viernes, febrero 29, 2008

De Salamanca a México (pasando por Euskadi)

Hace unos meses, les hablaba en este blog del rodaje de la película En el punto de mira, que se estrena hoy, y que trata del asesinato del presidente de Estados Unidos en la Plaza Mayor de Salamanca, nada menos. Un lector me hizo notar que el rodaje no había sido en la verdadera Salamanca, sino en decorados montados en México. Vale, yo también meto la pata a veces. El otro día oí en la radio una entrevista con Eduardo Noriega -que con esta peli se apunta a la corriente de actores españoles en Hollywood- donde explicaba el porqué de este asunto. La historia, desde luego, es curiosa.

Según el protagonista de Abre los ojos, parece que la cosa fue más o menos así: una vez que se había establecido que la historia debía ocurrir en España, la idea inicial era rodar en la Plaza Mayor de Madrid. Pero ni todo el poder de Hollywood es suficiente como para cerrar al público un lugar tan céntrico durante los tres meses que iba a durar el rodaje, y menos aún en verano. Así que se planteó Salamanca como segunda opción, pero pasaba lo mismo. El caso es que en la productora se quedaron tan enamorados de la Plaza Mayor de Salamanca que decidieron que, si no podían rodar en la de verdad, la montaban por su cuenta. Y esa es la explicación de que vayamos a ver una Salamanca que no es la auténtica, pero lo parece.

No es mala idea, si quieren mi opinión. Un decorado siempre te permite mayor libertad a la hora de mover los actores de acá para allá, y de crear escenas como atentados, tiroteos, persecuciones, etc. Parece que en Salamanca están encantados, porque los atractivos de su ciudad -aunque no sean los auténticos- se verán en todo el mundo. Claro que cabe hacerse la pregunta clave: puestos a recrear la Plaza Mayor de Salamanca ¿Por qué lo hicieron en México y no en España?

Y es que no me cabe duda de que la recreación de los escenarios será muy fiel, pero en cuanto al personal… ¿Los extras tendrán pinta de salmantinos, o de estar a punto de arrancarse con el Volver, volver a la primera de cambio? Porque esto no es la primera ni la segunda ni la tercera vez que pasa. Y si no, echen un vistazo al vídeo que incorporo hoy, que no es de cine, sino de televisión, pero es un clásico por derecho propio, que seguramente muchos de ustedes ya conocerán: los primeros minutos de un episodio de MacGyver donde se da un paseo por las montañas del País Vasco. Lo que pasa es que es un País Vasco un poco sui generis, y en lugar de txapelas, aizkolaris y andalahostiapatxi, se encuentra con... Bueno, cuando lo vean, ya entenderán lo que quiero decir.

Ah, y a los lectores vascos que no lo hayan visto todavía sólo quiero recomendarles sentido del humor… que yo soy andaluz y sobre estereotipos regionales machacados por el cine (y por la tele), tendría bastante de qué hablar.

lunes, febrero 25, 2008

Premiados a destiempo (o la teoría de los Oscar de Vince)


“Mamá, esto es para ti, es para tus abuelos, para tus padres Rafael y Matilde. Esto es por los cómicos de España que han traído, como tú, la dignidad y el orgullo a nuestro oficio. Esto es para España y para todos vosotros”.

Yo creo que no se puede ganar mejor ni estar más acertado en el discurso (como español, gracias por la parte que me toca). Pero ahora que nos hemos alegrado todos, vamos al asunto. Recordarán que hace unos días les prometí una entrada especial si Bardem se llevaba el Oscar, y lo prometido es deuda, así que se la voy a colocar ahora. Es una especie de juego, en el que, lógicamente, pueden estar ustedes de acuerdo conmigo o no. Y el premio de este chico nos viene que ni pintado para empezar.

A ver: aunque hay unanimidad sobre la calidad de su interpretación, también han surgido algunas voces discordantes, en el sentido de que su trabajo está muy bien, pero no es su mejor papel. Demasiado monolítico, dicen (yo no estoy de acuerdo, pero todas las opiniones son válidas), y argumentan que Bardem tiene otros personajes mucho más logrados. Por ejemplo, su recreación de Reinaldo Arenas para Antes de que anochezca (2000), que le valió su primera nominación. Para ese papel perdió casi veinte kilos, aprendió inglés y trabajó un acento anglo cubano similar al del verdadero Arenas, sin contar con que es un personaje mucho más vulnerable y desgarrado que la mala bestia de Anton Chigurh. Bueno, pues, efectivamente, se encuentra con que está nominado para el Oscar al mejor actor, pero lo pierde frente a…
Russell Crowe.

