jueves, enero 31, 2008

No les llega

A ver, que la cosa es para partirse. Resulta que Shaquille O’Neal, el jugador de baloncesto de la NBA que en sus ratos libres ha intervenido como ¿¿¿¿actor???? en una abominación titulada Steel -una de las peores adaptaciones de superhéroes que se hayan hecho nunca, aquí a la izquierda, de nada, un placer- está en pleno proceso de divorcio. Y claro, como se suele hacer en estos casos, el chico está haciendo todo lo posible para evitar que los abogados de su ex le saquen hasta las asauras. Y la estrategia para ello es convencer al tribunal de que, aunque no lo parezca, está a la cuarta pregunta. Tiezo, como decimos por el sur.

Claro que O’Neal ha reconocido que percibe un sueldo mensual de aproximadamente 1,3 millones de euros. Ya, ya sé que ustedes y yo hay semanas que no ganamos eso, pero es que además ustedes y yo no tenemos los problemas de presupuesto que tiene Shaquille: el angelito se gasta al mes 112.000 euros en las hipotecas de sus tres casas (para que luego digamos por aquí…), 79.000 en vacaciones, 23.000 en seguros, 43.000 en regalos, 17.000 en cuidadoras para los niños (si hay vacante, que avisen), 19.000 en gasolina y aceite para sus cuatro coches, 20.000 en criados, 12.000 en ropa, 9.000 en comida, 5.000 en lavandería, 1.600 en sus perros, 2.400 en teléfono, 1.200 en televisión por cable y 1.300 en mantenimiento de piscina y césped.

Lo de los 43.000 euros en regalos debe ser porque tiene complejo de Santa Claus, pero yo no me explico muy bien cómo cuatro coches pueden gastar 19.000 al mes en gasolina (y aceite) o qué tipo de tele por cable te clava 1.200 euros de cuota mensual. Pero no piensen que lo de Shaquille es un caso aislado. Hoy, en homenaje a la (feliz) desaparición del Tomate, vamos a cotillear un poco sobre los hábitos de consumo de algunas celebridades de la gran pantalla:

Aaron Spelling. Celebró su éxito como productor de las series de televisión más horteras del mundo -Dinastía, Vacaciones en el mar, Los ángeles de Charlie…- construyéndose una mansión de 45 millones de dólares. Eso sí, la casa venía completita con garaje para 82 coches, cuatro bares, tres cocinas, gimnasio, sala de proyección, piscina olímpica, bolera y doce fuentes. Todo para tres personas: él, su señora y su única hija, Tori.

Sting y señora: gastaron 80.000 dólares en los trajes de Versace para su boda; eso sí, se cuenta que luego los donaron para una de las campañas de salvar la amazonía a las que tan aficionado es el miembro más plasta de Police.

Madonna: 21.000 dólares en el caviar con que aprovisiona su avión privado cuando está de gira.

Michael J. Fox: 50.000 dólares en un estanque artificial cerca de su casa, para que su hijo aprendiera a pescar.

Demi Moore: 3.000 dólares al mes en agua mineral que utiliza para cocinar, lavarse… y beber (De Kim Basinger se ha dicho algo parecido; que sólo se lava con agua Evián).

Jamie Foxx: unos 40.000 dólares en un reloj que le regaló a Tom Cruise como agradecimiento por lo bien que habían trabajado juntos en Colateral (si Luis Tosar llega a enterarse, igual no se habría llevado tan mal con él durante el rodaje de Corrupción en Miami).

George Hamilton: indefinido. Pero se dice que el actor mejor peinado de Hollywood nunca usa dos veces el mismo par de calcetines. Calculen cuánto cuesta un par, y hagan cuentas, si quieren.

Así que, ¿Lo de Shaquille? Comida pa los pollos. Miren, para cerrar la entrada de hoy nada como una frase atribuida al actor George Raft cuando le preguntaron cómo se las había arreglado para pulirse una fortuna de diez millones de dólares: “Una parte se me fue en mujeres y otra parte en el juego. El resto lo gasté a lo tonto”.

miércoles, enero 30, 2008

Goyescas


Hoy tengo un poco de lío, así que voy a ser breve. Parece que este domingo vamos a tener de nuevo el placer de gozar de José Corbacho presentando la gala de los Goya, durante la cual, no cabe duda, volverá a dejar abundantes muestras de su finísimo humor inglés (“¡GUILLERMO, QUE CHINGES MUCHO ESTA NOCHE, JUA, JUA, JUA!”, fue una de las perlas de la pasada edición). Más allá de la puntería de la Academia en su elección de presentador, quisiera hacer dos preguntillas:

1. La elección de Corbacho como presentador de la gala se hizo, si mal no recuerdo, la semana pasada. ¿Debemos entender que la ceremonia se prepara apenas con quince días -como mucho- de antelación? Lo digo porque la ceremonia de los Oscar comienza a cocinarse meses antes, y las ocho últimas semanas son de trabajo frenético. Si hay tanta diferencia entre el tiempo invertido entre una y otra, la verdad es que se comprenden muchas cosas.

