Más que una única Navidad, podríamos decir que lo que hay son millones de ellas, cada una a la medida del que las vive y las recuerda. Analizándola fríamente, tiene tantos puntos negativos como positivos; el consumismo, las reuniones por obligación, las cenas de compromiso, la copa de la empresa y las masas de compradores en el centro de las ciudades estarían entre los primeros. En el segundo apartado… bueno, aquí es donde cada uno aporta lo suyo. A mí, ya ven, a pesar de todo lo enumerado, me siguen gustando (lo que odio con toda mi alma es la noche de fin de año); el problema es que, a medida que se van cumpliendo años, hay cada vez un mayor número de navidades pasadas que van imponiendo su recuerdo en la presente. No nos ocurre con los cumpleaños, con los aniversarios de boda… pero con la Navidad, sí. Difícil saber por qué.
Quizá sea porque estos son los momentos del año donde más nos presiona la memoria de la niñez, aquella época en la que estos días eran días mágicos, y nos pasamos la vida adulta intentando recuperar esas sensaciones, volver a aquel mundo donde vivías confortado por el amor y calor; hasta el frío tenía una particular calidez. Pero no es fácil. Aunque las señales siguen ahí, la edad parece habernos embotado los sentidos. ¿Por qué los adornos del árbol ya no nos llaman como antes? No hablo solo de las bolas de colores; yo recuerdo las casitas nevadas colgando de las ramas, o los diminutos muñecos de nieve, con su chistera y su zanahoria; más que adornos, parecían eran una mezcla de juguete y dulce, una versión más artística del turrón y el guirlache.
Salir a la calle con nuestros padres en los días previos a la Navidad no tenía nada que ver con la vorágine actual y, si lo tenía, no nos dábamos cuenta de ello. Había gente, desde luego, pero sólo parecíamos tener ojos para la iluminación de las calles; un simple abeto decorado con bombillas de colores nos parecía un prodigio, como si por unos momentos hubiéramos ido a parar a ese mundo de juguete que habíamos atisbado en las casitas del árbol o en las figuritas del belén.
Ir al cine era también una experiencia, sobre todo en una ciudad de provincias: estaba asociado con el frío y tenía mucho de expedición, por aquellas calles atestadas con los villancicos sonando sin parar por los altavoces municipales. Y se iba a ver películas de niños, de dibujos, o de lo que hubiera, porque en un sitio con seis cines, donde los estrenos de la capital llegaban cuando llegaban, poco se podía hacer, y lo habitual eran películas de serie de segunda o tercera mano. Recuerdo, por ejemplo, algunos zorros y, desde luego, muchos tarzanes, felices en su selva artificial, columpiándose en taparrabos, insensibles al frío que se padecía en la ciudad del otro lado de la pantalla.
En televisión, la oferta era todavía peor. Había poco, y además, en blanco y negro. Y, como ocurre en Semana Santa, parecían poner siempre las mismas películas. En todas ellas había mucha nieve, grandes muñecos en el jardín, familias felices y niños repelentes. Y se cantaba mucho. En inglés, además. Unos villancicos educadísimos al lado de la chimenea, sin zambomba ni panderetas. Y poco a poco, año a año, fuimos conociendo esos villancicos extranjeros que nos fueron transmitiendo el ambiente navideño con la misma eficacia, si no con más, que nuestros bullangueros clásicos con los peces en el río o la burra que va hacia Belén cargada de chocolate, que tantas bromitas ha provocado en determinado ambientes de la zona de Cádiz.
Y una de estas escenas es la que les traigo hoy. Pocas voces han cantado mejor este villancico que esta pareja de sinvergüenzas. Eso sí, en su decorado de Hollywood, tan perfecto, tan a la medida, que parece como si Crosby y Sinatra hubieran conseguido colarse dentro de una de esas casitas de juguete que colgaban del árbol de mi infancia.
Tengan todos una Feliz Navidad, y nos vemos allá por el dos de enero.
Vince
domingo, diciembre 23, 2007
Mundo de juguete
miércoles, diciembre 19, 2007
Los Reyes... no son nadie
El amigo Lynx, frecuentador de este blog, incluía el otro día en el suyo una convincente lista de razones por las que hay que preferir a los Reyes Magos antes que a Papa Noel. Yo estoy completamente de acuerdo en todas, y aún se me ocurre alguna más… Pero qué quieren que les diga, si hemos dejado que ese gordinflas seboso, explotador de elfos sin contrato y vestido siempre como una lata de Coca-Cola (compañía con la que, sospecho, tiene algún acuerdo poco honorable) les gane por la mano a nuestros Reyes de toda la vida, más culpa tenemos. Papa Noel tiene sopotocientas películas dedicadas a él, por no hablar de especiales de televisión, shows navideños, aparición como artista invitado en series de divas y anuncios comerciales... Y los Reyes Magos, ¿qué tienen?
Probablemente yo esté equivocado, pero juraría que la única película que el cine español ha dedicado a los sabios de Oriente fue la producción de dibujos animados Los reyes Magos, estrenada en 2003, que por cierto, constituyó un éxito de taquilla y contribuyó a abrir la animación como uno de los dos géneros en los que nuestro cine, por fin, empieza a quitarse las legañas (el otro es el terror). Un poco tarde, si quieren mi opinión. Porque yo juraría que a lo largo del siglo XX el cine español no les ha dedicado ni una sola película. Si algún lector tiene datos al respecto, que avise.
¿Quiere esto decir que los Reyes Magos, salvo esta excepción, nunca han aparecido en el cine? No exactamente; lo han hecho de vez en cuando, pero bastante camuflados. Uno de los casos más recientes es Tres Reyes (1999), la peli de David O. Russell, donde son tres marines que acaban ayudando a la población iraquí en la primera Guerra del Golfo. Luego tenemos La primera noche de mi vida (1988), de Miguel Albadalejo, donde se las arreglaba para meter algo parecido a los Reyes Magos en un barrio de la periferia de Madrid. Y luego, sin lugar a dudas, tenemos Tres Padrinos (1948), de John Ford. Un western, ni más ni menos. Pero un western navideño.
