miércoles, diciembre 24, 2008

Pero ¿hay Navidad más allá de Frank Capra?

Pues claro. Y gracias a You Tube, aquí tienen una pequeña selección.

Muy Feliz Navidad a todos.

Vince

martes, diciembre 23, 2008

Cesta de Navidad (3). Matar a un ruiseñor

Tenía un poco abandonada la lista de Navidad, y supongo que todo el mundo habrá hecho ya las compras –yo vengo de hacerlas, y juraría que ahora calzo tres números más de zapato-, pero ayer nos ha dejado Robert Mulligan, y lo mejor que se puede decir de él es que es una pena que sus 83 años de vida no le dieran para hacer más películas.

Para mí, Matar a un ruiseñor (1962) no es sólo una obra maestra, sino una de esas películas que le reconcilian a uno con el género humano, cuando uno piensa que a lo mejor, en alguna parte de este mundo, podría existir una persona tan íntegra, tan razonable, tan sólida, como ese Atticus Finch que le valió un merecidísimo Oscar a Gregory Peck; eran los tiempos en que la Academia daba los premios a actores que hacián de gente normal.

La edición en DVD que yo tengo es la llamada “del coleccionista”, que Universal publicó hace unos años. Intenten conseguirlas; incluye extras tan jugosos como un amplio –amplio de verdad- documental del rodaje y comentarios del propio Mulligan.

Si ya la tienen, les recomiendo con el mismo encarecimiento El otro (1972), una de las películas de terror más turbadoras y perversas que se hayan filmado jamás. Sin vampiros, hombres lobo ni zombies cojitrancos, pero con arrobas de talento cinematográfico y habilidad para estremecer. Dormir después de verla tiene su mérito. Por desgracia, encontrarla en DVD, también. Igual de inencontrable y perdida está El hombre clave (The Nickel Ride, 1974) un policiaco que no he visto, pero del cual todo el mundo ha coincidido en hablarme poniendo unos ojos como platos.

Y, personalmente, les recomendaría que se alejaran de Verano del 42 (1971); saber envejecer es un arte, y algunas películas, como alguna gente, no lo tienen.

domingo, diciembre 21, 2008

Los monstruos que dan miedo

No había visto en su idem El 7º día, la interpretación que hizo Carlos Saura en 2004 de la matanza de Puerto Hurraco. Y no la había visto, supongo por la misma razón que mucha gente; que el temita de la película se las trae. Saura tiene mucha experiencia –él mismo lo reconoce en los extras del DVD- en la inclusión de la violencia en sus películas de una forma seca, sin florituras, casi cotidiana y, por eso mismo, mucho más impactante. Lo hizo en La caza y lo ha hecho más veces, hasta culminar en este séptimo día cuyas escenas finales son, desde luego, difíciles de tragar. Más aún cuando sabemos que tanto horror y tanta locura fueron reales; y más aún cuando hay dos actores como la copa de un pino llamados Jose Luis Gómez y Juan Diego –respaldados por una tremenda Victoria Abril- a los que les basta un gesto, una mirada, un ademán, para meterle a uno el miedo en el cuerpo, para desaparecer como intérpretes y convertirse en esos dos personajes aislados y semianimalizados capaces, desde luego, de organizar una masacre sin pestañear.

Y fue después de verla cuando tuve mi experiencia extracinematográfica.

Yo no presto mucha atención a las críticas de cine; habitualmente dejo su lectura para después de haber visto la película; cuando las leo con atención es para buscar coincidencias o divergencias, y también para aprender, para que se me abran cosas que en su momento pude pasar por alto. En último lugar, claro, también las leo para saber lo que tengo que decir en este blog y que ustedes me tengan por un entendido total, ejem… La cuestión es que busqué la crítica de la película de Saura que apareció en el número de mayo de 2004 de la revista Dirigido. La cosa me hizo gracia: el número contenía la segunda parte de un especial sobre la Hammer Films, y la foto de portada mostraba a Peter Cushing a punto de invitar a una ración de estaca al vampiro de turno.

Y me hizo gracia porque me acordé de Targets, la primera película de Peter Bodganovich. Rodada a toda velocidad con un presupuesto ridículo, sigue siendo hoy una obra maestra; nos cuenta la historia de una vieja estrella del cine de terror –Boris Karloff, que prácticamente se interpreta a sí mismo- cuyo camino se cruza con el de un asesino en serie made in USA, que apostado en un autocine, se dedica a disparar a todo el que se le ponga por delante. En una escena memorable, el asesino se cruza con Karloff que avanza hacia él, mientras detrás suyo, en la pantalla del autocine, ve también a Karloff en uno de sus papeles de monstruo; aterrorizado por la doble imagen, suelta el rifle y se entrega. Karloff lo ve aterrorizado a sus pies, y no puede evitar pensar en voz alta: “estos son los monstruos que dan miedo”.

Escondida en una página, dentro de una revista repleta páginas dedicadas a vampiros (y vampiras macizas, que estamos hablando de la Hammer), hombres lobo, frankensteins y quatermass diversos, el horror de verdad estaba en una película mucho más cotidiana, en una película que tiene en su banda sonora a Objetivo Birmania y El tractor amarillo, nada menos. Me encantan las películas de terror clásico. Estos otros monstruos, en cambio, sí que me acojonan.

martes, diciembre 16, 2008

Jugando a las películas



Si todavía no han ido a ver Gomorra, vayan, aunque les conviene estar preparados para eso que los amantes de los tópicos llaman una película sin concesiones; si les gusta la versión original y viven en Madrid, NO vayan a verla a los Renoir Princesa –los que hay en los túneles de la plaza de los cubos- salvo que:

a) Estén sordos
b) Quieran estarlo

porque el volumen al que la cascan es también sin concesiones. Dejando aparte estos inconvenientes, la película merece todos los elogios que se le han hecho, y se podría considerar –aunque no del todo, porque esta historia tiene más tentáculos- la respuesta italiana a Ciudad de Dios (2002).

Ya conocen, por otra parte, su efecto colateral: a los capos de la Camorra no les ha gustado demasiado la publicidad que les ha proporcionado la película, ellos que estaban tan tranquilos robando, matando y extorsionando mientras todo el mundo se concentraba en sus vecinos de Sicilia, así que han cogido a Roberto Saviano, el autor del libro, y le han hecho un contrato, no precisamente indefinido con móvil de la empresa, o sea. Lo cual no les ha impedido forrarse de modo paralelo vendiendo copias piratas de la película por las calles de Nápoles. La doble moral de los gángsters, que nunca falte.

Esto de la imagen cinematográfica de los mafiosos –vamos a incluir aquí a la Camorra, aunque sea otra cosa- ha evolucionado bastante desde los tiempos de El Padrino (1972), y creo, modestamente, que para bien. Podemos entrar en discusiones sobre si el cine tiene que reflejar la vida tal como es o embellecerla, pero las películas de Coppola, siendo como son una maravilla cinematográficamente hablando, ofrecen una imagen muy superada por todos los que han venido después. Los mafiosos de Puzo y Coppola son el no va más de la bondad y el glamour; sus acciones nunca tienen consecuencias negativas para los ciudadanos inocentes. No les vemos arruinar vidas, amenazar a familias, extorsionar comerciantes. Y encima, sólo matan a otros mafiosos, que son, además, mucho más malos que ellos (aunque cabría preguntarse por qué, pues tampoco les vemos nunca hacer nada que los Corleone no hicieran, o estuvieran dispuestos a hacer).

Tuvo que llegar Scorsese y, posteriormente, Los Soprano para que conociéramos una imagen de la Mafia más cercana a la realidad, no sólo en cuanto a su condición de cáncer para la sociedad –todo el mundo queda perjudicado cuando andan cerca-, sino también en cuanto a su estética: los gángsters de la vida son una panda de horteras, incultos, groseros, primitivos, y más brutos que un arao. El smoking y el champán dejaron paso al chándal y las barbacoas; el “le haré una oferta que no podrá rechazar”, al “te voy a rajar las putas tripas”. Y así, claro, no hay quien vaya por la vida como un Hombre de Honor.

Con El Padrino, ya les digo, fue otra cosa. Carl Sifakis, en su imprescindible libro The Mafia Encyclopedia, cuenta el caso del detective de la policía de Nueva Jersey Robert Delaney, que se infiltró en las familias de Nueva York y testificó ante un subcomité del Senado estadounidense en 1981:

“Las dos partes de El Padrino han tenido un impacto en estas familias criminales”, declaró, mencionando el caso de mafiosos que las habían visto hasta diez veces. También contó la ocasión en que fue a cenar a un restaurante con un grupo de gángsters, entre los que estaba Joseph Doto, hijo del mafioso Joe Adonis. “Le dio al camarero un montón de monedas de 25 centavos y le dijo que pusiera en la gramola la misma canción una y otra vez: el tema de El Padrino. Lo estuvimos escuchando durante toda la cena”.

