Montecristo de Jim Caviezel. ¿Dónde estaba Pérez-Reverte que no empezó a repartir mandobles a director, presuntos actores y aún más presuntos cantantes?

My heart will go on. Celine Dion para Titanic (1998).
Y con esto llegamos, creo, al canto del cisne. La sucesora de Barbra Streisand como icono gay del siglo XXI lleva diez años dando la brasa con el asunto de que su corazón seguirá. Y sigue, y sigue, y sigue, como el conejito de Duracell. ¿Alguien ha oído a esta mujer cantando otra cosa, aunque sea el Cumpleaños feliz?

Con esto acabo, aunque soy consciente de que me he dejado muchas en el tintero (Ghostbusters, de Ray Parker, Call Me, de Blondie, Love is all around, de Wet Wet Wet…) que quizá den para otra entrada un día de estos. Queda una duda, de todos modos: ¿cuál sería el Popbuster español? Pues está claro: !Gran Ganga, de Almodóvar y MacNamara para Laberinto de Pasiones!

domingo, junio 01, 2008

Cuestión de orden

No quiero ser chivato, porque nunca se sabe muy bien quién acaba leyendo estas cosas, pero el otro día en una empresa de revistas que yo me sé los cierres quedaron en un aparte mientras el personal de maquetación se dedicaba durante un par de horas a discutir sobre escabroso tema, a saber: películas que sean mejores que los libros en que se basan.

El intercambio de opiniones, como no podía ser menos, transcurrió entre civilizadísimos gritos de ¡ignorante! ¡iletrado! ¡tolili! ¡fascista!, pero no sé si llegaron a alguna conclusión. Es que el asunto es espinoso, con opiniones para todos los gustos. Hay algunos casos evidentes -El Padrino o Tiburón, sin ir más lejos-, pero la verdad es que no es muy habitual que el celuloide supere a la letra impresa. Esta tarde, siguiendo con los homenajes a Pollack, estaban pasando en TVE 1 Memorias de África (1985). No es de mis favoritas, pero está bien, es muy bonita… aunque se parece a las memorias de Isaak Dinesen como un tertuliano de ¿Dónde estás, corazón? a un periodista. De hecho, libro y película son tan distintos que se pueden disfrutar uno y otra como creaciones independientes (¿Cómo? ¿Qué no se han leído Out of Africa? Venga, a la librería y que no les vuelva a ver por aquí hasta que no se hayan ventilado esa maravilla). A ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y su adaptación Blade Runner les pasa lo mismo; aunque este es uno de los casos en los que creo que la peli quedó mejor (Y me encanta Philip K. Dick). Y hay ocasiones en que la versión fílmica es magnífica… pero es imposible que mejore al libro en que se basa. Es el caso, sin ir más lejos, de A sangre fría (1967) de Richard Brooks.

Las adaptaciones literarias tienen su problema. De entrada, es difícil que un guión tenga más de 150 páginas, y un libro menos de 200, y así, mal empezamos. En la historia del cine ha habido algunos casos de corte por lo sano: siguiendo con Pollack, su película Los tres días del Condor (1975) está basada en la novela de James Grady Los SEIS días del Condor… Demasiados días para una peli. En alguna otra entrada también he contado cómo la novela de John Klempner Carta a cuatro esposas se convirtió en Carta a tres esposas cuando Joseph L. Mankiewicz la llevó al cine; no había sitio para más. Y si repasamos fenómenos recientes… bueno, creo que a Harry Potter las adaptaciones le han venido bien, sobre todo en sus últimas e infladísimas novelas.

Por eso, para evitarse decepciones en el cine, creo que cuando es posible siempre resulta mejor ver antes la película, y luego leer el libro. Es un proceso que enriquece, mientras que el contrario frustra, sobre todo cuando se ve la cantidad de personajes, diálogos y material argumental que los autores del guión han decidido pasarse por el forro. Es, por ejemplo, lo que le pasaba a El nombre de la Rosa, una de las adaptaciones cinematográficas que más detesto.

En fin. ¿Ustedes qué opinan? Por cierto, no hagan caso de esos rumores que han oído por ahí: meter comentarios en este blog sale absolutamente gratis. Así que, ahora que me estoy planteando muy seriamente si seguir con él o darle cerrojazo, les aviso que su participación pueden ser uno de los principales motivos para motivarme a seguir con él.

Y por último, si quieren algo más sobre libros, metan un poco la nariz en el blog de mi amiga Susana López del Toro. Seguro que les llama la atención... Pero por motivos que no se esperan.