El argumento de esta película merece recordarse: los tres padrinos, con John Wayne al frente, son en realidad tres bandidos que piensan atracar el banco del pueblo de turno. Perseguidos por el sheriff, optan por adentrarse en el desierto para escapar. Allí encuentran a una mujer moribunda con un bebé en brazos, que les pide que cuiden de él. Tras morir la mujer siguen su periplo, ahora con el recién nacido, en busca del pueblo más cercano. Sólo Wayne lo consigue, y el pueblo al que llega se llama, ya es casualidad, New Jerusalén. Por si las cosas no quedaran claras, cuando un deshidratado John Wayne entra en el saloon con el bebé en brazos, el pianista está tocando Noche de Paz. Aquí no se ha visto demasiado, pero en Estados Unidos es considerada -con toda justicia- una película de Navidad.
Así que no nos quejemos. ¡Hasta los americanos tienen más imaginación para filmar a los Reyes Magos que nosotros!
P. D. Sobre el post anterior, donde les hablaba del especial de vacaciones de La guerra de las galaxias, ¡he encontrado un bloguero español que consiguió verlo! Aquí les dejo su crónica, para que vean que no les exageraba; no tiene desperdicio (la crónica, se entiende, no el especial).
Probablemente yo esté equivocado, pero juraría que la única película que el cine español ha dedicado a los sabios de Oriente fue la producción de dibujos animados Los reyes Magos, estrenada en 2003, que por cierto, constituyó un éxito de taquilla y contribuyó a abrir la animación como uno de los dos géneros en los que nuestro cine, por fin, empieza a quitarse las legañas (el otro es el terror). Un poco tarde, si quieren mi opinión. Porque yo juraría que a lo largo del siglo XX el cine español no les ha dedicado ni una sola película. Si algún lector tiene datos al respecto, que avise.
¿Quiere esto decir que los Reyes Magos, salvo esta excepción, nunca han aparecido en el cine? No exactamente; lo han hecho de vez en cuando, pero bastante camuflados. Uno de los casos más recientes es Tres Reyes (1999), la peli de David O. Russell, donde son tres marines que acaban ayudando a la población iraquí en la primera Guerra del Golfo. Luego tenemos La primera noche de mi vida (1988), de Miguel Albadalejo, donde se las arreglaba para meter algo parecido a los Reyes Magos en un barrio de la periferia de Madrid. Y luego, sin lugar a dudas, tenemos Tres Padrinos (1948), de John Ford. Un western, ni más ni menos. Pero un western navideño.
El argumento de esta película merece recordarse: los tres padrinos, con John Wayne al frente, son en realidad tres bandidos que piensan atracar el banco del pueblo de turno. Perseguidos por el sheriff, optan por adentrarse en el desierto para escapar. Allí encuentran a una mujer moribunda con un bebé en brazos, que les pide que cuiden de él. Tras morir la mujer siguen su periplo, ahora con el recién nacido, en busca del pueblo más cercano. Sólo Wayne lo consigue, y el pueblo al que llega se llama, ya es casualidad, New Jerusalén. Por si las cosas no quedaran claras, cuando un deshidratado John Wayne entra en el saloon con el bebé en brazos, el pianista está tocando Noche de Paz. Aquí no se ha visto demasiado, pero en Estados Unidos es considerada -con toda justicia- una película de Navidad.
Así que no nos quejemos. ¡Hasta los americanos tienen más imaginación para filmar a los Reyes Magos que nosotros!
P. D. Sobre el post anterior, donde les hablaba del especial de vacaciones de La guerra de las galaxias, ¡he encontrado un bloguero español que consiguió verlo! Aquí les dejo su crónica, para que vean que no les exageraba; no tiene desperdicio (la crónica, se entiende, no el especial).
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lunes, diciembre 17, 2007
Desastre galáctico
Seguro que esto les ha pasado alguna vez: están de viaje en alguna parte, encuentran algo que les gusta, pero no están seguros de comprarlo o no, al final no lo hacen y luego, de vuelta a casa… se arrepienten. Es lo que me ocurrió hace unos años, cuando en una librería de Estados Unidos ví un libro titulado Los cien mayores errores de la televisión. Lo cogí, lo hojeé, pero, como tenía ya bastantes libros en la cesta, al final decidí dejarlo. Luego, cuando he vuelto al país, no lo he encontrado de nuevo. Una pena, porque el libro trataba exactamente de eso: de las mayores equivocaciones cometidas por los ejecutivos de la televisión estadounidense. Y de una de ellas es de la que vamos a hablar hoy.
Corría el año 1978 y George Lucas era, sin duda alguna, el nombre más caliente de Hollywood. Con La guerra de las galaxias (1977) no sólo había conseguido el taquillazo del año, sino sentado las bases de una nueva manera de entender el negocio del cine, basada en la comercialización de todo tipo de productos relacionados con la película. Todo el mundo quería más Star Wars, y nadie estaba dispuesto a esperar a que llegara la anunciada segunda parte. En estas, la cadena CBS tentó a Lucas con una oferta: filmar un especial Star Wars para la televisión. Se escribía una historia, se rodaban algunas escenas con los actores originales, y las escenas en el espacio se llenaban con planos descartados del metraje de la película. Lucas accedió, pero aparte de alguna reunión preliminar, no estuvo implicado personalmente en el proyecto. Cuando lo vió en televisión, casi le da algo.
¿Qué había ocurrido? Bueno, para empezar la historia original era bastante chorra: Han Solo y Chewbacca viajaban en el Halcón Milenario al planeta natal de este último, donde le esperaba su familia para celebrar lo que ellos llamaban “El día de la vida” que, según las interpretaciones, podía referirse a la Navidad o al Día de Acción de Gracias, pues el especial se emitió a caballo entre dos fechas. Por el camino se veían perseguidos por un par de destructores imperiales, mientras la princesa Leia y C3PO intentaban ayudarles desde la base rebelde. Luke Skywalker y R2D2 también salían, aunque no tengo muy claro para qué… y al final, por supuesto, conseguían llegar todo el mundo era feliz, cantando y bailando.
