domingo, diciembre 24, 2006

Como manda la tradición...

¿Con qué Navidades nos quedamos? ¿Con ésta...?



¿Con ésta...?


¿... o con esta otra?



Sea con la que sea, muy felices fiestas para todos.

Vince

sábado, diciembre 23, 2006

¿Cómo a nadie se le ha ocurrido pensar en esto? (1)

En el número de enero de Empire, encuentro un artículo sobre dos películas muy conocidas, pero intrascendentes, de los años 80: Los cazafantasmas y Gremlins. El texto señala sus puntos en común, como que ambas pertenecían al género fantástico, tenían abundantes toques de humor, se estrenaron el mismo día y constituyeron dos de los mayores éxitos de taquilla de 1986, y concluye planteando la pregunta: ¿es usted gremlinofilo o cazafantasmofilo? (bueno, vaya palabrejas me he inventado, lo que quiero decir es que pide a sus lectores que se decanten por uno u otro título. Si les apetece votar, pueden hacerlo aquí).

En lo referente a Gremlins, el artículo cuenta una anécdota que me ha parecido perfecta para inaugurar una nueva subcategoría dentro de este blog: la que trataría sobre esos fallos arguméntales en las películas de los que nadie se da cuenta… Pero que, de salir a la luz, podrían cargarse toda la lógica interna del argumento. En este caso, el guionista de la película, Chris Columbus (que posteriormente sería el director de Solo en casa y de los dos primeros títulos de la saga de Harry Potter, entre otros taquillazos), recibió una carta del escritor de ciencia-ficción Harlan Ellison, cuyo trabajo había conocido y admirado desde hacía años. Ellison le decía, lisa y llanamente, que Gremlins era “una mierda”.

¿Por qué?

Recordemos las reglas básicas por las que se regía la existencia de esos animalejos: no pueden exponerse a la luz del sol, porque la palman. De acuerdo. Si comen después de medianoche, dejan de ser un cruce entre un oso de peluche y el gato Garfield para convertirse en un Gremlin propiamente dicho, con más mala uva que un inspector de Hacienda con almorranas. Vale. Y, si se mojan, se reproducen a velocidad de vértigo. Recordemos que, en la película, uno de ellos se tira a una piscina pública, y sale multiplicado en minutos. Aquí está el problema.

La historia de Gremlins transcurre en Navidad, y el pueblecito donde suceden los hechos está completamente nevado. Los Gremlins van de aquí para allá pisando nieve, saltando por la nieve, cayéndose en la nieve, que como todo el mundo sabe, es agua en un cien por cien… y pese a ello, no se siguen multiplicando.

Ese es el fallo que señaló Ellison, y sospecho que le ha pasado desapercibido a los millones de personas que vimos la peli en su día. Como dije antes, hay otras películas famosas que tienen tropezones de ese calibre en su guión. ¿Se les ocurre alguna?

jueves, diciembre 21, 2006

Lo que el público pida

La voracidad, rayana en el matonismo, con que las productoras y distribuidoras estadounidenses trabajan a la hora de inundar con sus producciones nuestras pantallas es bien conocida desde hace décadas, y constituye un grave obstáculo para el pleno desarrollo del cine europeo y español. La campaña emprendida desde ciertos medios de la extrema derecha intentando acabar con la industria en represalia por la postura adoptada por algunos de sus miembros durante la Guerra de Irak tampoco ha ayudado mucho, precisamente. Pero ninguna de esas dos cosas sirve como justificación cuando llegan las cifras de cada año, y se comprueba que el número de espectadores que van a ver películas españolas ha descendido de forma notable con respecto al año anterior.

Y no sirve porque las multinacionales que trabajan en los sectores musical y editorial -en ocasiones son las mismas- actúan con la misma virulencia a la hora de imponer sus productos, pese a lo cual contamos con músicos y escritores que aguantan perfectamente el tipo, e incluso exportan su obra a otros países con éxito notable. En televisión, el público reparte su atención sin problemas entre series españolas y norteamericanas, en ocasiones prefiriendo claramente las primeras. Y las odiadas distribuidoras yanquis son también aliados imprescindibles de las productoras españolas para lanzar sus películas aquí y en el extranjero. Pero el argumento que más me ha molestado siempre es el que toma a la mayoría de los espectadores por tontos de baba que, hipnotizados por las campañas de publicidad, vamos como corderitos pascuales a ver cualquier zurullo que nos llegue del otro lado del Atlántico.

