miércoles, enero 31, 2007

Nada que esconder

Hay que ver la que se ha liado porque Daniel Radcliffe haya aparecido desnudo en el teatro londinense, donde está representando Ecqus. Algunos padres se han declarado escandalizados y ya han anunciado que no piensan llevar a sus hijos a ver más películas de Harry Potter; probablemente temen que en mitad de la peli Harry se quite la túnica y enseñe a todo el patio de butacas su… bueno, su varita mágica. No veo los motivos para este escándalo, e incluso considero que tiene su lógica; Radcliffe está intentando huir del encasillamiento como niño mago y, al mismo tiempo, demostrar que puede dar el salto de actor infantil a adulto.

Y tampoco hay que ponerse así porque una estrella lo enseñe todo. La lista de actores que han practicado el fulmonti en un momento dado es más extensa de lo que parece; para no cargar en exceso el disco duro no incluiré la lista completa de las actrices que han posado para Playboy, pero en el apartado masculino encontramos gente como Charlton Heston, que posó desnudo como modelo antes de hacerse famoso; Burt Reynolds, en Cosmopolitan en 1972, o Arnold Schwarzenegger, que apareció enseñando todos sus músculos (y quiero decir todos) en una fotografía publicada en 1992 en la revista Spy. Al parecer, durante sus comienzos como culturista, era común entre los practicantes de ese deporte complementar sus ingresos posando desnudos para fans gays que estuvieran dispuestos a pagar por ello.

Luego tenemos el caso de Sylvester Stallone; es bien sabido que en sus principios como actor (bueno, vale, todavía está en ellos; quiero decir, cuando comenzaba a buscar trabajo) participó en una película porno titulada A party at Kitty and Stud’s, que en años siguientes sería reestrenada con el título The Italian Stallion para aprovechar la popularidad de su protagonista. Lo curioso es que, años después, cuando filmaba Demolition Man (1993) se filtró una foto suya tomada durante el rodaje donde volvía a aparecer absolutamente desnudo. No falto quien hiciera comparaciones entre el Sylvester de los 90 y el de The Italian Stallion, y apuntó que el único músculo del cuerpo que no crece haciendo pesas aparecía en Demolition…. De un tamaño considerablemente mayor. ¿Naturaleza, vida sana, cirugía... o un buen uso del Photoshop antes de lanzar la foto por esos mundos de Dios? En todo caso, no he podido encontrarla en Internet, aunque en su día fue publicada incluso en Fotogramas; siento dejarles con las ganas.

martes, enero 30, 2007

Cosas del directo

Parece que Nicolas Cage ha estado en Madrid, promocionando su nueva película, Ghost Rider. Y digo "parece", porque lo único que he visto de él ha sido una aparición en Telemadrid, junto a una reportera de Madrid Directo. Es algo a lo que tienen que acostumbrarse las estrellas de Hollywood que nos visitan: hace tiempo que han desaparecido del prime-time de nuestra televisión. Sencillamente, no existe ningún programa, fuera de los resúmenes del corazón y poco más, donde interese la posibilidad de entrevistarlos.

En Estados Unidos están más acostumbrados a aparecer en horario estelar, o por lo menos, en la última franja de ese horario, ocupada por los talk shows de Jay Leno o David Letterman (en la foto, con Jennifer Aniston). El equivalente español serían, actualmente, los programas de Buenafuente (Antena 3) y Eva Hache (Cuatro), pero la estructura no es exactamente la misma; sin contar con que se emiten (por lo menos el de Buenafuente) mucho más tarde, a unas horas donde ciertos entrevistados pueden no ver las ventajas de aparecer en pantalla…

… y además, los shows televisivos pueden dar sorpresitas. Mi favorita le ocurrió a Rock Hudson cuando fue entrevistado en directo en un programa de televisión. Tras algunas preguntas de lo más diplomático, el presentador soltó lo siguiente:

- Bueno, Rock, ya sabes que no solemos meternos en temas personales, pero hay una cosa que se comenta de ti desde hace años y, aunque es un tema delicado, queremos abordarlo y preguntártelo directamente.

Hudson deseó que hubiera algún sitio en el plató donde esconder sus 1,95 metros, ocultó el pánico que le entró con su mejor sonrisa, y esperó a que el presentador soltara la temida pregunta. Y en efecto:

- Dinos… ¿Es verdad que te has puesto fundas en los dientes?

(P. D. no me resisto a incluir algunas frases del artículo de Maruja Torres en El País sobre la gala de los Goya: “Un Goya más, y de los mejores. Se vio con gusto (…) espectáculo redondo y perfecto (…) guión y agilidad casi sobrehumana que se confirió a la ceremonia (…) Corbacho, que espero repita en los próximos años; un dúo entre él y la Sardá resultaría muy apetecible”).

Si el sabio no aprueba, malo / si el necio aplaude, peor. (Tomás de Iriarte).

lunes, enero 29, 2007

Los Trapps sucios


Se ha producido un pequeño rifirrafe en el apartado de comentarios sobre el post Repollos con lazo (24 de enero), todo porqué califiqué de "cursi" a Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965). Qué cosas se me ocurren... De todos modos, aunque me he comprometido a volverla a ver por si cupiera o cupiese una rectificación, no he podido evitar acordarme de la verdadera historia de la familia von Trapp, bastante alejada de lo que pudimos ver en las pantallas. De hecho, es uno de los mejores ejemplos de hasta qué punto Hollywood era capaz de torturar los hechos reales hasta que admitan ser convertidos en un argumento apto para todos los públicos. Es cierto que los Von Trapp eran una familia de músicos, que el capitan von Trapp se casó con Maria, la institutriz que contrató para que se encargara de su prole, y que huyeron de Austria para escapar de los nazis. Pero la letra pequeña es algo diferente. Vamos a repasar algunos cambios:

a) En la película, von Trapp tiene prohibida la música a sus hijos, hasta que llega María y empiezan a machacar a su papá con aquello de “do es nombre de varón…”. En la realidad, los von Trapp llevaban años dedicados a la música antes de que apareciera María por la casa.

b) Ninguna de las hijas se enamoró de un joven nazi que luego les delatara a la Gestapo.

c) Los von Trapp no abandonaron Austria en cuanto llegaron los nazis; siguieron tocando en su país durante años. Cuando llegó el momento de irse, más que pasar a Suiza atravesando los Alpes, simplemente tomaron el tren a Italia, y de allí, a América. María Augusta, la hijastra del matrimonio, recordó en sus memorias que, si verdaderamente hubieran subido por las montañas que aparecen en la película… habrían ido a parar directos a Alemania, quizás no el mejor sitio del momento si uno no quería nazis alrededor.