Vamos, no es precisamente el guión de El acorazado Potemkin, pero es que, encima, las cosas se complicaron: la CBS, viendo el filón publicitario que tenía en sus manos, quiso alargar la duración del programa, de una hora a dos. Para ello metieron todo tipo de morcillas, como alguna escena de la cantina en Mos Eisley, con números musicales entre humanos y extraterrestres. También salían como invitados el grupo Jefferson Starship (por aquello del nombre, supongo). Y, como ni así se llegaba a las dos horas, añadieron una película de dibujos animados de veinte minutos de duración que recordaba la trama de la película original y que veía uno de los críos wookies (parece que en planeta de Chewbacca tenían televisión) mientras esperaba que llegara su papá.
Claro, de tanto batiburrillo no podía salir nada coherente. La crítica la destrozó, y Lucas desde entonces ha utilizado todo su poder para retirarla de la vista del público. Jamás ha salido en vídeo, ni se ha vuelto a emitir. Pero durante años han circulado copias piratas, obtenidas a partir de los afortunados que grabaron en vídeo la única emisión. Internet también ha hecho lo suyo. Aquí tienen una página Web dedicada íntegramente a este programa, y si van a You Tube y teclean en el buscador “Star Wars Holiday Special” o “Star Wars Christmas Special”, se encontrarán con algunos clips con escenas originales.
Eso sí, ustedes verán si se los quieren tragar. Porque para encontrarle la gracia a esto hay que ser muy, pero que muy friki…
Corría el año 1978 y George Lucas era, sin duda alguna, el nombre más caliente de Hollywood. Con La guerra de las galaxias (1977) no sólo había conseguido el taquillazo del año, sino sentado las bases de una nueva manera de entender el negocio del cine, basada en la comercialización de todo tipo de productos relacionados con la película. Todo el mundo quería más Star Wars, y nadie estaba dispuesto a esperar a que llegara la anunciada segunda parte. En estas, la cadena CBS tentó a Lucas con una oferta: filmar un especial Star Wars para la televisión. Se escribía una historia, se rodaban algunas escenas con los actores originales, y las escenas en el espacio se llenaban con planos descartados del metraje de la película. Lucas accedió, pero aparte de alguna reunión preliminar, no estuvo implicado personalmente en el proyecto. Cuando lo vió en televisión, casi le da algo.
¿Qué había ocurrido? Bueno, para empezar la historia original era bastante chorra: Han Solo y Chewbacca viajaban en el Halcón Milenario al planeta natal de este último, donde le esperaba su familia para celebrar lo que ellos llamaban “El día de la vida” que, según las interpretaciones, podía referirse a la Navidad o al Día de Acción de Gracias, pues el especial se emitió a caballo entre dos fechas. Por el camino se veían perseguidos por un par de destructores imperiales, mientras la princesa Leia y C3PO intentaban ayudarles desde la base rebelde. Luke Skywalker y R2D2 también salían, aunque no tengo muy claro para qué… y al final, por supuesto, conseguían llegar todo el mundo era feliz, cantando y bailando.
Vamos, no es precisamente el guión de El acorazado Potemkin, pero es que, encima, las cosas se complicaron: la CBS, viendo el filón publicitario que tenía en sus manos, quiso alargar la duración del programa, de una hora a dos. Para ello metieron todo tipo de morcillas, como alguna escena de la cantina en Mos Eisley, con números musicales entre humanos y extraterrestres. También salían como invitados el grupo Jefferson Starship (por aquello del nombre, supongo). Y, como ni así se llegaba a las dos horas, añadieron una película de dibujos animados de veinte minutos de duración que recordaba la trama de la película original y que veía uno de los críos wookies (parece que en planeta de Chewbacca tenían televisión) mientras esperaba que llegara su papá.
Claro, de tanto batiburrillo no podía salir nada coherente. La crítica la destrozó, y Lucas desde entonces ha utilizado todo su poder para retirarla de la vista del público. Jamás ha salido en vídeo, ni se ha vuelto a emitir. Pero durante años han circulado copias piratas, obtenidas a partir de los afortunados que grabaron en vídeo la única emisión. Internet también ha hecho lo suyo. Aquí tienen una página Web dedicada íntegramente a este programa, y si van a You Tube y teclean en el buscador “Star Wars Holiday Special” o “Star Wars Christmas Special”, se encontrarán con algunos clips con escenas originales.
Eso sí, ustedes verán si se los quieren tragar. Porque para encontrarle la gracia a esto hay que ser muy, pero que muy friki…
domingo, diciembre 16, 2007
Navidades alternativas (¿Las necesitamos?)
Y a medida que los días se van haciendo más fríos, la noches más cortas y El Corte Inglés más multimillonario, ¿No va siendo hora de que hablemos de las películas de Navidad? En primer lugar, cabe hacerse una pregunta. ¿Por qué existen? Ah, claro, porque hay niños. Pero eso es una cosa, y otra es suponerse que todos los críos del planeta sean cursis, medio lelos o lelos del todo, y que se traguen todas esas sobredosis de almíbar con las el cine, especialmente el norteamericano, tiende a cargar este tipo de cintas “para toda la familia”. Visto lo que consideran “para toda la familia”, no me extraña que en Estados Unidos tengan una epidemia de diabetes infantil.
Hablando en serio, el asunto de las películas navideñas no deja de ser más bien polémico. ¿Deben existir? ¿Nos gustan o las odiamos? ¿Son mera colonización yanqui, con el gordinflas de Santa Claus por todas partes, o transmiten valores y buenos sentimientos universales? Y ya puestos, ¿Cómo es que a Vince Vaughn (Dios Santo, que ese tipo sea tocayo mío… y yo ni siquiera me he ligado a Jennifer Aniston) no le han metido en la cárcel después de la última abominación con que ha invadido cientos de pantallas de nuestros cines?
