martes, mayo 27, 2008

Made in Japan

“No le doy mucho valor a una película que me haya divertido hacer. Si es buena, es un trabajo durísimo”.

Se nos ha muerto uno de los grandes, de eso no hay duda. Y es una pena. Si Sidney Lumet, con ochenta y bastantes años, sigue haciendo cosas como Antes de que el diablo sepa que has muerto, aún podíamos tener esperanzas de que Sidney Pollack nos hubiera regalado otro título clásico. Aunque sus últimas películas, en mi opinión, no estuvieron a su altura: La intérprete (2005) tenía partes buenas, pero hacía bastante agua, aunque era una obra maestra al lado de las dos anteriores, Caprichos del destino (1999) y, Dios santo, una nueva versión de Sabrina (1995). Debió de divertirse como un enano haciendo todas estas.

Pero en la década de los 70 y principios de los 80 es cuanto Pollack brilla. Y cómo. Trabaja con los grandes: Paul Newman, Al Pacino, Dustin Hoffman, Jane Fonda, Robert Mitchum y, sobre todo, su amigo Robert Redford, y con ellos hace alguna obra maestra -Tootsie (1982)- y varias cintas que siguen sólidas como rocas veinte años después: El jinete eléctrico (1979), Ausencia de Malicia (1981) (¡qué olvidada está esta película, y qué falta haría rescatarla hoy!), Los tres días del Condor (1975), Las aventuras de Jeremías Johnson (1972) (otro día les tengo que contar una cosa muy divertida de esta peli…) y una de mis favoritas: Yakuza (1974), una aproximación al mundo de la mafia japonesa mucho más conseguida que la que perpetraría Ridley Scott unos años después con Black Rain

Yakuza, como no podía ser menos, está filmada íntegramente en Japón, y los gángsters nipones llegaron a estar tan implicados en el rodaje como lo habían estado sus colegas italoamericanos durante la filmación de El Padrino de Coppola. Para conseguir la intervención en la película de Takakura Ken, una estrella de las pelis de gángsters japonesas (también sale en la de Scott), Pollack accedió a rodar en un estudio controlado por los yakuza. Al poco tiempo, se dio cuenta de que muchos de los operarios del estudio presentaban una particularidad: les faltaba, por lo menos, un dedo de la mano, y a algunos, varios. La explicación, lógicamente, estaba en la costumbre de los yakuza de cortarse la falange de un dedo para pedir disculpas al oyabun (el padrino, para entendernos) cada vez que cometen una equivocación (cabe suponer que los más inútiles acabarán teniendo que hurgarse la nariz con un lápiz). Pero el colmo llegó cuando uno de los chóferes contratados se equivocó cuando tenía que ir a recoger a una estrella al aeropuerto.

“Después”, recordaría Pollack años más tarde, “apareció en las oficinas de producción con la falange del meñique envuelta en un pañuelo, y se la presentó al jefe de producción para disculparse”.

3 comentarios:

Paco Fox dijo...

Lo más sorprendente de Pollack siempre me ha parecido su capacidad como actor. Transmitía mucha calidez y familiaridad con su estilo 'laid back', que dicen los angloparlantes.

Vince dijo...

Sí, Paco, era estupendo; en Tootsie hace de agente de Dustin Hoffman porque se lo pidió el propio Hoffman. Y en Eyes Wide Shut sustituyó a Harvey Keitel, nada menos. No era nada malo, no.

Anónimo dijo...

Nostálgicamente, los buenos clásicos se van. Pollack era de lo mejor y, encima, interpreta muy bien. En Eyes Wide Shut, una gran y extraña pelicula a mi juicio mal valorada, lo hizo como en las clásicas con su amigo Woody, con su elegancia y saber estar poco comunes como el gran profesional que era. Porque Pollack era eso, no un genio -si alguien sabe que cosa es esa en cine- pero si un artesano extraordinario que, como los buenos de verdad, son mas montadores que filmadores. Si reúnes las dos cosas - como por ejemplo, Eastwood - pues a ver ....