d) Puestos a cambiar, los guionistas cambiaron los nombres de algunos niños, que sonaban demasiado teutones: Hedwig, Werner y Martina se convirtieron en la pantalla en Louisa, Brigitta y Liesl. Y en la vida real hubo diez niños Trapp, no siete.

e) Lo más importante, María se parecía tanto a Julie Andrews como George Clooney a Julián Muñoz. Tenía, atestiguaron los niños, un carácter terrible, que algunos asociaron con el trastorno bipolar. Pasaba en segundos de ser amable y cariñosa a gritar, dar patadas a los muebles, romper la loza y dar portazos. Lo que es más, cuando el Capitán von Trapp murió de cáncer de pulmón en 1947, María tomó el control de la familia, impidiendo a los hijos ningún tipo de noviazgo, porque temía que si se casaban y formaban familia propia abandonarían el grupo. La presión fue demasiado para una de las hijas, Rosemarie, a la que nunca le había gustado la vida en los escenarios: sufrió una crisis nerviosa y escapó de casa. Cuando la encontraron, María la internó en un manicomio y autorizó que le aplicaran electroshocks.

La familia von Trapp abandonó finalmente la vida artística (María murió en 1987), y se dedicaron a machacarse entre ellos con demandas sobre dinero y royalties. Algunos descendientes tienen un hotel de montaña, pero no está en Los Alpes, sino en Vermont. La verdad es que aquí, desde luego, hay material para otra película… Pero quizás fuera mejor que la dirigiera Arturo Ripstein (o Tarantino).

(Sería completamente injusto no dar aquí las gracias a Jonathan Wankin y John Walen por su libro Based on a true story, que ha proporcionado la mayor parte del material para el post de hoy).

domingo, enero 28, 2007

Zarrapastroso's night



“A los actores, antes, se les exigía tener todo tipo de trajes. No los ponían las empresas. Encima de que cobraban poco, tenían que comprarse frac, smoking, chaqué, varios trajes de calle… mi padre tenía un baúl-percha, aquellos baúles “Hartman” que se abrían como un armario”. Esto cuenta en sus memorias la actriz española María Asquerino, recordando los tiempos de su padre, el también actor Mariano Asquerino, cuando los profesionales de la interpretación tenían que estar listos para interpretar cualquier tipo de papel. Porque había poco trabajo, y mal pagado, y no se podía ser demasiado escrupuloso al elegir. Mientras escribo esto, me viene a la memoria lo que me contó un compañero de Facultad, que en lugar de hacerse periodista, se gana la vida (y muy bien) como coordinador de guionistas y director de series en una conocida productora:

- No sabes lo difícil que es encontrar actores españoles que sepan llevar traje y corbata. Casi imposible. Van envarados, incómodos, se nota que no tienen costumbre de ponérselo, y no están a gusto.

Desde luego. En ningún lugar se ve tanto esta tendencia al torpe aliño indumentario como en la gala de los Goya, a celebrar esta noche. Diego Galán, que suele ser un tipo bastante informado en estos menesteres, contaba el viernes en El País que la ceremonia de este año intentaría alejarse de ciertas tendencias vergonzantes de ediciones anteriores. Así, decía, “Al menos, parece que esta vez no habrá referencias a la prepotencia del cine de Hollywood y el consiguiente estrangulamiento de otras cinematografías. Sería un alivio, y si además hubiera alguna autocrítica, que no parece, aún mejor”, aunque también advierte de que no nos libraremos de aguantar “chistes escatológicos de cuartel, autobombo de alipori, privado o gremial, en esa creencia vanidosa de algunos cómicos de que sus asuntos son tema de interés para todos”.

Pues Dios le oiga, y actúe en consecuencia. Pero, por mucho que se intente limitar el victimismo y la autocomplacencia -las dos grandes enfermedades de nuestro cine-, me temo que no nos libramos del pase de modelos, que indica cómo muchos de los profesionales del gremio parecen tomarse a chacota la importancia de una ceremonia donde se resume el trabajo global realizado durante el año anterior. Ellas suelen ir divinas de la muerte y muy bien que hacen, pero el personal masculino abunda en vaqueros, camisetas, chaquetitas creadas por algún diseñador con más pluma que espalda, zapatillas deportivas, barbas de tres días… ya se sabe que ponerse smoking es de horteras, y llevar traje y corbata (o, por lo que se ve en algunos casos, incluso ducharse), de fachas. El resultado es que parece que muchos se han pasado por ahí a recoger el premio de camino al botellón.

Llámenme pijo, llámenme clasista, o lo que les de la gana, pero si comparamos las pintas de la ceremonia de los Goya con las de los César franceses o los Bafta británicos (ni hablemos de los Oscar, donde no sólo los asistentes tienen que ir de etiqueta, sino también todo el equipo técnico), esto parece una reunión de amiguetes sin respeto por la ceremonia, por su cine, ni por el público. Mariano Asquerino, siempre tan elegantón, se hubiera sentido aquí como un marciano. Y si ellos mismos no se toman en serio su trabajo ¿Cómo esperan que nos lo tomemos en serio los demás?

jueves, enero 25, 2007

Las exclusivas de Friker


A mí, lo único que me gusta de Iker Jiménez es el tío que lo imita en el programa de Buenafuente. Se presenta siempre diciendo “Hola, soy FRIKER Jiménez”, y a continuación va canturreando su propia musiquilla inquietante: tin, to-ti-to-tín, to-ti-to-tín. Por lo demás, es el último en una larga serie de cantamañanas que llevan años estafando al público, dando pie a exageraciones, tergiversaciones y embustes directos que suelen agrupar bajo la palabra “paranormal”. Pero como más de veinte años de periodismo científico riguroso no parecen haber tenido excesivo efecto en la cultura general de este país, no les faltan crédulos. Ya lo dijo P. T. Barnum, uno de los nombres clásicos del mundo del espectáculo (que no del cine): “nace un primo cada minuto”.

Ahora el amigo Friker saca colección de libros y DVDs sobre ocultismo, OVNIs, complots sobrenaturales y el monstruo del Lago Ness, y su primer número incluye “misterios de Hollywood”, con casos como la muerte de Marilyn Monroe y ejemplos de “rodajes malditos”. No lo he comprado, ni pienso hacerlo, así que no me siento autorizado para hablar de su contenido, pero sí quisiera repasar hoy uno de esos rodajes malditos, muy citados por los cazaincautos, perdón, cazafantasmas: el de Terror en Amityville (1979), cinta de 1979 “basada en hechos reales”.