2. Si los premios Goya -como los Oscar, los Globos de Oro o cualquier otro galardón cinematográfico- tienen como fin principal promocionar las películas premiadas -y les aseguro que ese es el objetivo, y no otro- ¿Cómo es posible que aún no estén disponibles en DVD ninguna de las principales candidatas? Ni El orfanato, ni Las trece rosas, ni siquiera Luz de domingo.

3. Bueno, dije que eran dos, pero hay va otra de propina. ¿Algún motivo por el cual este año tampoco va a haber números musicales? ¿Queda hortera, queda cutre, ellos van a otra cosa?
Tres preguntas que, si me lo permiten, se resumen en una: ¿Es que estos chicos no van a aprender nunca?

lunes, enero 28, 2008

¡¡Dios mío, ESTO es un infierno!!

Es posible que a los lectores más jóvenes les cueste imaginar lo que significaron las películas de Rambo allá por los años 80 del siglo pasado, mucho menos si se molestan en ir a ver esta vetustilla cuarta entrega. Cinematográficamente, la verdad es que no significaron gran cosa, pero como fenómeno social… en plena era Reagan, nadie como Sylvester Stallone supo ver el filón que significaba la recuperación de los valores yanquis más vetustos, y la idea de presentar en la pantalla a americanos de pura cepa dándoles las del pulpo a los enemigos tradicionales de la nación.

Hubo otros, claro, empezando por el chuachegobernador de California y siguiendo por Chuck “visita Texas si tienes huevos” Norris, pero ya les digo, Stallone los superó a todos con su doblete conseguido en 1985 con Rambo y Rocky IV, que aparte de convertirle en multimillonario le hizo merecedor de una portada de la revista Time.

Cuesta creer que este fenómeno tuviera su origen en la novela escrita en 1972 por un profesor de literatura, David Morrell. Pero así fue: Primera sangre (publicada en España por Ultramar) llamó la atención de Hollywood nada más aparecer, pero en aquella época no se pensaba que la historia de un excombatiente de Vietnam que se volvía loco y destrozaba un pueblo entero cuando le tocaban demasiado las narices tuviera mucho atractivo. Claro que eso fue antes de que Stallone la cogiera diez años después y la convirtiera en Acorralado. Es curioso; en la película y en la novela pasan casi las mismas cosas, pero el trasfondo de la historia es muy distinto. El Rambo literario no es una masa de músculos, sino un tipo de lo más normal que, antes de que le toque ir a Vietnam, se alista voluntario en las Fuerzas Especiales porque sabe que así tendrá más posibilidad de sobrevivir. Cuando le sueltan de nuevo en la vida civil deja salir al perturbado que lleva dentro y, al final, después de más de 200 páginas de sangre y muerte, le pegan un tiro.

Esto último Stallone no lo podía permitir. Kirk Douglas cuenta en sus memorias que recibió la oferta de interpretar al coronel Trautman, el mentor de Rambo, pero que la rechazó a menos que mantuvieran el final de la novela y su personaje matara a la máquina asesina que él mismo había contribuído a crear. “Se habría perdido un negocio de mil millones de dólares”, afirma. “Pero hubiera sido lo correcto”. A Trautman lo interpretó Richard Crenna (fallecido recientemente), Rambo sobrevivió y por eso nos ha podido deleitar (?) con tres entregas más.

Un par de anécdotas sobre Rambo, la segunda peli de la serie, y la más famosa. Primero, el programa de entrenamiento físico de Stallone, que le acabó dando ese aspecto que alguien comparó con el de un condón relleno de nueces: durante cinco meses pasó seis horas al día haciendo remo, jogging y pesas, además de lecciones de tiro con arco y entrenamiento suplementario con los SWAT de Los Angeles. Durante el rodaje, se levantaba a las cuatro y media de la mañana para entrenar y trabajar en el guión de Rocky IV que, aunque parezca increíble, también necesitaba escribirse. En todas sus películas, Stallone aparece con cara de sueño, pero es que en esta, verdaderamente, se dormía de pie.

Y luego un detallito que señala acertadamente Peter Van Gelder en su libro That’s Hollywood: en la peli, Rambo mata a 57 personas, en su mayoría guardas del campo de prisioneros en Vietnam. Pero dentro sólo hay una docena de americanos capturados. ¿A quién se le ocurrió poner más de 50 soldados para vigilar a doce presos famélicos? El vietcong estaba, desde luego, sobrado de personal.