Bueno, Russell Crowe es otro actor excelente, de eso no hay duda, pero ganó el Oscar por Gladiator. ¿Gladiator? Vamos, hombre. La peli está bien, es muy entretenida y Crowe está estupendo, pero ¿un Oscar al mejor actor? Pues no; yo creo que lo más lógico hubiera sido que lo ganara el año anterior, por El Dilema (1999) donde logró una creación inolvidable interpretando a ese ejecutivo del montón, como tantos otros, que se ve metido en una situación insostenible cuando denuncia ante la prensa las irregularidades de la industria tabaquera. Pero no pudo ser: lo ganó Kevin Spacey, por American Beauty.

A mí esta película de Sam Mendes me parece uno de los grandes bluffs del cine de los 90, pero es cierto que Kevin Spacey estaba en ella muy bien. Por cierto, este actor ha estado nominado dos veces, y ha ganado las dos. Eso sí que es un pleno. Sin embargo, un año en que no le nominaron fue en 1997, cuando se dio a conocer por su papel del sargento Jack Vincennes en L. A. Confidential, en una interpretación que a mí me parece mucho mejor que la de Robin Williams en El indomable Will Hunting, que fue quien se llevó la estatuilla para casa.

Otras veces se premia a un actor por un papel, y poco tiempo después sorprende con otro todavía mejor. Ejemplo: Anthony Hopkins, que gana el Oscar con su granguiñolesco doctor Lecter en El silencio de los corderos (1991); un magnifico trabajo, desde luego… pero dos años después nos regala otro mucho más elaborado y delicado, con ese mayordomo reprimido que apenas tiene armas para expresar sus sentimientos en Lo que queda del día. Le nominan, sí, pero ¿quién gana? Tom Hanks por Filadelfia.

En fin, podría seguir así hasta cansarme, o cansarles. Lo que quiero decir es, sencillamente, que todos los galardonados con el Oscar al mejor actor o actriz son gente de talento innegable… Pero muchos se llevan la estatuilla por un papel bastante por debajo de sus posibilidades. Y no quiero ni acordarme de Al Pacino en Esencia de mujer (1992), o de Jack Nicholson en Mejor imposible (1997)…

P. D. Y, ya que hemos mencionado a Hopkins, una pregunta: si se repasa El silencio de los corderos, se verá que el personaje de Hannibal Lecter está en pantalla bastante menos tiempo que Anton Chigurh en No es país para viejos. Sin embargo, Hopkins ganó como actor principal, y Bardem ha ganado como actor secundario. Misterios de la Academia…

domingo, febrero 24, 2008

Disquisiciones a las puertas del Oscar

Vista ayer por fin No es país para viejos -la tengo en el ordenador hace un tiempo, pero, para ser sincero, quería verla en el cine-, sólo voy a apuntar un par de cosillas sobre la película y el personaje de Anton Chigurh, y luego vamos a ver qué pasa en los Oscar. Yo, personalmente, sí creo que Bardem se lo lleva, sobre todo después de ver la peli, y creo que este año los premios van a estar muy repartidos, como en el Gordo de Navidad.

Es decir, yo apuesto por: los Coen como mejor director, pero por Pozos de ambición como mejor película. En cuanto al Oscar al mejor actor, me sorprendería que no se lo llevara Daniel Day-Lewis. Y como mejor actriz… ni idea. Quizás Ellen Page o Marion Cotillard, que interpreta a Edith Piaf, y ya sabe que en Hollywood parece haberse puesto de moda premiar las interpretaciones (¿o habría que decir recreaciones?) de personajes reales.