Del otro lado del Atlántico me he traído yo un libro que tiene bastante ver con este tema: se llama Fiasco y lo ha escrito el periodista James Robert Parish. En sus páginas se pasa revista a un buen número de superproducciones filmadas con todo el músculo financiero, artístico y publicitario de Hollywood que, a la hora de llegar a la pantalla, se estrellaron contra la indiferencia o el rechazo de los espectadores de todo el planeta. Entre las más antiguas hay alguna obra maestra como La jauría humana (The Chase, 1966) de Arthur Penn, o alguna película notable como Cleopatra (1963), de Joseph L. Mankiewicz. Pero si repasamos las más recientes aparecen títulos como The Cotton Club, de Francis Ford Coppola (47 millones de dólares de presupuesto en 1984, y sólo 26 de taquilla en Estados Unidos), Ishtar (una de las peores comedias jamás filmadas, con Dustin Hoffman y Warren Beatty, que costó 45 millones en 1987, y sólo recaudó 14,4 en EE. UU), La isla de las cabezas cortadas (de 1995, costó 46 millones, recaudó 11 en EE UU), Showgirls (1995, presupuesto 45 millones, recaudación mundial 37,7) o la temible, travoltina y cienciológica Campo de batalla: la Tierra (2000, con un presupuesto inicial de 50 millones de dólares, no llegó a los 20 millones de recaudación).

Podrían añadirse muchas más, como las recientes El fantasma de la ópera, las decepcionantes Superman Returns y King Kong (que dieron beneficios, pero muchos menos de lo que se esperaba) o cualquiera en la que haya estado metido Kevin Costner desde El guardaespaldas, pero creo que la cosa ha quedado clara y una entrada tan larga como la de hoy se puede resumir en una frase: todas las multinacionales y toda la publicidad del mundo no pueden evitar que, al final, la última palabra la tengamos nosotros.

martes, diciembre 19, 2006

De diseño y selecciones editoriales



Leo que Madonna va a diseñar una línea de ropa para la cadena H & M. desde luego, esta chica es de lo más apañadito que tenemos. Además de sacar discos de éxito, filmar videoclips de lo más provocador y protagonizar películas temibles (Shangai surprise, Barridos por la marea, El cuerpo del delito… perdonen, voy a por un Almax), ahora se nos mete a diseñadora. Para empezar, no es que no me crea que sea capaz de diseñar, es que tampoco me creo que se haya puesto en su vida una prenda de H & M, firma que tiende a ser más bien tirando a barateja. Claro que no faltará quien se lo crea; y es que la presencia de un famoso siempre ayuda a vender.

Pero una cosa es que ese famoso anuncie un producto determinado (otro día volvemos sobre eso) y otra muy distinta que se nos intente hacer creer que tiene una participación activa en la elaboración de ese producto. Aunque supongo que hay excepciones, como el caso de las salsas de Paul Newman que, por lo menos al principio, sí es posible que se basaran en recetas originales del actor. Pero la variedad actual de la firma Newman’s own es tan amplia que es para pensar si no habremos ganado un gran actor a cambio de perder a un clon de Arguiñano.

Algunas falsedades han funcionado durante años, y quería traer aquí hoy una de las mayores: las historias de misterio de Alfred Hitchcock. A mediados de los años 60, comenzaron a aparecer en las librerías recopilaciones de relatos de suspense y terror que, se nos aseguraba, el maestro del suspense había seleccionado personalmente. Recuerdo que aquí se publicaron en la revista Sábado gráfico, y Plaza & Janés editó numerosas recopilaciones. De hecho, tantas, que si el director inglés las hubiera leído y escogido realmente no le habría quedado tiempo ni para dirigir un largometraje. Lo cierto es que jamás tuvo nada que ver en el proceso de selección: se limitó a permitir que los editores utilizaran su nombre a cambio de una sustanciosa suma de dinero. Pero la superchería persistió, incluso varios años después de su muerte.