P. D. Por cierto, la famosa frase “No siento las piernas” se ha dicho en MILES de películas yanquis, pero no en la saga de Rambo. Lo que verdaderamente dice es “¡No le encuentro las piernas!” cuando al final de Acorralado recuerda la historia de un compañero suyo al que le vuelan la parte inferior del cuerpo de un bombazo. Y lo de "Dios mío, esto es un infierno", no tengo claro si la dijo Rambo... o un servidor de ustedes, cuando le tocó verla.

domingo, enero 27, 2008

In memoriam

Tal y como estaba previsto, la semana se me lió con mil cosas y he tardado más de lo que pensé en volver a postear. Pero desde luego, ustedes no me han perdido el tiempo mientras tanto… Creo que hemos batido el récord de comentarios, en un blog que no se caracteriza precisamente por la locuacidad de sus lectores, y de paso han aparecido por aquí algunos amigos nuevos. Estupendo.

Como se trata de ponerse al día, tenemos que comenzar con Heath Ledger, de quien hablábamos aquí no hace demasiado. Lo que con las casualidades, en el aeropuerto me compré el número de enero de "Empire", una de mis revistas de cine favoritas, y ¿adivinan quién estaba en la portada? Esa misma noche vi los titulares de su muerte en la tele del hotel, y me hubiera quedado clavado si no fuera por que estaba tumbado en la cama. Un detalle, por cierto: me enteré por los informativos de la CNN, que dieron la noticia en titulares de pantalla mientras hablaban de otras cosas. En esas filas de texto no cabe demasiada información, pero al hablar de su trabajo como actor, sólo se les ocurrió decir: “trabajó en la polémica "Brokeback Mountain"”. Ni los del Tomate lo hubieran hecho mejor. Es decir, nada de referirse a sus películas más recientes, ni a sus papeles aún por estrenar, sino que a la hora de elegir un título representativo, cogieron el más “polémico”. ¿Polémico por qué? ¿Por qué hacía de homosexual? Señor, señor, en cuanto se rasca un poco, cómo les sale a algunos el carca que todos llevamos dentro…

En fin, se nos ha ido un magnífico actor. Un tipo que empezó de guaperas y que no tardó en darse cuenta de que el futuro no estaba exactamente allí, sino en arriesgarse y coger papeles difíciles, de los que llaman la atención y marcan una carrera con huellas indelebles. Lastima que el futuro se le haya acabado. Yo, personalmente, estoy dispuesto a perdonarle hasta la de "Destino de Caballero"… Y como homenaje póstumo, aquí les dejo el segundo trailer de "Dark Knight", donde por primera vez podemos echarle un vistazo decente a su Joker.

Mañana seguimos, que la semana se presenta movidita con dos regresos largo tiempo temidos, digo, esperados: Rambo y… ¡Los Goyaaaaa! Dios mío, de verdad, no me siento las piernas, pero no tengo claro a cual de las dos cosas se debe…

domingo, enero 20, 2008

Titulitis

Bueno, pues ya se ha estrenado Cloverfield, de la que hablamos aquí hace una semana, y ya se conoce la fecha de estreno en España, dentro de quince días; pero, lo que es peor, también se conoce el título con el que se va a presentar la película en nuestro país: Monstruoso. Si quieren mi opinión, muy finos no han andado. Empezando por la cuestión de que la palabra es un adjetivo, no un sustantivo y un adjetivo además que, yo diría, suena un poco como a cachondeo. Eso de "monstruoso" le pega más a un anuncio de rebajas ("¡Ofertas monstruosas en Almacenes Palomeque!") que a una película que se pretende de terror.

Pero es que esto de los títulos de películas extranjeras se suele resolver de tres maneras: A) traduciendo literalmente el título original, que aquí, la verdad, con eso de “campo de tréboles” habría quedado un poco raro. B) Dejando el título en inglés, cosa cada vez más común (Batman Begins, Superman Returns), que creo que abría sido la opción más adecuada en este caso. Y C) inventándose un título que no tiene nada que ver con el original, y donde la creatividad de los distribuidores, a veces, patina más que Lewis Hamilton sin control de tracción. Aquí es donde quería llegar yo.

La idea no ha sido mía, sino que la escuché hace un par de semanas en el programa de Angels Barceló. Hablando de la imaginación con que se titulan a veces las películas yanquis, entrevistaban al director de una distribuidora (creo que era Buena Vista) y le enfrentaban a hechos tan cuestionables como por qué una película de patinadoras infantiles titulada originalmente Ice Princess ("Princesa del hielo") se había estrenado en España con el aliporiento título de Soñando, soñando… triunfé patinando. Vamos, yo es que tengo que llevar a una hija mía a ver esa peli y me calo un sombrero hasta las cejas, una barba postiza y unas gafas de sol… y a mi hija le hago lo mismo. Es que es de esos títulos queda vergüenza ajena repetir, o incluso escribir en un blog.