Sobre la peli de los Coen:

Hay quien dice que no es la mejor de las suyas. Probablemente no, porque ahí están Fargo o El gran Lebowski, por decir sólo dos que la superan ampliamente. Pero esto no quiere decir que sea mala; de hecho, es magnífica y su calidad se hacer notar en detalles como la escasez de diálogos, que, por otra parte, muchas veces ni falta que hacen. Muchas escenas -el descubrimiento de la matanza de narcos, Llewelyn Moss acechado por Chigurh en el hotel, contando los pasos y viendo la silueta de sus pies tras la puerta- son prácticamente mudas, lo cual no quita para que no estén cargadas de tensión, con todo el cine atendiendo a lo que ocurre en la pantalla con ojos como platos. Narrativa cinematográfica, se llama eso, y en pocas pelis de los Coen la he visto tan desarrollada como aquí.

Y sobre el personaje de Bardem, hay un par de paralelismos interesantes. ¿Quién es Anton Chigurh? Una bestia parda con un corte de pelo horrible que se carga a la gente sin respirar, eso está claro. Pero, aunque tenga, no se lo pierdan, página web propia, se sabe poco sobre él. Unos lo comparan con un fantasma, otros con la peste bubónica. Cabe preguntarse hasta qué punto es humano. Porque a lo largo de la película nunca le vemos comer ni dormir. Sólo se detiene para curarse las heridas en una habitación de hotel. ¿Dónde hemos visto un personaje muy similar? Efectivamente: en Terminator. Esperen, que las referencias cinematográficas no acaban aquí: en un momento dado, una de sus futuras víctimas le dice “no tienes por qué hacerlo” (refiriéndose, claro está, a que no tiene por qué matarla), y él contesta “Eso es lo que dicen todos”. ¿No les recuerda a otro diálogo, este de El Séptimo Sello, de Bergman?: El Caballero: “¡Espera!”. La Muerte: “Todos decís lo mismo”.

Bueno, no son más que unos párrafos colocados aquí en una tarde de domingo. Vamos a ver qué pasa… y que gane el mejor.

jueves, febrero 21, 2008

Vaya marrón, señores

Una de las grandes noticias de los Oscar de este año es que… Clint Eastwood no está nominado. Eso va a ser porque no tiene película, porque si no, sospecho que le veíamos otra vez con el smoking y con su madre al lado, que si el hijo se conserva bien yo no sé qué tomará la señora, y quien sabe si llevándose otra estatuilla a casa; es indiscutible que pocos cineastas han sido tan bien tratados por la Academia como Eastwood. Si quieren mi opinión, merecidamente. Pero las cosas no han sido así siempre, y la fructífera relación de Clint con los Oscar se ha hecho esperar muchos años.

Ahora cuesta de imaginar, pero las hemerotecas están ahí, aparte de los que tenemos una buena colección de revistas de cine, claro; y es un hecho que los mismos críticos que hoy ponen por las nubes a Eastwood se dedicaron a atacarle sin compasión durante los años setenta y ochenta: violento, facha, macarra, todo a la vez, y estos calificativos se aplicaban sin demasiado discernimiento tanto a las películas que protagonizaba como a las que también dirigía. Nadie se molestaba en recordar que uno de sus primeros intentos como director fue drama intimista protagonizado por William Holden, Primavera en otoño (1973). Los únicos que tenían fe en Clint como director eran los chicos de Cahiers du Cinema que, por cierto, también se han tirado años defendiendo el talento cinematográfico de Jerry Lewis.

Pero si Clint anduvo ausente de los Oscar durante mucho tiempo no fue por nada de esto, sino por una historia bastante curiosa.

En 1973, Eastwood era ya una estrella de pleno derecho gracias al éxito de Harry el Sucio (1971), y como tal, le pidieron que presentara un premio en los Oscar. Así que se presentó en el Dorothy Chandler Pavillion cuando faltaba poco para la ceremonia, y se encontró con Howard Koch, el productor, que acudía a él con expresión de angustia total. Faltaban pocos minutos para empezar la ceremonia, y Charlton Heston, que debía ser el primer presentador, no había llegado (luego se supo que había sufrido un pinchazo). ¿Podría sustituirle Clint?

"Ni hablar", contestó éste. "No estoy preparado. ¿Por qué no se lo pides a Gregory Peck o a alguno de esos?" "No están disponibles". "¿Pero qué voy a decir?"

"Tú tranquilo; sólo tienes que leer lo que va saliendo en el teleprompter".