¿No leyó entonces ni una de esas historias? Sí: una. Los pájaros, de Daphne du Marier, que le inspiró para hacer la película del mismo tipo. Lo que pasa es que, tal y como confesó a françois Truffaut, la leyó cuando ya había sido publicada como “seleccionada por Alfred Hitchcock”.

jueves, diciembre 14, 2006

Películas malditas (1)

No falta demasiado para que se estrene Hollywoodland, la película que habla de la vida, y misteriosa muerte, de George Reeves, el primer actor que encarnó a Superman en la televisión. Hablaremos de la peli en su día, pero de momento, me he acordado de ella después de enterarme de que ha fallecido Peter Boyle. ¿Y qué tiene que ver una cosa con otra?

Verán, la historia de George Reeves supuso la primera piedra de lo que se llamó "la maldición de Superman", según la cual muchas de las personas relacionadas con las películas del hombre de acero han muerto trágicamente, o han pasado por serios problemas de salud. Nunca le he dado demasiada credibilidad (bueno, ninguna) a esa historia, porque me niego a creer en las maldiciones. Pero supongamos que verdaderamente hay personajes o películas gafadas, ¿Por qué no mencionamos entonces El jovencito Frankenstein (1974)?.

Peter Boyle –que se hizo muy popular por el papel del Monstruo, aunque también hay que verle en Joe ciudadano americano o en Taxi driver- ha estado entre los escasos protagonistas de la peli que han llevado posteriormente una vida sin excesivas desgracias. Repasemos algunas biografías del resto del reparto:

Gene Wilder (el doctor Fronkonstin) se convirtió en una estrella durante buena parte de la década de los 80, pero en 1989 vio morir de cáncer a su mujer, Gilda Radner. Unos años después, contrajo cáncer él mismo, y lleva luchando contra él desde entonces. Sus últimas películas fueron un fracaso. Su show de televisión apenas aguantó un par de episodios en pantalla. Lleva alrededor de diez años sin trabajar. Ah, y una de sus hijas no le dirige la palabra.

Marty Feldman (Aigor) murió a los 49 años de un ataque al corazón provocado por comer pescado en mal estado mientras rodaba una película en México. Por cierto, la única escena que le quedaba por rodar era la de la muerte de su personaje.

Madeline Kahn (Elizabeth) falleció de cáncer de ovarios en 1999.

Como porcentaje de desgracias, es bastante más alto que el de cualquier Superman (Por cierto, Anne Bancroft, mujer del director Mel Brooks, también murió de cáncer). Claro, podrán decir ustedes, pero es que aquí estamos hablando de una sola película, y en el caso de Superman la mala suerte se prolonga en el tiempo y en distintas versiones...

...Pues de eso, nada. Hay otras historias verdaderamente tortuosas ligadas a Frankenstein, suficientes como para que cualquier actor supersticioso se lo piense un par de veces antes de ponerse los zapatones y los electrodos. Pero de eso ya hablaremos otro día.

miércoles, diciembre 13, 2006

Tres no eran tres



En el canal 50 años de TVE (TDT) me encuentro con una reposición de Juego de Niños, aquel programa donde los concursantes tenían que adivinar personajes basándose en las descripciones que salían de la imaginación desbocada de un grupo de enanos. Aquí concursaba Chicho Ibáñez Serrador, y al final consiguió averiguar que los chavales le estaban hablando de los Hermanos Marx. El problema es que le decían que eran cinco, lo cual le tuvo despistado un rato. Probablemente la velocidad de los gags dio a los niños la impresión de que eran más...

Saber el número exacto de los Hermanos Marx es una de las pruebas del nueve de la sabiduría marxista. Si preguntamos por ahí, muchos dirán que tres. Otros más entendidos se acordarán de Zeppo, que dejó el grupo cuando comenzaron a hacer películas para la MGM, y se metió a agente. Y los más avezados incluirán también a Gummo, que hizo sus pinitos con la familia en sus primeros tiempos en las variedades, pero no les acompañó en el cine. El caso es que hubo un sexto hermano Marx: Manfred, nacido en 1885 y muerto en 1888, antes de cumplir los tres años de edad.