Ha habido otros casos, y vamos a jugar con ellos un rato. La imagen de hoy corresponde a un ejemplo un poco particular: todos conocemos West Side Story, aunque pocos de acordarán de que, originalmente, se estrenó en España como Amor sin barreras, título al cual nunca le hemos hecho demasiado caso; es uno de las pocas veces que el título español ha tenido menos éxito que el original. Pero aquí les dejo quince títulos que he ido cogiendo al azar, según me iba acordando: todos son traducción literal del original americano y que corresponden a películas (muy conocidas) que se estrenaron con una denominación muy, muy distinta. A ver cuántos pueden identificar.

1. Pinta tu caravana.
2. Norte por noroeste.
3. El sonido de la música.
4. No te lo puedes llevar contigo.
5. La galleta de la suerte.
6. A algunos les gusta caliente.
7. Mandíbulas.
8. Los magníficos Amberson.
9. Tócala otra vez, Sam.
10. El picor del séptimo año.
11. Érase una vez en el Oeste.
12. El señor Smith va a Washington.
13. El fin de semana perdido.
14. Amor y muerte.
15. El cartero.

Por cierto, voy a andar unos días fuera y, me temo, lleno de trabajo hasta las cejas. Así que probablemente no nos veamos hasta el viernes que viene. Mientras, a ver si para variar participan ustedes algo y no solo rellenan esta quiniela que les dejo, sino que me proponen más casos de traducciones desorbitadas. Seguro que se me han escapado un montón.

viernes, enero 18, 2008

Recordando a Edgar G.

Hace tiempo que quería comentarles una compra reciente: Balas o votos (1936), una película clásica de cine negro adquirida por sólo seis euretes, y que es una de las mejores ofertas en eso que se llama relación calidad / precio que me he encontrado en mucho tiempo. Y por varias razones.

Primero, por la película en sí. Dirigida en 1936 por William Keighley, sigue siendo uno de los mejores ejemplares del cine negro que la Warner sacaba en aquella época como churros, aunque es relativamente desconocida si la comparamos con clásicos como El halcón maltés o El sueño eterno… Pero esas ya nos las sabemos todos. Esta es menos popular, pero para conocerla mejor incluye un comentario en audio del historiador Dana Polan. Y no es el único extra: viene hasta los topes, y además presentados de un modo muy particular.

Verán, a la hora de ver este DVD podemos hacerlo de dos maneras: uno, dándole a la película tal cual, y dos, presionando en la opción La noche Warner en el cine, que nos la ofrece como parte de la programación de un cine yanqui de la época. Es decir, que en primer lugar tenemos el trailer de uno de los grandes éxitos del año, La carga de la brigada ligera; luego, un noticiero; a continuación, un cortometraje musical con George Hall y su orquesta, y después un corto de dibujos (“Fantasías animadas de ayer y hoy, presenta…” ¿se acuerdan?) que va de policías y ladrones, claro. Y cuando se han acabado todos los preliminares, empieza la peli en sí. No trae sólo la cinta: trae una sesión completa de cine, como si aquí los DVDs vinieran con el NO-DO y los anuncios de Movierecord.

Y ya les digo, la película ha aguantado estupendamente los años. Como protagonistas tenemos a Edward G. Robinsón y a Humphrey Bogart, pero invirtiendo los papeles por los que más se les conoce; Robinson no es aquí el gángster, sino el policía, y Bogart, en su etapa de actor secundario, repetía su sempiterno papel de malo malísimo de la muerte, a la espera de que El Halcón maltés (1941) y Casablanca (1942) le convirtieran en la estrella más taquillera de Hollywood y pudiera dejar los papeles de asesino a otros.

No tengo nada contra Bogart, pero creo que Edward G. Robinson nos ha dejado muchas más interpretaciones memorables; lo recuerdo en La mujer del cuadro (1944), de Fritz Lang, en Dos semanas en otra ciudad (1962), de mi tocayo Vincente Minnelli y, sobre todo, en su último papel, en la aún impactante Cuando el destino nos alcance (1973). Era un tipo curioso, Robinson. Alzado a la fama por sus papeles de gángster sin escrúpulos, fuera de la pantalla era una persona tranquilísima y culta, que hablaba siete idiomas y tenía una gran afición por el arte. Al final de su vida había recopilado una pinacoteca particular con cuadros de Renoir, Van Gogh, Picasso, Monet, Corot, Matisse… entre otros muchos.

