Hablaba yo en este blog hace un par de días de la afición de Hollywood a estirar una película de éxito hasta la saciedad con una ristra de continuaciones (véase “Indigestión” un poco más abajo), y un lector me hizo llegar un comentario sobre la fiebre de los remakes, que tampoco es manca. Dije entonces –y lo repito ahora– que dentro del submundo de los remakes hay una variante especialmente hiriente: cuando alguien tiene las narices de rodar de nuevo una obra maestra. Y un caso aún peor: cuando su nueva versión no aporta absolutamente nada con respecto a la anterior.
En los últimos años hemos tenido dos ejemplos donde el absurdo ha llegado al límite: me refiero a las nuevas versiones de Psicosis (1998, Gus Van Sant) y La Profecía (John Moore, 2006). No se trata de que no aporten nada, es que, por así decirlo, ni siquiera existen, puesto que lo que hacen es copiar plano por plano las películas originales. Van Sant llegó a tener durante el rodaje un DVD de la versión original de Hitchcock para usarla “como referencia”, esto es, para asegurarse de que su versión y la original no diferían absolutamente en ningún detalle.
Cualquier aficionado al cine puede preguntarse qué necesidad hay de estas repeticiones; lo peor es cuando le responden. Porque, durante una rueda de prensa, cuando a un ejecutivo de la Fox le preguntaron el motivo de volver a rodar La profecía su contestación fue: “Para que las nuevas generaciones puedan tener acceso a la película”.
Acabáramos. Uno pensaba que, antes de que se volviera a rodar, ya existía un completo acceso a la película, a la original quiero decir, a través de emisiones en televisión, reestrenos, o incluso una estupenda edición en DVD que puede comprarse, creo, por unos diez euros. Lo peor de esta contestación es que parece asumir que las nuevas generaciones, por sistema, no muestran el menor aprecio por un clásico a menos que se lo ofrezcan con Dolby Digital y actores jóvenes, que puedan reconocer. Que las películas no son vehículos de expresión cultural que sigan vigentes diez, veinte o treinta años después de su estreno, sino productos con fecha de caducidad, pasada la cual se quedan enmohecidas e intragables, como una lata de mejillones; y por si fuera poco, esta frase la ha pronunciado una persona que trabaja en la industria del cine.
Pues nada, de acuerdo con esa idea, esta noche en TCM echan el Julio César de Mankiewicz, pero ¿Para qué verla? Si está más pasada que el charlestón. Mejor nos esperamos a que la calquen enterita, en una nueva versión con Colin Farell…
miércoles, marzo 28, 2007
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3 comentarios:
Imagine que se aplicara el mismo criterio a los clásicos de la música o la literatura:
La "nueva" versión del Quijote o de la Ilíada, re-escritos por el bestseller de turno; el "remake" de Sargent Pepper's, por El Sueño de Morfeo...
Si es que todo lo que no es tradición, es plagio, hombre!
Cómo me río con sus comentarios, Vince.
Ya he visto que somos bastantes los que estamos hartos de remakes. Lo de "Psicosis" o "La profecía", que no he visto por una mínima deferencia hacia el cine, es tan absurdo como lo que Linx escribe, y yo me atrevo a proponer: ¿porqué alguno de nuestros maravillosos "modernos" no reescribe "La Regenta"?. A lo mejor nadie lo nota y le dan cantidad de premios.
Y si, es verdad lo de la delación de Kazan. No se ni porqué dije lo que todos han dicho antes. De Kazan lo único que se puede decir es que es un descomunal director.
Ignatius
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