El teleprompter, como saben todos los presentadores de telediarios que leen este blog, es esa pantalla situada ante los ojos del que habla -pero oculta al público- donde el texto va pasando, y facilita una lectura natural. Así que, si uno sabe desenvolverse más o menos, no hace falta ni que se lo aprenda. Pero el horror llegó cuando Eastwood salió al escenario… y se encontró con que el texto que iba apareciendo estaba lleno de chistes referentes a la carrera de Charlton Heston. Que si Moisés por aquí, que si Los diez mandamientos por allá… sin saber qué hacer, acabó improvisando como pudo hasta que Heston llegó al escenario a tomar su lugar.

Se sintió tan mal por el episodio, que aseguró a Koch que nunca volvería a la ceremonia. ¿Y si te nominan?, le preguntó éste. Bueno, entonces sí, pero lo veía muy improbable, con el tipo de películas que hacía. Los dos tuvieron razón: Eastwood tardó veinte años en regresar a los Oscar, y cuando lo hizo, fue para llevarse a casa varios premios por Sin Perdón.

miércoles, febrero 20, 2008

Calladito estoy más guapo (2)

Si hablábamos aquí ayer del doblaje, y más concretamente del irritante autodoblaje de los actores españoles cuando trabajan fuera de casa, es verdad que cuando nos metemos en el mundo de los dibus el nivel de irritación puede subir bastantes enteros. Si una película pierde cuando se ve -y se oye- en otro idioma distinto del original, si la cinta es de animación no es ya que pierda, es que se extingue. Y yo no sé si es que en España hemos tenido peor suerte que en otros países sobre este particular.

El mayor culpable es, sin duda, Walt Disney. Los lectores más veteranos de este blog sabrán que es un señor que no me cae especialmente bien. Y lo que hizo con el doblaje de sus películas tenía delito. Para Disney, todo el español que se habla en el mundo es igual (para que luego digan que nació en Almería), así que a la hora de pasarlas a nuestro idioma, tarea que llevaban a cabo los propios estudios Disney, mezclaba dobladores de prácticamente todos los países hispanohablantes: mexicanos, argentinos, cubanos, portorriqueños, chilenos y españoles. Con lo cual el resultado era algo así como el Festival de la OTI, pero con bichos. Esta situación se prolongó durante muchos años, creo, aunque podría estar equivocado, que hasta La sirenita (1989), primera cinta Disney doblada íntegramente en España. Eso sí, aún hubo que esperar hasta La bella y la bestia (1991) para que una película de dibujos animados se estrenara también en versión original.

El Dvd nos ha permitido recuperar algunos de los títulos clásicos y escucharlos por fin con las voces de los actores originales: George Sanders y Louis Prima en El libro de la selva (1967), Vincent Price en Basil, el ratón súperdetective (1986), James Woods en Hércules (1997)… El problema es que ahora los dobladores españoles se han pasado, y consideran que una película de dibujos animados queda menos graciosa si no se mete en el doblaje, como mínimo, a un par de graciosetes televisivos. Cruz y Raya, los -para mí- insoportables Gomaespuma, Florentino Fernández y últimamente Edu Soto han encontrado aquí una verdadera mina. Y al final, una vez más, cualquier parecido con el original es pura coincidencia.

Un par de detalles para terminar: a veces, doblar dibujos animados puede ser especialmente humillante. Que se lo digan si no a Clarence Nash, que durante décadas puso su voz al pato Donald y, cuando ya con más de noventa años, acudió a la ceremonia de los Oscar para recoger un premio honorífico… ¡tuvo que dar las gracias con voz de pato! Ni siquiera con un pie en el catafalco le dejaron hablar por sí mismo.

Y la gran pregunta: ¿Por qué el doblaje de las pelis antiguas de Disney me parece tan malo… y el de los cortos de la Warner me parece insuperable? ! “¡Bugs: eres desppppreciable!”

lunes, febrero 18, 2008

Calladito estoy más guapo

Un ataque brutal de alergia que no me ha dejado dormir varias noches. El trancazo que ha llegado durante/después. Más medicinas que en una temporada completa de House. El mundo visto como a través de un cristal traslúcido. Si se preguntaban por qué no ha habido entradas en los últimos días, aquí tienen la respuesta. Bueno, vamos al tema:

Me comentaban el otro día en el blog la desilusión que ha supuesto para algunos ir a ver No es país para viejos en versión doblada y darse cuenta de que la voz de Javier Bardem no es la suya (le dobla Jordi Boixaderas). El caso es que no sé si sería peor el remedio que la enfermedad. Este es un problema que se nos ha planteado desde hace algunos años, es decir, desde que los actores españoles comenzaron a trabajar en producciones americanas, que luego llegan a nuestros cines. Y la gran pregunta es ¿deben doblarse a sí mismos en la copia que se va a exhibir en su país natal?