Durante mucho tiempo, por cierto, su nombre fue motivo de conjeturas populares: ¿qué significaba la G de en medio? Nadie lo sabía, y él no hacía mucho por aclararlo, limitándose a decir que, seguramente, era la inicial de “Gangster” o de “God only knows” ("sólo Dios lo sabe"). La realidad era un poco más cruda: su verdadero nombre era Emmanuel Goldenberg, pero si uno quería hacer carrera en el cine de entonces, no se podía ir mostrando a las claras sus orígenes judíos. Así que, como otros muchos actores de la época, se lo gentilizó. Pero tuvo la delicadeza de conservar la inicial como recuerdo. Quizá para no olvidarse nunca de dónde venía.

martes, enero 15, 2008

La venganza del guionista


¡Esta noche tenemos House! Pero no hay que hacerse ilusiones, porque sé de buena tinta que solo van a emitir diez minutos del episodio nuevo. El resto, repeticiones. El motivo es que, con la huelga de guionistas de Hollywood, Cuatro sólo ha recibido trece episodios de la cuarta temporada en lugar de los 24 habituales, y claro, tienen que estirar su producto estrella…

Vale, lo de los diez minutos es broma. Lo otro, no. La huelga de guionistas en Hollywood está tomando un cariz cada vez más serio, y no sólo en la industria del cine: muchas series de televisión han tenido que interrumpir el rodaje por falta de guiones. Y de las ceremonias, ni hablamos. A Javier “tazón” Bardem le van a enviar el Globo de Oro por Seur (enhorabuena, por cierto... y ahora, a por la parejita), y habrá que ver qué pasa con la ceremonia de los Oscar.

Es curiosa esta presión de los guionistas. Los patitos feos de la industria han empezado a graznar, y no tienen pinta de que vayan a callarse. Digo que es curioso, porque durante mucho tiempo la figura del guionista no fue excesivamente considerada en Hollywood. David Niven contaba en sus memorias el caso de la chica contratada como guionista en un estudio: en su primer día, el jefe le enseñó su mesa de trabajo y le dijo: “Bueno, señorita, aquí ya sabe que esperamos el máximo rendimiento de nuestros guionistas, así que esos lápices que hay en su escritorio… espero que mañana por la mañana estén todos por la mitad. ¡JUA, JUA, JUA!”.

Fue la escasa consideración a este gremio lo que produjo la aparición de uno de mis directores favoritos, Billy Wilder. Este empezó como guionista y, según confesó, nunca tuvo intención de convertirse en director. Hubiera sido muy feliz limitándose a escribir guiones. Pero en 1941 escribió el guión de Si no amaneciera, una película protagonizada por Charles Boyer, donde su personaje debía esperar en México hasta que le concedieran los papeles para entrar en Estados Unidos. Para indicar la desesperación del personaje, Wilder incluyó una escena donde Boyer, tras seis semanas de espera del visado, estaba tumbado en la cama del hotel cuando avistaba una cucaracha en la pared… y se desahogaba con ella. “¿De dónde has salido tú? ¿Dónde están tus papeles? ¿Cuál es el propósito de tu viaje?”.

Wilder estaba encantado con la escena, pero el director de la película, Mitchell Leisen, le comunicó que no se filmaría. El motivo: Boyer, una de las grandes estrellas de la época, se negaba a interpretarla. Él no hablaba con cucarachas. La consideraba ridícula. Wilder tuvo que tragarse la bilis y aceptar, pero desde ese momento se juró que ninguna estrella volvería a hacerle algo así. Y la única manera de asegurarse de ello era dirigir sus propios guiones.

Así fue como se convirtió en director. Y en lo sucesivo, se ganó una verdadera fama de tirano en los rodajes por exigir a sus actores que recitaran todo el guión palabra por palabra. Hasta la última coma.

Y, sí, la foto que he escogido es la de su tumba... ¡Pero no me negarán que esto sí que es un epitafio!.

domingo, enero 13, 2008

¿Campo de tréboles?

¿Qué es Cloverfield? Sólo faltan cinco días para que los espectadores comiencen a averiguarlo de forma definitiva, pues el próximo viernes es la fecha de estreno en Estados Unidos (en España, el 1 de febrero). Mientras tanto, la Red hierve de rumores, y no tengo demasiada intención de engordar el cupo, así que esto es lo que se sabe hasta el momento: A) Es la última producción de J. J. Abrams, productor especializado en series televisivas de alto voltaje (Alias, Perdidos), que ha intentado con relativo éxito aplicar su fórmula en cine (Misión imposible 3). B) El argumento trata de un monstruo gigantesco que empieza a hacer de las suyas en Nueva York… y hasta ahí puedo leer. Y C) Tiene la particularidad estar rodada desde el punto de vista de la camcorder, o sea, como si conociéramos la historia a través de filmaciones de vídeo hechas por los mismos protagonistas; la misma fórmula que se ha utilizado anteriormente en El proyecto de la bruja de Blair (1997) y en la española Rec (2007).

Pero es muy posible que Cloverfield pase a la historia del cine por una de las mejores campañas de promoción que se hayan pensado.

