sábado, mayo 05, 2007

No hay más que una (afortunadamente)

En vida de mi progenitora, ni a mí ni a ninguno de mis hermanos se nos ocurrió la feliz idea de celebrar eso que se llama el Día de la Madre y que, como es ampliamente sabido, fue una idea importada de Estados Unidos por Pepín Fernández, el dueño de Galerías Preciados. Pero miren, este año sí que vamos a celebrarlo aquí. Porque, cuando se trata de madres que dan juego, Hollywood tiene ejemplares como para poner una tienda.

Tomemos, sin ir más lejos, a Joan Crawford, que en una ocasión incluso fue nombrada Madre del Año por una organización de padres. Esta actriz, casada cuatro veces a lo largo de su vida, no llegó a tener hijos biológicos, pero adoptó a tres niñas y un varón. Y en efecto, quién no hubiera pensado en encontrarse ante una madre ejemplar cuando viera las imágenes de la actriz rodeada de sus retoños en su mansión de Hollywood (en la de arriba, con su hija mayor, Christina). La verdad es que las sesiones de fotografías estaban cuidadosamente planificadas como parte de la campaña de imagen continua que fue la vida de Crawford, y que le permitió mantenerse en el estrellato durante décadas.

La realidad era algo distinta. Amigos de la actriz recordaban cómo los niños debían cumplir el ritual de hacer una reverencia y saludar a todos cuando llegaban a la casa, y de despedir a su madre con la frase “buenas noches, mamá querida. Te quiero”, que ésta les obligaba a repetir tantas veces como hiciera falta hasta que les saliera bien. Pero eso era lo de menos. Cuando los hijos se hicieron mayores, sacaron a la luz los aspectos menos agradables de su relación materno filial: Christina, la hija mayor, no sólo recordó crueles sesiones de azotes a ella y a su hermano Christopher, sino una época en la que su madre, para castigarla, la mantenía bajo la ducha con el agua casi hirviendo; o la ocasión en que, cuando sin querer le cogió la mano a Christopher con una puerta, su madre le hizo lo mismo a ella para que aprendiera a tener más cuidado; o aquella vez en que Christopher pasó horas atado a las cuatro esquinas de su cama, para que dejara de chuparse el dedo; o los accesos de violencia que le entraban cuando se pasaba con el vodka, cosa que ocurría casi todos los días; o…

La verdad es que, probablemente el mayor abuso que hizo Joan Crawford a sus dos hijos mayores fue excluirlos de su testamento “por razones que ambos conocen muy bien”, según puede leerse en el texto original. Christina se dijo que hasta ahí habíamos llegado, y se lanzó a escribir un libro, Mommie Dearest, donde narró todas las crueldades antes referidas y muchas más (no es, de todos modos, la única fuente sobre los abusos de su madre). El libro vendió millones de ejemplares y se llegó a hacer una película, protagonizada por Faye Dunaway, consiguiendo que la niñez de Christina, si bien muy desgraciada, acabara resultándole de lo más rentable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerdo que hace años vi un telefilme, no sé si es al que usted de refiere, sobre la la cruel relación que Joan Crawford mantuvo con sus hijos. Me acuerdo de él precisamente porque provocaba estupor. Quizá incluso la realidad superara incluso a la ficción, que ya era de por sí dura. A algunas madres (y padres) se les debería exigir un carné para valorar sus aptitudes como padres.