¿Qué hechos reales? Básicamente, la casa en cuestión fue el escenario de un séxtuple asesinato, cuando Ronald DeFeo mató a toda su familia por razones que ni él mismo supo explicar. Posteriormente, la vivienda fue adquirida por la familia Lutz, pero su tiempo de residencia en ella apenas alcanzó 28 días, durante los cuales se vieron acosados por voces fantasmales, espíritus demoníacos, sangre brotando de las paredes y demás repertorio. Finalmente, tras una noche especialmente horrible, salieron corriendo de la casa en plena madrugada, para nunca más volver. El periodista Jay Anson recogería posteriormente su testimonio y lo convertiría en un libro que fue un éxito de ventas y dio lugar a la película en cuestión.

Pero antes de que la cinta llegara a los cines, actores y equipos tuvieron que enfrentarse a un rodaje lleno de sobresaltos: objetos que desaparecían, voces misteriosas que parecían surgir de la nada, gritos y una retahíla de hechos inexplicables que les hizo pensar si la maldición de Amityville no se habría trasladado a la película. Ésta se convirtió en un éxito de taquilla y dio lugar a varias secuelas, a cual peor.

Y ahí acabaría la historia, si no fuera porque en 2005 se decidió hacer una nueva versión de la cinta original. Para entonces, habían pasado varias cosas: la historia de los Lutz había despertado numerosas dudas en los investigadores (incluído un parapsicólogo, el doctor Stephen Kaplan, que a pesar de ser un completo creyente en lo paranormal tuvo serias reservas sobre el caso), y por fin, George Lutz acabó reconociendo que todo fue pura invención. Jamás había ocurrido nada en la casa, sino que la familia fabricó toda la historia como una forma de ganar dinero y librarse de una hipoteca que no podían pagar. Lo que es más, Margot Kidder, que protagonizó la cinta original, reconoció también que todos los sucesos paranormales ocurridos en el rodaje fueron igualmente inventados, con el único objetivo de dar publicidad a la película.

Los supuestos “rodajes malditos” son todos de ese jaez, lo cual no quita para que los expertos en temas paranormales nos sigan hablando de ellos. ¿Tendrá narices Friker para sacar una historia tan desprestigiada dentro de sus misterios sin resolver? Permanezcan atentos al quiosco. Tin, to-ti-to-tin, to-ti-to-tin…

miércoles, enero 24, 2007

Repollos con lazo

El material para este blog procede de fuentes muy distintas: estrenos, noticias, libros, programas televisivos, comentarios que hace algún amigo, artículos leídos en revistas. Quiero decir que donde menos se espera salta la liebre, y de repente se encuentra uno con alguna curiosidad y, hombre, qué menos que compartirla con las visitas. Esto ha aparecido en el último número de Cosmopolitan y me ha llamado la atencíón: un artículo (sin firma) titulado 10 películas irresistibles, aunque cursis, cuya entradilla reza: “Serán empalagosas y ñoñas, vale, pero también románticas y tiernas. Después de todo, a ti te encantan (un secreto: en el fondo, a nosotros también)”.

Bueno, eso último, como todo, es discutible. Alguna la recuerdo, en efecto, como irresistible, pero en el sentido literal de la palabra. Aquí va la lista de las diez escogidas por la revista y, como siempre, se admiten opiniones. ¿Se han tragado alguna de éstas y, de ser así, les encantó... o todo lo contrario?.

La chica de rosa. Amores de instituto, con Molly Ringwald que se pasa toda la peli vestida, precisamente, de eso.

Xanadú. Musical con Gene Kelly al borde del Inserso y Olivia Newton-John de musa griega.

Donde reside el amor. Dramón doméstico con Winona Ryder (por cierto ¿qué fue de esa chica?)

Prácticamente magia. Nicole Kidman y Sandra Bullock son brujas más o menos adolescentes. Dio lugar a una serie de televisión.

Love Story (en la imagen). La frase publicitaria era “amar significa no tener que decir nunca lo siento”. Si quieren más pruebas...

El lago azul. Ñoñez con cocoteros. Brooke Shields de náufraga quinceañera con compañero de isla rubito y cachas y claro, pasa lo que pasa.

Oficial y Caballero. ¿Saben que Travolta rechazó hacer esta película? En ese momento, a su carrera no le hizo demasiado bien, pero contribuye a que hoy le veamos con mucho más cariño.

Dirty Dancing. Una de las pelis que en los 80 convirtieron en sex-symbol (un poco hortera, si quieren mi opinión) a Patrick Swayze, junto con...

...Ghost. Sí, también sale ésta. Amor más allá de la muerte, y un Oscar para Whoopi Goldberg que aún estoy intentando explicarme.

Cocktail. A mí, más que cursi, me parece una idiotez de principio a fin… esperen, que ahora que me acuerdo, Tom Cruise, además de ser un barman simpatiquísimo, hacía poesías. Cursi, sin duda alguna.

¿Están de acuerdo con la selección, o hay alguna cursilada mayestática que echen de menos?

martes, enero 23, 2007

Una y no más (2)

Vamos a seguir repasando los one-shots del cine español, pero en esta ocasión centrándonos en la otra cara de la moneda. Entre la amplia lista de bodrios disponible, he preferido escoger unos pocos ejemplos de películas (?) cuya concepción y desarrollo hacen pensar en el abuso de sustancias lisérgicas por parte de productor, director y actores. Y si no, ya me contarán cómo se justifican cosas como esta:

1. Me siento extraña. Dirigida en 1977 por el temible realizador televisivo Enrique Marti Maqueda (¿algún lector de cierta edad recuerda el programilla Palmarés?), constituyó uno de los éxitos del año, con más de un millón de espectadores. A ver si iba a ser por los abundantes numeritos lésbicos entre Bárbara Rey y una Rocío Durcal empeñada en borrar su imagen de Rocíito de la Mancha (cosa que consiguió, pardiez), que cayeron como agua de mayo en un público que, tras décadas de férrea censura, iba más salido que el rabo de una boina.

2. Makarras Connection (1977). Parodia de las películas de Kung-fu tan en boga entonces dirigida y protagonizada por los Hermanos Calatrava. No es la primera vez que esta pareja (formada, como todo el mundo sabe, por dos hermanos: el feo y el espantoso) se ha dedicado a destrozar celuloide, pero sí la única que lo han hecho desde ambos lados de la cámara.