Por cierto, siempre se ha considerado a Zeppo como el menos gracioso de todos, pero quizá lo que le ocurría verdaderamente es que no tenía personaje. En las películas, era quien seleccionaba los chistes para el guión y sus hermanos sólo incluían los que a él le parecían divertidos. Además, en una ocasión, en medio de una gira teatral, Groucho enfermó de apendicitis y Zeppo le sustituyó durante varios días con las gafas, el puro y el bigote pintado, sin que nadie, incluyendo varios amigos de Groucho, se dieran cuenta del cambio. Como declaró Groucho poco después: “Zeppo era tan bueno con mi personaje que tuve que curarme lo más deprisa posible”.
Confieso que los Marx ya no me gustan tanto como antes, y tiendo a preferir sus libros a sus películas. Los de Groucho siguen siendo muy divertidos, pero sobre todo yo les recomendaría -si la pueden encontrar, porque la edición española (Ed. Montesinos, 1988) está agotadísimá- las memorias de Harpo; una auténtica delicia.

martes, diciembre 12, 2006

Ve al báter, my friend

No sé si para vender coches, pero el anuncio de la BMW desde luego ha servido para poner de moda de nuevo la imagen de Bruce Lee (y para disparar un buen número de parodias en You Tube: una de las últimas es la de Aznar diciendo “no te adaptes al bigote, sé el bigote, my friend”). Muy aficionado a las artes marciales hay que ser para tragarse las películas de este hombre, porque la verdad es que eran todas infumables. Uno salvaría tan sólo -y no del todo- Operación Dragón (1973) y la escena final de El furor del dragón (1972), rodada en el Coliseo de Roma, con el único combate jamás filmado entre las dos grandes estrellas del género: Bruce Lee y Chuck Norris.

Además de estrellas de cine (llamarles actores sería demasiado pedir) Lee y Norris fueron verdaderos maestros de sus respectivas disciplinas. El primero desarrolló un estilo propio (el Jet Kune Do) y el segundo fue campeón mundial de kárate seis veces antes de meterse en las películas. Pero hoy estaba yo interesado en desvelar a dos impostores, una pareja de auténticos caraduras que se forraron interpretando a maestros orientales cuando la verdad es que no tenían ni idea de por dónde se abrocha un kimono.

El primero es Pat Morita, el señor Miyagi de la saga de Karate Kid. Mucho “dar cera, pulir cera”, pero este actor procedente de la comedia no sabía absolutamente nada de kárate cuando le ofrecieron el papel. Escenas cortadas a medida y un eficaz uso de los dobles permitieron dar el pego. Por lo demás, otro inútil total era Ralph Macchio, el chaval protagonista de las tres primeras pelis de la saga (en la cuarta cambiaron y cogieron a una jovencísima Hilary Swank), y creerse que su personaje pueda aguantar frente a una panda de cinturones negros con mala uva entra de lleno en el territorio de Arthur C. Clarke. Así que la saga de artes marciales con mayor éxito que se haya hecho en Hollywood está protagonizada por unos actores que no sabían absolutamente nada del asunto.

Y el otro es, desde luego, David Carradine. Que el pequeño saltamontes siga yendo por la vida de maestro oriental es algo que escapa al entendimiento más común, pero ahí le tienen, trabajando con Tarantino y sacando vídeos sobre Tai Chi y similares. La verdad es ésta: cuando comenzó a prepararse la serie televisiva Kung Fu, el actor en quien se pensó para protagonizarla era Bruce Lee. A última hora, los productores se echaron atrás: Lee era chino y encima lo parecía, y el público norteamericano no querría ver una serie cuyo papel estelar corriera a cargo de un oriental. Así que recurrieron a Carradine, que tenía una cierta experiencia como bailarín y parecía chino, pero sin pasarse. La serie fue un éxito, Carradine empezó a dárselas de maestro (no hubiera quedado bien que reconociera que no sabía ni que era eso del Kung Fu), y hasta hoy. ¿Y Bruce Lee, el que verdaderamente conocía el tema? Pues ya se lo imaginan: be al paro, my friend.

lunes, diciembre 11, 2006

Paréntesis

Como pueden comprobar, he aprovechado estos días del puente para adecentar un poco el blog. Antes de seguir con las anécdotas, creo que sería adecuado ofrecerles una mínima información sobre algunos de los links que he incluído, especialmente los del tercer apartado, que son los estrictamente dedicados al cine.

Premiere y Empire, supongo, no necesitan presentación. Son dos de las mejores revistas de cine del momento y, lo más importante, cuentan con páginas web que están a la altura. La segunda incluye un utilísimo índice de críticas, que permite localizar cualquier película registrada por la publicación para ver lo que en su día se dijo sobre ella. Incluso si uno conoce y compra la versión impresa, un paseito por su versión web siempre es instructivo y entretenido.