El senador Sam Nunn preguntó entonces. “¿Está usted diciendo que a veces los gángsters ven la película para saber cómo se supone que deben comportarse?”.

“Exactamente”, contestó Delaney. “Esa película les enseñó cantidad de cosas”.

Hay que decir que en Gomorra hay también dos personajes cautivados por la mitomanía del cine de gángsters, aunque no con El Padrino, sino con El precio del poder (1983) de Brian de Palma. Bueno, todos hemos jugado de niños a ser El Zorro o Tarzán; tiene gracia que sean los criminales precisamente los que no han crecido.

jueves, diciembre 11, 2008

Forry

Leyendo un artículo de Fernando Savater es como me he enterado, así de pasada, de la muerte de Forrest J Ackerman. Su nombre, probablemente, sólo nos dirá algo a tres o cuatro frikis, pero voy a hacerles una pequeña confesión: este señor fue uno de los responsables de mi interés por el cine. De no haber sido por él, no me habría puesto a tragarme películas una detrás de otra en las salas de sesión continua, ni a coleccionar libros y revistas, ni a darles la lata años después con este blog. O sea, que lo mío con Ackerman es algo parecido a lo de Almudena Grandes con Juan Marsé, de quien ha dicho que fue una de sus grandes inspiraciones para convertirse en escritora (¡Pero pobre Marsé! ¿Él qué ha hecho para que le impliquen en tamaño desaguisado? De todos modos, tampoco hay que preocuparse; han pasado muchos años y muchos libros… y esta chica sigue sin ser escritora).

Ejem, como íbamos diciendo. ¿Quién era Forrest J Ackerman? Bueno, pues posiblemente sea una de las pocas personas que ha pasado a la historia del cine sin ser actor, director, productor, ni siquiera guionista. Forry, como le llamaban sus amigos, fue sobre todo fan. Pero lo fue hasta tal nivel que se convirtió en una institución en su elemento favorito: el cine de terror y ciencia ficción. A lo largo de los años, además de cultivar la amistad de actores, directores y escritores especializados en el fantastique –Ray Bradbury siempre ha reconocido que fue una ayuda decisiva cuando estaba empezando-, fue recopilando la que posiblemente haya sido la mayor colección de recuerdos y objetos de culto en manos de un particular: más de 300.000 objetos entre libros, revistas, primeras ediciones, maquetas, máscaras, fotografías y correspondencia, con objetos tan inapreciables como la capa que vistió Bela Lugosi en el Drácula de Tod Browning (1931).

Pero Ackerman no se contentó con recopilar material: también creó y dirigió la revista Famous Monsters of Filmland, comprada y leída con fruición por muchos de los que luego se convertirían en cineastas, no sólo dedicados al fantástico (entre ellos, un joven Stephen King que le envió una carta llena de admiración; como Ackerman nunca tiraba nada, cuando aquel joven fan se hizo famoso, rescató la carta, la enmarcó y pasó a formar parte de su colección). Tuvo incluso una edición española, a mediados de los 70, a cargo de la fenecida editorial Garbo, que la sacó con el título Famosos “Monsters” del cine, y de verdad que era una de las revistas más descaradamente fans que me he leído en la vida (sí, tengo la colección completa, y además, encuadernada): mucha foto en blanco y negro y unos textos breves pero desmadrados, que intentaban convencer al lector de que la película de la que se hablaba en cada artículo era el no va más del horror, la abyección y el espanto; luego, cuando uno la veía en el cine, metía menos miedo que los Pitufos, pero eso daba igual: se trataba de crear entusiasmo, de crear afición. Y cabe mencionar en su honor que dedicaron bastantes artículos al cine de terror español, entonces en auge.

Y Forry lo logró. Nos entusiasmó a muchos, y por eso es una pena que su final haya sido tan triste; problemas económicos le obligaron hace años a vender algunos de sus objetos más preciados, y a abandonar su casa –la Ackermansión- para trasladarse a otra más pequeña donde, de todos modos, seguía recibiendo a todos los fans que iban a verle. Antes, había intentado que alguna institución pública o privada se interesara por su colección, para asegurar que permanecería íntegra. No hubo manera, no hubo dinero, no hubo interés. Esto es Estados Unidos, ya saben, así que buena parte de esta irrepetible recopilación histórica, cinematográfica y –sí- cultural anda desperdigada Dios sabe dónde.

Se dice de él que fue el autor del término sci-fi con el que los anglófonos abrevian las palabras ciencia-ficción.

Y no le gustaba que pusieran el punto detrás de la J de su apellido, y por tanto, yo no lo hago.

viernes, diciembre 05, 2008

"¡Primera posición!"

Voy a hacerles una pequeña confesión, que probablemente no coja de nuevas a nadie: la cantidad de periodistas que se lanzan a hacer la reseña de un libro sin apenas leerlo, y quiten el “apenas”. Lo único que hacen es reproducir la nota de prensa y señalar lo que esa misma nota señala, sin siquiera abrir el volumen para comprobarlo por sí mismos, o para buscar otras cosas quizá más interesantes.

Esto viene a cuento de la biografía de Alfredo Landa, que acaba de publicar Aguilar, escrita en colaboración con Marcos Ordoñez. Me la he ventilado en tres días, porque tiene la cualidad de ser enormemente entretenida. Así que he podido contrastar lo que yo iba leyendo con lo que decía la prensa que yo estaba leyendo, y las cosas, la verdad, no encajaban del todo. Uno creería que es un libro donde Landa pone a parir a todo el mundo, y la verdad es que el Alfredico no se corta un pelo en sus opiniones sobre Manolo Gómez Bur, Jose Luis López Vázquez, Jose Luis Dibildos –, lo que cuenta de él es, directamente, de cárcel- Pilar Miró, Fernando Fernán-Gómez y algunos más, pero también es cierto que pone por las nubes y no acaba a José Sacristán, Paco Rabal, Mónica Randall, Fernando Rey, Carmen Maura, Ovidi Montllor y a su querido y/o odiado Garci, también entre otros muchos. En resumen: las memorias de un hombre que lleva muchos años en este negocio y que ha estado a gusto con algunas personas, y con otras, no tanto. ¿Por qué se iba a callar a estas alturas?

Tampoco entiendo en qué momento se ha metido la política en todo este asunto. En una entrevista en El País le preguntaron si no era “un poco fachilla” por ser de derechas (gran amplitud de miras, sí señor), con lo cual alguna gente de derechas que sí que es algo más que un poco fachilla –la hay, por desgracia- lo están utilizando como excusa para atacar a sus odiadísimos actores españoles. Y así seguimos en este país, tirándonos las ideologías a la cara, cuando Landa será lo que le dé la gana ser, pero en su biografía pone exactamente igual de bien a Jose Luis Sáenz de Heredia (falangista de pro) que a Juan Antonio Bardem (comunistón de pro), a Jose Luis Garci que a Jose Luis Cuerda, y todo siguiendo el mismo criterio: su talento como directores y las películas que hizo con ellos, sin que la ideología de cada uno parezca quitarle excesivamente el sueño.

Ahora, la mejor anécdota, por lo menos para mi gusto, es la de El río que nos lleva. Basada en la novela de Jose Luis Sampedro, la película narra la historia de los gancheros, que en otros tiempos se encargaban de bajar los árboles recién talados río abajo, hasta las serrerías. Dirigió Antonio del Real, y se rodó en escenarios reales. Todo muy real. Ese fue el problema. Cuenta Landa:

“Comienzo del rodaje. Hay una cascada preciosa y se va a filmar el plano de la bajada de los troncos.
Doscientos troncos, preparados en su presa. Todo el equipo a punto también.
Le digo a Tono:
- Oye, y estos troncos… digo yo que habrá unos pocos auténticos y el resto serán de poliuretano o alguna materia plástica, porque van a ser el eje de toda la acción y…
- No, no, no. De plástico nada. Aquí todo es de verdad.
- Pero vamos a ver… Es que tenemos que manejarlos en el agua, Tono, y si son de verdad deben pesar…
- Una tonelada cada uno. Realismo.
- Entonces no habrá forma humana…
- Que no te preocupes, Alfredo. Todo controlado.
No escuchaba. Es lo malo que tenía, que no escuchaba.
El jefe de producción, pasmado. El cámara, pasmado. Pasmados todos.
Pero el director es el que manda.
- ¿Así que soltamos los troncos?- le preguntan.
- Claro, claro. A la voz de acción.
- Muy bien.
Grita “¡acción!”. Sueltan los troncos. Se rueda el plano general.
Los troncos salen de la presa que es un contento.
Y entonces le oímos decir: “corten. Primera posición””.