3. Un pasota con corbata (1981). Pues resulta que por esa época hubo un señor francés que se hizo muy popular en España gracias a protagonizar los anuncios de tónica Schweppes, así que alguien tuvo la feliz idea de traerle para hacer una película cuyo guión, por lo menos, se les debió ir ocurriendo por el camino. Eso sí, Bernard Le Coq, que así se llamaba el muchacho (y que últimamente parece estar haciendo algo de cine en serio en su país), compartió pantalla con estrellas invitadas como Jesús Hermida, Micky, Alfonso Cabeza, Luis García Berlanga, y, agárrense, ¡Sam Peckimpah!. El director, Jesús Terrón, no ha reincidido.

4. Tunka, el guerrero (1983). Responsable: Joaquín Gómez Sainz. Una de las muchas imitaciones de Conan surgidas en España e Italia a principios de los 80; Yo no digo que fuera cutre, pero cuando el protagonista lanzaba su grito de guerra, el olor a ajo llegaba hasta la fila diecisiete. En el reparto, Dan Barry, Paula Farrell, Marina Mason… ¿Actores internacionales? No; seudónimos vergonzantes.

Hay algunas más, pero vamos a dejarlo aquí. Si la entrada de hoy les ha parecido muy frivolona, espérense a la de mañana. Dejamos el cine español, pero no las listas de películas.

Una y no más (1)

De mis tiempos de estudiante sin pasta (o sea, de estudiante) me queda la costumbre de hurgar en los libros de saldo, a ver qué se pesca. Hace unas semanas, encontré en un VIPS uno que me llamó la atención, y por sólo 4,95 euros. El autor era un tal Miguel Ángel Rivas, de quien nunca había oído hablar, pero que resulta tener también una magnifica página web dedicada al cine español. Tan buena, que acaba de quedar colgada como uno de los links obligatorios de este blog.

En cuanto al libro, se titula Debut y despedida (Ed. Ariel, 2001) y está dedicado a los directores españoles cuya filmografía se limitó a una sola película. La lista -completísima- de estos one shots sirve al autor para hacer un repaso breve pero intenso a la historia de nuestro cine, especificando las circunstancias en que esos realizadores pudieron estrenar (y estrenarse), y en muchos casos, las razones por las que sus carreras no tuvieron continuidad. Hay de todo, claro, pero quisiera destacar tres películas que me han llamado la atención:

1. Sangre y arena (1916). La novela de Vicente Blasco Ibáñez ha sido llevada al cine en varias ocasiones: en 1922, con Rodolfo Valentino, y en 1941, con Tyrone Power (hay también una versión española de 1989 con, agárrense, una Sharon Stone que todavía no había pegado el pelotazo con Instinto Básico), pero lo que llama la atención de esta primera versión es que fue dirigida por el propio novelista. Y aunque no repitió, debió de encontrarse a gusto en el rodaje, porque la peli que le salió dura ¡cuatro horas!. Por cierto, se creyó perdida hasta que se encontró una copia -la única que quedaba- en los archivos de la Filmvy Arciv de Praga.

2. Tú solo (1984). Seguimos en el mundo de los toros, esta vez en una cinta rodada en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, con la participación de sus alumnos, sobre los sueños y dificultades de los aspirantes a matador. El director fue Teo Escamilla, uno de los mejores directores de fotografía de nuestro cine, que se puso tras las riendas por primera y única vez.

3. El anacoreta (1976). Muy probablemente, la mejor de las tres. Su autor fue Juan Estelrich, que antes de lanzarse a dirigir pasó décadas trabajando como ayudante de dirección, director de segunda unidad y director de producción, tanto en el cine español como en numerosas coproducciones. La historia de un hombre (interpretado por su amigo Fernando Fernán-Gómez) que, hastiado del mundo que le rodea, se encierra en su cuarto de baño con la intención de pasar allí el resto de su vida llamó lo suficiente la atención como para ganar el Oso de Plata al Mejor Actor en el Festival de Berlín de 1977, y llevar a las salas a 440.000 espectadores, cifra nada despreciable entonces… ni ahora. Pese a los buenos resultados, Estelrich no quiso repetir como director. Su hijo -que también se llama Juan- sí ha dirigido dos películas, pero, de momento, sin los resultados obtenidos por su padre.

Claro que no todo van a ser maravillas, ¿verdad? Les espero mañana para repasar una pequeña galería de horrores patrios, perpetrados por gente cuya única experiencia tras la cámara fue sin duda demasiado. No sé si para ellos, pero sí para los espectadores; los pocos que tuvieron.

lunes, enero 22, 2007

Apocagybson



Pues qué quieren que les diga, tengo bastante ganas de ver Apocalypto. Estoy convencido de que la película me va a sorprender más que los comentarios que ya se han hecho sobre ella… y sobre su director, tan previsibles como cansinos: Gibson, el facha. Gibson, el antisemita. Gibson, el machista. Gibson, el sádico. Gibson, el borrachuzo. Un montón de rasgos negativos que convierten al cineasta en algo así como la reencarnación de Lord Voldemort, y que por supuesto, debemos entender, se extienden a su cine, así que lo mejor es abstenerse de verlo. Qué pereza, señor.

Curiosamente, son los dos periódicos más apartados entre sí ideológicamente los que coinciden en presentarnos la película como una afrenta intolerable a una civilización milenaria: Para La Razón, Apocalypto “ha levantado las iras del pueblo maya”. Según El País, “Intelectuales, artistas y críticos mexicanos atacan duramente el filme sobre los mayas”. Luego uno se lee los textos, y ambos diarios citan como fuente principal al escritor maya Jorge Miguel Pocom Pech, que, en una entrevista al periódico La Jornada, ha acusado a la cinta de distorsionar la historia y de presentar a los mayas como un pueblo violento y primitivo, por lo que exige que Gibson “Nos debe pedir disculpas”. La otra fuente autorizada es, cielos, la premio Nóbel Rigoberta Menchú, que, nos cuenta El País, “no duda de que se trata de una visión equivocada de sus antepasados, a los cuales la cinta presenta como bárbaros”. Si lo dice ella, habrá que hacerle caso, porque esta mujer ha probado ser una especialista en falseamientos de la realidad… como prueban los, ejem, retoques que introdujo en su propia biografía. Ah, y de paso reconoce que no tiene necesidad de ver la película para opinar sobre ella. Y uno que se pensaba que para cerrazón mental ya tenía bastante con la COPE…