Pero si de críticas hablamos, nada como Rotten Tomatoes. Esta página web recopila y ofrece todas las críticas que aparecen en la prensa norteamericana (y en algunas publicaciones online) sobre los estrenos del momento. Además de poder leer la mayoría de ellas (alguna, como la de The New York Times, requiere suscripción, pero están también Time, Newsweek, Variety, Rolling Stone…), sus responsables cuentan las críticas positivas y negativas, y con ellas elaboran el tomatómetro (de ahí el nombre): si la película aparece al lado del dibujo de un tomate fresco y rozagante, tiene mayoría de críticas buenas. Si el tomate está pocho, más de un 50 por ciento la ha puesto a dar a luz.

Los que lo ponen todo a parir son los chicos de Agony Booth. Ya les he hablado de esta página refiriéndome a la versión de 1967 de Casino Royale, pero les recuerdo que cogen películas malas, pero malas de la muerte (algunas: Moonraker. Superman III y IV, El gran Halcón…), y les dedican unas reseñas extensísimas donde las machacan escena por escena. Escriben muy bien, y son muy divertidas, pero se disfrutan mucho más cuando se ha visto el título en cuestión.

Y sobre la Internet Movie Database ¿qué les voy a decir? Es la biblia. Aquí pueden encontrar cualquier dato sobre cualquier profesional del cine de cualquier parte del mundo, no importa los años que lleve muerto o lo breve que haya sido su carrera. Sin ir más lejos, figura hasta algún familiar mío que trabajó como secretaria con Spielberg en El imperio del Sol (1987). Por cierto, fue la época en la que (ejem) conocí personalmente a John Malkovich, e incluso le tuve una temporadita viviendo en mi casa. No pensarían que hoy nos íbamos a quedar sin anécdota ¿verdad?.

viernes, diciembre 08, 2006

Dos caras de la misma moneda

Arnold ha condecorado a Clint, y el ex Harry el Sucio ha entrado con todos los honores (junto con otros doce galardonados) en el California Hall of Fame .Vista la trayectoria artística de este actor y director, no cabe duda de que hay motivos para ello, pero la cosa tiene gracia, porque el otorgante y el receptor del premio son dos figuras cinematográficas con muchísimos puntos en común. Vamos a repasar algunos:

1. En los años 80 estaban entre los actores más taquilleros de Hollywood, gracias en buena parte a sus películas de acción.

2. Cuando su tirón en taquilla comenzó a declinar, supieron cambiar de rumbo. Arnold, pasándose a la política. Eastwood, concentrándose en la dirección e interpretando a personajes más acordes con su edad.

3. Los dos se han presentado como candidato a cargos públicos y han ganado. Schwarzenegger es actualmente gobernador del estado de California; Eastwood fue alcalde durante dos años del encantador y súper exclusivo pueblecito de Carmel, donde pasa la mayor parte del año.

4. Son unos fanáticos de la buena forma física: además de ejercitarse todos los días, Eastwood lleva más de cuarenta años consultando a un ejército de nutricionistas que le asesora sobre alimentación y suplementos vitamínicos.

5. Y sobre cada uno de ellos existe una biografía no autorizada a la que temen más que a la peste. La de Schwarzenegger se titula Arnold, fue escrita en 1990 por la periodista Wendy Leigh, y en ella, entre otras cosas, desvelaba el pasado nazi de su padre, le acusaba de haber utilizado esteroides en sus años como culturista y le retrataba como un manipulador dispuesto a lo que fuera para llegar a la cima. Schwarzenegger no sólo demandó a Leigh: durante mucho tiempo, cualquier periodista que fuera a entrevistarle tenia que firmar previamente un acuerdo escrito de que no le preguntaría por el libro y algunos medios que hablaron de él fueron censurados.

Por su parte, la de Eastwood se titula: Clint. The life and legend y fue escrita por el periodista e historiador del cine Patrick McGilligan. Entre otras cosas, le retrataba como caprichoso, tiránico, hipócrita, pesetero, tacaño y vengativo. En el epílogo del libro, McGilligan habla de la enorme cantidad de fuentes que se negaron a hablar con él o le solicitaron no ser identificadas por miedo a las represalias que pudiera tomar contra ellos el director de Sin perdón.

