domingo, mayo 11, 2008

Gustos e influencias

Esta mañana he tenido ocasión de encontrarme en la prensa con uno de los tópicos más habituales sobre Woody Allen: el que señala a Groucho Marx como una de sus principales influencias. El párrafo habla de cómo en sus primeras películas Allen recogió “el testigo de la locuacidad verbal de Groucho Marx y los ecos del slapstick de los mejores cómicos del mudo”. Lo segundo es posible, porque El dormilón (1973) o La última noche de Boris Grushenko (1974) tienen algunos gags visuales inolvidables. Lo primero, lo siento, pero de eso, nada.

El problema es que muchas veces se confunden los gustos de un artista y sus influencias, y unos y otras no tienen necesariamente que coincidir. Ayer por la noche emitieron en TVE1 una excelente entrevista con los miembros de Martes y Trece (los tres), y en ella reconocieron que entre los cómicos que más admiraban -y querían, porque les ayudaron en sus comienzos- estaban Tip y Coll. Pero negaron rotundamente que hubiera ninguna similitud entre el humor de Tip y Coll y el de Martes y Trece. Lo suyo iba por otro camino. Pues con Groucho y Woody pasa lo mismo. Sí, ambos eran judíos (no sé muy bien qué importancia puede tener eso, pero como todo el mundo lo dice…), se conocían y se admiraban mutuamente. Pero ¿Influencia? Por favor, sus personajes no podrían ser más distintos. El Woody Allen de las películas cómicas es un sujeto insignificante, amedrentado, cobarde. Groucho, no. Groucho es un triunfador, alguien que no se deja avasallar, sino que avasalla él, pasando como un ciclón sobre convenciones, instituciones, poderosos. Nada le detiene, mientras que Allen intenta siempre buscar alguna piedra debajo de la cual pueda esconderse.

Lo cual tiene también gracia, desde luego, pero no el mismo tipo de gracia. La verdadera influencia de Woody Allen es otro cómico, que ha permanecido ignorado por todos los enteraos durante mucho tiempo, pero que queda clara en el excelente libro sobre Allen que ha publicado Jorge Fonte en Cátedra: Bob Hope. De Bob Hope hoy en día no se acuerda nadie. Su humor era mucho más simplón que el de Allen, no dirigió películas, sus chistes se los escribían otros, era republicano, apoyaba al ejército norteamericano allí donde estuviese… características todas que, según muchos baremos de hoy, le convertirían en un un tipo poco popular. Pero cuando Allen le vio en el cine, según declaró a su biógrafo Eric Lax “Desde aquel mismo momento supe que era exactamente lo que quería hacer en la vida. Su personaje era fatuo, mujeriego, cobarde entre los cobardes, pero siempre brillante”. Y hay más: “En sus películas antiguas, hay momentos en que pienso que es lo mejor que he visto nunca. A veces me cuesta mucho no imitarlo. Resulta difícil darse cuenta cuando lo hago porque soy muy distinto a él físicamente y en el tono de voz, pero cuando sabes que lo hago, es absolutamente inconfundible”.

Así que, a la hora de hablar de Woody, démosle a Groucho lo que es de Groucho y a Hope lo que es de Hope… Por cierto, puede que este cómico, nacido en Inglaterra pero más yanqui que la Estatua de la Libertad y los fritous de maiz juntos, no influyera sólo en sus colegas americanos. En una de sus películas (no recuerdo cuál) cuenta cómo en sus años en el ejército se vio envuelto en una situación desesperada. “¡Tres contra quinientos! ¡Fueron horas de batalla feroz, pensamos que no íbamos a salir vivos de allí! ¡Tres contra quinientos!”. “¿Y vencieron”? “¡Sí! Pero no sabe el trabajo que nos dieron aquellos tres”. Bueno, pues ahora recordemos ese chiste que contaba Miguel Gila tan a menudo: “El otro día voy por la calle y veo que hay cuatro tíos pegando a otro… y me meto. ¡Qué paliza le dimos entre los cinco!”. ¿Casualidad o influencia trasatlántica?

1 comentario:

Anónimo dijo...

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