Aquí parece que a nadie le ha quedado tiempo para contestar a la pregunta clave, la única que importa: ¿es Apocalypto una buena película, o no? Para hacerme una idea más clara, recurro a los chicos del Tendido 7, es decir, a la revista Dirigido por, donde si a un crítico le gustan más de tres películas en un año le despiden por nenaza. Pero eso sí, jamás han dejado que su ideología personal se interponga en su trabajo. Y en cuatro páginas del número de enero, Antonio José Navarro disecciona la película sin prejuicios y, señores, me pone los dientes largos. Cito una parte del texto: “aunque nos disguste un sujeto fascistoide y grotesco llamado Mel Gibson, existe otro Mel Gibson que vive única y exclusivamente en la gran pantalla. (…) Ese otro Gibson ha devuelto la tragedia, la épica, la aventura, a sus fuentes primitivas originales (…), con el propósito de articular un discurso nihilista sobre los seres humanos y sus pasiones y, de este modo, revelarse como un filósofo / cineasta inmoderado que no se humilla ante los dictados de la political correctness”.

Hay películas buenas o malas. Las haga quien las haga. El resto es fanatismo y estupidez, y perdón por la redundancia. Y si uno se emperra en ir pidiendo el carné como condición previa para conocer o disfrutar de algo, puede acabar como Sam Wood (y así llegamos a la anécdota de hoy), director de las películas de los hermanos Marx Una noche en la opera y Un día en las carreras que, cuando hizo testamento en su lecho de muerte, estableció que gran parte de sus bienes pasarían a su hija… a menos que se hiciera comunista o se casara con uno, en cuyo caso quedaría desheredada automáticamente. Menos prejuicios, y a disfrutar del cine, por favor.

domingo, enero 21, 2007

Viviendo el papel

Cuando termine el novelón que me estoy leyendo (Jonathan Strange y el señor Norrell, una verdadera maravilla para quienes gusten de la literatura fantástica, donde además la autora, Susanna Clarke, consigue crear una fascinante novela de magos sin acercarse para nada al síndrome Harry Potter. Eso sí, son ochocientas páginas, así que más vale cogerla con ganas) es altamente probable que acabe en mi casa Conversaciones con Al Pacino, que acaba de publicar Belaqua. Hace unos días hablábamos aquí de Robert De Niro, y de su mutismo a la hora de explayarse con la prensa; Pacino, que tampoco es precisamente la alegría de la huerta, ha accedido en este libro a hablar largo y tendido sobre su carrera, sobre el cine y (supongo que en mucha menor medida) sobre él.

Tiene gracia que se compare a De Niro y Pacino tan a menudo, porque sus escuelas de actuación son completamente distintas. Pacino es producto del Actor’s Studio, y su mentor fue Lee Strasberg. De Niro estudió con Stella Adler en el Conversatory of Acting, donde predicaban justo lo contrario del Actor’s Studio. Así, sus maneras de acercarse a un papel no tienen nada que ver. Frecuentemente, De Niro ha optado por el entrenamiento previo para sumergirse en el personaje. Ya saben: si interpreta a un taxista, se tira semanas conduciendo un taxi por Nueva York; si es un saxofonista, aprende a tocar el saxofón (aunque luego en la película le doblen); y si es necesario, engorda o adelgaza los kilos que sean necesarios para cualquier papel. Pacino jamás ha considerado necesario hacer algo parecido.

Esta diferencia entre los actores que tienen que vivir su personaje las 24 horas, y los que se lo ponen y se lo quitan, igual que el maquillaje, al acabar la jornada, se ha hecho patente en más de un rodaje. Un buen ejemplo es Marathon Man (1976), la película que es a la ortodoncia lo que El último tango en París a las tostadas con mantequilla; si recuerdan, el personaje de Dustin Hoffman es cruelmente torturado por el dentista nazi que encarna Laurence Olivier. Una de esas escenas de tortura se rodó un lunes, y Olivier se sorprendió al ver que Hoffman llegaba al plató completamente derrengado. Preguntó qué pasaba, y le dijeron como se suponía que su personaje llevaba dos días sin dormir, Hoffman se había tirado despierto todo el fin de semana. No se lo creía. Fue a hablar con Hoffman, y la conversación, aunque breve, ha quedado como un clásico:

- Pero Dustin, ¿Cómo puedes hacer eso?

- Es mi personaje, Larry. ¿Cómo se supone que voy a hacerlo si no?

- Muchacho… ¿Y por qué no intentas actuar?

martes, enero 16, 2007

Bienvenidos a La Bombonera

¿Quiere alguien decirme por qué voy y me trago, así de repente, un buen trozo de L. A. Confidential en su último pase televisivo, cuando ya la he visto media docena de veces?. Por Dios, pero si hasta tengo el DVD en casa… La explicación, supongo, está sencillamente en que es una de las mejores películas hechas en la década pasada, con un guión que adapta con escalpelo una de las novelas más enrevesadas de James Ellroy y un reparto alicatado hasta el techo: Guy Pearce, Russell Crowe, Kevin Spacey, hasta Danny De Vito, todos están perfectos. Y luego tenemos a Kim Basinger, que se llevó el Oscar a la mejor actriz secundaria. Recordarán que interpreta a una prostituta que trabaja en un burdel donde las chicas son operadas para que se parezcan a estrellas de cine (ella es la doble de Verónica Lake). Una historia que está tomada de la novela de Ellroy… pero no creo que se deba únicamente a su imaginación.

No tengo constancia de que dicho local haya existido realmente, pero esta es la tercera vez que me encuentro con él en una historia de ficción. Aparece en Asesinato en Beverly Hills (1988), una estupenda película de Blake Edwards, con James Garner y Bruce Willis, aunque está ambientado en los tiempos del cine mudo, no en los años 50, y se le llama La bombonera. Y Garson Kanin, escritor, guionista y director, menciona un sitio similar en su novela Moviola (1981):

- ¿Nunca oyó hablar de la casa de Marie? - Preguntó Ben, sorprendido.
- No.
- Dios mío, creía que a estas alturas todo el mundo había oído hablar de la casa de Marie. Era un prostíbulo famoso donde habían tenido una gran idea. Cada una de las chicas tenía que parecerse a una de las grandes estrellas de cine de la época y…
- No entiendo - dijo Guy.
- Trataré de explicárselo. Para empezar, entiende, la chica tenía que parecerse un poco. Y estaba Marie. Era la madame y tenía allí una “Joan Crawford”, una “Theda Bara”, a las “hermanas Gish”, a una “Mary Pickford” y, por supuesto, a “Greta Garbo”.