Lo curioso es que hay otra biografía de Eastwood, aparecida unos años antes: Clint Eastwood, por el crítico de cine Richard Schickel, escrita con la total aprobación de Clint, que es amigo suyo. Leer los dos libros seguidos es como pasar de la noche al día. Y lo mejor es que sus autores nacieron en Wisconsin y trabajaron en el mismo periódico escolar; luego cada uno acabó situado a un lado de la trinchera a la hora de escribir sobre uno de los mitos del cine de la segunda mitad del siglo XX.

jueves, diciembre 07, 2006

Desayuno adulterado

No entiendo nada. Dicen que se ha subastado en Sotheby’s, por una cantidad desorbitada de libras esterlinas, el vestido que llevó Audrey Hepburn en la escena inicial de Desayuno con diamantes, pero yo recuerdo haber oído no hace mucho que la susodicha prenda había sido donada por Givenchy al Museo del Traje de Madrid. ¿Se estaban tirando un pegote los del museo, o más bien es que -como es cosa común en los rodajes- había varios modelos de un mismo vestido para prevenir inoportunas manchas, arrugas o roturas? Se agradecerá cualquier información.

En todo caso, aunque Desayuno con diamantes es una película entretenida, nunca he terminado de entender su fama. Lo que ocurre es que leí la magnífica novela de Truman Capote antes de ver la cinta y, aún sabiendo que no se debe exigir una excesiva fidelidad cuando se pasa una historia del papel al celuloide, lo que me encontré en la pantalla no tenía nada que ver con lo que había leído. Un reparto y un ambiente completamente inadecuados se complementaban con Mickey Rooney haciendo de japonés histérico y (¡aaaarrrghhh!) con el pasmarote de Vilallonga haciendo lo que ha hecho siempre que ha aparecido en una película: el cursi.

Truman Capote tenía una opinión muy similar. De hecho odió la película y esperaba que tarde o temprano se hiciera una nueva versión más fiel al original. Aunque Audrey Hepburn era amiga suya, dejó bien claro que no se parecía en nada a su heroína Holly Golightly, y en diferentes etapas de su vida nombró a dos actrices que consideraba mucho más adecuadas: Marilyn Monroe en los 50 y Jodie Foster en los 80. Personalmente, me quedo con la primera. Pero todo en esta vida es opinable…

...Y, eso sí, Moonriver es preciosa.

Sorpresas, y algo más

Ayer terminó (por fin) la segunda temporada de Perdidos, y les digo desde ya que a mí no me pescan para la tercera. Estoy de los de la isla hasta la punta del bigote que no tengo. Creo que habría sido una serie fantástica si desde el principio sus creadores hubieran puesto un punto final. Pero van temporada tras temporada alargando la trama, y confiando en que el público aguantará esperando que algún día aún ignoto les revelen el gran misterio de la isla. Lo que es por mí, ya, como si Paco el Pocero les pone una inmobiliaria.

Yo diría que algunas películas han caído en una práctica similar: la mayor parte de su fuerza radica en la gran sorpresa que aguarda al espectador al final, pero en ocasiones no se presta demasiada atención a todo lo que ocurre hasta entonces. Quiero decir que no estoy muy seguro de si me gustaría volver a ver El sexto sentido o Sospechosos habituales, a pesar de que en su día me encantaron: ya sé cómo terminan, y eso, para mí, les quita todo el atractivo que pueda tener una posible revisión.

No me ocurre lo mismo con una de mis películas favoritas con final sorpresa: Testigo de cargo, dirigida por Billy Wilder en 1957. La vi por primera vez con catorce años y, sí, quedé impactado por el final. Pero desde entonces la he vuelto a ver muchas veces, porque disfruto como un enano con ese abogado gruñón, intratable, convaleciente del corazón y listo como el hambre, que se pasa la película huyendo de su enfermera de guardia, que le prohíbe los puros y el coñac. Es una de las últimas interpretaciones del gran, grandísimo Charles Laughton (secundado por su mujer, Elsa Lanchester, en el papel de enfermera), que está como pez en el agua en un guión más blindado que la chapa de Terminator. Aquí también sé cómo termina todo. Y aunque la sorpresa que me llevé a los catorce años es irrecuperable, la enorme calidad de la cinta permanece.