Pues miren, para que no digan que no tengo espíritu navideño, voy a dejarles hoy una pequeña lista de películas de Navidad alternativas. Y, como siempre, se aceptan sugerencias y opiniones:
Plácido (1961) de Luis García Berlanga. Empezamos por la más descarnada, pero eso no quita para que siga siendo genial, de cuando Berlanga estaba en su apogeo. Ahora, no creo que la veamos por la tele en estas fechas; poner esta peli sobre la Navidad en Navidad es algo así como emitir La vida de Brian en Viernes Santo (tampoco sería mala idea)…
¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra. Bueno, esta de alternativa no tiene nada, de hecho, es la película navideña por excelencia, y aún así… ¿Es que la tienen que echar en Navidad SIEMPRE? Por Dios, hay otros 364 días en el año para disfrutar de ella.
Arma letal (1987) y Jungla de Cristal (1987). Pues sí, los dos clásicos del cine de acción, tiros y tentetieso de los ochenta ocurren durante los días de Navidad; así que entran aquí con todo derecho. ¡Yipi-kai-yay!
Pesadilla antes de Navidad (1993), un prodigio salido de la fábrica de ideas de Tim Burton, como años después lo haría La novia cadáver (2005), igualmente prodigiosa pero en mi opinión, inferior. Esta sí que consigue hacer disfrutar a chicos y grandes, aunque la verdad es que la trama está a caballo de Navidad y Halloween… pero cuela.
Gremlins (1984), de Joe Dante. Aquella escena de los bichejos del título cantándole villancicos a la viejecita del pueblo y casi cargándosela del susto… ¿Qué quieren que les diga?
De momento eso es todo. Tengo pendiente, si les parece bien, una entrada con anécdotas sobre la historia y el rodaje de ¡Qué bello es vivir! Pero, antes, mañana vamos a hablar de una de las peores películas de Navidad que jamás se hayan hecho. La verdad es que fue, más bien, un especial para televisión, pero originado por una legendaria saga cinematográfica y un todopoderoso director / productor. Seguro que los más espabilados ya saben de lo que estoy hablando.
P. D. Sobre la entrada anterior, sólo quería aclarar que el Truman Capote de la foto era… el verdadero Truman Capote. Lo siento por los que hayan picado, pero no pude resistir la tentación. A veces uno se levanta traviesillo...
jueves, diciembre 13, 2007
El (otro) show de Truman
Por fin conseguí ver Historia de un crimen. Este título, no demasiado imaginativo, es el que le han puesto en España a Infamous, la segunda película sobre Truman Capote rodada el año pasado, y estrenada unos meses después de la más conocida Capote. Las dos cintas tratan, más o menos, sobre lo mismo: la redacción de A sangre fría, y las consecuencias que tuvo sobre el escritor su implicación profesional y personal en la historia. Su destino ha sido bastante diferente: Capote la ha visto mucha gente, y ha supuesto el Oscar al Mejor Actor para Philip Seymour Hoffman. Historia de un crimen ha pasado casi desapercibida, y eso que tiene un reparto mucho más conocido: Sigourney Weaver, Jeff Daniels, Daniel Craig, Gwyneth Paltrow y una Sandra Bullock que, no se lo van a creer, pero está estupenda. En cuanto al papel de Capote, está interpretado por el actor inglés Toby Jones, y después de verle sólo puedo concluir que Hoffman le ha robado el Oscar. Como suena. Que conste que Hoffman está muy bien, pero el trabajo de Jones va mucho más allá, sobre todo a la hora de representar al Truman locaza, cotilla y estridente, pero al mismo tiempo encantador y seguro de sí mismo que en la otra película apenas se avista, con una imagen mucho más contenida.
Cuando Hollywood se pone a filmar dos versiones de la misma historia, cosa que ha ocurrido ya varias veces -es tan fácil que no voy a poner ni ejemplos; trabajen ustedes un poco-, las comparaciones son odiosas. En este caso, para mí la mejor sería una combinación de ambas películas. Pero hay un actor que me chirría en Historia… Daniel Craig. El último 007 interpreta a Perry Smith, uno de los dos asesinos, el que trabó mas amistad con Capote y, a juzgar por el retrato que de él nos hace en A sangre fría, el que se dejó llevar por su compañero Dick Hickock para cometer los asesinatos. Aquí está el problema. Daniel Craig es buen actor, de eso no cabe duda. Pero también es una mala bestia, con una mirada que da escalofríos. Y cuesta mucho creer que su Perry Smith se vaya a dejar manipular por nadie; ni por Hickock ni por Capote.
De los tres actores que han interpretado a Smith, el mejor sigue siendo, sin duda, Robert Blake, que le dio rostro en la adaptación cinematográfica de A sangre fría. Fue una elección personal del director Richard Brooks, que incluso encontró un cierto parecido físico entre actor y personaje. Y, ya saben, la vida imita al arte: en 2001, el propio Blake fue acusado de asesinar a su mujer, en una especie de secuela del caso O. J. Simpson. Al igual que Simpson, consiguió evitar la cárcel (o algo peor, que esto es Estados Unidos…), pero los costes del juicio le arruinaron, y no ha vuelto a saberse gran cosa de él. Algunos lo habrían considerado justicia poética, pero hubiera sido excesivo que el actor muriera de la misma manera que su personaje de años atrás...
Por cierto, una pregunta sobre la foto de esta entrada. ¿Cuál de los dos Capote creen que es, Hoffman o Jones?
Cuando Hollywood se pone a filmar dos versiones de la misma historia, cosa que ha ocurrido ya varias veces -es tan fácil que no voy a poner ni ejemplos; trabajen ustedes un poco-, las comparaciones son odiosas. En este caso, para mí la mejor sería una combinación de ambas películas. Pero hay un actor que me chirría en Historia… Daniel Craig. El último 007 interpreta a Perry Smith, uno de los dos asesinos, el que trabó mas amistad con Capote y, a juzgar por el retrato que de él nos hace en A sangre fría, el que se dejó llevar por su compañero Dick Hickock para cometer los asesinatos. Aquí está el problema. Daniel Craig es buen actor, de eso no cabe duda. Pero también es una mala bestia, con una mirada que da escalofríos. Y cuesta mucho creer que su Perry Smith se vaya a dejar manipular por nadie; ni por Hickock ni por Capote.