Recordemos que la cosa empezó el verano pasado, cuando los espectadores yanquis que entraron a ver Transformers, que ya son ganas, se encontraron con un curioso trailer: la grabación casera de un grupo de amigos en Nueva York que organizaban una fiesta sorpresa a un colega que se iba a trabajar a Japón. Cuando todo el mundo estaba haciendo las tonterías que se hacen ante la cámara en estas ocasiones, se oye un ruido extraño y las luces se van. La gente sube a la azotea del edificio, y todo lo que ven son varias explosiones en la noche neoyorquina, acercándose cada vez más a donde están ellos. Salen a la calle, y se encuentran a gente corriendo, escenas de pánico y un caos creciente. Un objeto gigantesco cruza el cielo, y se estrella a escasos metros de donde están: cuando ven de qué se trata, todo el mundo empieza a gritar horrorizado: es la cabeza de la Estatua de la Libertad.

Y después de todo esto, en lugar del título de la película, sólo el nombre de Abrams y una fecha: 18-1-08.

Como reclamo fue infalible, sobre todo en estos tiempos, en los que se cuenta con la gasolina de Internet para propagar los rumores. En los meses siguientes se han ido averiguando más cosas, entre ellas las que les contaba al principio, y luego el propio Abrams acabó de calentar el ambiente enseñando el cartel que ilustra esta entrada.

El título de la película tardó en conocerse, y cuando lo hizo, no aclaró gran cosa: Cloverfield significa “campo de tréboles”, con lo que suena más a drama rural irlandés, de esos con Richard Harris con la gorra de tweed calada hasta las cejas, que a peli con monstruo descontrolao. También parece que la trama está relacionada con una bebida refrescante llamada slusho, que no existe (bueno, en la ficción, sí; también ha salido en Perdidos), pero que tiene su propia página Web. Y en la página oficial de la película, tenemos el segundo trailer, que cuenta algo más... pero poco. Por supuesto, nadie ha visto ninguna imagen del monstruo en cuestión (aunque circulan varias versiones en la Red), con lo que se respeta una de las normas básicas en estas producciones de Hollywood: para crear expectativas en una película de monstruos, enseña cualquier cosa, menos el monstruo.

Sólo que quizás Abrams haya dado un paso más a la hora de crear expectativas: no enseñes el monstruo y, puestos a no enseñar, no enseñes ni el título de la peli. La campaña, ya les digo, es muy buena, y sospecho que otros van a seguir el ejemplo. Ahora bien: ¿todo esto servirá para algo… o nos vamos a encontrar con una eme pinchada en un palo como fue Godzilla?

jueves, enero 10, 2008

Más malos que la tiña

“Cuanto más conseguido esté el malo, más conseguida estará la película”. Es una de las frases más célebres de Alfred Hitchcock, y desde que la pronunció, la historia del cine no ha hecho más que darle la razón (siempre que en la película haya un malo, claro). Este año parece que vamos a tener dos buenos ejemplos de esta máxima.

El primero es nuestro producto nacional, Javier Bardem, que está en lo que parece el principio de una larga ristra de premios por su papel en No Country for Old Men, la última de los Coen. El actor ha definido a este psicópata terminal como “un personaje bombón”, y no es para menos. Por lo que he podido ver de la película (Por cierto ¿Por qué narices tenemos que esperar cuatro meses desde la fecha de su estreno en Estados Unidos para disfrutarla aquí? Que estamos en el siglo XXI…), consigue ponerle los pelos de punta al público en cada una de las escenas en las que aparece, porque no se sabe lo que va a hacer… aunque se intuye que no será nada bueno, y a lo largo de la cinta va dejando tras de sí más muertos que Chuck Norris cuando le pican las almorranas. Aunque, si quieren mi opinión, yo creo que su personaje es tan malo porque lo que realmente busca es vengarse de su peluquero. ¿Pero cómo se ha dejado convencer el tío para que le hagan ese corte a tazón?

Hay otro malo que nos llegará en verano, y estoy deseando verlo. Heath Ledger, en la próxima entrega de Batman, Dark Knight, ha tomado el papel del Joker. Déjenme decirles antes de nada que a mí me gusta casi todo lo de Tim Burton. Y entre las cosas que no me gustan, están los Batman. Dos chorradas como la copa de un pino que aquí se tragaron muchos sin masticar aludiendo a la inventiva visual del director, a su estética ultramoderna, y bla, bla, bla. Chorradas, ya les digo. Tuvo que llegar Christopher Nolan para ofrecernos una visión del superhéroe mucho más fiel a los cómics en Batman Begins, con un actor protagonista -el eficacísimo Christian Bale- al que el papel de Bruce Wayne le sentaba como un guante.

