La verdad, es un poco difícil sustraerse a la fiebre deportiva que invade el país desde hace unas semanas. A los gritos de ¡ESPAÑAAAAAAAAA! con los que fuimos machacados de forma inmisericorde todos los que intentábamos escapar a la obligación de ver los partidos de la Selección, se ha unido la -merecidísima, desde luego- victoria de Rafa Nadal en Wimbledon. Pero yo voy a lo mío, como siempre, y cuando intento comparar la fiebre de los deportes y la fiebre del cine, encuentro que ambos medios de entretenimiento (sí, ya sé que el cine es un arte; pero seguro que habrá quien diga que el fútbol también lo es) tienen bastante mala relación.
La verdad sea dicha: no hay demasiadas disciplinas deportivas que aguanten bien el paso a la pantalla grande. Por lo menos, las que más nos tiran por aquí no tienen mucha suerte. Pensemos en el fútbol. ¿No sería posible hacer una película de ficción que transcurriera en la liga profesional? Nómbrenme una. Y no vale Quiero ser como Beckham, porque ahí el fútbol era solamente una excusa argumental, algo parecido a lo que hizo Woody Allen en Match Point con el tenis, deporte que tampoco ha merecido nunca una traslación cinematográfica digna.
Pensando un poco, se me ocurren algunas excepciones, ninguna completamente lograda. Hace unos años se estrenó la película Wimbledon (2004), una trama de amor de lo más tontorrona protagonizada por Kirsten Dunst, que tenía lugar durante el torneo inglés. Y en el fútbol, lo más recordado es Evasión o Victoria (1981), donde se narraba un partido de prisioneros de guerra contra nazis en la Segunda Guerra Mundial basado, por cierto, en hechos reales (aquí tienen un resumen de lo que verdaderamente ocurrió; siento que esté en inglés); pero como yo no soy de los que se ponen firmes en cuanto oyen el nombre de John Huston -que, sin duda, es autor de varias películas maravillosas-, no me importa decir que esta película es una de la larga lista de truños (Annie, Phobia…) con que el director de El hombre que pudo reinar adornó los últimos años de su currículo.
Esta peli tiene unas cuantas anécdotas encima. De entrada, aún pueden encontrarse páginas Web dedicadas a ella. Y luego es especialmente recordada por las chulerías de Sylvester Stallone que, si recuerdan, interpretaba al prisionero de guerra que paraba el penalty final contra los nazis. La cuestión es que, al principio, había exigido a los guionistas que su personaje debía ser el que metiera el gol de la victoria; estos le contestaron que era un poco difícil, considerando que su personaje era el portero, y tuvieron que inventarse la escena del penalty para aplacarle.
También por aquella época Stallone estaba dedicado a escribir el guión de Rocky III (sí, eso tenía guión, en serio) y le molestaba muchísimo que le llamaran para rodar a menos que estuviera todo preparado, para no perder el tiempo. Un día metieron la pata, y Stallone tuvo que esperar tres horas para comenzar a rodar. Después se dirigió a John Houston y le dijo que aquello era intolerable, y que al día siguiente, llegaría tres horas tarde para compensar.
Si hubiera sido el Huston de antes, quizá la cosa se hubiera arreglado con una pelea a puñetazos como la que, dicen, tuvo con Errol Flynn. Pero ya estaba viejecito, y dejó pasar la cosa. Stallone cumplió su amenaza, y tuvo a todo el equipo esperándole tras horas, incluído su compañero Michael Caine. Cuando por fin llegó, Caine se fue para él y le pidió que hablaran en privado. Todo el mundo se esperaba una bronca de las que hacen época, pero lo que hizo Caine fue decirle con su mejor sonrisa:
- Verás, Sly, anoche estuve de copas y me acosté bastante tarde y bastante mal… así que este retraso tuyo me ha venido de miedo para aprenderme bien mis diálogos de hoy. ¿No podrías hacerme otra vez el favor y llegar un par de horas tarde cualquier otro día?
Stallone cogió la indirecta, y no volvió a retrasarse.
Y sí, ya sé que hay deportes que han tenido más suerte en su paso por el cine. Ya que hablamos de Stallone, el boxeo es uno de ellos (aunque no en sus películas). Quédese para otro día.
lunes, julio 07, 2008
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5 comentarios:
A mí me gustó la primera parte de "Goal!", sin que sepa muy bien por qué.
Y "Fever Pitch", por varias razones: porque Colin Firth es y será Mr Darcy de Orgullo y Prejuicio (eso sólo ya son diez puntos en mi Cursi-Baremo); porque entiendo ese tipo de obsesiones, aunque no me guste el fútbol ni sepa qué colores viste el Arsenal; y porque es de amor (otros diez puntos cursi-barémicos). Ahí queda eso.
Es que rodar un partido de fútbol para cine es jodidísimo. Puede que sea el deporte más fastidioso de planificar.
A mí lo que más gracia me hace de esa peli es la escena final, cuando el público invade la cancha, y sólo se ven pantalones vaqueros de campana, chaquetones de pana, barbudos melenudos, chicas con peinado hippie… ¿De qué va la peli, de la WWII o del mayo del 68?
Pues es curioso porque pienso que el fútbol es el deporte que tiene un ritmo más cinematográfico... Si me acuerdo, te haré llegar una historia de fútbol escrita para el cine.
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