De los tres actores que han interpretado a Smith, el mejor sigue siendo, sin duda, Robert Blake, que le dio rostro en la adaptación cinematográfica de A sangre fría. Fue una elección personal del director Richard Brooks, que incluso encontró un cierto parecido físico entre actor y personaje. Y, ya saben, la vida imita al arte: en 2001, el propio Blake fue acusado de asesinar a su mujer, en una especie de secuela del caso O. J. Simpson. Al igual que Simpson, consiguió evitar la cárcel (o algo peor, que esto es Estados Unidos…), pero los costes del juicio le arruinaron, y no ha vuelto a saberse gran cosa de él. Algunos lo habrían considerado justicia poética, pero hubiera sido excesivo que el actor muriera de la misma manera que su personaje de años atrás...
Por cierto, una pregunta sobre la foto de esta entrada. ¿Cuál de los dos Capote creen que es, Hoffman o Jones?
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lunes, diciembre 10, 2007
Tesoro oculto
Hemos hablado en ocasiones en este blog de las descargas por Internet; de si vale la pena comprar o no películas, y del morro que tienen las productoras cobrando lo que cobran por los lanzamientos. También del asunto de los extras, y de muchos DVDs rellenos de supuestos contenidos extra que, en realidad, no son más que horas y horas de pura filfa. Y una conclusión a la que he llegado es que, si fueran un poco más decentes con los precios y con los contenidos, probablemente la gente descargaría menos y compraría más.
Sucede, a veces, que hay algunos DVDs baratos y con un contenido que sorprende por su calidad. Es de lo que les quería hablar hoy. Hace unos días anduve de compras. Entre las películas que cayeron está Bullitt, el clásico de Steve McQueen rodado por Peter Yates en 1968, que ha pasado a la historia del cine por su persecución a toda caña por las calles de San Francisco. Bueno, pues el DVD que me compré corresponde a la edición especial de dos discos lanzada por la Warner. Con esta colección hay que tener cuidado: por ejemplo la edición especial de Amarcord no está mal, pero la de Uno de los nuestros es flojita, con ganas. Y en la de Bullitt, los extras del disco 2 corresponden a un documental sobre Steve McQueen de una hora y media de duración, superficial (pasa de puntillas sobre los aspectos más negativos de su vida) pero muy entretenido, y otra cosa que en la carátula se anuncia, así, sin más alharacas, como “la magia del proceso de edición en el cine”.
Aquí llegó la sorpresa: porque resulta que ese extra consiste en un documental de 90 minutos sobre la historia del montaje, que es de lo mejor que estos ojitos se han visto en años. Scorsese, Spielberg, Lucas, Jodie Foster, Sean Penn, Tarantino, son algunos de los actores y directores que aparecen en él hablando del trabajo de los montadores, con ejemplos prácticos de cómo su labor es imprescindible a la hora de conseguir que una película nos sorprenda, nos conmueva, nos divierta o nos aterrorice. Con escenas de por lo menos cincuenta películas distintas, comenzando por el Hollywood clásico y llegando hasta Matrix, Cold Mountain, Titanic... Por supuesto, también aparecen algunos de los mejores montadores de Hollywood, entre ellos la gran Thelma Schoonmaker, mano derecha de Scorsese en casi toda su filmografía. Una maravilla, que justifica por sí sola la compra del DVD. De hecho, en otros países se vende como un DVD aparte. Y esa joya la tienen ahí, semioculta, como si fuera parte del relleno.
Aquí tienen algo más de información. Pero, entre nosotros, por sólo nueve euros, que es lo que vale más o menos esta edición, es un pedazo de regalo navideño. Para los amigos cinéfilos… o para ustedes mismos, qué caray.
Sucede, a veces, que hay algunos DVDs baratos y con un contenido que sorprende por su calidad. Es de lo que les quería hablar hoy. Hace unos días anduve de compras. Entre las películas que cayeron está Bullitt, el clásico de Steve McQueen rodado por Peter Yates en 1968, que ha pasado a la historia del cine por su persecución a toda caña por las calles de San Francisco. Bueno, pues el DVD que me compré corresponde a la edición especial de dos discos lanzada por la Warner. Con esta colección hay que tener cuidado: por ejemplo la edición especial de Amarcord no está mal, pero la de Uno de los nuestros es flojita, con ganas. Y en la de Bullitt, los extras del disco 2 corresponden a un documental sobre Steve McQueen de una hora y media de duración, superficial (pasa de puntillas sobre los aspectos más negativos de su vida) pero muy entretenido, y otra cosa que en la carátula se anuncia, así, sin más alharacas, como “la magia del proceso de edición en el cine”.
Aquí llegó la sorpresa: porque resulta que ese extra consiste en un documental de 90 minutos sobre la historia del montaje, que es de lo mejor que estos ojitos se han visto en años. Scorsese, Spielberg, Lucas, Jodie Foster, Sean Penn, Tarantino, son algunos de los actores y directores que aparecen en él hablando del trabajo de los montadores, con ejemplos prácticos de cómo su labor es imprescindible a la hora de conseguir que una película nos sorprenda, nos conmueva, nos divierta o nos aterrorice. Con escenas de por lo menos cincuenta películas distintas, comenzando por el Hollywood clásico y llegando hasta Matrix, Cold Mountain, Titanic... Por supuesto, también aparecen algunos de los mejores montadores de Hollywood, entre ellos la gran Thelma Schoonmaker, mano derecha de Scorsese en casi toda su filmografía. Una maravilla, que justifica por sí sola la compra del DVD. De hecho, en otros países se vende como un DVD aparte. Y esa joya la tienen ahí, semioculta, como si fuera parte del relleno.