“Primera posición” en un rodaje es la orden para volver a dejar todo como estaba antes de empezar a rodar, para repetir la escena. Y en este caso, significaba volver a colocar tras la presa doscientos troncos de una tonelada. Cinco días tardaron en conseguirlo, con grúas, camiones, de todo, durante los cuales el equipo entero se partía la caja con la ocurrencia del director. No es la única anécdota del libro, eso desde luego, pero para mí, es la más absurda. Y esas suelen ser las mejores.

Pueden añadirlo a la cesta de Navidad.

P. D. No puedo garantizar que vaya a meter muchos posts este mes. Se hará lo que se pueda, pero estoy hasta arriba con un encargo que me tiene ocho horas al día delante de la pantalla, y luego cualquier tiene ánimos para seguir tecleando. Se hará lo que se pueda, pero tengan un poco de paciencia.

domingo, noviembre 30, 2008

Revienta, que algo queda

De verdad que siento muchísimo que este video sea en inglés, y si hubiera encontrado una versión subtitulada, la habría metido. Pero incluso así, aunque sólo chapurréen eso que se llama el idioma de Shakespeare, les aseguro que vale la pena entrar.

O quizá no.

¿Tienen ustedes odio africano hacia los reventadores -en inglés spoilers-, esos individuos que babean de gusto contando el final de las pelis a gente que todavía no las ha visto?

Pues esto es todo un récord: ¡cien finales reventados en apenas cinco minutos!

Con velocidad -desde luego-, agilidad y mucha coña marinera. Insuperables los momentos dedicados a Rocky y a Meg Ryan...

martes, noviembre 25, 2008

Una de resurrecciones

Si yo me pusiera en plan Mayra y les pidiera nombres de actores que han interpretado a James Bond, seguro que no les costaría mucho recordarlos a todos. De la misma manera, y aunque es un personaje un poco pasado, si nos pusiéramos a enumerar Tarzanes seguro que todos no, pero sí que sacábamos unos cuantos, comenzando por Johnny Weismuller, siguiendo por el ex de Tita Cervera y acabando con el bizco. Pero ¿Y si hacemos la prueba de recordar Inspectores Clouseau?

Supongo que una respuesta muy común sería “Bueno, pues…Peter Sellers y Steve Martin, ¿No?”.

La verdad es que hay muchos más Clouseaus que esos dos. O, por lo menos, se intentó que los hubiera. Me he acordado del asunto tras ver que Steve Martin no ha tenido bastante con intentar llenar el hueco de Peter Sellers una vez, y ahora piensa reincidir con una segunda parte de La Pantera Rosa de inminente y ominoso estreno. ¿Era necesario?


Es curioso lo de las películas de La Pantera… Creo que no ha habido jamás en toda la historia del cine una serie cuya subsistencia dependiera más de su actor protagonista. Bueno, pues ese actor protagonista está muerto. RIP. Kaputt. Lleva así 28 años. Y nadie le va a resucitar, ni a clonar. Lo cual no ha detenido a eso que se llama la maquinaria de Hollywood a la hora de intentar seguir haciendo dinero con una franquicia que ya no tiene ninguna razón de ser.

La primera tentativa se produjo todavía en vida de Sellers. Después de interpretar a Clouseau en La Pantera Rosa (1963) y El nuevo caso del Inspector Clouseau (1964), el actor perdió todo interés en el personaje; no así la Metro, que quiso repetir de nuevo -tripitir, vaya - y se les ocurrió intentarlo con un actor de mucho talento, pero desde luego sin la vis cómica de Sellers: Alan Arkin (hablamos de él aquí cuando el año pasado le nominaron al Oscar por Pequeña Miss Sunshine). Añadamos a eso que Blake Edwards tampoco estuvo tras la cámara... y tenemos el primer morrón.

Llegan los años 70, y la carrera de Sellers está en franco declive por una serie de películas malas, sosas y olvidables pero maravillosamente bien pagadas, lo que le llevó a hacerlas en plan ristra de chorizos para mantener su elevado tren de vida (No les digo más que en sus viajes a Suiza usaba dos aviones privados; uno para él, otro para el equipaje). Cuando tenía una de esas rachas, Edwards lo encontraba de lo más cooperativo, y la serie se reavivó no con una, sino con tres películas: El regreso de la Pantera Rosa (1975), La Pantera Rosa ataca de nuevo (1976) y La venganza de la Pantera Rosa (1978). Todo va de miedo. Edwards y Sellers se conocen -y se aguantan- como si se hubieran parido, la gente se ríe a carcajadas, y el dinero de la taquilla llega a espuertas. Y entonces, Sellers se muere. Aquí empiezan los despropósitos.

El primero es todo un monumento a la necrofilia: Tras la pista de la Pantera Rosa (1982) se filmó, como es bien sabido, utilizando dobles de Sellers y reuniendo escenas descartadas de las películas anteriores. Esperar que de aquello saliera algo coherente, o siquiera divertido, era mucho esperar, ya que, como bien han apuntado los chicos de The agony booth, si una escena se descarta, suele ser por algo. Para darle un aire más familiar a la cosa, se recurrió a secundarios clásicos de la serie, incluído David Niven, que accedió a rodar una escena repitiendo su personaje del ladrón Charles Litton. El problema es que Niven estaba a su vez tan enfermo que era incapaz de hablar, y tuvieron que doblarle. Todo un festival del humor, vaya. Segundo morrón.

Al año siguiente, se reincidió con La maldición de la Pantera Rosa: Clouseau ha desaparecido, y se necesita otro policía para buscarlo. El elegido es el norteamericano sargento Sleigh, por supuesto tan manazas e incompetente como su predecesor, al que dio vida el cómico televisivo Ted Wass, por aquel entonces muy popular gracias a la –inolvidable- serie Enredo. Al final, se descubría que Clouseau había desaparecido voluntariamente y se había hecho la cirugía estética y todo. ¿Quién lo interpretó brevemente? Roger Moore. Tercer morrón.

¿Fin de la historia? Ni hablar. Diez años después alguien tuvo la genial idea de que podía intentarse una nueva resurrección, esta vez con un actor más joven que interpretara a un hijo ilegítimo de Clouseau. Y así es cómo se rodó El hijo de la Pantera Rosa (1993), que en el Reino Unido se estrenó directamente en vídeo. Y en los demás países donde sí se estrenó, no fue nadie a verla. O sea, que cuarto morrón. Y seguramente son manías mías, pero yo diría que el que su protagonista fuera el muy inaguantable Roberto Milmuecas Benigni algo tendría que ver…

Después de tanto desastre, muy mal tendría que haber estado Steve Martin para hacerlo peor. Con todo, hay más humor en cinco minutos de cualquiera de las cinco películas originales que en toda su nueva versión.

Me he dado cuenta de que dije que hoy hablaría de Peter Sellers, y he acabando hablando de un montón de gente, salvo de él... Lo cual creo que deja muy claro que es insustituible.

jueves, noviembre 20, 2008

La sombra de una duda...

Si no tienen inconveniente, hoy no voy a contarles nada, sino que más bien se lo voy a preguntar. Es que estoy liado con un articulillo que me ha hecho plantearme una pregunta de vital importancia en la historia del cine y para la cual no tengo la respuesta. Es la siguiente:

¿De verdad hay películas históricas donde aparecen extras con reloj de pulsera?

¿Esto es cierto? ¿O esos supuestos extras no son sino manifestaciones del síndrome de Bin Laden, es decir, que todo el mundo habla de ellos pero nadie los ha visto? ¿Son reales? Y, si lo son ¿en qué pelis salen? ¿Alguien ha visto alguno? ¿Dónde? ¿En qué escena?

Si algún lector puede confirmarme la existencia de uno, que me lo diga con la mayor precisión posible, y así estaremos contribuyendo entre todos al esclarecimiento de una de las mayores leyendas urbanas del Séptimo Arte. Pero, incluso si demostramos su existencia, quedarán más preguntas: ¿Por qué ocurre esto? Es decir, ¿Por qué no se quitan el reloj? ¿Tan bueno es que se lo van a robar si lo descuidan?

Para que no piensen que soy un abusón, les adjunto este vídeo con uno de los casos más flagrantes de extra con reloj que se hayan visto nunca... Pero ustedes ya lo conocen ¿No?.

Por cierto, en el próximo post seguiremos hablando sobre Peter Sellers.

martes, noviembre 18, 2008

¿Hay algún gato por aquí cerca?