Porque uno de los grandes fallos de los Batman de Tim Burton era el reparto. Michael Keaton de protagonista, por Dios… y, si quieren mi opinión, ningún papel estuvo peor adjudicado que el del Joker. La cosa fue más o menos así: cuando se supo que la película estaba en marcha, comenzó a correrse la voz de que el único actor capaz de interpretar al payaso psicópata era Jack Nicholson. La cosa había comenzado con Bob Kane, el creador de Batman, que ya dijo a principio de los 80 que era su elección personal. Se produjo el efecto bola de nieve, con cada vez más gente pensando que si Nicholson no interpretaba al Joker la película no tendría éxito… y Jack se dejaba mimar. Tanto se dejó mimar que, cuando por fin firmó, lo hizo por unas cifras que daban (y dan) vértigo: seis millones de dólares de sueldo base, más un porcentaje sobre la recaudación (bruta), más otro porcentaje sobre las ventas de la banda sonora, más otro porcentaje sobre los juguetitos y gadgets derivados de la cinta… En total, su biógrafo John Parker estima que muy bien pudo haber sacado por su papel unos sesenta millones de dólares.

¿Y qué nos dio a cambio? Una interpretación histriónica, llena de guiños a la galería, con un personaje que parecía grotesco en todo momento, y gracioso en ocasiones. Nada que ver con el malvado original. Los que hemos seguido los cómics de Batman durante años sabemos que el Joker no tiene nada de gracioso y casi, ni de humano. No busca el dominio del mundo, ni hacerse millonario. Hace el mal porque sí, según una idea personal y retorcida de la diversión, que le ha llevado a matar y mutilar a miles de personas. Aunque parezca un payaso, muchos guionistas -entre ellos Frank Miller- han sabido ir más allá y explotar su vena de personaje terrorífico.

Y esto es lo que parece que nos vamos a encontrar. Heath Ledger no es una estrellona buscando complacer al público, sino un actor que, sospecho, se ha metido en el papel con uñas y dientes. Y me estoy relamiendo de pensar que lo haya conseguido. Cuando preguntaron a Nolan por qué lo había elegido para hacer de Joker, contestó: “Porque no tiene miedo”. Ahí tienen una de las primeras fotos del personaje que han aparecido. Si este tío da risa, José Corbacho es un sex symbol.

Más malos, por favor. Que, desde que Hannibal perdió los dientes, estamos muy necesitados.

martes, enero 08, 2008

La verdad sobre Harry

Tenía unas cuantas cosas pendientes que ir metiendo en este blog los primeros días de enero, cuando me he enterado de la muerte de George MacDonald Fraser. Maldición. La verdad es que me lo veía venir, porque el hombre estaba ya muy mayor, pero no por esperada la noticia afecta menos. Se sabe que en el entierro de Ernst Lubitsch, alguien le comentó a su discípulo y amigo Billy Wilder: “Se acabó Lubitsch”, a lo que este contestó al vuelo: “Peor. Se acabaron las películas de Lubitsch”. Bueno, pues hoy me toca a mi decir: no sólo se acabó George MacDonald Fraser: también se acabó Harry Flashman.

Esta entrada, si quieren, es más literaria que cinematográfica, pero quienes hayan disfrutado como yo de la saga de Flashman reconocerán que no es para menos; para los profanos, indicaremos que las novelas de la serie -publicada en España por Edhasa- recorren la vida de Harry Flashman, hombre de acción, genio militar, caballero sin tacha y uno de los pilares del heroismo militar británico de finales del siglo XIX. Por lo menos, en la versión oficial. Porque en sus diarios, escritos en los últimos días de su larga vida, Sir Harry no tiene el menor empacho en retratarse como el mayor cobarde, traidor, pelotillero, golfo, borracho y oportunista que haya pasado por los ejércitos de su Graciosa Majestad. No existe episodio militar de su época en el que no haya estado envuelto -desde la Carga de la Brigada Ligera al tráfico de esclavos, pasando por la Guerra Civil americana, la guerra del Opio y la masacre de Little Big Horn-, y en el que no se las haya arreglado para portarse como una verdadera rata y salir con vida atribuyéndose las hazañas de otros. Una joyita, vaya. Y precisamente por eso, un personaje irresistible que ha atraído millones de lectores en todo el mundo, entre ellos este bloguero de ustedes.

Si las novelas son más que recomendables, ello no se debe solo a la calidad (enorme) de Fraser como escritor, sino a su habilidad para recorrer algunos de los episodios históricos más relevantes de la época, y a meter en la trama personajes reales, desde Otto Von Bismarck a Jack London, pasando por el general Custer o la princesa Ravolanova de Madagascar. Por si fuera poco, cada novela incluye apéndices con abundante bibliografía sobre los hechos y personajes que en ella aparecen, lo que permite al lector curioso ampliar horizontes. Y luego, por supuesto, está la prosa, más británica que Winston Churchill y David Niven juntos. Los que sepan ingles no pueden bajo ningún concepto perderse estas novelas en versión original.