¿Pudo La bombonera, o como se llamara, haber sido real? En todo caso, a lo mejor es sólo cuestión de tiempo hasta que a alguien se le ocurra actualizar la idea y ampliar sus servicios a hombres y mujeres: “¿El señor quiere una Kidman, una Díaz, una Pe?”. “¿Qué desea la señora, un Clooney, un DiCaprio…?” ¿La verdad es que me apetece hacerme un Cruise”. “Pues lo siento, señora, pero el mínimo de estatura de nuestros chicos es un metro cincuenta”.

lunes, enero 15, 2007

Gorgoritos

Ya sé que no se lo va a creer nadie, pero de todos modos lo aviso: no veo el Tomate, ni ningún programa similar (tampoco veo los documentales de la 2, no crean), pero es inevitable tropezarse con este tipo de cosillas en pleno zapeo. El caso es que el otro día sí perdí con él unos minutos, porque me llamó la atención: el invitado que aparecía en pantalla era un músico que había trabajado en el nuevo disco de Victoria Abril, y había acabado a tortas con la actriz (como era previsible; si hubieran seguido tan amigos, este tipo no tendría nada que hacer en ese tipo de programas).

El disco anterior de Abril, donde cantaba Bossa Nova, apareció hace un par de años, y recuerdo cómo toda la prensa se tragó la versión oficial de que era la primera incursión musical de la actriz en el mundo de la canción. Hay que tener poca memoria, porque uno, modestamente, recordaba que a finales de los años 70 esta chica había hecho incluso música disco. Un pequeño paseo por Google me permitió incluso localizar imágenes del disco anterior (ahí arriba tienen la de uno de los singles), que, por cierto, fueron publicadas en la revista donde yo trabajaba por aquel entonces. Chúpate esa, Mariñas.

Tampoco es la primera vez que un actor ha intentado ampliar su registro lanzándose al mundo de la canción. El mayor experto en este tema es, probablemente, el escritor Javier Marías, que en más de una ocasión ha confesado que colecciona discos de actores "no cantantes". Por si alguien quiere empezar colección, vamos a recordar hoy algunos: Party all the time, disco semi funky o así grabado en los 80 por Eddie Murphy; The return of Bruno, de la misma época, por Bruce Willis; Cybill sings it… to Cole Porter, versiones del compositor a cargo de la compañera de Willis en Luz de Luna; Miss Bette Davis Sings, grabado por Bette Davis en 1977; Rawhide’s Clint Eastwood sings Cowboy Songs, disco country grabado por Clint en los 60, cuando protagonizaba la serie de televisión Rawhide; y Calypso is like so, disco tropicalón y merenguero grabado por Robert Mitchum nada menos, y recomendado por Marías hasta la saciedad. A ver si la próxima vez que vaya a USA tengo tiempo de buscarlo…

Otros actores, en cambio, han reconocido que lo suyo no es la canción: James Stewart interpretó con su propia voz tres canciones de Cole Porter en el musical Nacida para la danza (1936). Fue la única vez que cantó en la pantalla… y, después de oírse en la película, anunció que también sería la última.

viernes, enero 12, 2007

Mentiras de nuestros padres

Clint Eastwood no parece haber acertado con Banderas de nuestros padres, por lo menos entre el público de su país. Aunque la mayoría de las críticas han sido favorables, la recaudación en la taquilla estadounidense ha sido decepcionante. ¿Puede haber tenido algo que ver que el argumento trate de las manipulaciones del gobierno para fabricar héroes en una guerra necesitada de ellos? Si ése es el caso, tampoco ha sido la única vez que se la han dado con queso. El tema de la película es la famosa foto de Iwo Jima. ¿Y si en lugar de una fotografía se hubiera falsificado una película entera?

Ocurrió. No fue en una situación tan espectacular, pero después de los desembarcos aliados en el norte de África, el presidente Franklin D. Roosevelt pidió que se le proyectaran los reportajes filmados de las operaciones; no se había hecho ninguno. La solución fue recurrir a algunos de los cineastas que se habían enrolado en las filas estadounidenses. Uno era el coronel Frank Capra, que servía de contacto entre el alto mando del ejército y los estudios para planificar una serie de películas que debían elevar la moral del pueblo estadounidense, y gozaba de una buena relación personal con Roosevelt. Otro era un teniente llamado John Huston, y a ambos les encargaron que reconstruyeran la batalla con todo el realismo posible.

Ambos directores escogieron como escenario similar a Africa el desierto de Mojave, y allí filmaron varias escenas con el ejército norteamericano simulando combatir contra los alemanes -interpretados también por soldados norteamericanos- por las colinas. El rodaje se completó en Florida, donde se rodaron las tomas correspondientes a la aviación. La película resultante, llamada Tunisian Victory, fue presentada al Roosevelt -y al público- como un documental auténtico.

Otro día hablaremos más extensamente de la estrategia conjunta entre el ejército y Hollywood para desarrollar una política cinematográfica que ayudara a ganar la guerra. Pero creo que lo vamos a dejar para cuando se estrene Iwo Jima. El trato dado a los japoneses por la industria del cine es especialmente jugoso...

miércoles, enero 10, 2007

Despidiendo al suplente


Como pueden ver, la imagen de arriba corresponde a la película Regreso al futuro (1985), de la que ya nos ocupamos aquí hace un par de días. Pero también se percatarán de que el actor situado al lado de Christopher Lloyd no es Michael J. Fox. No se trata de ningún truquito del Photoshop: la foto es auténtica, el actor se llama Eric Stoltz, y estuvo a punto de ser la estrella de una de las trilogías de más éxito de los años 80.

Lo que ocurrió fue lo siguiente: tanto Steven Spielberg (productor) como Robert Zemeckis (director) querían a Michael J. Fox para el papel protagonista. Pero éste estaba atrapado con la serie de televisión Enredos de familia, que le había lanzado a la fama, y los productores se negaban a dejarle ir. Spielberg y Zemeckis optaron por Stoltz y estuvieron rodando con él durante seis semanas. Pero aquello no acababa de funcionar. Según declaró posteriormente Zemeckis, quién sabe si para quitar hierro al asunto, Stoltz era un excelente actor, pero, sencillamente, no era Marty Mc Fly.