“Todas las mujeres se asustan de los ratones”. Con estas palabras Louis B. Mayer, todopoderoso presidente de la MGM, justificó su negativa a apoyar financieramente a un joven dibujante llamado Walt Disney para el desarrollo de un nuevo personaje: un ratón llamado –inicialmente- Mortimer. Disney siguió adelante con su proyecto, y le cambió el nombre a Mickey por recomendación de su esposa. Sin embargo, no lo dibujó él: su concepto original y animación corrieron a cargo de su ayudante Ub Iwerks.

Muchos años después, en 1966, cuando Disney agonizaba en el St. Joseph’s Hospital de Burbank, por el cáncer de pulmón que le produjo toda una vida de fumador empedernido –aunque evitaba fumar en público, sobre todo si había niños cerca- se cuenta que le dijo a su enfermera: “espero que se me recuerde por cosas más importantes que por inventar un ratón”.

Hoy ese ratón cumple, oficialmente, 80 años, pues el corto de animación Steamboat Willie, primero en el que aparecía Mickey Mouse, fue estrenado el 18 de noviembre de 1928. Y digo lo de oficialmente porque algunas fuentes sitúan Plane Crazy –también de 1928- como la primera película de Mickey.

Hace tiempo que dejó de ser meramente un dibujo animado; es el símbolo de un imperio multimillonario, aunque sigue apareciendo en cómics, cortos y videojuegos. Es una de las creaciones de ficción más famosas del planeta, entre otras cosas, debido a que ni siquiera hay que verlo entero para reconocerlo; basta con sus orejas.

Ya saben que tiene una novia, dos sobrinos y un perro.

Y, si quieren mi opinión:

Es un personaje INAGUANTABLE.

domingo, noviembre 16, 2008

Crash

Por lo visto, hoy es el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico. Pues hay bastante gente para recordar. Les confieso una cosa: mi trabajo me ha dado la oportunidad de viajar bastante, y no le tengo absolutamente ningún miedo a coger un avión; de hecho, si es un vuelo transcontinental y me pagan el billete en primera, lo que siento es bastante gustito… Pero cada vez afronto los viajes en coche con mayor preocupación. En serio, me asalta con creciente frecuencia el pensamiento de que de este no pasas, chaval. ¿Por qué? Por estadística pura; aunque conduzca –o intente conducir- con toda la precaución del mundo, nunca se sabe cómo lo harán aquellos con los que me voy a encontrar.

Supongo que todos, tanto bloguero como lectores, no tenemos que recurrir a los famosos seis grados de separación para encontrar a algún ser querido que se nos haya ido en la carretera. Yo puedo mencionar –y mandarles un recuerdo- a mis primos Íñigo y Bruno, a mi ex compañero y siempre amigo Mijail, y a mi amigo Monchín, que es el único de los cuatro que queda para leer esto –habitualmente lo hace-, aunque la bestia parda que se llevó por delante su moto le ha dejado para siempre caminando como House. Eso sí, les garantizo que no ha perdido su sentido del humor... bastante más sano que el de House.

Y el mundo del cine tampoco se ha librado. Un somero repaso a los actores fallecidos en accidente arroja nombres como Jayne Mansfield, la rubia explosiva que fue lanzada en su día como una respuesta a Marilyn, y cuyo coche se empotró de madrugada contra la trasera de un camión que iba como a veinte por hora; Grace Kelly, despeñada con su hija Estefanía por las cuestas de Mónaco en circunstancias que hicieron correr mucha tinta en todo el mundo; o Desmond Llewelyn, el actor inglés recordado por los fans de James Bond como “Q”, cuyo automóvil sufrió un choque frontal contra otro cuando realizaba una gira para promocionar su libro de memorias. Las heridas sufridas fueron demasiado para su organismo de 86 años.

Pero nos estamos dejando al más famoso de todos.

Sobre el accidente de coche que mató a James Dean se ha hablado y escrito mucho, y ha dado no poco material a aficionados a las anécdotas e investigadores de lo para anormal, tipo Friker Jiménez. Se sabe que le pusieron una multa por exceso de velocidad dos horas antes del accidente; y una investigación exhaustiva demostró que el actor, en contra lo que se rumoreó, no sobrepasó los límites de velocidad cuando se pegó el topetazo con su Porsche. La anécdota más conocida, posiblemente, es el hecho de que, unos días antes de su muerte, grabó una película para la prevención de accidentes de tráfico, donde reconocía haber hecho el loco con los coches cuando era más joven y recomendaba a los chavales que condujeran con cuidado, porque “la vida que salvéis puede ser la mía”.

Gracias a Internet, quienes quieran ver el spot lo tienen aquí:







P. D. El Crash utilizado en el título de esta entrada –y en la primera foto- no hace referencia a la oscarizada película de Paul Haggis, sino a otra, menos popular, dirigida por un David Cronenberg más tortuoso que nunca, que ya es decir, sobre un grupo de personas que se excitan sexualmente con los accidentes de tráfico. Hay gente pa tó, como decía aquél.

P. P. D: Por cierto, el actor que aparece en el corto haciendo como que entrevista a Dean es Gig Young, uno de los grandes secundarios de los años 50 y 60 que ganó el Oscar al Mejor Actor Secundario por Danzad, danzad, malditos (1969). En 1978, tres semanas después de casarse con su quinta esposa, 43 años más joven que él, la mató de un tiro y luego se suicidó.

Vaya, me ha quedado esto un poco macabro hoy… venga, mañana hablamos de Mariano Ozores (por lo menos).

miércoles, noviembre 12, 2008

Cesta de Navidad (2). La Gran Estafa

La edición de esta película en DVD me ha sorprendido, porque estaba tan olvidada que incluso el título de La gran estafa se ha utilizado hace poco para otra cinta más reciente. Quiero decir que a nadie se le ocurriría titular ninguna película, no sé, El espíritu de la colmena, Tarde de perros… Pero La gran estafa, la original quiero decir, muchos no deben saber ni que existe.

Grave error. Esta película, que en su momento pasó bastante desapercibida, es uno de los mejores thrillers policiacos estrenados en la década de los 70. Detrás de la cámara estaba Don Siegel, ese señor que nos trajo, entre otras cosillas, Código del Hampa (The Killers, 1964), Brigada Homicida (Madigan, 1968), Harry el Sucio (Dirty Harry, 1971) o Fuga de Alcatraz (Escape from Alcatraz, 1979). Con esta no tuvo la misma suerte, y sin embargo, está a la altura de todas las que he mencionado. En serio.

Vamos con la historia. De entrada, ese título español fue una de esas grandes inspiraciones con que nos torturan los distribuidores porque en la trama, estafas, lo que se dice ni una. Mucho más adecuado es el título original, simplemente el nombre del protagonista, Charley Varrick. Pues esta es, en efecto, la historia de Charley Varrick (Walter Matthau), “el último de los independientes”, como reza la frase promocional del tráiler (aquí abajo). ¿Independiente en qué? Pues en atracar bancos, tarea que lleva haciendo toda la vida con su banda de siempre, sin tener nada que ver con otros atracadores ni con el crimen organizado, y que le ha servido para ganarse la vida sin excesivas complicaciones.


Hasta ahora, claro. Porque al principio de la película, Varrick y los suyos le tienen echado el ojo al banco de un pueblecito de Nuevo México. Pero -en una secuencia que es toda una lección de cómo hay que rodar y montar un atraco para dejar al espectador clavado a la butaca- las cosas no acaban de salir bien. Y salen peor todavía cuando Charley le echa un vistazo al botín: 750.000 dólares de 1973. Mucho dinero para el banco de un pueblecito de mala muerte. Sólo hay una explicación posible: el banco era una tapadera de la Mafia. Y ahora la tiene detrás.

El argumento tiene algunos puntos en común con No es país para viejos; incluso aparece un asesino implacable enviado por los gángsters para recuperar el dinero cueste lo que cueste, aunque no se parece a Javier Bardem, sino que lo interpreta de un modo completamente distinto el excelente secundario Joe Don Baker (que en la carátula de este DVD, por cierto, aparece como "Jon Joe Baker". Para echarse a temblar...). Pero aquí acaban todas las similitudes. Porque el protagonista de la cinta de los Coen, al que daba vida Josh Brolin, era, por así decirlo, un aficionado en una situación que le desbordaba.

Y Charley Varrick, ya lo hemos dicho, es un profesional.