Claro que, cuando hablamos de cine… la verdad es que Fraser fue también guionista, si bien contribuyó a pocas películas memorables, aunque adaptó Los tres mosqueteros en al menos tres ocasiones; se recuerda más su guión para Octopussy (1983), quizá el Bond más aburrido de toda la etapa de Roger Moore. Pero peor suerte tuvo su personaje: Flashman fue llevado a la pantalla en 1975, en una cinta dirigida sin demasiada puntería por el casi siempre interesante Richard Lester (amigo de Fraser) que se estrenó en España con el horrendo título de El cobarde heroico.

La cosa no funcionó y, si quieren mi opinión, por varios motivos: primero, cogieron la novela más floja de toda la serie de Flashman, Royal Flash, que no es sino una adaptación bastante personal de El prisionero de Zenda. Y luego, eligieron como protagonista a Malcolm McDowell, actor bastante horrible y completamente inadecuado para interpretar a Flashman que, recordemos, es capaz de engañar hasta a su madre con su porte de héroe militar.

Hubo un intento, y no más. Quizá la muerte de Fraser anime a alguna productora a hacer otro intento con Flashman. Desde luego, se lo merece. Mientras tanto, hoy no les voy a decir que se vayan a ver ninguna película: corran más bien a una librería y prepárense para morirse de risa.

domingo, enero 06, 2008

Treinta veces treinta


Con tanto canal de televisión como hay ahora, las Navidades se convierten en un completo batiburrillo cinematográfico, especialmente en algunos días, donde uno puede, casi, tirarse desde la mañana a la noche viendo películas de todo tipo. Claro, con tanta variedad, uno se encuentra de todo, bueno y malo. Y en ocasiones lo malo y lo bueno tienen mucho en común.

Lo decía porque esta tarde, por ejemplo, han puesto en Cuatro Aterriza como puedas (1980). Hace unos días, no sé si también en este canal, nos cascaron otra de la misma serie: Mafia, estafa como puedas (1998). Esta última no la había visto, y me tragué, más o menos, la media hora final. No digo que no me riera con algunas escenas, pero fue más bien deprimente comprobar hasta qué punto lo que en su día fue una fórmula brillante había degenerado hasta convertirse en la repetición cansina de lo mismo.

Creo que las películas de la serie “como puedas” pasan ya de la docena larga (aquí les dejo el enlace de un colega que ha hecho una recopilación exhaustiva) y, por lo general, aparte de para garantizarle una jubilación dorada a Leslie Nielsen, lo único que han hecho ha sido convertirse en una versión en celuloide de ese amigo plasta que nos cuenta veinticinco veces el mismo chiste de leperos: con la primera nos reímos, pero a la decimoquinta, comenzamos a sopesar que ningún juez nos condenará si le abrimos el cráneo con el grifo de las cañas. La misma fórmula de parodiar escenas de películas famosas, los mismos chistes lamentables, y los mismos actores haciendo el payaso. Y es una pena, ya les digo, porque en mi opinión la primera de la serie es una película, sencillamente, genial.

No es por casualidad. Aterriza como puedas se debe al talento de los hermanos Jerry y David Zucker, y de su amigo Jim Abrahams, que en los años 70 dejaron su Milwaukee natal para probar fortuna en Los Ángeles. Desarrollaron un espectáculo cómico llamado Kentucky Fried Theatre, que en 1977 fue reformado para convertirse en un largometraje dirigido por John Landis, Kentucky Fried Movie (me parece que llegó a estrenarse aquí y todo, pero no lo tengo claro. Si alguien sabe algo…). La película fue muy bien en Estados Unidos, y estos tres chicos se encontraron con un contrato con la Paramount para escribir y dirigir su siguiente película.

Esta fue, en efecto, Aterriza como puedas. Pero no era, de ninguna manera, su primer guión: tenían la idea en la cabeza, y el guión escrito desde hacía años, con la esperanza de poder venderlo a algún estudio, cuando ni pensaban en que algún día podrían dirigirlo ellos mismos. Lo que llama la atención es el trabajo que le dedicaron: según confesión propia, estuvieron trabajando en el guión durante cinco años, durante los cuales hicieron por lo menos treinta versiones del mismo, intentando en cada una meter más y mejores chistes.

¿Comprenden ahora por qué esta película funciona tan bien?

P. D. ¿Aterriza... ha sido censurada? En algunas partes, sí. Por ejemplo, en una ocasión la televisión inglesa cortó todas las escenas del comandante donde le hacía insinuaciones de lo más pederástico al niño que va a visitar la cabina (“¿Te gustan las películas de gladiadores?”), y algunas copias americanas en vídeo han eliminado la escena donde la azafata le canta una cancioncita a la niña enferma (¿Pueden creerse que esa escena está rodada en serio en Aeropuerto 75?), arrancándole sin querer el tubo intravenoso. Tele 5 ha exhibido esta copia censurada en, al menos, una ocasión.