Mi respuesta es un rotundo no. Nunca sale bien. Los dobladores, alguno de los cuales como Ramón Langa ha conseguido dar el salto a la interpretación, hablan de una manera muy determinada, cuidando la pronunciación y procurando adaptar las inflexiones de su voz a los movimientos de boca del actor del que doblan. Un actor, en cambio habla de forma mucho más espontánea, más como ustedes y como yo, y por eso la diferencia es abismal. Son dos mundos opuestos: una película doblada tiene su propio ritmo de sonido, y a él nos acostumbramos, y una película con voces originales, el suyo. Lo que no se puede hacer es mezclarlos.

Ejemplos no nos faltan. Recuerdo cuando me tragué Two Much (1995) en versión doblada, y me pareció un verdadero truño de película. Luego la vi en versión original, y me pareció simplemente mala. Lo malo de verla en español era el contraste entre las voces dobladas de Daryl Hannah y Melanie Griffith, y el español malagueño/cubano, o lo que fuera, que Antonio Banderas soltaba en la película a ritmo de ametralladora. Lo mismo le había pasado en Filadelfia (1993), y le volvió a ocurrir en Asesinos (1995), con el curioso resultado de que Sylvester Stallone parecía mejor actor que él. Y cuando Aitana Sánchez-Gijón rodó aquella cursilada de Un paseo por las nubes (1995) con Keanu Reeves, pues tres cuartes de le prope, que hubiera dicho Tip.

En los últimos años, esta práctica se ha abandonado. Desde La máscara del Zorro (1998) a Banderas le dobla habitualmente Salvador Aldeguer, que tiene una voz muy parecida a la suya, y lo mismo pasa con Penélope Cruz, a la que dobla, entre otras, Isabel Valls. El resultado es bastante más natural y permite concentrarse en la película sin que le chirríen los oídos a uno cada vez que el actor español abre la boca. Aunque, lógicamente, nada como oír las voces originales, no sólo de estos intérpretes españoles, sino de todo el mundo. Para eso, siempre nos quedará el DVD.

De todos modos, queda en el aire una pregunta maliciosa: esto de lo que estamos hablando hoy ¿ha ocurrido siempre? Porque en otros tiempos era relativamente normal que algunos actores muy conocidos participasen también en el doblaje de películas. Venga, les invito a que averigüen en qué clasicazo de Billy Wilder nos encontramos entre los dobladores con el ínclito Chatín, Arturo Fernández nada menos, poniéndole su voz a un personaje secundario que no puede parecerse menos a los que interpreta habitualmente. ¿A ver si va a ser que antes los actores españoles pronunciaban mejor?

P. D. Por cierto, si se están ustedes preguntando ¿pero este tío cómo sabe tanto sobre doblaje?, pues podría tirarme el pisto y decir que lo que yo no sepa... Pero, la verdad, lo único que hay que hacer es pulsar aquí para acceder a una apabullante base de datos sobre actores extranjeros y sus voces en español.

lunes, febrero 11, 2008

Lo que hay que aguantar...


Se ha muerto Roy Scheider. ¿Saben que estuvo a punto de protagonizar El cazador? La fama que consiguió como protagonista de Tiburón (1975) -papel que obtuvo, por cierto, después de que lo hubiera rechazado Charlton Heston- le sirvió para hacerse con algunos papeles jugosos a finales de los 70, el más recordado de los cuales sea, posiblemente, All That Jazz (1979). Pero la cosa duró poco, y en la década siguiente se fue difuminando en roles secundarios y, por último, en producciones de esas que van directamente al mercado del vídeo o a los canales de televisión más cutrillos.