Siempre un paso por delante de los mafiosos y el FBI –que también se ha apuntado al asunto-, Varrick lucha con fuerzas muy superiores sin perder los nervios, utilizando como armas principales el cerebro, la astucia y sus muchos años de experiencia. Es un canto, desde luego, a los independientes, a los que van por libre, algo que el propio Don Siegel fue durante buena parte de su carrera, siempre luchando por ser él frente a las presiones de los estudios. Aquí lo consiguió. No se la pierdan.

lunes, noviembre 10, 2008

Sacando jugo

Lo que distingue al recientemente fallecido Michael Crichton de otros fabricantes de bestia-sellers no son sus habilidades literarias, sino el haber combinado su tarea de escritor con la de productor y director de cine. Ha sido, por así decirlo, un hombre del sistema casi desde los inicios de su carrera, cuando se decidió a dirigir Westworld, almas de metal (1973), cuya nueva versión, se dice, estaba escribiendo cuando se lo ha llevado el cáncer.

Me temo que no me cuento exactamente entre sus fans, y lo considero más bien eso que los yanquis llamarían un one-shot, es decir, un tipo que tiene un sólo gran éxito y desde entonces vive espléndidamente de él. Pero claro, vaya éxito: su novela de 1990 Parque Jurásico, que se convirtió en su mayor éxito de ventas y en una máquina de generar dinero a través de sus adaptaciones cinematográficas.

Justo es reconocer que Parque Jurásico es otra cosa más: una novela endiabladamente entretenida, que sabe sacar el máximo partido de un tema tan apasionante como la clonación de animales, combinando el suspense de la trama con la divulgación científica. Chapeau. Lo pasé tan bien con ella, que no me importa confesar que la peli de Spielberg me pareció floja, floja, floja (Me gustó mucho más la versión de El Jueves, donde el tiranosaurio se peleaba con los velocirraptores gritando: "¡arribistas! ¡trepas! ¡yo siempre era el rey en las pelis de dinosaurios!"). Pero luego sacó El mundo perdido y, aparte de plagiar el título de Sir Arthur Conan Doyle, el libro es que dormía a los triceratops.

Fue, creo, el principio de una decadencia creativa, que no monetaria, pues desde ese momento cualquier cosa con el sello Crichton se vendía como pan caliente, independientemente de su calidad. Es verdad que tuvo buenas ideas como Urgencias –que se le ocurrió ¡en 1970! y no pudo vender a nadie-, pero también escribió -y en ocasiones, añadiendo el insulto a la infamia, produjo la película- engendros como Sol Naciente (1993), Acoso (1994), Congo (1995), Twister (1996), Esfera (1998)… Lo mejor que se puede decir de ellas es que, cumplida su misión de recaudar pasta, han caído en un misericordioso olvido.

El Crichton que prefiero es el anterior, y más como director de cine que como escritor. Es curioso: quizá antes de que le llegara la fama y la fortuna consideraba que tenía que esforzarse un poco más, pero en los años 70 y 80 dirigió cintas tan interesantes –y tan simpáticas todavía- como la antes mencionada Westworld (que, por cierto, va de otro parque de atracciones futurista que se estropea. ¿Le pasaría a este hombre algo de niño en Disneylandia?), Coma (1978), sobre tráfico de órganos, o Runaway, brigada especial (1984) uno de los conceptos más plausibles que he visto sobre la incorporación de robots a la vida cotidiana. ¿Les apetece verse un Crichton que no tiene nada que ver con el futuro? Busquen El primer gran asalto al tren (1979), con Sean Connery y Donald Sutherland. La edición de DVD básica –la única que hay- está a cinco euros.

Y que descanse en paz.

viernes, noviembre 07, 2008

Cesta de Navidad (1): El último de la lista, de John Huston


No, no me vengan con eso de que es prontísimo; algunas cosas hay que hacerlas con tiempo, y además seguro que a muchos de ustedes ya les están empezando a dar la lata con el tema de los regalos de Navidad: que si qué le busco a este, que si le gustará esto a fulanito, o que si para qué le voy a regalar nada a menganito si es un cretino de marca mayor. Vaya, lo de todos los años. Pero esta vez, modestamente, voy a intentar echarles una mano.

¿Regalar cine? Pues claro; si no fuera por las películas que se compran con este fin, y por los packs de series televisivas, la industria del DVD estaría agonizando. Lo que pasa es que, a la hora de buscar títulos, mucha gente se tira a por lo fácil; en este caso lo fácil es, supongo, la última de Indiana Jones, del mismo modo que otros años ha sido el pack definitivo (juas, juas, y rejuas… disculpen) de Star Wars, la saga de Piratas del Caribe o la de Harry Potter. Pero aquí vamos a intentar ser un poco más originales.

Hoy comienzo con mis sugerencias navideñas. Son películas quizá no demasiado conocidas, desaparecidas durante muchos años o incluso olvidadas, pero que siguen manteniendo un nivel de calidad más que apreciable y, además, están disponibles en DVD. Perfectas para regalar o regalarse. Por supuesto, siempre está la posibilidad de que ustedes me hagan caso y luego decidan que la película que les he recomendado es un verdadero truño… pero la vida es riesgo, y creo honestamente que, en general, pueden fiarse de mis recomendaciones.

Así que vamos a comenzar con El último de la lista (The list of Adrian Messenger), rodada por John Huston en 1963, desaparecida de la circulación durante años y felizmente recuperada en DVD por Universal. Esta película, que entra sin complejos en la intriga policiaca–está basada en una novela del especialista en el género, Philip Mac Donald- se hizo famosa por los motivos equivocados. En el vídeo adjunto tienen los diez primeros minutos, títulos de crédito incluídos, donde se anuncia la participación, entre otros, de Tony Curtis, Frank Sinatra, Robert Mitchum y Burt Lancaster. No los busquen. O búsquenlos, pero no pierdan mucho tiempo en ello, porque esto es una bromita de Huston. Estas cuatro estrellas aparecen, es cierto, pero en papelitos breves y tan intensamente caracterizados –cortesía del mago del maquillaje, Bud Westmore- que resultan casi irreconocibles.


Los verdaderos protagonistas son Kirk Douglas y George C. Scott, y el desencadenante de la trama es la mencionada lista que Adrian Messenger entrega a su amigo Anthony Gethryn (Scott), para que la guarde en el caso de que a él le ocurra algo. Poco tiempo después, muere en un accidente aéreo que no es tal accidente. Gethryn se da cuenta de que casi todos los nombres que aparecen en la lista han sufrido una suerte muy parecida a la de Messenger; una cadena de asesinatos disfrazados de muerte accidental, organizada por un metódico criminal (Kirk Douglas, y al decirles esto no les reviento nada) dispuesto a eliminar a quien haga falta para convertirse en beneficiario de una cuantiosa herencia. Gethryn debe adelantarse al asesino antes de que este complete su cadena de crímenes; el enfrentamiento final llegará durante una caza del zorro celebrada en la finca del marqués de Glenyre, a la que Douglas, que además de asesino es gorrón, también se ha hecho invitar.

Si no la recuerdo mal, es tan entretenida como suena, y además tiene sorpresilla final. Por cierto, a Huston le vino de perlas el rodaje, porque le permitía trabajar en su amada Irlanda donde tenía castillo propio y pertenecía a la sociedad de cazadores de los Galvay Blazers. Lógicamente, a la hora de rodar las escenas de la caza del zorro, recurrió a su sociedad… y estos le dijeron que de ninguna manera, cuando se enteraron de que las escenas de caza estarían trucadas y que deberían seguir un rastro artificial en lugar de uno auténtico. Tuvo que conformarse con los Harriers de Dublín, menos puntillosos.

miércoles, noviembre 05, 2008

Resaca electoral



Con las elecciones americanas todavía calentitas, hay una cuestión que me gustaría plantear. Se me ocurrió el sábado pasado –pero he tenido mucho lío y no he podido sentarme al teclado hasta hoy- cuando padecí, digo, escuché, a Juan Tejero hablando con Montserrat Dominguez sobre cine y presidentes americanos en A vivir que son dos días. Tras media hora de rollo -aquí tienen el audio, que no se diga que me invento cosas-, llegué a una conclusión: en la SER pagan a sus colaboradores por tópicos.

Veamos: a la hora de recordar películas con el presidente de Estados Unidos, presentadora y, ejem, experto, parecían decantarse casi exclusivamente por lo facilón y pachangero oh yeah, es decir, cosillas como: Deep Impact (1998. Presidente: Morgan Freeman), Independence Day (1996. Presidente: Bill Pullman), Mars Attacks (1996. Presidente: Jack Nicholson), Air Force One (1997. Presidente: Harrison Ford) Dave, presidente por un día (1993. Presidente: Kevin Kline), ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (1964. Presidente: Peter Sellers), por supuesto teniendo los dos bien a mano el (esto léase con acento de doblador portorriqueño): ¡Manual del Crítico de Cine Enrollado marca ACME!.