Y no es que haya que despreciar el final, tampoco: cuando la película se estrenó en Londres, contó con la asistencia al estreno de la Familia Real inglesa… y el productor Arthur Hornblow, en una brillante estrategia publicitaria, les hizo firmar declaraciones juradas de que no revelarían a la Commonwealth cómo terminaba.

martes, diciembre 05, 2006

Del plató a la pluma

En la librería del pueblo han colocado en sitio preferente la novela de Hugh Laurie, por supuesto con foto del autor incluída y amplio recordatorio de que es el protagonista de la serie House. Es lógico que la editorial intente sacar el máximo partido de la fama del intérprete, pero tampoco es la primera vez que un actor se ha metido a escritor de ficción.

Además de numerosas películas, Groucho Marx detrás de sí una buena cantidad de libros, y aunque ninguno puede calificarse de ficción, por lo menos se jactaba de haberlos escrito personalmente, sin negros de por medio. De hecho, entre sus amigos se contaban más escritores que actores. David Niven publicó dos novelas: Go slowly, come back quickly en los años 80 y, en 1951, Once over lightly, una novelita que nunca se ha vuelto a reeditar, por lo que cualquier ejemplar de la misma es una pieza de coleccionista. Tras escribir su autobiografía, El hijo del trapero, Kirk Douglas se atrevió también con la novela, y publicó Dance with the devil (no sé si traducida en España). Por su parte, la glamourosisima Joan Collins es la autora de Prime Time y Love, Desire & Hate; claro que en su caso tiene a quien salir, ya que su hermana es la conocida autora de bestia sellers Jackie Collins.

Antes de dedicarse plenamente a cantar y actuar, Kris Kristofferson escribió una novela y ganó varios concursos de cuentos para la revista Atlantic Monthly. Sterling Hayden, el protagonista de la inolvidable Johnny Guitar, escribió Voyager, una novela de 600 páginas sobre su gran pasión: la navegación. Algo parecido ha hecho el director Werner Herzog, que es el autor de Caminando sobre el hielo, un libro donde habla de su afición a las largas, larguísimas excursiones a pie. Otros abandonaron los platós para convertirse en novelistas profesionales como Tom Tryon, actor bastante olvidado hoy, pero que en su día protagonizó la superproducción de Otto Preminger El cardenal.

Uno de los más prolíficos es el excelente actor Stephen Fry (en la foto), británico como Laurie, con quien ha trabajado en varias ocasiones: simultanea actuación y escritura y tiene varias novelas publicadas, de las cuales la mejor es, según me han comentado, Making History (publicada en España por Espasa). Y por último, está Richard Burton, de quien se dice que llegó a escribir una novela, pero perdió el manuscrito durante un viaje a Los Ángeles en 1970, sin que nunca más se haya vuelto a saber de él.

Y en el cine patrio, tenemos a nuestro Fernando Fernán-Gómez, autor de novelas, obras de teatro, artículos y guiones. Pero no se les ocurra pedirle que les firme un libro, no vaya a ser ¡QUE LES MANDE A LA M...! Feliz puente a los que lo tengan.

lunes, diciembre 04, 2006

Un director con muchas luces

Así da gusto: la televisión pública emitiendo en la noche del domingo Eyes Wide Shut (1999), la última película de Stanley Kubrick. Lástima que no la pasen exactamente en horario de máxima audiencia, y consideren conveniente poner antes esa obra maestra del celuloide patrio que es Isi Disi, amor a lo bestia. Al margen de que me parezca un título más propio para cadenas privadas sin excesivo gusto cinematográfico (o sea, para cadenas privadas) la emisión coincide con el estreno en los cines de la segunda parte, así que se me ocurre una pregunta. ¿TVE está sirviendo de promotor, o más bien cumple con su papel de servicio público, avisando a los futuros espectadores de lo que les espera?.

En todo caso, Kubrick viene después. En los últimos años, la reputación de este director se ha diluido un poco si la comparamos con aquella de la que gozó en los años 70, cuando era prácticamente intocable. Pero algunas de sus pelis han envejecido mal, y éste su último título provocó lo que se llama en términos taurinos división de opiniones (supongo que en buena parte producidas por el síndrome Tom Cruise). Personalmente, creo que a Kubrick le pasa lo que a otros grandes en sus últimos trabajos: se apega a una manera de rodar que se ha ido quedando poco a poco anticuada. Sexo aparte, Eyes... parece una peli filmada por lo menos una década antes.