Aquí tienen algo más de información. Pero, entre nosotros, por sólo nueve euros, que es lo que vale más o menos esta edición, es un pedazo de regalo navideño. Para los amigos cinéfilos… o para ustedes mismos, qué caray.
domingo, diciembre 09, 2007
Atracón
Pues sí, lo de este puente ha sido un verdadero atracón de cine español, y además en soportes de lo más variado: DVD, televisión, cine. Cuatro películas han caído, algunas por primera vez, otras revisitadas. Aquí les dejo un breve resumen estimatorio, por nivel estricto de preferencia, de más a menos:
El espíritu de la colmena (Victor Erice, 1973). A veces con las películas pasa como con los perros: un año de edad equivale a siete. Esta tiene ya 34 años, y sigue como una pera, sin necesidad de liftings. Más allá de la historia que cuenta, y de uno de los mejores trabajos de fotografía que se hayan visto en el cine patrio, sorprende que pocos directores españoles, por no decir ninguno, hayan tomado lecciones de Erice sobre la elipsis, la supresión de diálogos innecesarios, el uso de la cámara y las miradas para decirlo todo. Ese tramo central, de unos veinte minutos de duración, donde se cuentan tantas cosas y apenas se dicen dos frases. Y lo más prodigioso es que estamos tan embebidos en la trama que no nos damos cuenta hasta después de que nos han narrado la historia no a base de verborrea, sino a base de cine.
El orfanato (Juan A. Bayona, 2007). Pues no, aún no la había visto. Me habían llegado sobre ella comentarios de lo más variado, y no todos elogiosos. Pues soy de los que le ha gustado. La comparación con Los Otros es inevitable, pero no porque esta película le robe cosas, sino más bien porque tanto Bayona como Amenábar se han inspirado en las mismas fuentes, y así, claro… Aunque le sobran clichés (“verás tú el bote que pega el patio de butacas con esta escena de la mano de la muerta”) y planos exteriores del orfanato (vale que el edificio es muy bonito, pero al vigésimo paseo de la cámara por la fachada uno empieza a cansarse), creo que gana esta, quizá porque me ha tocado mucho más la escena final, donde la historia de Peter Pan (¡y de Wendy!) cobra todo su sentido a la hora de ligar la trama, y desde luego, por Belén Rueda, cada vez más un valor infalible de cualquier película en la que se meta.
Atún y chocolate (Pablo Carbonell, 2004). Bueno, esta la pusieron el sábado en Versión Española, y me la tragué. Pero aquí no soy imparcial: es que está rodada en Barbate y Zahara de los Atunes, dos pueblos que conozco muy bien, y siempre entretiene ir reconociendo paisajes, calles, playas… ¡Y la inevitable tienda de Zahara, donde se compra el tabaco, el periódico, las revistas, el bronceador y el bestia-seller para leer en la arena!. Por lo demás, flojita, con momentos divertidos, sobre todo si se es de la zona. Un problema: si uno no es andaluz, o lo es pero no tiene acento -caso de un servidor- no intenten imitarlo, porque queda fatal, y si lo intentan, no lo hagan llenándolo tó de zeta y penzando que azí uno zuena andalú a tope. Si Carbonell hubiera tenido esto en cuenta, su interpretación chirriaría menos.
Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1976). La Guerra Civil vista desde las casas de verano de unos burgueses catalanes, donde se refugian a medida que va avanzando la contienda. En su día llamó la atención por ser de las primeras películas que se apartó de casi cuarenta años de cine oficial (franquistas buenos, republicanos cabrones) para presentar la versión contraria (franquistas joputas, republicanos guays). El problema es que el guión es flojo y cae una y otra vez en tópicos, que luego además serían retomados por películas posteriores sobre el mismo tema; el reparto hace lo que puede, pero de donde no hay, no se puede sacar. Flojita hace treinta años, y prescindible ahora.
Y eso ha sido todo por hoy. ¡Esto sí que ha sido un puente cinematográfico… y no el de Landa y Bardem!.
El espíritu de la colmena (Victor Erice, 1973). A veces con las películas pasa como con los perros: un año de edad equivale a siete. Esta tiene ya 34 años, y sigue como una pera, sin necesidad de liftings. Más allá de la historia que cuenta, y de uno de los mejores trabajos de fotografía que se hayan visto en el cine patrio, sorprende que pocos directores españoles, por no decir ninguno, hayan tomado lecciones de Erice sobre la elipsis, la supresión de diálogos innecesarios, el uso de la cámara y las miradas para decirlo todo. Ese tramo central, de unos veinte minutos de duración, donde se cuentan tantas cosas y apenas se dicen dos frases. Y lo más prodigioso es que estamos tan embebidos en la trama que no nos damos cuenta hasta después de que nos han narrado la historia no a base de verborrea, sino a base de cine.
El orfanato (Juan A. Bayona, 2007). Pues no, aún no la había visto. Me habían llegado sobre ella comentarios de lo más variado, y no todos elogiosos. Pues soy de los que le ha gustado. La comparación con Los Otros es inevitable, pero no porque esta película le robe cosas, sino más bien porque tanto Bayona como Amenábar se han inspirado en las mismas fuentes, y así, claro… Aunque le sobran clichés (“verás tú el bote que pega el patio de butacas con esta escena de la mano de la muerta”) y planos exteriores del orfanato (vale que el edificio es muy bonito, pero al vigésimo paseo de la cámara por la fachada uno empieza a cansarse), creo que gana esta, quizá porque me ha tocado mucho más la escena final, donde la historia de Peter Pan (¡y de Wendy!) cobra todo su sentido a la hora de ligar la trama, y desde luego, por Belén Rueda, cada vez más un valor infalible de cualquier película en la que se meta.