A saber: Independence Day es una película mala, no porque sea mala, que sí que es mala (¿me siguen?), sino por ser patriotiera, militarista y pro yanqui. Vaaaaale. Por el contrario, Mars Attacks es buena, no porque sea buena, que sí que es buena (no se pierden ¿no?) sino por ser una sátira que ataca ferozmente a la sociedad estadounidense. Dios santo, qué bostezos a esas horas de la mañana. Y, por supuesto, ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú debe ser calificada sin pestañeos como obra maestra, aunque cada vez seamos más los que pensamos que –como buena parte de la filmografía de Kubrick- los años le han sentado peor que a Massiel…

En fin; por lo menos tuvieron el buen sentido de acordarse de Punto Límite (Fail Safe, 1964. Presidente: Henry Fonda) con una trama muy similar a ¿Teléfono Rojo?, sólo que aquí en serio, filmada en el mismo año y también producida por Columbia. En cambio, ni una palabra sobre cintas tan estimulantes como Siete Días de Mayo (1964. Presidente: Fredric March) de John Frankenheimer (¡Cuántas películas maravillosas hizo este hombre, y qué poco se le recuerda hoy!), Nixon (1995. Presidente: Anthony Hopkins), Primary Colors (1998. Presidente: John Travolta), o algunas donde el presidente de Estados Unidos no sale en persona, pero es el detonante de toda la trama, como La cortina de humo (Wag the Dog, 1997) y una obra maestra absoluta: Todos los hombres del presidente (All the president’s men, 1976).

Pero lo divertido fue lo de la raza. Hablando de Deep Impact, una de las primeras películas en presentar a un presidente negro, se comentó que Steven Spielberg (que, por cierto, no fue el director de la película, sino solo su productor) sólo podía concebir un presidente negro en una cinta de ciencia-ficción… aquí, para variar, discrepo. Mi teoría personal es que el cine se adelantó a la realidad. Deep Impact se rodó hace sólo diez años, en 1998, y es más que probable que se pensara que la sociedad yanqui ya estaba preparada para ver a un presidente negro… aunque fuera en el cine. En los años posteriores, la serie 24 nos ha ofrecido no a uno, sino a dos presidentes negros (vale, eran hermanos, pero de todos modos… y en la nueva temporada el presidente es una mujer) y poco a poco, la imagen de un negro en el Despacho Oval ha dejado de resultarnos extraña. Desde hace unas horas, ya es una realidad. ¿Es posible que el cine haya tenido algo que ver?

viernes, octubre 31, 2008

Calabazas, calabacines y calabazones

Ah, la belleza de las tradiciones. ¿Qué sería de nosotros sin ellas? Nos dan seguridad, alimentan la nostalgia, contribuyen a crear un entorno en el que la repetición de rituales y costumbres nos hace sentirnos reconfortados… así que, como es tradición en este blog por estas fechas, voy a defecarme en Halloween y en la madre que lo parió. Como aparezcan por casa enanos disfrazados de espantajo –aunque con la que está cayendo, lo dudo- tengo a punto la trampilla para el foso de las pirañas. Y, como me entere de dónde viven sus padres, remato la faena pasándome por su casa con la sierra mecánica. ¿No quieren colonización yanqui? Pues les voy a hacer un homenaje a Tobe Hooper que se van a enterar…

Los lectores veteranos ya sabrán qué mi natural pacífico y dialogante se suele ir de puente por estas fechas. Insisto: no puedo comprender cómo nos hemos dejado invadir de un modo tan implacable en unos pocos años. Con el agravante de que es una invasión que está tapando unas tradiciones nuestras, estas sí, tan arraigadas como el Día de Difuntos, donde se supone que tenemos que recordar a los seres queridos que se fueron para siempre, y no hacer el gil del candil pintando calabazas.

Claro que no todo es negativo; esta fecha de las narices ha servido, por lo menos, para producir algunas películas inolvidables. Personalmente, me encantan Pesadilla antes de Navidad (1993) y La novia cadáver (2005), esas dos maravillas animadas de Tim Burton. Pero el clásico de clásicos es, desde luego, La noche de Halloween (1977) de John Carpenter, que es para estas fechas el equivalente de ¡Qué bello es vivir! para las Navidades. Raro será que no la esta noche pongan en algún canal, pero los fans que no tengan bastante con volver a verla tienen aquí su página web o pueden pinchar el vídeo que les incluyo hoy, donde el maestro habla largo y tendido sobre su película. Siento que esté en inglés y no tenga subtítulos, pero es lo que hay.

Y para los que prefieran simplemente recordar a los difuntos, en esta página web tienen una lista completa de actores fallecidos, donde se narra con detalle la fecha y las circunstancias de su muerte.

Y ahora, si no les importa, voy a usar la calabaza para lo que debe usarse: para darle sabor al potaje de garbanzos.

jueves, octubre 30, 2008

Espectros del pasado

Uno se considera, por lo general, buen chico, pero de vez en cuando también tiene sus ramalazos de Doctor Maligno, esos días en que apetece hacer la puñeta porque sí. Y una manera excelente de hacerla es escarbando en el tortuoso pasado de algunos críticos de cine, y descubrir lo que dijeron en su día de determinadas películas. Les confieso que llevo ni sé cuánto tiempo buscando una crítica de El Padrino publicada en el año de su estreno (1972) donde un crítico muy reputado decía, literalmente, “no vayan a verla” y la tachaba de superproducción yanqui sin talento alguno, apoyada únicamente en la campaña publicitaria, y no sé cuántas cosas más. El día que la encuentre la cuelgo aquí, junto con el nombre y apellidos del profesional, claro.

De momento, les dejo este texto, que me encontré por casualidad el otro día cuando buscaba documentación para la historia de las pelis clasificadas “S”. El autor es, como en la otra entrada, el crítico –excelente, por otra parte- del equipo Reseña Angel A. Pérez Gómez, cuando repasaba las películas españolas estrenadas en el año 1979:

“En otro escalón, más bajo todavía, nos topamos con films como Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón de Paco (Sic) Almodóvar, y Con el culo al aire, del valenciano Carlos Mira (…). Son dos obras que se pretenden desmitificadoras, contraculturales, provocadoras, progresistas y originales. Y lo son todo menos eso. (…) La sal gorda, la tomadura de pelo, y el importar underground yanqui de hace varias décadas con ropaje punk no es precisamente un timbre de gloria”.

Ni más ni menos. Aunque, la verdad, no creo estar siendo excesivamente malo al sacar esto aquí… porque apruebo, suscribo y hago mío todo lo que se dice en este párrafo. Tiene gracia encontrarse con este tipo de cosas, que ahora nadie tendría narices para escribir, porque es que "Paco" ha llegado muy lejos. Pero en otros tiempos, antes de los Oscar, las coartadas intelectuales y la autopromoción a punta pala, todo era muy distinto...

domingo, octubre 26, 2008

La otra comedia

Vivir para gozar (Holiday) es, efectivamente, la otra comedia, es decir, la segunda que rodaron en 1938 Cary Grant y Katharine Hepburn. Suele pasar un tanto desapercibida al lado de la primera, quizá porque esta fue ni más ni menos que La fiera de mi niña. Pero eso no quiere decir que aguante mal las comparaciones (que siempre son odiosas). Aquí, en lugar de Howard Hawks, tenemos a George Cukor en la silla del director, y el punto de partida es la obra de teatro escrita por Philip Barry, que a principios de los años 30 fue todo un éxito en Broadway y contó para su paso a la pantalla con dos escritores de la talla de Sidney Buchman y Donald Odgen Stewart. El plantel de secundarios, que se dice, incluye a nombres como Lew Ayres y Edward Everett Horton, de los cuales hoy en día no se acordará nadie, pero cuyo trabajo era siempre una garantía de calidad, y viéndoles aquí, se comprende por qué.

Es decir, lo tenía todo para estar a la altura de La fiera… pero no lo está. Quizá se le nota mucho su origen teatral –como, por otra parte, le ocurre a casi todas las películas de este género- y se podría decir que Katharine Hepburn está en cierto modo repitiendo su personaje de chica rebelde de la alta sociedad que ya representó en la cinta de Hawks; vista hoy, 70 años después, hay muchas cosas que se ven venir, como quizá ya se vieron en el día de su estreno; esto es, que aunque Cary Grant empiece la película prometido con la hermana de Katharine Hepburn (Doris Nolan), nadie tiene la menor duda de con quién se va a casar realmente cuando llegue el The End… Pero no se confundan; todo esto que estoy contando no quiere decir que la película no valga la pena. La verdad es que da gusto volver a verla y a disfrutarla; puede que en ocasiones se le vea la maquinaria; pero es que la maquinaria es la de un Rolex.