Una pena, porque era un estupendo actor, pero ya se sabe que el firmamento de las estrellas está reservado a unos pocos y Scheider, por lo que fuera, nunca llegó a él. Lo que sí hizo fue trabajar con muchas estrellas y, en ocasiones, soportar sus caprichos. En su libro Las aventuras de un guionista en Hollywood, William Goldman recuerda un momento especialmente tenso durante el rodaje de Marathon Man (1976). Si han visto la película, recordarán que Scheider interpreta al hermano del protagonista, Dustin Hoffman, un agente especial cuya aparición en Nueva York mete a Hoffman en un lío considerable. Bueno, pues en la película Scheider se cuela de noche en el apartamento de su hermano, que se asusta pensando que hay un ladrón en la casa, y saca una linterna de la mesilla de noche, con la que intenta localizar al intruso en la oscuridad.

El director John Schlesinger intentaba, siempre que le era posible, que los actores ensayaran las escenas antes de empezar a rodar, y esta no fue una excepción. En un decorado neutro, Hoffman esperaba en la cama, y Scheider avanzaba hasta la zona donde se supone estaba la puerta. Una vez allí, dio una patada al suelo para indicar que la había cerrado. Turno de Hoffman. Pero este no empezó a interpretar. Se dirigió a Schlesinger y le pregunto por qué su personaje tenía que tener una linterna en la mesilla de noche. El director le contestó que bueno, que quizá no era el momento de hablar de esas cosas, y que siguieran con el ensayo. Pero de eso, nada. Sigue el texto original de Goldman:

“Hoffman niega con la cabeza. El personaje que interpreta, según él, no debería tener una linterna junto a la cama.

Ahora, si no se tratara de una estrella, Schlesinger le hubiera dicho, como cualquier otro director, que estaban perdiendo el tiempo del ensayo, que tiene precio de oro, puesto que en la mayoría de los rodajes no se ensaya (…)

Pero Dustin Hoffman es una gran estrella y hay que hacerle caso. Scheider sigue en pie tranquilamente, en la puerta imaginaria, esperando.

Schlesinger dice que mucha gente tiene linternas en la mesilla.

Hoffman dice que él no está interpretando a mucha gente, sino a Babe, y que Babe no tiene por qué tener una linterna en la mesilla.

Schlesinger hace otro intento: te acaban de atacar, estás intranquilo, has tomado precauciones.

No hay manera.

Ahora, un duro asalto desde el punto de vista del director: necesitamos ese efecto de la linterna sobre las paredes para añadir interés a la escena.

Hoffman dice que no habrá escena que valga la pena si él no puede interpretarla, y él cree que no hay justificación para la maldita linterna.

Durante todo este tiempo, Scheider sigue en pie, en silencio y esperando.

Este es quizá mi recuerdo más intenso de la situación -que duró una hora, dicho sea de paso-. Scheider esperando tranquilamente, como un perfecto caballero en todo momento”.

Hay que aclarar que Goldman no le tenía ningún cariño a Dustin Hoffman, porque el actor había exigido que se cambiara el final de la novela de Goldman en la que se basaba la película. Así que quizás esta anécdota haya que cogerla con pinzas. Pero es muy ilustrativa de la diferencia que puede haber entre un actor, de éxito pero actor al fin y al cabo, y una estrella con poder suficiente como para parar una hora de ensayos por una divergencia de opiniones.

Bueno, un respeto para Roy Scheider. Voy a ver si encuentro por ahí All That Jazz, que Tiburón ya la tengo muy vista.

jueves, febrero 07, 2008

¿Sin rastro?

Jose Manuel Serrano Cueto, fiel lector de este blog y autor de interesantes libros dedicados al cine de terror clásico, me hace llegar la noticia del fallecimiento de Carlos Aured, el pasado día 11. Este director de cine, que parece haber desaparecido sin dejar rastro de la historia del celuloide patrio, ha pasado a mejor vida sin haber ganado nunca un Goya. Primero, porque no existían cuando él hacia cine y segundo, porque es muy dudoso que se lo hubieran dado a alguien cuya filmografía consta de películas como El espanto surge de la tumba (1972), Los ojos azules de la muñeca rota (1973), La venganza de la momia (1973) o El retorno de Walpurgis (1973), una más de la saga del hombre lobo creada por Paul Naschy, cuyo cartel tienen aquí a la izquierda.