Entonces las cosas cambiaron: En Enredos… dieron permiso a Fox para que hiciera la película, siempre y cuando su rodaje no interfiriera con la serie. La solución fue volver a filmar todo lo que ya se había filmado, y trasladar el rodaje a la noche y los fines de semana, como consecuencia de lo cual Michael J. Fox declara no haber dormido más de dos horas por noche durante el tiempo que duró la filmación. Stoltz, claro, fue enviado a su casa, aunque si se fijan bien (pero muy, muy, muy bien, ¿eh?) sí aparece en la película: es quien conduce el Delorean en el aparcamiento del centro comercial, cuando le persiguen los terroristas libios.

No es la única vez que un actor ha sido reemplazado en el último momento: cuando Brian De Palma estaba preparando Los intocables de Elliot Ness (1987) tenía claro que quería a Robert De Niro para el papel de Al Capone, pero no estaba seguro de si lo conseguiría; así que contrató al actor inglés Bob Hoskins, dejándole claro que, si De Niro acababa firmando, prescindirían de él. Así fue, y Hoskins (un excelente actor que nunca ha alcanzado la categoría de estrella) abandonó el rodaje con una propina de 200.000 dólares.

Sólo hubo una pega: Giorgio Armani, que se ocupó de diseñar el vestuario para la película ya había terminado todos los trajes que Hoskins debería haber lucido, y tuvo que volver a elaborarlos para De Niro. Los anteriores, cuyo coste ascendió a medio millón de dólares, acabaron sus días en algún almacén de los estudios Universal.

domingo, enero 07, 2007

Estrellas de cine y estrellas mediáticas


Si hay algo que me ha quedado claro después de ver Infiltrados (sí, con un cierto retraso, pero más vale tarde…) es la fuerza con que se están abriendo paso los nuevos talentos. Leonardo DiCaprio, Mark Whalberg y Matt Damon consiguen interpretaciones mucho más realistas y vigorosas que la de un Jack Nicholson que parece pasarse toda la peli con el piloto automático puesto, es decir, Jack haciendo de Jack… por enésima vez.

Matt Damon me llama especialmente la atención, porque es curioso cómo está evolucionando su carrera, sobre todo si la comparamos con la de su amigo Ben Affleck. Ya se sabe que esta pareja alcanzó la fama no solo como actores, sino también como escritores, cuando vendieron a Miramax el guión de lo que se convertiría en El indomable Will Hunting. Aunque la película fue un éxito mundial, ellos apenas vieron un centavo, pues el trato firmado por el inefable productor Harvey Wenstein aseguraba que el total de la recaudación fuera para él (bueno, y para Robin Williams, que accedió a participar en la película por un 25 % de los beneficios brutos. Sólo en Estados Unidos recaudó más de cien millones de dólares, así que calculen). A cambio, ganaron el Oscar de ese año al mejor Guión, y se convirtieron en estrellas.

Pero aquí la carrera de ambos difiere: Damon se está forrando con la serie de películas sobre Jason Bourne, basada en las novelas de Robert Ludlum, es un fijo de la serie Ocean’s Eleven y está participando en The good sheperd, la segunda película dirigida por Robert de Niro. Affleck, en cambio, está cosechando gracias a Hollywoodland sus primeras críticas favorables después de años de fracasos (Sobreviviendo a la Navidad, Gigli, Diario de un ejecutivo agresivo… como para no salir a la calle, vamos) y de aparecer continuamente en la prensa amarilla gracias a su noviazgo con Jennifer López, su separación de Jennifer López, sus problemas con la bebida, y todo lo que ustedes quieran. De la vida privada de Damon, en cambio, se sabe más bien poco, por no decir nada.

Y eso me recuerda un artículo que publicó Newsweek hace unos años, donde diferenciaba a las estrellas de cine de las estrellas mediáticas. Curiosamente, no son la misma cosa. Harrison Ford, Will Smith, Tom Hanks, Robin Williams, Eddie Murphy, pertenecen al primer grupo. Affleck, Jennifer López, Jennifer Aniston, Angelina Jolie, Lindsay Lohan, están sin duda en el segundo. Son los fijos de People, acaparan portada tras portada, y su vida privada es conocida (más o menos) por millones de personas, pero a la hora de llevar gente a los cines, los que se llevan la palma son los otros. Este año hemos podido ver como Tom Cruise, tras años en el primer grupo, ha oscilado peligrosamente hacia el segundo con sus saltitos en el sofá, su matrimonio, su niña y su machaque con la cienciología. Y hay quien ha apuntado que no es casualidad que la recaudación de sus últimas películas haya bajado de forma notable.

El peor enemigo de las estrellas ¿son los críticos o los tabloides?

Física teórica


Entre la avalancha de películas con que la televisión ameniza estas fiestas tan señaladas (y felizmente terminadas, gracias a Dios), Cuatro emite la trilogía de Regreso al Futuro. Vuelvo a verla y confirmo mi opinión de que la primera película está muy bien, la segunda no tanto, y la tercera es una decepción. Pero no es tanto por razones cinematográficas como científicas.

Los fallos de Regreso al futuro radican en que los propios guionistas utilizan mal todas las variantes temporales que ellos mismos han abierto, y que se han explotado numerosas veces en otras incursiones en la ciencia-ficción. A ver si me explico: se supone que, en el caso de que fuera posible viajar al pasado (y no lo es), cualquier acto que uno cometiera allí podría cambiar todo el desarrollo de los acontecimientos futuros. Es lo que le sucede a Marty McFly (Michael J. Fox), que está a punto de hundir el matrimonio de sus padres, poniendo en peligro su propia existencia. Cuando lo soluciona, vuelve al presente, pero a un presente muy mejorado del que dejó atrás, donde su padre deja de ser el pringado que era al principio de la historia, para convertirse en un escritor de éxito.

Sin embargo, de repente aparece Doc Brown (ese maravilloso actor que es Christopher Lloyd), y le avisa de que tienen que viajar al futuro, porque, aunque a Marty y su novia “les va bien”, “hay que hacer algo con vuestros hijos”. Fin de la primera parte. Comienzo de los problemas.

El principio de la segunda parte muestra cómo se rompe la lógica interna. El Marty del futuro, del año 2010, vive prácticamente arruinado y encima le echan de su trabajo. ¿No habíamos quedado en que las cosas le iban bien? Y luego tenemos el fallo principal: si pudiéramos viajar al futuro (y eso teóricamente es más posible) y nos viéramos a nosotros mismos dentro de veinte años, ¿nuestro yo del futuro no sabría en qué fecha concreta va a ser visitado por su yo anterior? Sin embargo, el Marty de 2010 no lo sabe. ¿Conclusión? No es la misma persona.