Como suele decirse ya no se hacen películas así. Y, bien mirado, es un milagro que se hicieran incluso en su día, porque hay otra cosa que Vivir para gozar tiene en común con La fiera de mi niña, aparte del género, sus protagonistas y haber sido dirigida por un maestro del cine: haber sido un fracaso en el momento de su estreno, contribuyendo a cimentar la reputación de Hepburn de ser “veneno para la taquilla”, y mandándola a un descanso de más de un año hasta su regreso triunfal con Historias de Filadelfia (1940), también de Cukor.

No es la primera vez que por aquí nos encontramos con buenas películas a las que en su día nadie quiso ver. Pero quizá el mayor problema de Vivir para gozar sea estar encajonada entre dos obras maestras absolutas; que nadie se ha ocupado excesivamente de ella lo prueba el estado de la copia –por lo menos, el de la empleada para el DVD- que, según se nos avisa al principio, fue sometida a un intenso proceso de restauración. Restaurada y todo, hay momentos en que imagen y sonido parecen al borde del ataque de nervios, y da miedo pensar que esta película hubiera podido unirse al de tantas cintas de los primeros tiempos del cine perdidas para siempre por falta de cuidado.

Ah; ya que estamos hablando del DVD, quisiera comentar un detallito: la edición que yo tengo forma parte de la colección de clásicos de Sony Pictures, y fue vendida en los quioscos junto con el diario El Mundo. Así que no sé si la culpa es de los de Sony o de los chicos de Pedro J., pero cito unos párrafos del texto de la carátula: podemos leer que tras La Fiera de mi niña “la mítica pareja cómica formada por Cary Grant y Katharine Hepburn volvió a reunirse seis años después en esta comedia de George Cukor…”. Fueron seis meses, no seis años; “en esta ocasión, su objetivo (el de Hepburn, quiere decir) será robarle el novio a su hermana, quien está prometida con un apuesto y prometedor abogado…”. El personaje de Hepburn se enamora del novio de su hermana, es cierto, pero les aseguro que no hace el menor intento de robárselo; todo lo contrario, contiene sus sentimientos hasta el último segundo, para no herirla; y el personaje de Grant no es abogado, sino agente de bolsa.

¿Sería mucho pedir que los que escriben estos textos se molestaran en verse primero la película? Si piensan que se van a aburrir, que se dediquen a otra cosa. Coño.

martes, octubre 21, 2008

Retazos de Marilyn

Parece que estamos otra vez con Marilyn; coincidiendo con el 45 aniversario de su muerte (que ya suena a fecha raída por los pelos) Vanity Fair (la de verdad, no esa caricatura para pijos que pasa por ser su edición española) publica un reportaje sobre “sus archivos secretos” donde prometen desvelar nuevos datos sobre su muerte. Aún no lo he leído, como no he leído –lo confieso- el libro que le dedicó Norman Mailer ni la reciente biografía de Donald Spoto, a pesar de tener en casa ambos volúmenes desde hace años.

¿Por qué me da tanta pereza Marilyn? De entrada, nunca he sido muy mitómano, y las figuras tan infladas tienden a provocarme más rechazo que atracción. Me ocurre lo mismo con James Dean, al cual nunca terminé de verle esas arrobas de talento (prefiero mil veces a Montogomery Clift, y creo que en Gigante Rock Hudson, sí, sí, Rock Hudson, se lo come con patatas), sobre todo cuando es su temprana muerte lo que las ha convertido en iconos, más que su trabajo estrictamente cinematográfico. Podemos llegar a olvidarnos de que esta gente también hizo películas. Y creo que eso es lo que me ocurre: Marilyn es una presencia tan ubicua, un símbolo tan repetido, que llega a hacerse inabarcable. No hay una obra que la encuadre por completo, y todo lo que llegamos a ver en cada nuevo libro o reportaje sobre ella, son retazos, algunos completamente prescindibles en un puzzle que con los años ha ido cogiendo un excesivo número de piezas.


Marilyn tiene unas trece películas consideradas principales. Dos de ellas están entre mis favoritas de toda la vida: Eva al desnudo (1950) donde tiene un papelín, y la que yo creo es la mejor comedia jamás filmada, Con faldas y a lo loco (1959). En las restantes hay mucha calidad, pues lo que no se le puede negar es su habilidad para trabajar con directores de primera fila. La lista quita el aliento, y no creo que haya muchas estrellas capaces de igualarla, no, por lo menos, en tan pocos años: Billy Wilder en Con faldas… y en La tentación vive arriba (1955); John Huston en Vidas Rebeldes (1961); Otto Preminger en Río sin retorno (1954), George Cukor en El multimillonario (1961), Howard Hawks en Los caballeros las prefieren rubias (1953), Joshua Logan en Bus Stop (1956), o Laurence Olivier en El príncipe y la corista (1957), quizá la prueba más evidente de que el mejor escribano echa un borrón, pues es, creo, la que peor ha envejecido de las suyas.

Las anécdotas sobre los problemas que creaba en los rodajes son legión, entre retrasos, crisis nerviosas, repeticiones sin cuento y la presencia de profesoras de interpretación con las que intentaba paliar su inseguridad, y que provocaban continuos enfrentamientos con los directores. Algunos de sus compañeros de rodaje, como Robert Mitchum, se compadecieron de sus problemas; otros, directamente, la odiaron. Pero, como dijo Billy Wilder, “yo tengo una tía simpatiquísima y encantadora que le cae bien a todo el mundo y siempre es puntual. Pero nadie pagaría ni un centavo por ir al cine a ver a mi tía”.

Se dice que uno de sus mejores retratos fue el cuento que Truman Capote escribió sobre ella: Una hermosa criatura; está en Música para camaleones y, como (casi) todo lo que escribió Capote, desde luego es magistral.

También ha salido este libro, que me permito recomendarles. No me voy a andar con rollos: los dueños de esta editorial son amigos míos, pero aunque no lo fueran seguiría opinando que en Rey Lear están llevando una política de publicaciones de auténtico interés, con exquisito gusto en la recuperación de autores olvidados y un cuidado en las ediciones que ya les ha proporcionado algún premio que otro. El volumen que nos ocupa es una recopilación de artículos escritos hace veinte años en Diario 16 por Ignacio Carrión, en un recorrido por Estados Unidos buscando pistas de Marilyn y hablando con gente que la vio, la conoció o incluso se acostó con ella (impagable la entrevista con su primer marido).

También quisiera aclarar que Carrión no es exactamente santo de mi devoción: tiende a abusar del tópico (es que, simplemente, NO SE PUEDE ir a entrevistar a Anthony Hopkins y empezar el texto con estas dos palabras: “¿me morderá?”. Pues lo hizo, para El País Semanal), y conozco a alguna gente entrevistada por él que se ha cogido justificados cabreos al ver el texto publicado. Pero aquí, creo, está en su punto justo, y escribe con concisión, acierto y mucho sentido del humor. Completa el librillo –porque de un librillo se trata, como todos los de esta colección- un índice onomástico.


Un retazo más de Marilyn. Pero con colores muy vivos.

viernes, octubre 17, 2008

"Ese", oscuro objeto de deseo

Cuando el cine nos alcanza, esto es, cuando ya vamos teniendo edad suficiente como para empezar a ver películas ambientadas en los años de nuestra juventud, es posible que se produzca un hecho curioso: que algo en nuestro interior nos diga que las cosas no fueron exactamente así. Que falla algo, vamos, y no tenemos claro si es que en efecto el guión de determinada cinta tiene anacronismos, o es que el Alzheimer ya empieza a hacernos estragos en la materia gris.

Es lo que me está pasando con esta película que se ha estrenado hoy, Los años desnudos, donde se nos cuenta la historia de tres chicas que, a finales de los 70, participan en eso que se llamó cine “S”, y que a los lectores más jóvenes les sonará como más desfasado que los humoristas del Un, dos, tres, si es que les suena. No la he visto aún, pero por lo que he leído sobre ella yo diría que aquí hay una cierta confusión con lo que uno recuerda, o quizá que se está mezclado el cine “S” con él, mucho más extendido y, este sí, íntegramente nacional, cine del destape. No eran lo mismo.

El origen del cine “S” hay buscarlo en el sistema de clasificación moral de las películas en unos tiempos en que la jerarquía eclesiástica tenía muuuucho que decir por aquí. Todavía más que ahora, vamos. Ninguna película se libraba de ser estrenada sin su correspondiente calificación moral, que podía enclavarse en las siguientes categorías: (1): Todos los públicos. (2): jóvenes (es decir, mayores de 14 años). (3): Mayores (de 18 años, se entiende). (3R): mayores con reparos, y (4): Gravemente peligrosa.