Atún y chocolate (Pablo Carbonell, 2004). Bueno, esta la pusieron el sábado en Versión Española, y me la tragué. Pero aquí no soy imparcial: es que está rodada en Barbate y Zahara de los Atunes, dos pueblos que conozco muy bien, y siempre entretiene ir reconociendo paisajes, calles, playas… ¡Y la inevitable tienda de Zahara, donde se compra el tabaco, el periódico, las revistas, el bronceador y el bestia-seller para leer en la arena!. Por lo demás, flojita, con momentos divertidos, sobre todo si se es de la zona. Un problema: si uno no es andaluz, o lo es pero no tiene acento -caso de un servidor- no intenten imitarlo, porque queda fatal, y si lo intentan, no lo hagan llenándolo tó de zeta y penzando que azí uno zuena andalú a tope. Si Carbonell hubiera tenido esto en cuenta, su interpretación chirriaría menos.
Las largas vacaciones del 36 (Jaime Camino, 1976). La Guerra Civil vista desde las casas de verano de unos burgueses catalanes, donde se refugian a medida que va avanzando la contienda. En su día llamó la atención por ser de las primeras películas que se apartó de casi cuarenta años de cine oficial (franquistas buenos, republicanos cabrones) para presentar la versión contraria (franquistas joputas, republicanos guays). El problema es que el guión es flojo y cae una y otra vez en tópicos, que luego además serían retomados por películas posteriores sobre el mismo tema; el reparto hace lo que puede, pero de donde no hay, no se puede sacar. Flojita hace treinta años, y prescindible ahora.
Y eso ha sido todo por hoy. ¡Esto sí que ha sido un puente cinematográfico… y no el de Landa y Bardem!.
sábado, diciembre 08, 2007
Quiero ese pavo, y lo quiero ya
Hace algunos años, cuando uno era un periodista considerado, la Navidad era otra cosa; cada diciembre me llevaba a casa una generosa ración de cohechos que casi todos los días del mes se depositaban diligentemente sobre mi mesa. No se crean que estaba solo en esto, por cierto: estas fechas tan señaladas son definitivas para que los chicos de la prensa saquemos a plena luz nuestra vena de gorrones. Hace un tiempo, un amigo que entró a trabajar en cierto diario acentuado y global, me lo comentaba:
- Es acojonante, tío. En el periódico hay una reglamentación que impide aceptar regalos en la redacción por un importe superior a veinte euros. Pero llega la Navidad y es que el parking se llena de jamones, cajas de vino, lotes de Navidad y yo qué sé qué más.
- Tú lo has dicho, chaval.- Expliqué yo. - La reglamentación impide aceptar regalos superiores a veinte euros en la redacción. No dice nada del parking.
Les contaba todo esto porque, entre tanta caja de vino, libro ilustrado, edición especial de DVD o teléfono móvil, para mí la Navidad no empezaba hasta que llegaba el calendario. Este calendario me lo enviaba la empresa donde empecé mi carrera periodística, y desde que cambié de aires sus sucesivas ediciones han estado colgadas en mi casa, año tras año. Para mí es mucho más que algo para consultar los puentes. Tiene lazos con el pasado, con mis comienzos, con amigos que aún conservo. Una vez se lo dije al remitente: el día que me falte el calendario, me hundes.
Bueno, pues este año no me ha llegado. Misterio. Olvido, traspapeleo, descuido o algo así, parece que voy a tener que afrontar 2008 con otros aires. ¿No me puedo comprar otro calendario? Claro, y además, en el chino de la esquina me regalan uno cada vez que pido el menú del día. Pero a veces, como se suele decir, no es por el dinero, es por el detalle. Y si no, veamos el caso de Clint Eastwood.
¿Cuánto dinero tiene Clint Eastwood? Es difícil de saber, porque los contratos de sus películas incluyen muchas veces su función como director, productor, actor y últimamente, compositor, todo en un lote. Pero cabe suponer que es perfectamente capaz de comprarse un pavo sin que su economía sufra en exceso. El caso es que la Warner, la productora que ha respaldado la mayoría de sus películas, tenía la costumbre de enviar como regalo de Navidad un pavo a sus colaboradores más destacados. Clint, lógicamente, entre ellos. Y, según cuenta Patrick McGilligan en su biografía no autorizada de la estrella, los días anteriores al envío, en las oficinas de Malpaso el actor y director se dedicaba a dar la brasa a sus secretarias mañana, tarde y noche: “¿No ha llegado el pavo todavía?”. Cuando llegaba, se lo enviaban a su madre, se supone que para la cena de Navidad.
Un año las cosas se complicaron, y estaba claro que el pavo no iba a llegar a tiempo. En lugar de decírselo a su jefe, la secretaria de Clint habló directamente con la Warner. La solución fue enviar a un ejecutivo con el pavo, en vuelo regular. Y, para asegurarse de que el bicho llegaba bien, no viajó en el compartimiento de carga, sino en un asiento, al lado del ejecutivo en cuestión. Y en primera clase, además.
No me digan que, cuando Eastwood le hincara por fin el diente, el pavo no tuvo que saberle un poco a victoria.
- Es acojonante, tío. En el periódico hay una reglamentación que impide aceptar regalos en la redacción por un importe superior a veinte euros. Pero llega la Navidad y es que el parking se llena de jamones, cajas de vino, lotes de Navidad y yo qué sé qué más.
- Tú lo has dicho, chaval.- Expliqué yo. - La reglamentación impide aceptar regalos superiores a veinte euros en la redacción. No dice nada del parking.
Les contaba todo esto porque, entre tanta caja de vino, libro ilustrado, edición especial de DVD o teléfono móvil, para mí la Navidad no empezaba hasta que llegaba el calendario. Este calendario me lo enviaba la empresa donde empecé mi carrera periodística, y desde que cambié de aires sus sucesivas ediciones han estado colgadas en mi casa, año tras año. Para mí es mucho más que algo para consultar los puentes. Tiene lazos con el pasado, con mis comienzos, con amigos que aún conservo. Una vez se lo dije al remitente: el día que me falte el calendario, me hundes.
Bueno, pues este año no me ha llegado. Misterio. Olvido, traspapeleo, descuido o algo así, parece que voy a tener que afrontar 2008 con otros aires. ¿No me puedo comprar otro calendario? Claro, y además, en el chino de la esquina me regalan uno cada vez que pido el menú del día. Pero a veces, como se suele decir, no es por el dinero, es por el detalle. Y si no, veamos el caso de Clint Eastwood.