No pretendo dármelas de original. Los fallos de la trilogía ya fueron puestos en evidencia por la revista Starlog, en un artículo que todavía conservo (me encantaría colgarlo aquí, pero es que es larguísimo), y tienen que ver con el tema argumental más explotado de la segunda parte: la creación de realidades alternativas. Según esta teoría, al interferir en el desarrollo de una línea temporal, el futuro no queda anulado, sino que se abre una nueva realidad donde los acontecimientos se suceden de otro modo. Por eso el Marty del futuro al que visita el Marty del presente no tiene idea de que va a entrar en su casa su yo del pasado. Por eso al final de la segunda película tenemos a dos Marty McFly en 1955. Y por eso, después de tanto viaje, lo lógico sería que hubiera no menos de cuatro Delorean, con sus correspondientes ocupantes, circulando por distintas épocas y realidades. Sin embargo, la tercera parte apenas utiliza estas posibilidades, siendo prácticamente una repetición de la primera, sólo que trasladando los chistes y situaciones al lejano Oeste. Del resto de futuros y pasados paralelos creados en las dos pelis anteriores, apenas queda rastro.

Un amplio resumen de la línea temporal de regreso al futuro puede encontrarse aquí. Hoy esto a lo mejor ha quedado un poco rollo, pero como por aquí se pasa de vez en cuando algún científico de otro… si quieren aportar su granito de arena soy todo oídos.

miércoles, enero 03, 2007

Películas malditas (2)

Como no se trata de comenzar el año dejando cosas pendientes, voy a retomar el tema que comentábamos hace unos días en el apartado Películas malditas, primera entrega. La verdad es que, si se trata de hablar de personajes gafados, el monstruo de Frankenstein también tiene bastante que decir. Las dos versiones clásicas más conocidas, Frankenstein (1931) y La novia de Frankenstein (1935) convirtieron en una estrella al actor inglés Boris Karloff y suponen dos obras maestras de su realizador, James Whale. Además de director de cine, éste era una persona de gran preparación cultural, con una amplia carrera en el teatro y aficionado a la pintura… además de homosexual sin fisuras, lo cual, en el Hollywood de entonces, significaba verse obligado a llevar una doble vida, si uno no quería ver su carrera arruinada (otro día hablaremos de Rock Hudson… y no sólo de él).

La muerte de Whale es uno de los misterios del Hollywood clásico: apareció ahogado en su piscina, sin que hasta hoy se haya podido aclarar si fue accidente o asesinato. Por lo menos, la historia dio lugar a una magnifica película de Bill Condon, Dioses y monstruos (1998), protagonizada por Ian McKellen y por un Brendan Fraser que demuestra que, cuando quiere, puede ser un magnífico actor.

No fue la única tragedia relacionada con estas películas; después de su primera aparición, Karloff contó con varios dobles para que le ayudaran en sus tareas de monstruo. Uno de ellos se llamaba Benjamín Torrealba, del cual se descubrió años después que también tenía una doble vida, pero bastante más siniestra que la de Whale: era un asesino en serie, que mataba gente de forma indiscriminada (no tengo el número exacto, sorry), y enterraba los cadáveres en el jardín de su casa. Como ocurre a veces, más allá del tópico, el verdadero monstruo no estaba en el cine, sino en la vida real.

martes, enero 02, 2007

Coma en Joe's (Pesci)



Durante un reciente viaje a Estados Unidos, Robert de Niro me hace picar dos veces. La primera, desde la portada de la edición norteamericana de GQ, donde anuncian fastuosa entrevista con él; la segunda, con una biografía suya escrita por John Baxter, de quien ya he leído las dedicadas a Fellini y George Lucas. Compro ambas cosas, a ver si me cuentan algo más sobre uno de los actores de personalidad más reservada del cine reciente, pero las dos son, en cierta manera, una decepción. El artículo de GQ narra más bien la persecución que de De Niro hace el periodista para que le conceda la entrevista que le prometió en su día; aún así, merece la pena leerlo. Aquí les dejo la versión online.

En cuanto a la biografía de John Baxter, es bastante floja: 380 páginas que apenas consiguen rasgar el velo del enigma De Niro. El libro, de todos modos, sostiene dos teorías que me parecen correctas, a saber:

a) De Niro alcanzó su cenit como actor durante la década de los 70. Desde entonces, nunca ha vuelto a ofrecer interpretaciones de ese calibre. Estoy de acuerdo, pero es que la serie de papelones que enlaza en esa época me parece imposible de igualar por prácticamente ningún actor: Malas Calles; El Padrino, II Parte; Taxi Driver; El Cazador; Toro Salvaje. Desde aquí me temo que sólo se puede ir cuesta abajo.

b) De Niro está incapacitado para papeles cómicos. De acuerdo también. Aunque en los últimos años haya protagonizado dos comedías de éxito (Una terapia peligrosa y Los padres de ella), en ambas interpreta papeles serios, que sirven como contrapunto al trabajo de Billy Cristal y Ben Stiller, respectivamente. De hecho, si repasamos las dos películas, vemos que el trabajo de De Niro es básicamente el mismo en ambas.

Aparte de esto, Baxter narra el descubrimiento (o, mejor dicho, redescubrimiento) de un actor muy asociado a De Niro y Scorsese en los últimos años. Cuando estaban preparando Toro Salvaje (1980), De Niro vio en televisión una película de 1975 titulada The Death Collector, y se fijó en uno de los intérpretes secundarios. Inmediatamente pensó en él para el papel de Joey, el hermano del boxeador Jake La Motta. Pero ocurría que The Death Collector era la segunda -y última- película en la que había intervenido Joe Pesci: tras unos comienzos como actor infantil en televisión, a los que siguieron algunos papeles más que secundarios terciarios, había acabado retirándose del cine y por aquel entonces llevaba un restaurante italiano en New Jersey, sin intenciones de volver a actuar. Ni siquiera el hecho de que De Niro y Martin Scorsese se pusieran en contacto con él terminó de animarle: “No pienso volver a actuar a menos que me den un papel que demuestre que soy bueno”, les dijo. “Joey no es un gran papel, pero es un buen papel”, le contestó De Niro.

Pesci aceptó, y su interpretación le valió una nominación al Oscar como Mejor Actor Secundario y el regreso a la gran pantalla como secundario de lujo. Ganaría el Oscar diez años después, cuando repitió con De Niro y Scorsese en Uno de los nuestros.