El Diccionario de directores del equipo Reseña nos cuenta alguna cosa más sobre él: “dedicó nueve años de su vida a prepararse para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos, carrera que no concluyó (…). Colaboró por un tiempo en La estafeta literaria. Fue también ayudante de dirección teatral de Gustavo Pérez Puig”. Cuando enumeran su carrera como director, se limitan a definirle como un realizador de subgéneros, entendiendo por tales el terror y el erótico, ya que a partir de 1977, se dedicó a cintas con títulos tan expresivos como Susana quiere perder eso (1977), La frígida y la viciosa (1980) o El hombre del pito mágico (1982).

Bueno, ¿y qué? Es preciso juzgar las cosas en su momento y lugar. Y conviene recordar que en los tiempos en que se hacían estas películas, el cine español estaba lanzado a tirarse a las piscinas de todo tipo de géneros, para los que siempre había una demanda. Estas cintas -pienso sobre todo en las de terror, porque las otras nunca me han interesado mucho; donde esté lo auténtico…- no sólo se estrenaban en España, sino en otros países europeos (y más allá), donde contaban con suficiente público como para generar beneficios y dar trabajo a una cantidad apreciable de profesionales: actores secundarios, carpinteros, transportistas, maquilladores, electricistas y unas cuantas profesiones más relacionadas con el cine, que subsistieron gracias a este subgénero mientras otros parían sus genialidades. Que en algunos casos, en efecto, eran genialidades; pero con dos películas buenas al año no se sostiene una industria. La industria estaba en estas películas, producidas como churros, que iniciaban tras su estreno un doble periplo, por las pantallas de otros países y por la entonces numerosísima red de salas de sesión contínua y cines de verano. En uno de ellos -el, por supuesto, desaparecido Jardín Cinema de mi ciudad natal- vi yo El retorno de Walpurgis, con catorce años, Pepsi Cola y pipas.

Tiene gracia, porque precisamente este último año parece que el cine español está empezando a regresar a eso que se llama cine de género, cuya principal finalidad es llenar las pantallas de todo tipo de historias que, sin ser grandes logros artísticos, entretengan al personal. Y parece que estamos regresando al terror, con Rec y El orfanato, entre otras. Espero que esta iniciativa se convierta en racha y, sin tener que volver al gazpacho-western, aparezcan directores decididos a meterse en el policiaco -aparte de Enrique Urbizu-, o alguno que por fin sepa de verdad hacer comedia. ¿Quieren saber lo que opino? Necesitamos más Carlos Aured.

miércoles, febrero 06, 2008

Genio y figura

A Pau Gasol le entrevisté hace un par de años, en un reportaje para National Geographic Television. Cuando se pasa del metro noventa, como le ocurre a un servidor, no es fácil encontrarse con gente que se te imponga por la estatura. Fue el caso. Me sacaba, fácilmente, cabeza y media de alto… y de ancho. Dios, que pedazo bestia. En lo físico, se entiende, porque luego, en el rato que le puse el micrófono delante, me pareció un chaval de lo más tranquilo. Recuerdo como anécdota la petición de su mánager: “Oye, no os importa que pique algo antes de la entrevista ¿No? Es que este chico, si no come…”. Dicho y hecho, le pusieron delante una bandeja de sandwiches que le duró menos que una saliva en una plancha.

Ahora Gasol está en los Lakers, lo cual significa que va a tener como uno de sus fans a Jack. No hace falta poner el apellido porque, cuando se Hollywood se trata, Jack no hay más que uno y a ti te encontré en la calle. Las relaciones entre Nicholson y el equipo de sus amores son legendarias y han dado lugar a multitud de anécdotas. Cuando está de rodaje, siempre que puede se escaquea a su caravana para ver el partido. Si esto no es posible, hace que se lo graben, y pobre del que ose adelantarle el resultado. Cuando no trabaja, es normal que viaje con el equipo de sus amores, pero sus arrebatos de hooligan le han hecho bastante impopular en campos rivales, como el de los Boston Celtics. En una ocasión en que acudió allí a ver un partido, se encontró con que las tiendas de recuerdos vendían unas camisetas con las palabras FUCK YOU, JACK. Inmediatamente, se compró una docena.