¿Cuánto dinero tiene Clint Eastwood? Es difícil de saber, porque los contratos de sus películas incluyen muchas veces su función como director, productor, actor y últimamente, compositor, todo en un lote. Pero cabe suponer que es perfectamente capaz de comprarse un pavo sin que su economía sufra en exceso. El caso es que la Warner, la productora que ha respaldado la mayoría de sus películas, tenía la costumbre de enviar como regalo de Navidad un pavo a sus colaboradores más destacados. Clint, lógicamente, entre ellos. Y, según cuenta Patrick McGilligan en su biografía no autorizada de la estrella, los días anteriores al envío, en las oficinas de Malpaso el actor y director se dedicaba a dar la brasa a sus secretarias mañana, tarde y noche: “¿No ha llegado el pavo todavía?”. Cuando llegaba, se lo enviaban a su madre, se supone que para la cena de Navidad.
Un año las cosas se complicaron, y estaba claro que el pavo no iba a llegar a tiempo. En lugar de decírselo a su jefe, la secretaria de Clint habló directamente con la Warner. La solución fue enviar a un ejecutivo con el pavo, en vuelo regular. Y, para asegurarse de que el bicho llegaba bien, no viajó en el compartimiento de carga, sino en un asiento, al lado del ejecutivo en cuestión. Y en primera clase, además.
No me digan que, cuando Eastwood le hincara por fin el diente, el pavo no tuvo que saberle un poco a victoria.
lunes, diciembre 03, 2007
Ese duro oficio de guionista...
Se llama Mel, o por lo menos ese es su nombre artístico, y es humorista gráfico. Me fijé en él hace unos años, cuando publicó en el Diario de Cádiz la serie John Guiri, donde narraba las aventuras de un yanqui de Kansas que pasaba las vacaciones en Cai, rodeado de paisanos. Buenísima, divertida, genial. Ahora ha recalado en El Jueves, y en el número de esta semana ha publicado este punto de vista sobre la huelga de guionistas en Hollywood, y sobre el trabajo de los guionistas en general.
Me ha parecido tan acertada que se la coloco aquí, para que la echen un vistazo. Pulsen sobre las imágenes para agrandarlas y poder leer, y ya me contarán.
Y aquí tienen el blog de Mel, por si quieren echar un vistazo a más trabajos suyos.
Me ha parecido tan acertada que se la coloco aquí, para que la echen un vistazo. Pulsen sobre las imágenes para agrandarlas y poder leer, y ya me contarán.
Y aquí tienen el blog de Mel, por si quieren echar un vistazo a más trabajos suyos.
domingo, diciembre 02, 2007
Rick no hay más que uno
Entre los aniversarios que se han celebrado estos días, resulta que también han caído los 65 años del estreno de Casablanca. Vaya por Dios. Yo es que no entiendo esa moda de empezar a celebrar el 65 aniversario de algo, en vez de los 50 años, o los cien, que era lo habitual. ¿Quiere eso decir que la jubilamos? Quizá no fuera mala idea, y así podríamos dejarnos de tanta mitomanía y ver esta cinta como lo que realmente es: una buena película, un clásico que ha resistido el paso del tiempo con más o menos dignidad… y al que se le notan también un poco las costuras.
Pero miren, este aniversario me viene bien para desfacer un entuerto que gira alrededor de esta película, y que cogió especial fuerza en los años 80, cuando Ronald Reagan fue presidente de Estados Unidos: la historia de que Reagan había estado a punto de protagonizar Casablanca. La olea de antireaganismo (no diré yo que injustificado) que recorrió España en esa época sirvió como gasolina para convertir la chispa inicial en un incendio, y la referencia apareció abundantemente en la prensa siempre que se hacía necesario a) mitificar Casablanca o b) meterse con Reagan. Pero la verdad es que la historia tiene muy poco de cierto.
Esta leyenda urbana (pues no es otra cosa) tiene su origen en una noticia publicada en The Hollywood Reporter el 5 de enero de 1942, donde la Warner Brothers anunció que su nueva producción, Casablanca, iba a estar protagonizada por Ronald Reagan, Ann Sheridan y Dennis Morgan. Pero esto tiene su explicación: estos tres actores estaban bajo contrato del estudio, y en aquella época, en la que se filmaban muchas más películas que hoy, era normal que los pasaran continuamente de un rodaje a otro para justificar sus elevados sueldos. En cuanto el productor Hal. B. Wallis comenzó a trabajar en serio en el proyecto, todo cambió. Ingrid Bergman reemplazó a Sheridan, y el papel de Victor Lazslo, que le hubiera correspondido a Dennis Morgan, fue a parar, tras considerar a muchos otros actores, a Paul Henreid.
En cuanto a Reagan, después de ese anuncio nadie volvió a considerarle para el papel. Otra leyenda sobre la película dicen que George Raft -cuya relación con la carrera de Bogart merece una entrada de por sí- también sonó para interpretar a Rick. Pero la prueba definitiva la aporta el historiador americano Rudy Behlmer en su libro Benihd the Scenes, donde aporta la fotocopia del memo enviado por Jack Warner a Hall Wallis, y en el que se lee lo siguiente:
“Querido Jack: he estado pensado muy seriamente el asunto de George Raft en Casablanca, y lo he discutido con Mike (Curtiz), y los dos pensamos que no debería estar en esta película. Bogart es perfecto para el papel y se está escribiendo específicamente para él, así que creo que deberíamos olvidarnos de Raft para este proyecto”.
Solucionados todos los temas de reparto, pues. Por cierto, ¿saben que en los 80 Casablanca se convirtió en una miniserie de televisión? Y el actor que interpretó a Rick fue David Soul, conocido sobre todo por la serie Starsky & Hutch. No he tenido ocasión de verla... pero sospecho que hubiera preferido a Reagan.
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