El hecho de que hubiera dos categorías por encima de la mera clasificación de 18 años hacía pensar que el visionado de una “4” suponía un viaje sin retorno a las calderas de Pedro Botero, pero es que la Iglesia no estaba ni preparada para la que se le vino encima en los tiempos de la Transición: ya hablando de los estrenos de 1976, el crítico del equipo Reseña Angel A. Pérez Gómez se refirió al “cine de entrepierna. Resulta abrumadora la explotación del tema que ha efectuado con pésima habilidad el cine español de este año”, y citaba como ejemplos no sólo el taquillazo celtibérico del año La lozana andaluza, de Vicente Escrivá, sino títulos tan explícitos como Los placeres ocultos, Susana quiere perder… eso, Call Girl, La menor, Más fina que las gallinas, y algunos más.

Como la desaparición de la censura impedía prohibir tanto libertinaje, la solución de la Junta de Clasificación fue sacarse de la manga una nueva categoría: la “S”, aplicable a títulos que, como bien se advertía en la publicidad de las cintas “contienen imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador”.Creo -no estoy seguro- que la clasificación comenzó a funcionar en 1977, y se mantuvo vigente hasta 1983, cuando el establecimiento de las salas X –y, sobre todo, el auge del vídeo doméstico, que permitía ver porno tranquilamente sin moverse casa- la dejaron sin razón de existir.

De todos modos, con las “S” pasaron dos cosas:

La primera, que la clasificación no se otorgaba únicamente por el contenido sexual; lo que entonces se consideraba violencia más allá de lo permisible también valía para obtenerla. Y, a la hora de calificar, el nombre del director no importaba demasiado, con lo que cineastas del calibre de Osima y Pasolini, por citar dos, vieron mezclados algunos títulos inmortales con las últimas guarrindongadas celtibéricas. También se estrenaron como películas “S” el clásico hoy superadísimo de Wes Craven Las colinas tienen ojos, o la primera entrega de Mad Max, que hoy le arranca bostezos de media hora a cualquier quinceañero aficionado al Killzone.

Y la segunda, que nadie parecía haber tenido en cuenta que la represión que atenazaba como la gripe a tantos españolitos convertía la “S” en el equivalente de un tanque de cerveza Duff para Homer Simpson, o el de un cartel de Toys’ re Us para Michael… Bueno, la cuestión es que la “S” se convirtió en un imparable reclamo comercial, hasta el punto de que muchos productores estaban dispuestos a hacer lo indecible para conseguirla en sus estrenos. Sólo tres años después del párrafo anterior, Pérez Gómez contaba el caso del film de Jose Antonio Barrero La sombra de un recuerdo:

“Ha sido rebautizado por el distribuidor como El violador y sus mujeres a la sombra de un recuerdo y clasificado, claro, con el anagrama “S””.

Consiguiendo, añadiría yo, uno de los títulos más lisérgicos de la historia del cine patrio.


P. D. Algunos de los carteles que ilustran este post han sido obtenidos de la página web http://www.todocoleccion.net/ . Dense una vuelta por ahí, que merece la pena.

miércoles, octubre 15, 2008

Un mundo perfecto, o el viaje interdimensional de Vince

Ya sabía yo que no tenía que haber mencionado nada sobre mis intenciones de dejar el blog. Enseguida empiezan los comentarios que si no lo haga, no se vaya, no nos deje… como si no hubiera blogs de cine a cascoporro, la mayoría más actualizados y más completos que este. No lo hice por hacerme el interesante, y no les prometo nada. De verdad. Pero como estoy algo atascado con el artículo que tengo entre manos –lo cual tiene su morbo añadido, porque uno de los lectores de este blog es, ya ven, la persona que me lo ha encargado- voy a encasquetarles una entrada científico / cinematográfico / televisiva que me ronda hace tiempo por la mente.

Me acordé de ella la otra noche, cuando me vi rodeado por Jean-Claude Van Damme. Es decir, no personalmente, pero es que en La Sexta estaban echando una macarrada suya titulada Cyborg, y en un canal de la TDT otra macarrada más reciente titulada Inferno, que tiene el agravante añadido de que sale como actor secundario Pat Norita, el presunto sensei de la serie Karate Kid. Antes de retirarme a la cama pensé en lo maravilloso que sería vivir en un mundo donde no estuviéramos expuestos a las macarradas perpetradas por los macarras llegados del país de Godiva y los mejillones.

Bueno, pues hay un mundo donde así. En él no existe Van Damme, y ése no es su único atractivo.

Les supongo familiarizados con el concepto de los universos paralelos; esos mundos que existen en una dimensión paralela (claro) a la nuestra donde la historia en general, y nuestras vidas en particular, han tomado rumbos muy diferentes. Cualquiera que haya leído unos pocos tebeos de superhéroes sabrá de lo que estoy hablando, porque son muy socorridos; gracias a este concepto, en el mundo de la DC Comics acabaron con dos o tres Supermanes… pero estoy desbarrando. Hablábamos de Van Damme.

Bueno: el punto de partida de este universo paralelo es la serie televisiva Las Vegas, que emitió Cuatro en su día y que, ya confesé en este blog, se constituyó enseguida en uno de mis placeres culpables (ya la han cancelado, por cierto), gracias al trabajo de mi querido James Caan y a la proliferación de tías buenas que salían en cada episodio. Como sabrán los que la hayan visto, la serie tenía lugar en el casino-hotel Montecito que, a diferencia del Wynn, el Venetian o el MGM Grand, no existe en nuestro universo. En el de la serie sí, aunque tenía una molesta tendencia a cambiar de emplazamiento; un día estaba arriba del Strip, otro en medio… Bueno, pues en un episodio de la primera temporada, aparecía Van Damme como estrella invitada. Y, además, interpretándose a sí mismo... Por lo menos, durante veinte minutos, porque de repente, era inesperadamente asesinado.
Al principio, pensé que era la típica broma, y que aparecería vivito y coleando al final del episodio. ¿Cómo se iban a cargar a Jean Claude Van Damme? Bueno, pues se lo cargaron. En el universo de la serie Las Vegas, Van Damme quedó definitivamente muerto y enterrado.

¿Pero SOLO en ese universo?

El caso es que Las Vegas tuvo un par de crossovers con la serie policiaca Crossing Jordan, donde los protagonistas de ambas tenían que trabajar juntos en la resolución de un caso; con lo cual, cabe pensar no sólo que ambas series pertenecen al mismo universo, sino que Van Damme está muerto en las dos.

No se vayan todavía, aún hay más.

Los que pasamos de los cuarenta –aunque no se nos note- tenemos grabadas en la memoria aquellas sobremesas de verano donde TVE, la única TVE de entonces, nos cascaba la serie El coche fantástico, con David Hasselhoff, su bultaco, su cardado y, creo recordar, un coche que hablaba. Bueno, pues este año se ha comenzado a emitir en la televisión americana una versión actualizada de la serie, donde el protagonista es el hijo –en la ficción, claro- de David Hasselhoff. El episodio piloto ya se ha emitido en España, y algunas escenas del mismo tenían lugar en la ciudad de Las Vegas. ¿Adivinan en qué casino? En efecto; aunque no aparecían los actores de la otra serie, los escenarios y el logo del Montecito eran inconfundibles.


Pero es que el Montecito está, como decimos en mi tierra, como la Feria; no bien se ha largado Kitt Junior, cuando aparecen algunos adolescentes dotados de superpoderes, cuyas aventuras pueden seguirse en la serie Héroes. ¡También han pasado por allí, y en tres episodios nada menos!


Y si les parece que es un poco excesivo juntar a tantas series, no hemos terminado todavía. Hay otro capítulo de Héroes donde los personajes vuelan en Oceanic Airlines; Oceanic… ¿De qué me suena ese nombre? No me hagan mucho caso, pero creo que hubo un vuelo de esa misma compañía –el 815, para ser exactos- que desapareció sin dejar rastro, aunque hay quien dice que un puñado de supervivientes llevan años haciendo el canelo en una isla perdida donde hay osos polares, galeones del siglo XVIII, un experimento de una empresa llamada Dharma y, se sospecha, el último proyecto de Paco el Pocero.


En resumen:

Existe un universo paralelo donde hay un casino en el que todo el mundo gana, un chaval que combate el crimen en un coche que habla, varios adolescentes con superpoderes y una isla misteriosa que acaba con todas las islas misteriosas. Y además no tienen que aguantar a Van Damme, porque está muerto. ¿Y qué tenemos aquí? Zapatero, Rajoy, Jiménez Losantos y Escenas de matrimonio. Señores, vaya coñazo. ¿Saben que les digo? Que paren este mundo, que me quiero bajar… ¡y largarme al otro!.

P. D. Este post no habría sido posible sin esta página web donde tienen una completa relación de todos los crossovers habidos y por haber en el mundo televisivo. ¿Lo que les he enseñado? Un aperitivo. Procuren no perderse.