De todos modos, mi anécdota preferida de Nicholson con los Lakers es una que tuve ocasión de ver por la televisión. Eran los finales de los años 80, y Televisión Española había comenzado a ofrecer partidos de la NBA. Y fue en uno de los Lakers cuando el cámara, durante un descanso, enfocó a Jack, que estaba, como siempre, en su asiento de tribuna. De repente, aparece una chica negra enfundada en un traje rojo, de figurón no apto para cardíacos, que intenta acercarse a Jack. Al momento, el maguila de servicio se levanta y le dice a la chica que no, que al señor Nicholson no se le puede molestar. Pero el señor Nicholson se da cuenta del cacho maroma que pide audiencia, y le dice al guardaespaldas que ya la está dejando pasar si no quiere acabar en la cola del INEM, o como se llame allí. En fin. La chica pasa, se presenta, se dan dos besitos, charlan un poco, y al final ella le pasa un papelín donde cabe suponer que estaría su número de teléfono. A estas alturas, no estaba mirando el partido ni Zeus. Todos mirando a Jack, gritando, aullando y aplaudiendo. Se va la chica, entre los vítores del respetable, y Jack se pone se pie y con una sonrisa de oreja a oreja va saludando a todo el estadio, como diciendo, pues sí, me parece que voy a quedar con ella para lo que se tercie, que seguro que se tercia. ¿Pasa algo?

Fue antes de los tiempos del You Tube; si no, de verdad que la escena arrasa.

domingo, febrero 03, 2008

Zarrapastroso's night (2)


Escribo cuando faltan pocas horas para que comience un año más la plasmación más fidedigna de las inmortales palabras de Marlon Brando en Apocalypse Now: El horror, el horror… Para que vean que soy un chico coherente, me remito a la entrada que publiqué aquí hace ahora un año referente a la gala de los Goya. Entonces, por desgracia, no me equivoqué en mis predicciones, y sospecho que tampoco voy a hacerlo ahora, porque, si el espíritu de John Ford no le remedia, me temo que esto es lo que vamos a padecer a partir de las diez de la noche:

1. Un presentador que se dedicará a plagiar momentos de la gala de los Oscar, concretamente las parodias de las películas nominadas que se han convertido desde hace años en la seña de identidad de Billy Crystal cuando presenta la cerrémonia. Claro que no hará solo eso: empleará material original donde, sospecho, volverá a confundir la chocarrería con el descaro y el mal gusto con la trasgresión.

2. Un discurso oficial lleno de victimismo sobre lo mal que va el cine español, por culpa, evidentemente, de las multinacionales americanas que, como todos sabemos, nos obligan a ver sus superproducciones por la vía de la coacción directa. Aquí es posible que me equivoque, porque bien es cierto que en los dos últimos años, esta tendencia al lloriqueo ha cesado; si quieren hablar de algo serio, podrían denunciar que el cine de todo el mundo, Hollywood incluido, está sufriendo un bajón de espectadores y plantear cómo habría que enfrentarse a la piratería y a los nuevos soportes de visionado.

3. Un auditorio lleno en tres cuartas partes, con abundancia de asientos vacíos, indicando que el cine español no tiene suficientes profesionales interesados en acudir a la gala como para llenar el Palacio de Congresos de Madrid… que es grande, pero no tanto.

4. Camisetas, vaqueros, rostros sin afeitar, acento barriobajero y cheli que explica por sí sólo por que nuestros actores, sobre todo las nuevas generaciones, parecen incapaces de interpretar personajes que no pertenezcan al universo de lo marginal. ¿Smoking? ¿Chaqueta y corbata? ¿Desodorante? ¿Ducha diaria? Cosa de carcas, voto a bríos. (Eso sí, menos mal que las chicas siempre salvan el conjunto, y este año está nominada esa alegría para la vista y excelente actriz que es Maribel Verdú).

5. Chicle. Mucho chicle. Toneladas de chicle, en las quijadas de los asistentes, sin que ni siquiera la obligación de subir al escenario detenga un momento su afición a la gimnasia mandibular. Aún recuerdo el año pasado a la mujer de Agustín Almodóvar masca que te masca que te masca mientras las cámaras la enfocaban en primer plano.

6. Y, en conjunto, la misma sensación de grupo de amíguetes encantados de conocerse que en ningún momento ejercerán la más mínima autocrítica sobre su trabajo y sobre sus consecuencias sobre la marcha de nuestro cine. Y eso, a pesar de las honrosísimas y merecidas excepciones que demuestran que, cuando una película española es buena, no tiene problemas en llenar las salas. Aquí y en el extranjero.

¿Me equivoco? La solución, esta noche, para los que tengan la paciencia de verla.