miércoles, julio 09, 2008

Viaje con nosotros


Cuenta Antonio Muñoz Molina que Fernando Fernán-Gómez escribió una obra de teatro en cuyo primer acto se contaban las paranoias de un cabeza de familia: este buen hombre estaba convencido de que todas las decisiones tomadas por el gobierno tenían el único y exclusivo fin de amargarle la existencia. Por ejemplo, cogía el periódico y empezaba a despotricar: “¡Claro, ahora van y suben el pollo! Y dicen que es por la inflación… ¡Pues no! Lo que pasa es que, como saben que me gusta el pollo, pues lo suben para fastidiarme…”. O bien: “¿Pues no se han puesto a hacer obras en la calle tal? ¡Claro, como es la que cojo todos los días para ir al trabajo, la llenan de obras, para obligarme a dar un rodeo y tardar más!”.

Como se pueden imaginar, la mujer y los hijos no pueden más de él, hasta que empieza el segundo acto… ¡Y éste tiene lugar en un consejo de ministros, donde efectivamente, se dedican sólo a pensar qué pueden hacer para putear al protagonista!

Me acordé de esto el lunes, cuando vi que en La Sexta echaban la película de John Hughes Mejor solo que mal acompañado (horrible traducción del original Planes, Trains & Automobiles), protagonizada en 1987 por Steve Martin y John Candy. Miren, bórrense del blog ahora mismo si quieren, pero a mí me gusta esta película, aunque solo sea porque, a lo largo de su metraje, consigue llevar la Ley de Murphy hasta su máxima expression: TODAS las cosas malas que pueden pasarle a una persona en un viaje ocurren aquí, hasta el punto de que cabe empezar a pensar, como el personaje de Fernán-Gómez, si no habrá un poder superior empeñado en amargarnos la vida.

Si no saben el argumento se lo resumo: el ejecutivo interpretado por Martin tiene que estar en Chicago a tiempo para celebrar el Dia de Acción de Gracias (son yanquis ¿qué quieren?) con su familia; pero una tormenta de nieve causa primero un retraso en su vuelo, y luego un desvío, y le deja más colgado que un calcetín, con la única compañía del gordo patoso interpretado por Candy para acompañarle en su viaje. No estropeo nada si digo que, al final, todo sale bien, y el ejecutivo y el gordo quedan amigos para siempre.

A mí Mejor solo… me recuerda, en cierto modo, a otra película, Los encantos de la gran ciudad (Arthur Hiller, 1970) donde a una pareja de recién casados les pasaba de todo y por su orden durante un viaje a Nueva York. La diferencia es que, en aquella película, Jack Lemmon –con lo que yo le quiero- estaba de lo más histérico e inaguantable; y aquí tanto Steve Martin como John Candy están perfectamente ajustados a sus personajes (quiero decir que no se pasan de muecas). Además, sin mucho esfuerzo podría entrar en la categoría de road-movie, que es uno de mis géneros favoritos, a ver si algún día hablamos de él... Y es difícil no acordarse de ella cuando uno se enfrenta con pérdidas de maletas (me ha pasado), retrasos injustificados (también) o, yo qué sé, una huelga de transportistas (esto nos ha pasado a todos, y no hace mucho).

Por cierto, un detalle: todas las compañías de aviación, tren o alquiler de coches que aparecen en la película son ficticias. Ya se sabe que ninguna empresa de aviación permite, y es comprensible, que su nombre aparezca en una película sobre desastres aéreos (de ahí que haya tantas empresas inventadas, como la famosa Oceanic, que no sólo sale en Perdidos), pero ¿Que nadie del sector de viajes quiera dar la cara en una cinta donde aparecen retrasos, gente tirada en los aeropuertos, cambios (a peor) en la clase del vuelo, compañías de alquiler de coches que se equivocan y encima te insultan…? ¡Cobardes!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La obra que mencionas se llamaba (creo recordar) "Las grandes batallas navales". Se grabó en una ocasión para su emisión por televisión, allá por los años 80, y tuve la suerte de verla. Era surrealista y, por momentos, angustiosa. Eso sí, el protagonista explicaba que peor lo tuvo su padre, porque la Gurra Civil tuvo lugar sólo para que pudiera haber dos gobiernos jodiéndole, a falta de uno.

En cambio no me gustó nada la de Candy y Martin. Por desgracia son dos actores que, pese a su gran profesionalidad, han sido muy desperdiciados.

(De Candy recuerdo con cariño su divertida interpretación del entrenador del equipo jamaicano de Bobsleigh, y de Steve Martin su peli "Dulce hogar, a veces")

Anónimo dijo...

Yo estoy con usted, Vince: a mí esa peli me gustó y da buena cuenta de que en el mundo civilizado no funciona nada precisamente cuando más necesitas que funcione. Y cuando no lo necesitas, tampoco. Somos un gigante con pies de barro.

Otra que me gustó, con Steve Martin y Eddie Murphy incluidos, fue Bowfinger, una comedia absolutamente surrealista. Además, el guión es de Martin –el director, nada menos que Frank Oz– y se nota que le tiene ganas al clan de Holywood.

Sr. Peñas: "Dulce Hogar, a veces" también es divertida, le pese a quien le pese.

Anónimo dijo...

Me temo que he sido malinterpretado: Dulce Hogar a Veces es una de las pocas películas en las que Steve Martin ha podido hacer un trabajo digno, y demostrar que es actor excelente. Por eso la reseño junto a "Cool runnings", en la que Candy hizo una excelente interpretación fuera del papel de gordo feliz y freakie en la que se le tenía encasillado. Ambas me sorprendieron y me gustaron