Si me ha gustado Sin City, y además soy un admirador de Frank Miller, ¿Por qué me da tanta pereza ir a ver 300? A lo mejor es porque tengo la sospecha que, en esta ocasión, la idea de traslación total de un cómic a la pantalla, incluso respetando el color y la textura de las viñetas originales, no va a funcionar. Sin City se beneficiaba de diversas tramas que se sucedían o entrelazaban, lo que hacía fluir el argumento sin trabas; en 300, a partir de cierto momento, todo es lucha, lucha y más lucha, que en las viñetas del cómic original sirve al dibujante para desplegar todos sus recursos, pero que en el cine puede acabar cansando; que diez mil persas son muchos persas.
Luego está toda la polémica que se ha generado sobre la película, sobre su glorificación de la violencia y cosillas similares, con estos espartanos tan machotes enfrentándose a un ejército de persas de lo más metrosexual… y claro, el asunto de las inexactitudes históricas. Sin ir más lejos, en el cómic tenemos a los espartanos haciendo fondos sobre una mano, con los oficiales en plan sargento de marines: “¿te estás divirtiendo, espartano?“ “¡Señor, sí, señor!”. Convendría recordar que esta película no pretende reproducir fielmente la batalla de las Termopilas, sino la visión de la misma que ha llevado al cómic Frank Miller. La gesta de los 300 ha sido llevada en otras ocasiones a la pantalla; y también, aunque nadie parezca acordarse de ello, al cómic.
La primera vez que yo leí una historieta centrada en esta batalla fue a finales de los 70, cuando eché las garras sobre una obra maestra, Mort Cinder, con guión del argentino Hector Oesterheld y dibujos de su compatriota Alberto Breccia. El protagonista, el hombre de las mil y una muertes, vive entre sucesivas reencarnaciones y saltos en el tiempo. Y en una de ellas es soldado en la batalla de las Termópilas, en 27 páginas hermosas y estremecedoras, con la poesía y la reflexión alternándose con la masacre. Uno de los mejores trabajos de Oesterheld, que desgraciadamente no tuvo muchas más oportunidades de dar muestras de su talento, gracias a los señores de la junta militar argentina, y a sus putísimas madres.
Si les apetece, Planeta publicó una nueva edición, algo más conseguida que la de Lumen, un tanto primitiva, que es la que yo tengo. Comparar los dos cómics es un ejercicio estimulante y curioso. Luego, si quieren, vayan a ver la peli. Ya me contarán.
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2 comentarios:
Tampoco iré, entre otras cosas porque no deseo alterar el buen recuerdo y la impresión que me produjo la que vi cuando era niño (leo en IMDB que se titulaba "Los 300 espartanos", 1962, y que trabajaba... sir Ralph Richardson!)
Curiosamente Miller insiste en que su 300 es un homenaje a esa película, en la que por primera vez vio como los héroes hacían lo que debían, y morían.
A mí el tebeo me resultó incluso molesto, una historieta de marines con faldita, y gráficamente me aburrió mucho. Aparte de todo Miller presumía del ingente trabajo documentativo sobre los espartanos, su vida, sus armas… y eso no se veía por ninguna viñeta.
Me quedo con Breccia y Oesterheld: una sóla de sus viñetas llega más adentro que todo el despliegue de sangre fácil de Miller. Siempre me ha encogido el corazón la penúltima viñeta, cuando Dieneces reflexiona sobre Jerjes: "El gran Rey, ya sin la cólera de la batalla, es un hombre pequeño. Por una vez quisiera sentirse espartano"
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