Que Kubrick estaba lleno de manías no es ningún secreto. Una de las principales era su pánico a coger un avión, por lo que todas sus películas las filmaba en Inglaterra, y le daba igual si ello llevaba consigo reproducir Nueva York en estudio (como en Eyes Wide Shut) o Vietnam (como en La chaqueta metálica). Otra era su preocupación obsesiva por la iluminación, procedente de sus orígenes como fotógrafo. Hay que decir que aquí los resultados con frecuencia eran deslumbrantes, como prueba la secuencia de la fiesta inicial. ¿Cuántos cientos de bombillas hay colocadas en el set, y cómo consiguió que todas brillaran de esa manera, sin comerse la decoración ni a los actores? En cambio, cuando filmó Barry Lindon (1975) prescindió por completo de bombillas: toda la película está filmada íntegramente con luz natural, y en alguna escena llegaron a utilizarse mil velas encendidas.

Por cierto, Kubrick trabajó en una película de James Bond. ¿Saben en cuál?

viernes, diciembre 01, 2006

"Por orden del comandante..."


Con el monográfico de Bond y algún otro aniversario, parece que se me pasó en el blog la muerte de Robert Altman. La avalancha de tópicos que suelen condimentar las necrológicas recurrieron a la figura del “rebelde” de Hollywood como rasgo más definitorio de este director. Echando un vistazo a su biografía, la verdad es que Altman aparece más como un suicida que como un rebelde o, según el escritor Peter Biskind lo define, como un tipo con excesiva tendencia a dispararse en el propio pie. Se destaca su periodo de relativo ostracismo, cuando a principios de los 80 dejó de trabajar para los grandes estudios: pero tiende a obviarse que eso sólo ocurrió después de que les hubiera hecho perder una fortuna a casi todos, en una cadena de fracasos en taquilla que culminó con Popeye (1981). Por el camino quedaron peleas con productores, tres matrimonios, mucha gente que juró no volver a trabajar con él y hectolitros de Cutty Sark (eso sí, nunca antes de las cinco de la tarde; los actores sabían cuándo estaba a punto de terminar la jornada porque era el momento en que aparecía el camarero con el whisky).

Tras casi dos décadas trabajando en televisión y algunas películas menores, Altman dio en la diana en 1970 con M.A.S.H, su sátira sobre la guerra protagonizada por Donald Sutherland y Elliot Gould, que se convirtió en el tercer estreno más taquillero de ese año. No fue exactamente un proyecto de Altman; de hecho, fue el decimocuarto director al que le ofrecieron el guión, obra de Ring Lardner Jr., uno de los profesionales depurados por el nefasto Comité de Actividades Antiamericanas. Pero justo es reconocer que supo hacerlo suyo, con un reparto integrado solo a media por actores profesionales, y un ambiente de trabajo algo más relajado de lo que en él era habitual. Lo filmado durante el día se repasaba en una de las tiendas del campamento militar levantado para el rodaje, donde cualquier miembro del equipo podía entrar a verlas, y corrían alegremente las copas y la marihuana.

El problema lo tenía la 20th Century Fox, productora de la película, que al mismo tiempo estaba rodando Patton. Los ejecutivos palidecían ante los dos rodajes simultáneos, uno sobre el general más belicista de la II Guerra Mundial, y otro atacando de forma no muy disimulada la intervención norteamericana en Vietnam. Estaban aterrorizados ante la idea de estrenar M.A.S.H., y sólo se calmaron cuando los preestrenos auguraron acertadamente, que la película de Altman sería un bombazo. Mientras, Altman tuvo otro problemas con la burocracia de la Fox; un día le llegó un comunicado exigiéndole que retirara todas las “fotografías de mujeres desnudas” de la sala de montaje, refiriéndose a los desplegables de Play-Boy con los que había decorado el lugar. Altman cogió el comunicado y lo convirtió en uno de los mensajes para la tropa que, a lo largo de M.A.S.H., va leyendo un locutor por los altavoces: “Atención, atención. Por orden del comandante, se requiere a la tropa retiren de sus dependencias todas las fotografías de mujeres desnudas. Muchas gracias”.